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martes, 10 de enero de 2017
lunes, 9 de enero de 2017
“CONVERTIMOS PROBLEMAS COTIDIANOS EN
TRASTORNOS MENTALES”
Allen
Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y
Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías
mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado
periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El
doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una
quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades
patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace
autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico
de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.
Pregunta. En
el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas
en el DSM V. ¿Por qué?
Respuesta.
Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos
trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos,
convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó ser
un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente
astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades
patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer
creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy
común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que
produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación
de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación
diagnóstica en hiperinflación.
P. ¿Todos
vamos a ser considerados enfermos mentales?
R. Algo así.
Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la
última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a
la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo
me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las
cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como
mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto
que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele,
debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema
diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en
trastornos mentales.
P. Con la
colaboración de la industria farmacéutica...
R. Por
supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las
farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se
resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy
útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran
discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al
contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el
tratamiento mágico contra el malestar.
P. ¿Qué
propone para frenar esta tendencia?
R. Controlar
mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que
acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse,
lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de
fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes
universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado
ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a
casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de
medicamentos que por consumo de drogas.
P. En 2009,
un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y
15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que
uno de cada tres niños sea hiperactivo?
R. Claro que
no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin
embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el
caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos.
Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que
tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores
expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están
horrorizados. Se ha perdido el control.
P. ¿Y hay
tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos
psiquiátricos?
R. Ese fue
uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo
el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad.
Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían
en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas
lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer
publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.
P. La
influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente
prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren
a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa
adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta
qué punto influyen estos factores culturales?
R. Sobre
esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la
medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede
calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a
largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un
experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos
adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre
recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene
sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos
que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un
molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que
los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.
P. ¿En la
medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el
bienestar a cualquier precio?
R. Los seres
humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años
gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella.
Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo,
la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano
de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de
afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este
comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la
adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una
enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.
P. Y ser
etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también
consecuencias?
R. Muchas, y
de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido
diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que
les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy
difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los
efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está
creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es
concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.
P. No va a
ser fácil…
R. Cierto,
pero el cambio cultural es posible. Tenemos un magnífico ejemplo: hace 25 años,
en EE UU el 65% de la población fumaba. Ahora, lo hace menos del 20%. Es uno de
los mayores avances en salud de la historia reciente, y se ha conseguido por un
cambio cultural. Las tabacaleras gastaban enormes sumas de dinero en
desinformar. Lo mismo que ocurre ahora con ciertos medicamentos psiquiátricos.
Costó mucho hacer prosperar la evidencia científica sobre el tabaco, pero
cuando se consiguió, el cambio fue muy rápido.
P. En los
últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la
presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de
que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.
R. Hay estudios
que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más
posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del
médico. En Australia, algunos laboratorios requerían para el puesto de
visitador médico a personas muy agraciadas, porque habían comprobado que los
guapos entraban con más facilidad en las consultas. Hasta ese punto hemos
llegado. Ahora hemos de trabajar para lograr un cambio de actitud en la gente.
P. ¿En qué
sentido?
R. Que en
vez de ir al médico en busca de la píldora mágica para cualquier cosa, tengamos
una actitud más precavida. Que lo normal sea que el paciente interrogue al
médico cada vez que le receta algo. Preguntar por qué se lo prescribe, qué
beneficios aporta, qué efectos adversos tendrá, si hay otras alternativas. Si
el paciente muestra una actitud resistente, es más probable que los fármacos
que le receten estén justificados.
P. Y también
tendrán que cambiar hábitos.
R. Sí, y
déjeme decirle un problema que he observado. ¡Tienen que cambiar los hábitos de
sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e
irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía
sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La
gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos.
domingo, 8 de enero de 2017
sábado, 7 de enero de 2017
MEDITAR ES DESCANSAR LA MENTE PARA INICIAR
UN DIÁLOGO CON EL ALMA
Llega un día
en que lo necesitamos, así, sin más: apagar el ruido de la mente para
sintonizar esa voz interna que teníamos descuidada y que tanto tiene que
decirnos. Porque meditar es, ante todo, propiciar un reencuentro con nuestra
alma, una conexión vital con la que hallar respuestas en estos tiempos de mares
convulsos.
No existe
una única razón por la cual, una persona elige empezar a practicar la
meditación. A veces, se llega por casualidad. Alguien tiene un dolor de espalda
y le recomiendan el yoga, y del yoga, casi sin saber cómo, se inician en este
arte ancestral del que existen tantas escuelas como curiosos enfoques.
“Meditar es regalarte un momento para ti,
para estar contigo de manera íntima y especial”
Por otra
parte, cabe señalar también que la meditación tiene diferentes significados
según el contexto. A pesar de no estar ligada a ninguna religión en concreto,
sí es un componente destacado en muchas creencias. No obstante, y dejando a un
lado el aspecto espiritual, el interés psicológico por la meditación ha sido
siempre destacable por muchas razones y finalidades terapéuticas.
Este
ejercicio se centra ante todo en esa capacidad para “autorregular” la mente y
sus procesos, de manera que podamos alcanzar así un adecuado equilibrio entre
los pensamientos y las emociones. Es algo muy interesante, algo a lo cual se
llega a través de un entrenamiento planificado y que podría, sin duda,
ayudarnos a complementar muchas estrategias a la hora de ciertos “picos de
lanza” psicológicos, como el estrés, la ansiedad o la depresión.
Meditar para restaurar nuestro equilibrio
interior
Para muchos
hablar de meditación es hablar de Budismo. Sin embargo, cabe recordar que
también los druidas hacían uso de estas técnicas para conectar con la
naturaleza y la divinidad. Para lograrlo, debían afrontar una serie de
resistencias a las que denominaban las “cuatro tristezas”: la nostalgia, el
dolor de la pérdida, la envidia y la dificultad del viaje. Algo que, sin duda,
nos es ligeramente familiar.
Si uno
ahonda un poco en el complejísimo e interesante mundo de las religiones y la
espiritualidad, se dará cuenta de que hay ejes vertebradores que siempre se
repiten. Mircea Eliade, conocido filósofo e historiador, dijo una vez que en el
momento en que el ser humano miró hacia arriba por primera vez y descubrió las
estrellas, quedó hechizado por esa calma y esa magia, casi divina. Algo debía
ocurrir en aquella dimensión que tanto se alejaba de las necesidades y penurias
de la humanidad.
Desde que
hemos tenido uso de razón, siempre hemos ansiado hallar esa calma, ese
equilibrio interior con el cual, alcanzar una comprensión más intuitiva de las
cosas, una serenidad más sabia y profunda con la que invocar al auténtico ser
que llevamos dentro y que, de algún modo, nos permitiría conocernos mejor y
conectar de otro modo con nuestro entorno. Algo que, si lo pensamos bien, es
bastante complejo a día de hoy, en este mundo donde prima la acción y el
estrés, ese desgaste inadvertido que fragmenta por completo esa dimensión
divina: nuestra autoestima.
Dejar de ser esclavos de las circunstancias
externas
Nadie puede
controlar al 100% lo que acontece en nuestro exterior. No obstante, lo que sí
podemos dominar es el modo en que nos afectan esas circunstancias. Lo creamos o
no, cada uno de nosotros convivimos a diario con una serie de saboteadores
internos a los cuales, no vemos pero están ahí. Son como los ácaros de nuestra
conciencia, a los que debemos hacer frente de forma hábil, sabia.
Serían los
siguientes:
Las
preocupaciones.
Ser adictos
a recordar el pasado.
Pasarnos la
vida juzgando.
Ser críticos
con nosotros mismos y aún más con los demás.
Culparnos de
todo lo que acontece a nuestro alrededor.
Ser un
catastrofista empedernido
Ser un
adicto a las dudas y a las indecisiones.
Cuando una
persona empieza a meditar, se inicia al mismo tiempo en un viaje contemplativo
donde ver cada una de estas dimensiones. Ahora bien, lejos de contemplar estas
empalizadas con desdén o desprecio, las veremos con esa calma serena de quien
es capaz de NO juzgar para entender que el cambio siempre es posible. Porque la
meditación es, ante todo, arroparnos a nosotros mismos con respeto y amor para
clarificar las metas y salir reforzados de ese instante de paz y equilibrio.
Elige tu tipo de meditación y cuida de tu
cerebro
A día de
hoy, la ciencia tiene muy claro que meditar genera cambios muy positivos en
nuestra arquitectura cerebral. Se incrementa, por ejemplo, el grosor cortical,
esa área relacionada con la introspección y la atención. Asimismo, también
aumentan las conexiones en el área del hipocampo o el área frontal, estructuras
relacionadas con las emociones o la toma de decisiones.
La
meditación es, como vemos, un arte en el que vale la pena iniciarse si así lo
creemos y si lo necesitamos. Tenemos además diferentes tipos de meditación,
entre los que podemos elegir los que mejor se ajusten a nosotros en un momento
dado.
Serían las
siguientes:
Meditación
Budista
Meditación
Trascendental
Meditación
Vipassana
Meditación
Zazen
Meditación
Kabbalah
Meditación
Mantra
Meditación
Sufi
Meditación
Dzogchen
Meditación
Chakra
No obstante,
y como curiosidad, cabe señalar que tampoco es imprescindible seguir un enfoque
determinado. Meditar es un ejercicio con el que podemos alcanzar un estado de
conciencia y de relajación para beneficiarnos de una serie de procesos
cognitivos y psicológicos. En ocasiones, para lograrlo basta con visualizar
imágenes positivas mientras verbalizamos mentalmente una serie de afirmaciones
que se ajusten a nuestras necesidades.
Tengo plena
confianza en mí.
Me siento
libre para tomar mis propias decisiones.
Escucho mi
intuición.
Nada ni
nadie tiene derecho a vulnerar mi paz interior.
No soy menos
que nadie y nadie es menos que yo.
Me atrevo
por fin a iniciar el cambio, a luchar por mi felicidad.
Para
concluir, en ocasiones, para mantener o recuperar nuestra vitalidad en estos
tiempos inciertos y complejos, es necesario iniciar un camino inverso: en lugar
de correr hacia un lugar como deseando escapar, lo mejor es reencontrarnos.
Para ello, nada mejor que empezar a meditar.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/meditar-es-descansar-la-mente/
miércoles, 4 de enero de 2017
sábado, 31 de diciembre de 2016
YA NO TENGO EDAD PARA QUEDARME CON LAS
GANAS
Al final,
casi sin saber cómo, llega ese día. Algo en nosotros despierta para decirnos
que ya no tenemos edad para quedarnos con las ganas, que no nos valen los
abrazos a medias, los medios intentos y las noches sin luna. Al final, llega
esa etapa en que caen los miedos y los límites dejan de tener abismos para
alzarse en oportunidades.
Decía Jorge
Luis Borges en el epílogo de sus “Obras Completas” que las personas somos
nuestros pasados, nuestra sangre, todos los libros leídos y todas las personas
a quienes hemos conocido. Sin embargo, a este listado tendríamos que añadirle
algo más: también somos lo que no pudimos hacer en su momento. Somos esos
vacíos, esos intentos fallidos donde se quedaron las ganas… esas que pesan
mucho más que los errores cometidos.
“El fracaso es la
oportunidad para empezar de nuevo con más inteligencia”
-Henry Ford-
Convencernos
a nosotros mismos de que los trenes siempre pasan para quienes saben esperar,
es poco más que un triste espejismo, una frase demasiado manida en los manuales
de autoayuda. Hay hechos que tuvieron su instante preciso, su mágica
oportunidad, la cual quedó desvanecida como el humo que escapa por una ventana
abierta. Nunca más volverán a sucederse. Sin embargo, en cada nuevo amanecer se
abren nuevas puertas por donde se intuyen vientos más frescos y espacios más
nítidos donde acercarnos con actitudes renovadas.
Antes de
decirnos a nosotros mismos aquello de “a mi edad ya no toca” o “esas cosas no
son para mí” hemos de ser capaces de despegarnos de esta triste melancolía para
recuperar el hambre, para aunar las ganas y el placer de vivir a manos llenas y
con el corazón encendido.
Las ganas nos impulsan a salir de nuestras
zonas de confort
Ya no
estamos para quedarnos solo con las ganas o para mostrar el hermoso mar que
llevamos dentro a personas que no saben nadar, que no entienden el lenguaje de
nuestras olas. Llega un momento en que detestamos el rumor de la rutina, porque
lejos de conferirnos seguridad nos parece ya como un triste invierno donde
nunca llega la primavera, y aún menos las evocadoras noches del verano.
No importa
la edad que marque nuestro carnet de identidad porque es el propio corazón
quien enhebra la auténtica juventud, esa que aún anhela nuevas experiencias,
nuevos sabores. Tenemos ganas de algo, pero… ¿cómo dar forma a esta necesidad
vital?, ¿cómo cruzar las fronteras de nuestra rutina? Puede que suene algo
contradictorio, pero a veces podemos hacer de nuestro malestar o de nuestra
inquietud a nuestros auténticos aliados para ir más allá de nuestras áreas de
seguridad.
Muchos de
nosotros pensamos aún en el término “zona de confort” como esa reliquia de la
psicología motivacional de los años 80 que tanta bibliografía ha creado. Sin
embargo, aquella teoría que partió en un principio para averiguar cuál era el
rango de temperatura ambiental en que una persona se siente cómoda, demostró
algo aún más interesante: el ser humano está programado para buscar espacios
neutrales donde sentirse seguro.
Sin embargo, esa
seguridad no siempre hará que sea más productivo o que se sienta más feliz. En
ocasiones, emergen nuevas necesidades vitales.
Los círculos de tu vida y las nuevas
oportunidades
Visualicemos
durante un momento el transcurso de nuestra vida. Lo más probable es que lo
hayas hecho imaginando una línea recta. A tu espalda queda el pasado, con todo
aquello que dejaste escapar, con todos tus intentos fallidos y tus caminos
nunca explorados. Por otra parte, suspendido en el dintel de tu nariz y justo
en frente, se abre sin duda tu futuro, ahí donde se perfilan todas las
oportunidades de progreso antes citadas.
Bien, en
realidad no deberíamos pensar en nuestra vida de este modo: lo ideal es
visualizarla en círculos. Peter Stange es un célebre científico e ingeniero de
sistemas que define nuestro mundo y nuestra existencia como un bellísimo
sistema de círculos conectados entre sí. Casi a modo de mandala. Son ciclos que
empiezan y acaban y que a su vez, se engarzan bellísimamente los unos con los
otros. Pensar en nuestra vida de este modo nos invita sin duda a reflexionar en
varias cuestiones.
La primera
idea que debemos deducir de esta propuesta es que las oportunidades perdidas
del ayer, los errores o los intentos fallidos del pasado forman parte de un
ciclo que ya ha terminado. Ver que hay un inicio y un final en ese ciclo nos
invita sin duda a iniciar uno nuevo con mayor solidez, sabiduría y esperanza.
En esta
etapa que te encuentras ahora cualquier cosa es posible: es un círculo abierto
donde vuelves a ser receptivo/a a todo lo que te envuelve. Las oportunidades
son múltiples y sin duda, tienes claro un aspecto, que no vas a quedarte con
las ganas. Todo lo vivido en tu pasado no queda a tus espaldas, te envuelve
para servirte de referencia, para recordar qué puertas no merecen ser cruzadas
y por qué umbrales debes pasar con total seguridad.
Vivir es al
fin y al cabo construir un precioso mandala donde todo está en movimiento. Tú
eliges ahora los colores, tú el que ya no va a quedarse con las ganas de
construir la felicidad que desea y sueña.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/no-tengo-edad-quedarme-con-ganas/
viernes, 30 de diciembre de 2016
RESPETO
Nunca
permitas que nadie, absolutamente nadie, perturbe tu paz y tu libertad.
Cada vez que
permites que alguien te maltrate, ya sea física, verbal o emocionalmente, estás
permitiendo que perturbe tu paz y tu libertad, y por tanto, no aprendes la
lección y ésta se va a ir repitiendo una y otra vez, con distintos escenarios y
personas.
Nunca
perturbes la paz y la libertad de otra persona, animal, la naturaleza, la madre
Tierra, etc… Todo está vivo, y todo debe ser respetado.
Mientras
perturbes la paz y libertad de otro ser sintiente, estás generando sufrimiento
y karma, que se te devolverá en su momento; experimentarás el mismo sufrimiento
que generaste, como ley de equilibrio y consecuencia.
El amor
incondicional no se trata de decir a todo que Sí…
No se trata
de permitir todo…
No se trata
de que los demás perturben tu paz y tu libertad y tú no les pares los pies o te
alejes de ellos…
El amor
incondicional te enseña a saber decir “No” cuando alguien está perturbando tu
libertad.
Busca
siempre tu equilibrio… aprende a saber decir “No” y a alejarte de todo aquello
y todos aquellos que no te respetan y que actúan manipulándote para que seas su
esclavo.
Por otro
lado, aprende a respetar la opinión de los demás, sobretodo de tus seres
queridos… No quieras que ellos sean como tú quieres, y no quieras que hagan lo
que tú deseas; respeta su paz, su libertad, y la vida te respetará a ti.
Pero
recuerda, aquél que no se respeta a sí mismo, no sabe respetar a los demás y
permite que no le respeten.
Empieza por
ti.
Fuente: http://selenitaconsciente.com/?p=256826
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