Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
domingo, 28 de agosto de 2016
sábado, 27 de agosto de 2016
ACEPTAR LAS COSAS COMO SON
Un sufrimiento humano muy común es desear
que las cosas sean distintas a como son.
Sin renunciar al progreso, es necesario
asumir que hay situaciones y personas que no cambian.
El reto es aceptar lo que nos toca vivir y
trabajar para restablecer el equilibrio.
Una de las
fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo de que las
cosas sean distintas a como realmente son. Cuando un país pasa por una grave
crisis, la población mira atrás y desea que todo fuera como antes, un antes que
en su momento no se valoraba porque parecía aburrido o bien había otras
aspiraciones.
Lo mismo
sucede con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien
silencioso desearía un carácter dicharachero, y este último pondrá de los
nervios a quien convive con él un día tras otro. ¿Por qué anhelamos siempre lo
que no tenemos?
Nuestra
forma de vida está tan basada en el cambio y el progreso, que a menudo
valoramos negativamente la estabilidad sin saber cuál sería la alternativa.
La
insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y todo lo
que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica en nuestro día
a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.
Hay vida antes de la
muerte; disfrútala” (Eduard Punset)
Hay personas
que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los demás –y a sí mismos–
de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin
ofrecer soluciones.
Madame Bovary
dio nombre a lo que el filósofo Jules de Gaultier denominaría “bovarismo”. Se
trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel entre las
propias ilusiones y la realidad. Sin abogar tampoco por el conformismo, si
nuestras aspiraciones se hallan siempre a gran distancia de lo que tenemos,
jamás alcanzaremos la serenidad. Como el burro que persigue la zanahoria,
podemos pasar la vida entera esperando “algo mejor” para descubrir al final que
ya lo teníamos y no habíamos sabido verlo.
Los manuales
de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar
aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un
nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la
situación que están viviendo. Se convencen de que cuando encuentren un trabajo
mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para
disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen
y es que nada resulta como esperábamos una vez que lo conseguimos.
Lo que
ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan largamente esperado o
deseado sufren una desilusión; entonces fijamos nuevos objetivos esperando que
una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto
no acostumbra a suceder, ya que más que insatisfacciones existen las personas
insatisfechas.
Del mismo
modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también nos cuesta
aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá
con nuestras expectativas.
Al hacer un
favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando
lo necesitamos. En el ámbito laboral, a menudo consideramos que los compañeros
no cumplen con sus tareas, y el jefe o la jefa es un ser inútil que está
dinamitando la empresa.
En esta
clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de conflictos
interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les
estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas
diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a
nosotros no tiene por qué ser negativo.
Afortunadamente,
cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos
aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o
bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.
“A veces debes conocer
al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler
Moore)
En 2002,
Byron Katie publicó un libro orientado a acabar con la insatisfacción personal:
Amar lo que es. Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura
nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestras
circunstancias para mejorar desde ese punto de partida.
Esta autora
norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable que las
historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que tengamos con los
demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo
desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del
otro que la de uno mismo.
Convencida
de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que
pensamos sobre el mismo”, en su best seller propone que la persona insatisfecha
se entregue al “trabajo”, que empieza con estas dos fases:
1. Plasmar
en el papel lo que no nos gusta. Tomar una situación o una persona que nos
desagrada y especificamos quién o qué provoca nuestra tristeza, qué es lo que
no nos gusta y cómo debería ser para que estuviéramos satisfechos.
2. Indagar
en el problema a través de estas cuatro preguntas:
a) ¿Es eso
verdad?
b) ¿Tienes
la absoluta certeza de que eso es verdad?
c) ¿Cómo
reaccionas al tener este pensamiento?
d) ¿Quién
serías sin él?
Byron Katie
sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos
apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación
constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.
Señor, concédeme
serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí
puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”
(Reinhold Niebuhr)
Una anécdota
que se menciona en los talleres de superación personal tiene como protagonista
a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de
las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la
melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento.
Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay
momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer
con lo que le queda”.
Sin duda, la
realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a circunstancias
indeseadas. La cuerda rota del violinista tiene su equivalente, en la vida
cotidiana, en situaciones con mucho menos público, pero más dolorosas. En lugar
de lamentar nuestra suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda y qué
podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida. Para que vuelva a
sonar la música, no obstante, es necesario aceptar las cosas como nos ha tocado
vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar de
buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en su cuerda rota,
sino en las otras tres que siguen sonando.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2013/04/26/eps/1366972749_878845.html?id_externo_rsoc=FB_CC
viernes, 26 de agosto de 2016
jueves, 25 de agosto de 2016
LA CLAVE PARA SANARSE: DESENTERRAR LA
EMOCIÓN OCULTA
Si una mujer
ha tenido hijos de un hombre del que no estaba enamorada, tal vez una nieta no
pueda quedar embarazada aunque ella y su pareja estén sanos. Si a una persona
le dieron una medicina de manera equivocada y falleció, es posible que algún
descendiente sea alérgico a esa medicación. Con estos ejemplos, el psicólogo
español Enric Corbera, asesor en BioNeuroEmoción (BNE), ilustra de qué manera
la historia familiar y las emociones inducen comportamientos y también la
aparición de enfermedades.
La clave
para curarse, sostiene, es llegar a la emoción oculta que genera el conflicto y
desencadena la enfermedad o la desarmonía. En ese momento, asegura, se produce
la toma de conciencia y con ella, la sanación. Sin embargo, aclara que la BNE
no es una terapia, sino un método de consulta para que la persona pueda
encontrar un equilibrio en su vida. Desde esta mirada, la salud se entiende
como la coherencia entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace.
Conciencia para sanar
Corbera ha
sido conocido por muchos a través de sus videos en YouTube y también de sus
publicaciones. En un primer momento se abocó a la Biodescodificación, centrada
en la relación entre los códigos que están en el inconsciente y la Biología,
pero luego viró hacia la BioNeuroEmoción, para vincular Biología, Neurología y
Emociones. Además, parte de una visión cuántica de la vida, según la cual todo
lo que rodea a una persona ha sido atraído por programas inconscientes.
El método
parte de un diagnóstico, ya sea un síntoma físico o un aspecto social (la
persona no logra conservar un trabajo, fracasan sus negocios o no puede formar
una pareja). A partir de eso, se trata de llevar al consultante a la situación
activadora -olores, temperatura, con quién está, cuál es la crisis en ese
momento- que genera que el incidente se repita.
Enric
Corbera explica que, una vez que se identifica esa situación activadora, se
buscan la historia oculta y la emoción reprimida. Pero también se indaga en el
árbol genealógico “dónde está esa información que está resonando en la
persona”, es decir, el antepasado a quien le ocurrió algo similar o vinculado.
Sobre esto, hace hincapié en los secretos familiares, como las violencias o los
embarazos no deseados. De todos modos, aclara que no todos viven las mismas
historias del mismo modo y que detrás de un diagnóstico idéntico puede haber
conflictos muy variables.
Cuando la
persona toma conciencia de la resonancia en su árbol genealógico, del programa
que subyace a su modo de actuar, se sana. Pero Corbera resalta que “tomar
conciencia no es entender”, sino algo así como una “caída de ficha”, lo que
genera una nueva conexión neuronal. Y luego resta la parte fundamental: llevar
a la práctica ese cambio. Se trata en definitiva de cambiar las creencias
irracionales y limitantes que impiden llegar a esa coherencia entre el cerebro
y el corazón, entre “lo que yo pienso, lo que yo siento y lo que yo hago”.
El método
apunta, precisamente, a que las personas entiendan el poder que tienen para
cambiar su propia vida. Pese a eso, lejos de desestimar la medicina
tradicional, indica que en el momento de reparación suele producirse una
agudización del síntoma físico, que hace necesaria la utilización de
medicamentos por un tiempo, hasta que sana.
Estamos todo
el tiempo creando nuestra propia realidad. Lo triste es que no la estamos
creando despiertos, sino dormidos. Estamos proyectando nuestros programas. Y lo
sabemos porque se nos están repitiendo las historias una y otra vez. Sobre este
punto, resalta que el inconsciente regula 95% de la existencia y que la capacidad
de libre albedrío oscila entre 3 y 5%. Como llegan a esa historia que subyace,
sostiene, enseñan a las personas “a cambiar su forma de ver y entender la vida.
Y eso es muy poderos”.
Fuente: http://sabervivirmejor.com/2016/07/22/la-clave-para-sanarse-desenterrar-la-emocion-oculta/
miércoles, 24 de agosto de 2016
martes, 23 de agosto de 2016
CIENTÍFICO DE HARVARD: “UNA MALA PERSONA NO
LLEGA NUNCA A SER BUEN PROFESIONAL”
Howard Gardner
es un prominente neurocientífico estadounidense, psicólogo, profesor de Harvard
y autor de la teoría de las inteligencias múltiples. Ha recibido innumerables
reconocimientos por su trabajo entre ellos el Premio Príncipe de Asturias. Lo
entrevistó el diario La Vanguardia de España sobre sus teorías y sus
concluyentes planteamientos invitan a la reflexión
“Aprender es el único antídoto contra la
vejez y yo lo tomo cada día en Harvard con mis alumnos. Es tonto clasificar a
los humanos en listos y tontos, porque cada uno de nosotros es único e
inclasificable”, sostiene.
¿Por qué cuestiona que la inteligencia es
lo que miden los tests?
Porque yo
soy un científico y hago experimentos y, cuando mido la inteligencia de las
personas, descubro que algunas son muy buenas solucionando problemas pero malas
explicándolos. Y a otras les pasa lo contrario.
¿Y si hay personas diversas es porque
también tiene que haber diversos talentos?
Por eso he
dedicado 400 páginas a describir siete tipos de inteligencia: lingüística,
lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal, interpersonal e
intrapersonal.
¿Y por qué no muchas más: la culinaria o la
mística o la teatral o la ecológica?
Porque no
cumplen los requisitos que sí cumplen esas. Y espero acabar demostrando que
además hay una inteligencia naturalista, otra pedagógica y otra existencial
para plantearnos preguntas trascendentes. Pero no más.
Hoy los colegios ya plantean sus programas
según esas inteligencias múltiples.
Y yo no me
dirigía a los pedagogos, pero fueron ellos los primeros que adoptaron mis
teorías.
Tipos de inteligencia
Hay siete
tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial,
cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal.
¿Por qué?
Porque
comprobaban cada día en las aulas que las categorías de tonto o listo no cubren
la diversidad del talento humano. Y, por tanto, que los tests de inteligencia
no miden realmente nuestras capacidades, sino sólo la de resolverlos.
Su teoría, además, era cómoda para consolar
a niños con malas notas y a sus papás.
Se abusó de
ella al principio porque no se comprendió bien. En Australia, la administración
la manipuló para explicar que había grupos étnicos que tenían inteligencias
diferentes de otros.
¡Qué peligro!
En ese
punto, empecé también a preguntarme por la ética de la inteligencia y por qué
personas consideradas triunfadoras y geniales en la política, las finanzas, la
ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas para todos y, a menudo, ni
siquiera buenas para ellas mismas.
Esa ya es una pregunta filosófica.
Pero yo soy
un científico e inicié un experimento en Harvard, el Goodwork Project, para el
que entrevisté a más de 1.200 individuos.
¿Por qué hay excelentes profesionales que
son malas personas?
Descubrimos
que no los hay. En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales
excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no
son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos
comprobado es que los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes,
comprometidos y éticos .
¿No puedes ser excelente como profesional
pero un mal bicho como persona?
No, porque
no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición
o tu avaricia . Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá
de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.
Para hacerte rico, a menudo estorba.
Pero sin
principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no
excelente.
Resulta tranquilizador saberlo.
Hoy no
tanto, porque también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la necesidad de
ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin dar codazos no
triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han logrado el éxito.
“Señor, hazme casto, pero no ahora”.
Como san
Agustín, en efecto. Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y profesionales
comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por
la inercia social e ir a la universidad, porque es lo que toca tras la
secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca tras la universidad..., pero
sin darlo todo nunca.
Sin ilusión, la vida se queda en
obligación.
Y otros son
transaccional es: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y
después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de
verdad limitan su interés y dedicación. Y son mediocres en todo.
¿No descubren algún día de su vida algo que
les interese realmente?
Algunos no,
y es uno de los motivos de las grandes crisis de la madurez, cuando se dan
cuenta de que no hay una segunda juventud. Otra causa es la falta de estudios
humanísticos: Filosofía, Literatura, Historia del Pensamiento...
¡Qué alegría! Alguien las cree
necesarias...
Puedes vivir
sin filosofía, pero peor. En un experimento con ingenieros del MIT descubrimos
que quienes no habían estudiado humanidades, cuando llegaban a los 40 y 50, eran
más propensos a sufrir crisis y depresiones.
¿Por qué?
Porque las
ingenierías y estudios tecnológicos acaban dándote una sensación de control
sobre tu vida en el fondo irreal: sólo te concentras en lo que tiene solución y
en las preguntas con respuesta. Y durante años las hallas. Pero, cuando con la
madurez descubres que en realidad es imposible controlarlo todo, te
desorientas.
¿En qué país influyó más su teoría de las
inteligencias múltiples?
En China
editaron cientos de títulos sobre inteligencias, pero las entendieron a su
modo: querían que su hijo único fuera el mejor en todas.
Pues no se trata exactamente de eso.
Cada
sociedad y persona entiende lo que quiere entender. Cuanto mayor te haces, más
difícil es adaptar tu vida a un descubrimiento y más fácil adaptar el
descubrimiento a lo que ya creías que era la vida. Por eso, voy a clase a
desaprender de mí y aprender de los jóvenes.
Fuente: http://www.panorama.com.ve/cienciaytecnologia/Cientifico-de-Harvard-Una-mala-persona-no-llega-nunca-a-ser-buen-profesional-20160412-0031.html
lunes, 22 de agosto de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)