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lunes, 19 de junio de 2017
sábado, 17 de junio de 2017
miércoles, 14 de junio de 2017
lunes, 12 de junio de 2017
EL PODER DE LAS INTUICIONES
Puede que
pienses que el tema de las intuiciones es poco científico, que no es siquiera
una disciplina que deba tenerse en cuenta. Pero no es cierto.
Si nos
detenemos un momento a pensar en ellas, nos daremos cuenta de que la mayoría de
nuestras decisiones las tomamos casi de modo inconsciente. Es más, numerosos
estudios avalan la idea de que antes de que nuestro consciente valore objetivamente
una opción con sus pros y sus contras, nuestro cerebro inconsciente ya ha
tomado la decisión partiendo de su propia intuición.
¿Por qué
ocurre esto? ¿Nos regimos más por las emociones que por la racionalidad? La
realidad es que sí.
Intuiciones y cerebro inconsciente
Pongamos un
sencillo ejemplo. Un familiar nuestro padece una enfermedad de síntomas
extraños donde es difícil obtener un diagnóstico, vamos a nuestro especialista
y nos da a elegir dos opciones: poner los datos en un ordenador muy sofisticado
que nos dará los pasos a seguir para poder curar a nuestro familiar, o, por lo
contrario, ponernos en mano de un médico con una larga carrera de experiencia.
¿A cuál
elegiríamos? Obviamente nos inclinaríamos por el médico. En ocasiones no nos
sirve de nada una inteligencia basada en el análisis y la lógica, confiamos más
en la “intuición” del doctor para que mediante la observación, su experiencia y
sus sensaciones al respecto, nos pueda dar una solución.
Pensemos
ahora en otra de esas situaciones en las que de repente, nos surge una idea, un
proyecto, un plan… estamos en la cama y de pronto nos viene esa sensación
imprevista. Estamos relajados y nuestro cerebro nos regala de improviso con una
imagen.
¿De dónde ha salido?
No se trata
en absoluto de un razonamiento deliberativo y lógico, es más bien una sensación,
una intuición que asciende de pronto de nuestro cerebro inconsciente. Pero
entonces ¿De qué está hecho el cerebro inconsciente?
Aquí está la
verdadera esencia de la cuestión. Las intuiciones parten de nuestras
experiencias almacenadas en nuestro cerebro, de toda esa vida experimentada a
base de logros y fracasos, ahí donde se instalan nuestras emociones y nuestra
personalidad, ahí donde se haya nuestra verdadera esencia.
La importancia de las intuiciones
La intuición
es una respuesta rápida que nos da al cerebro ante una duda o una cuestión en
la vida diaria. Si ante cada duda que tuviéramos en nuestra cotidianidad
tuviéramos que aplicar un esfuerzo lógico con análisis racionales,
necesitaríamos demasiado tiempo y esfuerzo.
La mayoría
de nuestras ideas son emocionales, es decir “las sentimos”, y pocas veces las
analizamos mediante el pensamiento deliberativo. De hecho, estas dimensiones
llevan a muchos expertos a indagar cómo profesionales de la bolsa u otros
agentes que mueven los hilos de las grandes economías, toman sus decisiones,
tal vez se guíen también por sus emociones e intereses sin aplicar la lógica a
sus acciones.
Llegados a
este punto podríamos preguntarnos si es bueno o no guiarnos por nuestras
intuiciones, si esas valoraciones previas que hacemos nada más conocer a una
persona son siempre justas o adecuadas, por ejemplo.
Nuestra vida
está llena de momentos así, donde las corazonadas nos han llevado por un camino
y no por otro… solo cabe decir que esas decisiones inconscientes están ancladas
íntimamente a lo que somos, a nuestra personalidad y nuestros valores.
Las
intuiciones son esas chispas eléctricas que encienden nuestra vida para
guiarnos, así pues basta con escucharlas, el seguirlas o no depende de nosotros
mismos.
Según los
expertos, las mejores intuiciones suelen aparecer en momentos de relax, en esos
instantes en que nuestra “pantalla personal” está más limpia y descansada. La
inspiración y las buenas ideas aparecen por sí solas al anochecer, lejos del
estrés y las tensiones. Solo hay que saber escucharlas.
domingo, 11 de junio de 2017
CUANDO TE PERMITES LO QUE MERECES, ATRAES
LO QUE NECESITAS
Empezaremos
proponiéndote una pequeña reflexión… ¿Qué es lo crees que te mereces a día de
hoy? Puede que hayas pensado en un descanso. En permitirte que el tiempo
discurra un poco más despacio para poder así, apreciar todo lo que te rodea.
Disfrutar del “aquí y ahora”, sin estrés, sin ansiedad.
Es posible
que hayas pensado también “que mereces alguien que te quiera”, que te
reconozcan un poco más. Sueles esforzarte mucho por los demás y no siempre ven
todo aquello a lo que has llegado a renunciar.
Todos, en
nuestro interior, sabemos qué es lo que merecemos. No obstante, el reconocerlo
es algo que a veces nos cuesta porque pensamos que puede llegar a ser una
actitud egoísta.
¿Cómo decir
en voz alta cosas como “necesito que me quieran”, “merezco ser respetado/a”,
“merezco tener libertad y tener las riendas de mi vida”? En realidad, basta con
decírnoslo a nosotros mismos.
No debemos
equivocarnos, porque priorizarnos un poco más no es una actitud egoísta, es una
necesidad vital, es poder crecer interiormente para ser felices. Te invitamos a
reflexionar con nosotros.
Cuando eres consciente
de lo que mereces, y por fin, te lo concedes, y aprendes a priorizarte un poco
más a ti mismo, llegará lo que necesitas en realidad. No es magia, ni es el
universo tejiendo sus leyes de atracción. Es nuestra propia voluntad para ser
felices, para tomar las riendas de nuestra vida…
Las actitudes limitantes
Muchos de
nosotros solemos desarrollar a lo largo de nuestra vida muchas actitudes
limitantes. Son creencias en ocasiones inculcadas durante nuestra infancia, o
incluso desarrolladas posteriormente en base a determinadas experiencias. Son
esos pensamientos expresados en frases como “no valgo para nada”, “yo no soy
capaz de hacer eso, fracasaré”, “¿Para qué intentarlo si siempre me salen las
cosas mal?”…
Una infancia
complicada con unos progenitores que nunca nos dieron seguridad, o incluso
relaciones afectivas basadas en la manipulación emocional, suelen limitarnos
casi de un modo determinante. Nos volvemos frágiles por dentro y vamos poco a
poco, deshilachando nuestra autoestima.
Reestructura
tus creencias. Tú eres más que tus experiencias, no eres quien te hizo daño o
quien alzó muros para privarte de tu libertad. Mereces avanzar, mereces leer en
tu interior y reconocer tu valía, tu capacidad para ser “apto” en la vida y
sobre todo, feliz…
Lo que mereces, lo que necesitas
Lo que
merecemos y lo que necesitamos está tan unido como el eslabón de una cadena. Te
pondremos un ejemplo: “Necesito a alguien que me quiera”. Es un deseo común. No
obstante, empezaremos cambiando la palabra “NECESITO”, por “MEREZCO”.
Te mereces a
alguien que sepa leer tus tristezas, alguien que atienda tus palabras, que sepa
descifrar tus miedos y ser el eco de tus risas. ¿Por qué no? Al cambiar la
palabra necesidad por merecer, eliminamos ese vínculo de apego tóxico que en
ocasiones, desarrollamos en nuestras relaciones afectivas.
Empieza por ti mismo/a. Sé tú la
persona que quisieras tener a tu lado… La que merece caminar los pasos de tu
vida. Al final, llegará alguien que se reflejará en ti. No obstante, empieza
también con estas importantes dimensiones:
•Libérate de
tus miedos.
•Disfruta de
tu soledad, aprende a leer en tu interior, a empatizar más contigo a la vez que
con los demás.
•Cultiva tu
crecimiento personal, disfruta de tu presente, de lo que eres y de cómo eres.
•Aprende a
ser feliz con humildad, desactivando el ego, madurando emocionalmente.
Priorizarse a uno mismo no es ser egoísta
Muchas veces
seguimos siendo prisioneros de esos pensamientos limitantes explicados al
inicio. Hay quien encuentra su felicidad dándolo todo por los demás: cuidando,
atendiendo, renunciando a ciertas cosas por los demás. Es posible que nos
educaran así. Ahora bien, siempre llega un momento en que hacemos balance y
algo falla. Aparece el vacío, la frustración, el dolor emocional…
Como todo en
esta vida, existe la armonía, la conjunción de tu espacio y mi espacio, de tus
necesidades y nuestras necesidades. La vida en familia, en pareja o en
cualquier contexto social, debe construirse mediante un adecuado equilibrio
donde todos ganen y nadie pierda.
En el
momento que hay pérdidas, dejamos de tener el control de nuestra vida, dejamos
de ser protagonistas para convertirnos en actores secundarios.
Reflexiona
durante un instante en estas breves ideas:
•Merezco un
día de descanso, para mi mismo, en soledad. Esto me ofrecerá lo que necesito:
pensar, liberarme del estrés y relativizar las cosas.
•Merezco ser
feliz, tal vez sea el momento de “dejar ir” determinadas personas, o aspectos
de mi vida. Ello me permitirá conseguir lo que necesito: una nueva oportunidad.
Todos
merecemos dejar de ser cautivos del sufrimiento, de nuestras propias actitudes
limitantes. Abre los ojos a tu interior, descifra tus necesidades, escucha tu
voz. En el momento que te permitas lo que mereces, llegará lo que necesitas.
sábado, 10 de junio de 2017
jueves, 8 de junio de 2017
NI AVANZAS, NI RETROCEDES: ESTÁS ATASCADO
Hay momentos
de la vida en donde el sello está en el desconcierto. No es que sean “momentos
malos”, en el estricto sentido. No es que pases por grandes sufrimientos o graves
problemas, sino que simplemente ves pasar los días y sientes, muy en el fondo
de ti, que no estás evolucionando, que no creces.
La nota
predominante es la rutina. Cada día es muy parecido al anterior y aunque no
tienes que pasar por grandes sobresaltos, tampoco logras entusiasmarte
realmente con nada. No consigues activar tu fuerza vital y tampoco tienes ganas
de intentarlo.
“La vida nunca es
estancamiento. Es movimiento constante, movimiento sin ritmo, pues nosotros cambiamos constantemente. Las cosas viven moviéndose y ganan fuerza
mientras lo hacen.”
-Bruce Lee-
Has llegado
incluso a acostumbrarte a los problemas que antes te inquietaban. Si tienes una
relación mediocre o nociva, dejas de pretender que sea mejor. Si tu trabajo no
te satisface, te resignas y sobrellevas lo que hay. Ni avanzas, ni retrocedes:
estás atascado.
¿Estás atascado? ¿No avanzas?
El
estancamiento es un estado en el que no logras ponerte en contacto con tus
sentimientos y emociones más genuinas. De ahí que tampoco sientas un verdadero
impulso hacia la acción, hacia propiciar algún cambio que te enriquezca y haga
más significativo el hecho de vivir. Éstas son las señales que indican que te
encuentras atascado:
● No
sientes entusiasmo. Haces todo como mecánicamente y procuras no pensar mucho en
ello.
● No
quieres complicarte.
● No
quieres comprometerte con nada. Te limitas a cumplir con lo que se te pide,
tanto en el plano laboral, como en el plano personal. Pero no quieres
implicarte demasiado.
● Eludes
los desafíos. Frente a un posible reto, o a una novedad, te haces a un lado. No
te interesa ponerte a prueba, ni le ves sentido a ello.
● Sientes
fatiga casi todo el tiempo. Una de tus frases favoritas es “estoy cansado”. Y
es verdad, físicamente te sientes sin energía. Te parece que tu cuerpo es
pesado y fácilmente caes en la somnolencia.
● Tu
rutina es demasiado estructurada. Haces casi todo, cada día, de la misma
manera. Los mismos horarios, el mismo recorrido, las mismas conversaciones.
● Rechazas
todo lo nuevo. Cualquier novedad te parece una incomodidad innecesaria. No
quieres invertir tu esfuerzo en adaptarte a algo que desconoces.
● Sientes
pereza y aburrimiento, de manera constante. Bostezas mucho y anhelas que “te
dejen quieto”, que nada te invite a movilizarte. Casi todo te aburre, pero más
te aburre pensar en un cambio.
● Justificas
tu actitud, incluso con mentiras. Construyes una serie de “razones” falsas para
sustentar tu inactividad y miedo al cambio. Inventas excusas para justificar tu
estancamiento.
Si no avanzas, devuélvete
Cuando pasas
por una de esas etapas de estancamiento, seguramente hay un dejo de tristeza, o
de ira, o de ambas, en el trasfondo de la situación. El hecho de que estés
atascado significa que, aunque no te des cuenta, hay algún asunto por resolver
en tu vida.
La depresión
encubierta es como un pequeño animal que roe constantemente y te roba energía
vital. Se trata de un rumor sordo que ejerce un gran peso sobre la percepción
del día a día. Como si le pusieras un velo gris a la realidad y contemplaras
todo a través de esa distorsión de color. Nada te parecerá suficientemente
interesante, porque no lo estás mirando directamente.
La ira, a su
vez, es una de las emociones más paralizantes. Cuando se queda enquistada en tu
interior, opera corroyendo las demás emociones. La ira reprimida te vuelve
rígido, sarcástico y negativo. Te lleva a sentir una especie de desprecio por
todo lo que te rodea y contribuye a que nada te despierte interés. Mina tus
relaciones con las demás personas y, a largo plazo, afecta tu salud.
Lo mismo
ocurre con la culpa, que a veces se instala en tu inconsciente. Cuando lo que
no hiciste o no dijiste, o lo que hiciste y dijiste, te genera arrepentimiento
y eludes esa realidad, es probable que el precio sea ese palidecer de tus
emociones y de tus ganas de vivir.
Las etapas
de estancamiento deben mirarse con cuidado. A veces exigen solamente un proceso
de toma de conciencia y un replanteamiento de las condiciones en las que se
vive. Otras veces, en cambio, son una señal de que se hay una crisis que
comienza a desatarse.
Por eso,
cuando sientas que no puedes avanzar, lo mejor es que te devuelvas. Estás atado
a alguna situación del pasado que no ha sido superada del todo y que sigue
incidiendo en tu presente. Es cierto que la vida no es un jardín de rosas, ni
una fiesta de todos los días. Pero, por otro lado, es en realidad lo único y lo
más valioso que tienes.
Vivir sin
vivir no es una opción. El tiempo de existencia es muy corto como para
desperdiciarlo en rutinas inútiles y relaciones insatisfactorias. Tu paz y tu
felicidad son el único objetivo por el que en verdad debes jugarte a fondo. La
quietud hay que dejársela a los muertos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/avanzas-retrocedes-estas-atascado/
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