lunes, 12 de junio de 2017


EL PODER DE LAS INTUICIONES

Puede que pienses que el tema de las intuiciones es poco científico, que no es siquiera una disciplina que deba tenerse en cuenta. Pero no es cierto.

Si nos detenemos un momento a pensar en ellas, nos daremos cuenta de que la mayoría de nuestras decisiones las tomamos casi de modo inconsciente. Es más, numerosos estudios avalan la idea de que antes de que nuestro consciente valore objetivamente una opción con sus pros y sus contras, nuestro cerebro inconsciente ya ha tomado la decisión partiendo de su propia intuición.

¿Por qué ocurre esto? ¿Nos regimos más por las emociones que por la racionalidad? La realidad es que sí.

Intuiciones y cerebro inconsciente

Pongamos un sencillo ejemplo. Un familiar nuestro padece una enfermedad de síntomas extraños donde es difícil obtener un diagnóstico, vamos a nuestro especialista y nos da a elegir dos opciones: poner los datos en un ordenador muy sofisticado que nos dará los pasos a seguir para poder curar a nuestro familiar, o, por lo contrario, ponernos en mano de un médico con una larga carrera de experiencia.

¿A cuál elegiríamos? Obviamente nos inclinaríamos por el médico. En ocasiones no nos sirve de nada una inteligencia basada en el análisis y la lógica, confiamos más en la “intuición” del doctor para que mediante la observación, su experiencia y sus sensaciones al respecto, nos pueda dar una solución.

Pensemos ahora en otra de esas situaciones en las que de repente, nos surge una idea, un proyecto, un plan… estamos en la cama y de pronto nos viene esa sensación imprevista. Estamos relajados y nuestro cerebro nos regala de improviso con una imagen.

¿De dónde ha salido?

No se trata en absoluto de un razonamiento deliberativo y lógico, es más bien una sensación, una intuición que asciende de pronto de nuestro cerebro inconsciente. Pero entonces ¿De qué está hecho el cerebro inconsciente?

Aquí está la verdadera esencia de la cuestión. Las intuiciones parten de nuestras experiencias almacenadas en nuestro cerebro, de toda esa vida experimentada a base de logros y fracasos, ahí donde se instalan nuestras emociones y nuestra personalidad, ahí donde se haya nuestra verdadera esencia.

La importancia de las intuiciones

La intuición es una respuesta rápida que nos da al cerebro ante una duda o una cuestión en la vida diaria. Si ante cada duda que tuviéramos en nuestra cotidianidad tuviéramos que aplicar un esfuerzo lógico con análisis racionales, necesitaríamos demasiado tiempo y esfuerzo.

La mayoría de nuestras ideas son emocionales, es decir “las sentimos”, y pocas veces las analizamos mediante el pensamiento deliberativo. De hecho, estas dimensiones llevan a muchos expertos a indagar cómo profesionales de la bolsa u otros agentes que mueven los hilos de las grandes economías, toman sus decisiones, tal vez se guíen también por sus emociones e intereses sin aplicar la lógica a sus acciones.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos si es bueno o no guiarnos por nuestras intuiciones, si esas valoraciones previas que hacemos nada más conocer a una persona son siempre justas o adecuadas, por ejemplo.

Nuestra vida está llena de momentos así, donde las corazonadas nos han llevado por un camino y no por otro… solo cabe decir que esas decisiones inconscientes están ancladas íntimamente a lo que somos, a nuestra personalidad y nuestros valores.

Las intuiciones son esas chispas eléctricas que encienden nuestra vida para guiarnos, así pues basta con escucharlas, el seguirlas o no depende de nosotros mismos.

Según los expertos, las mejores intuiciones suelen aparecer en momentos de relax, en esos instantes en que nuestra “pantalla personal” está más limpia y descansada. La inspiración y las buenas ideas aparecen por sí solas al anochecer, lejos del estrés y las tensiones. Solo hay que saber escucharlas.

 
 

domingo, 11 de junio de 2017


CUANDO TE PERMITES LO QUE MERECES, ATRAES LO QUE NECESITAS

Empezaremos proponiéndote una pequeña reflexión… ¿Qué es lo crees que te mereces a día de hoy? Puede que hayas pensado en un descanso. En permitirte que el tiempo discurra un poco más despacio para poder así, apreciar todo lo que te rodea. Disfrutar del “aquí y ahora”, sin estrés, sin ansiedad.

Es posible que hayas pensado también “que mereces alguien que te quiera”, que te reconozcan un poco más. Sueles esforzarte mucho por los demás y no siempre ven todo aquello a lo que has llegado a renunciar.

Todos, en nuestro interior, sabemos qué es lo que merecemos. No obstante, el reconocerlo es algo que a veces nos cuesta porque pensamos que puede llegar a ser una actitud egoísta.

¿Cómo decir en voz alta cosas como “necesito que me quieran”, “merezco ser respetado/a”, “merezco tener libertad y tener las riendas de mi vida”? En realidad, basta con decírnoslo a nosotros mismos.

No debemos equivocarnos, porque priorizarnos un poco más no es una actitud egoísta, es una necesidad vital, es poder crecer interiormente para ser felices. Te invitamos a reflexionar con nosotros.

Cuando eres consciente de lo que mereces, y por fin, te lo concedes, y aprendes a priorizarte un poco más a ti mismo, llegará lo que necesitas en realidad. No es magia, ni es el universo tejiendo sus leyes de atracción. Es nuestra propia voluntad para ser felices, para tomar las riendas de nuestra vida…
Las actitudes limitantes

Muchos de nosotros solemos desarrollar a lo largo de nuestra vida muchas actitudes limitantes. Son creencias en ocasiones inculcadas durante nuestra infancia, o incluso desarrolladas posteriormente en base a determinadas experiencias. Son esos pensamientos expresados en frases como “no valgo para nada”, “yo no soy capaz de hacer eso, fracasaré”, “¿Para qué intentarlo si siempre me salen las cosas mal?”…

Una infancia complicada con unos progenitores que nunca nos dieron seguridad, o incluso relaciones afectivas basadas en la manipulación emocional, suelen limitarnos casi de un modo determinante. Nos volvemos frágiles por dentro y vamos poco a poco, deshilachando nuestra autoestima.

Reestructura tus creencias. Tú eres más que tus experiencias, no eres quien te hizo daño o quien alzó muros para privarte de tu libertad. Mereces avanzar, mereces leer en tu interior y reconocer tu valía, tu capacidad para ser “apto” en la vida y sobre todo, feliz…

Lo que mereces, lo que necesitas

Lo que merecemos y lo que necesitamos está tan unido como el eslabón de una cadena. Te pondremos un ejemplo: “Necesito a alguien que me quiera”. Es un deseo común. No obstante, empezaremos cambiando la palabra “NECESITO”, por “MEREZCO”.

Te mereces a alguien que sepa leer tus tristezas, alguien que atienda tus palabras, que sepa descifrar tus miedos y ser el eco de tus risas. ¿Por qué no? Al cambiar la palabra necesidad por merecer, eliminamos ese vínculo de apego tóxico que en ocasiones, desarrollamos en nuestras relaciones afectivas.

Empieza por ti mismo/a. Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado… La que merece caminar los pasos de tu vida. Al final, llegará alguien que se reflejará en ti. No obstante, empieza también con estas importantes dimensiones:

•Libérate de tus miedos.

•Disfruta de tu soledad, aprende a leer en tu interior, a empatizar más contigo a la vez que con los demás.

•Cultiva tu crecimiento personal, disfruta de tu presente, de lo que eres y de cómo eres.

•Aprende a ser feliz con humildad, desactivando el ego, madurando emocionalmente.

Priorizarse a uno mismo no es ser egoísta

Muchas veces seguimos siendo prisioneros de esos pensamientos limitantes explicados al inicio. Hay quien encuentra su felicidad dándolo todo por los demás: cuidando, atendiendo, renunciando a ciertas cosas por los demás. Es posible que nos educaran así. Ahora bien, siempre llega un momento en que hacemos balance y algo falla. Aparece el vacío, la frustración, el dolor emocional…

Como todo en esta vida, existe la armonía, la conjunción de tu espacio y mi espacio, de tus necesidades y nuestras necesidades. La vida en familia, en pareja o en cualquier contexto social, debe construirse mediante un adecuado equilibrio donde todos ganen y nadie pierda.

En el momento que hay pérdidas, dejamos de tener el control de nuestra vida, dejamos de ser protagonistas para convertirnos en actores secundarios.

Reflexiona durante un instante en estas breves ideas:

•Merezco un día de descanso, para mi mismo, en soledad. Esto me ofrecerá lo que necesito: pensar, liberarme del estrés y relativizar las cosas.

•Merezco ser feliz, tal vez sea el momento de “dejar ir” determinadas personas, o aspectos de mi vida. Ello me permitirá conseguir lo que necesito: una nueva oportunidad.

Todos merecemos dejar de ser cautivos del sufrimiento, de nuestras propias actitudes limitantes. Abre los ojos a tu interior, descifra tus necesidades, escucha tu voz. En el momento que te permitas lo que mereces, llegará lo que necesitas.

 
 

jueves, 8 de junio de 2017

NI AVANZAS, NI RETROCEDES: ESTÁS ATASCADO

Hay momentos de la vida en donde el sello está en el desconcierto. No es que sean “momentos malos”, en el estricto sentido. No es que pases por grandes sufrimientos o graves problemas, sino que simplemente ves pasar los días y sientes, muy en el fondo de ti, que no estás evolucionando, que no creces.

La nota predominante es la rutina. Cada día es muy parecido al anterior y aunque no tienes que pasar por grandes sobresaltos, tampoco logras entusiasmarte realmente con nada. No consigues activar tu fuerza vital y tampoco tienes ganas de intentarlo.

“La vida nunca es estancamiento. Es movimiento constante, movimiento sin ritmo, pues nosotros cambiamos constantemente. Las cosas viven moviéndose y ganan fuerza mientras lo hacen.”
-Bruce Lee-

Has llegado incluso a acostumbrarte a los problemas que antes te inquietaban. Si tienes una relación mediocre o nociva, dejas de pretender que sea mejor. Si tu trabajo no te satisface, te resignas y sobrellevas lo que hay. Ni avanzas, ni retrocedes: estás atascado.

¿Estás atascado? ¿No avanzas?

El estancamiento es un estado en el que no logras ponerte en contacto con tus sentimientos y emociones más genuinas. De ahí que tampoco sientas un verdadero impulso hacia la acción, hacia propiciar algún cambio que te enriquezca y haga más significativo el hecho de vivir. Éstas son las señales que indican que te encuentras atascado:

● No sientes entusiasmo. Haces todo como mecánicamente y procuras no pensar mucho en ello.
● No quieres complicarte.
● No quieres comprometerte con nada. Te limitas a cumplir con lo que se te pide, tanto en el plano laboral, como en el plano personal. Pero no quieres implicarte demasiado.
● Eludes los desafíos. Frente a un posible reto, o a una novedad, te haces a un lado. No te interesa ponerte a prueba, ni le ves sentido a ello.
● Sientes fatiga casi todo el tiempo. Una de tus frases favoritas es “estoy cansado”. Y es verdad, físicamente te sientes sin energía. Te parece que tu cuerpo es pesado y fácilmente caes en la somnolencia.
● Tu rutina es demasiado estructurada. Haces casi todo, cada día, de la misma manera. Los mismos horarios, el mismo recorrido, las mismas conversaciones.
● Rechazas todo lo nuevo. Cualquier novedad te parece una incomodidad innecesaria. No quieres invertir tu esfuerzo en adaptarte a algo que desconoces.
● Sientes pereza y aburrimiento, de manera constante. Bostezas mucho y anhelas que “te dejen quieto”, que nada te invite a movilizarte. Casi todo te aburre, pero más te aburre pensar en un cambio.
● Justificas tu actitud, incluso con mentiras. Construyes una serie de “razones” falsas para sustentar tu inactividad y miedo al cambio. Inventas excusas para justificar tu estancamiento.

Si no avanzas, devuélvete

Cuando pasas por una de esas etapas de estancamiento, seguramente hay un dejo de tristeza, o de ira, o de ambas, en el trasfondo de la situación. El hecho de que estés atascado significa que, aunque no te des cuenta, hay algún asunto por resolver en tu vida.

La depresión encubierta es como un pequeño animal que roe constantemente y te roba energía vital. Se trata de un rumor sordo que ejerce un gran peso sobre la percepción del día a día. Como si le pusieras un velo gris a la realidad y contemplaras todo a través de esa distorsión de color. Nada te parecerá suficientemente interesante, porque no lo estás mirando directamente.

La ira, a su vez, es una de las emociones más paralizantes. Cuando se queda enquistada en tu interior, opera corroyendo las demás emociones. La ira reprimida te vuelve rígido, sarcástico y negativo. Te lleva a sentir una especie de desprecio por todo lo que te rodea y contribuye a que nada te despierte interés. Mina tus relaciones con las demás personas y, a largo plazo, afecta tu salud.

Lo mismo ocurre con la culpa, que a veces se instala en tu inconsciente. Cuando lo que no hiciste o no dijiste, o lo que hiciste y dijiste, te genera arrepentimiento y eludes esa realidad, es probable que el precio sea ese palidecer de tus emociones y de tus ganas de vivir.

Las etapas de estancamiento deben mirarse con cuidado. A veces exigen solamente un proceso de toma de conciencia y un replanteamiento de las condiciones en las que se vive. Otras veces, en cambio, son una señal de que se hay una crisis que comienza a desatarse.

Por eso, cuando sientas que no puedes avanzar, lo mejor es que te devuelvas. Estás atado a alguna situación del pasado que no ha sido superada del todo y que sigue incidiendo en tu presente. Es cierto que la vida no es un jardín de rosas, ni una fiesta de todos los días. Pero, por otro lado, es en realidad lo único y lo más valioso que tienes.

Vivir sin vivir no es una opción. El tiempo de existencia es muy corto como para desperdiciarlo en rutinas inútiles y relaciones insatisfactorias. Tu paz y tu felicidad son el único objetivo por el que en verdad debes jugarte a fondo. La quietud hay que dejársela a los muertos.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/avanzas-retrocedes-estas-atascado/