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sábado, 30 de julio de 2016
viernes, 29 de julio de 2016
ES HORA DE ENFRENTAR
NUESTROS DEMONIOS INTERNOS
“Todos cargamos con nuestros demonios todos los días, sólo que algunos
los tienen encerrados en botellas porque no saben cómo lidiar con ellos.”
— Revaunde
Hoy quiero hablar de los demonios, más específicamente
aquellos demonios internos que todos tenemos. No, ¡no te asustes! No son
enemigos que hay que vencer, son simplemente aspectos de la vida que es
necesario dominar, y que de hecho pueden ser dominados. Estos demonios tienen
como labor exclusiva sabotear todos nuestros intentos por tener éxito, dejar
viejos vicios inútiles y adquirir nuevas costumbres que nos llevan al triunfo.
A lo largo de nuestra vida, vamos asimilando vivencias,
recuerdos, experiencias, frustraciones, sinsabores, alegrías, tristezas… Y así
la lista sigue haciéndose enorme pues a cada momento nuestro organismo está en
contacto con el medio y se encuentra creando registros de lo que acontece
dentro y fuera de nosotros. Muchas de estas cuestiones asimiladas se convierten
en introyectos (lo cual significa hacer nuestra una idea, una emoción, un
pensamiento), y al volverse introyectos, se vuelven inconscientes. Es decir,
son sepultados en lo más recóndito de nuestra memoria, pero no por eso dejan de
influenciarnos, pues queramos o no el inconsciente tiene una enorme injerencia
en nuestra vida, al punto que a veces llamamos a algunos actos realizados bajo
su influjo como acciones realizadas por “casualidad”…
Ahora bien, este cúmulo de situaciones almacenadas en
nuestro interior no son fácilmente identificables y accesibles, solamente se
expresan bajo circunstancias concretas y particulares en las que las
posibilidades de aprender son maravillosamente enormes. Volviendo a esos
introyectos, por el hecho de ser inconscientes y gobernar nuestra vida en el
plano inconsciente, están revestidos de una cara oscura debido a que pueden
hacer colapsar el estado de equilibrio en que nos encontramos al jugar
totalmente en nuestra contra, en detener nuestra progresión. Precisamente estos
introyectos de situaciones tristes, dolorosas o desagradables no elaborados o
superados, se convierten con el paso del tiempo, en nuestros DEMONIOS INTERNOS.
Los demonios internos son aquellos miedos que nacen en el
interior de una persona y que a lo largo de su vida se desarrollan hasta
hacerlos poderosos por los atributos conferidos. El miedo es energía, una
energía poderosísima que logra paralizarnos y si le damos cabida puede
comprometer nuestro futuro y bloquear nuestra capacidad para triunfar. Y es
precisamente así, al abrigo del miedo y del temor que se presentan nuestros
demonios internos.
Nos paralizamos ante una persona hermosa, nos paralizamos
ante una oportunidad de trabajo, al hablar en público y tener que presentar un
proyecto, nos nublamos, no podemos pensar con claridad y terminamos
equivocándonos, o peor aún, no atreviéndonos.
Esto nos explica que los demonios no sólo se limitan a seres
malignos o a los ángeles caídos, sino que, son las emociones destructivas que pueden
hacer verdaderos estragos en nuestras vidas convirtiéndonos en personas
infelices, e incluso hasta perversas. De ahí, la importancia que desde la muy
tierna infancia nuestros padres o bien las personas que están a cargo de los
infantes sean personas con una inteligencia emocional buena; esto es
emocionalmente competente para guiarnos en el control y canalización de
nuestras emociones.
Todos, absolutamente todos, tenemos nuestros demonios
personales, que se vinculan a hechos muy puntuales en nuestra historia y con
nuestros puntos débiles. Aparecen para distraernos en nuestro camino, para
impedirnos progresar y mejorar. Ellos nos hablan al oído y nos empujan a hacer
cosas absurdas, insensatas o de plano estúpidas.
Ahora bien, como buenos seres humanos, siempre tenemos un
pretexto para justificar el por qué dejamos a esos demonios instalarse en
nuestra vida. Generalmente apelamos a alguna carencia, que en teoría es
subsanada por nuestro erróneo comportamiento: “Es que estoy muy solo”; “Nadie
me comprende”; “Perdí la cabeza y disparé(metafóricamente)”; “La suerte nunca
está de mi lado”, etc.. Hay tantas excusas como miserias humanas. Pero
generalmente apelamos a que nos falta algo para disculpar o al menos argumentar
el surgimiento de nuestros diablillos
¿Cómo se manifiestan
estos demonios?
Estos demonios manifestados en tipo de frecuencias o
emociones de baja vibración, una vez que entran en nuestras vidas van mermando
nuestro tono emocional y poco a poco nos marchitamos como una flor. Perdiendo
la alegría de vivir, no hay armonía en nuestras relaciones y cada vez nos
alejamos más de conseguir nuestros sueños. Entre las frecuencias mas comunes
están: la culpa, la inseguridad, los vicios, el miedo, el narcisismo, los
traumas, la ansiedad, la timidez excesiva, el egoísmo, la ira, la tristeza, la
vanidad, la envidia, la soberbia, la anorexia, la bulimia, la preocupación, la
pereza, la depresión, la vergüenza, la desconfianza entre otras tantas.
¿Y qué hacer para lidiar, combatir o debilitar a estos
demonios internos?
Primeramente, es importante hacer un balance de nuestras
vidas y ver en que áreas nos están afectando y luego pasar a la acción para
excluirlas. Reconocer y saber que demonios están causándonos mal no es
suficiente, hay que combatirlos mediante el cambio. Y este consiste en una
nueva forma de pensamiento, es decir, reprogramarnos positivamente. Los
resultados más inmediatos que obtendremos son que nuestras actitudes dejaran de
ser temperamentales, y nos conduciremos con mayor mesura e inteligencia. Necesitamos
también una buena dosis de fe, de voluntad y de amor. Y es precisamente, este
último nuestro mejor antídoto para luchar contra estos demonios. Si el amor
esta presente en nuestras vidas hasta las pruebas más adversas las encararemos
con gran fortaleza. Cabe recordar, que en esta guerra contra los demonios
internos el papel de nuestra autoestima juega un papel primordial.
No olvides que el conocimiento de uno mismo es el método más
valioso para poder identificar a estos demonios que llevamos dentro, para
vencerlos y procurar que esa cara oscura se convierta en energía creadora, en
energía capaz de ayudarnos a sobreponernos a las adversidades por muy duras que
sean. ¡Pero ojo! Este conocimiento es doloroso, viajar a lo más recóndito de
nuestra estructura personal y mental puede ser peligroso para nuestro yo
interno porque conocerás cosas de ti que no sabías quizá que existían, pero es
un viaje que debemos emprender si lo que queremos es evolucionar como personas,
si queremos vencer nuestros límites y llevarlos más allá.
Es una lucha tremenda, a brazo partido, un choque titánico
que requiere mucho esfuerzo de parte nuestra; nos exige la apuesta más alta,
apostar por nosotros mismos a pesar de todo… Cada poco que intentemos avanzar
para combatir o dominar a un DEMONIO INTERNO, todos los demás se unen y
conspiran, buscarán derribarnos, detenernos, herirnos en el lugar que más nos
duele; sin embargo, a pesar de esos golpes y ese dolor que nos hace caer, no
podemos hacer otra cosa sino levantarnos para seguir avanzando. Que va a
costar, claro que sí. Que es difícil, muchísimo. Que en el camino podemos
pensar abandonar, puede que sí, pero si abandonas te condenas a vivir bajo el
temor y la duda que siembran nuestros DEMONIOS INTERNOS.
A pesar del enorme dolor que significa volver a abrir
heridas del pasado para derribar nuestros DEMONIOS INTERNOS hay buenas
noticias, cada vez que nos levantamos de sus intentos por derribarnos con
terribles golpes que nos infringen las heridas más horribles, nos volvemos más
fuertes, más estables, menos temerosos y más aptos para continuar la lucha. ¿Y
qué pasa con ellos? ¡SE DEBILITAN Y DEJAN DE JODERTE LA VIDA! TE PERMITEN SER
FELIZ, O AL MENOS INTENTAR IR EN BUSCA DE LA FELICIDAD…
“Hace un tiempo que no recorría estos pasillos de demonios y
sombras, pero de vez en cuando es sano quemarse un poco en tu propio infierno,
te recuerda a dónde puedes regresar si vuelas muy alto o muy bajo.”
Fabian Malaver
Escrito por: KarlaGalleta
Fuente: https://soyespiritual.com/autoconocimiento/enfrentar-demonios-internos.html
jueves, 28 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
LA TRISTEZA DEL AMARGADO ES LA MISMA
DESDICHA QUE SIEMBRA EN LOS DEMÁS
La amargura
suele ser en muchos casos una forma de depresión encubierta donde la persona se
focaliza casi en exclusiva en el mundo exterior. El mundo del amargado está
lleno de ventanas a través de las que ve solo injusticia, desde donde gusta
asomarse para volcar su rencor, su melodía amarga y sus sentimientos pesimistas. El amargado
quiere cautivos, pero también clama ayuda.
Seguro que,
ahora mismo, muchos de nosotros tenemos en mente a más de una persona cercana
que, por momentos, nos puede dar la sensación de tener una inclinación
placentera por amargarnos la vida con sus razonamientos, consejos y
comportamientos. Sin embargo, la realidad suele ser muy lejana a este supuesto
placer -inferido de la frecuencia con la que lo repiten-, lo cierto es que no
dejan de ser personas infelices.
La amargura y el rencor
son anclas que siempre quieren cautivos, porque sus barcos quedaron varados y
perdidos en una deriva donde antes hubo felicidad y ahora, solo quedan
tristezas no afrontadas.
El amargado
siente, por encima de todo, que ha perdido el control de su vida. Estamos ante
un estado tan derrotista que la persona, sencillamente, deja de ser responsable
de sí misma. Asume el papel de víctima y se deja llevar. Es, pues, necesario
saber intuir y aportar estrategias para ayudar, porque a pesar de que nos
incomoden estas conductas, estamos ante alguien que necesita ser ayudado.
El amargado y las raíces de la amargura
Nadie viene
al mundo con el corazón habitado por la amargura. Aunque en ocasiones, la
infancia es un escenario idóneo donde más de uno empieza ya a descubrir cómo se
gesta y a qué sabe esta sensación. Una comunicación poco afectiva o una crianza
sin cariño pueden abrir ya a una edad temprana la tierra, permitiendo que en el
corazón arraiguen esas raíces que tendrán como fruto esas sombras que moran en
el alma del amargado.
La amargura
es una semilla que se siembra y que no suele germinar al instante. Su
presencia, al principio, es silenciosa. Una decepción duele, pero no nos
cambia, dos nos hacen pensar, pero cuando alguien acumula demasiadas piedras en
el camino y hace una atribución claramente negativa de su existencia, deja de
sentir que tiene control sobre su vida. Entonces las semillas germinan… y nos
enferman.
Un dato que
también deberíamos tener en cuenta es el relativo a la clásica imagen del
“anciano amargado”. Todos hemos conocido a ese abuelo o abuela que reacciona
con apatía, que anticipa cosas negativas, y que tanto rencor parece tener sobre
el mundo y la propia vida. Tal y como nos explican en la revista “Health
Psychology“, todo ello son, en la mayoría de los casos, indicadores de una
depresión subyacente. Es importante tenerlo en cuenta.
La amargura
y el entumecimiento emocional
A menudo se
describe a la amargura como el clásico comportamiento “tóxico“. Estamos
acostumbrados a utilizar la etiqueta de “toxicidad” muy a la ligera, casi con
la necesidad de ponernos una máscara y alejarnos rápidamente sin tener en
cuenta a la persona y su realidad personal; su cárcel emocional. No es lo
adecuado. No al menos en lo que se refiere a la amargura.
La persona que no está
en paz consigo misma estará en guerra con todo el mundo.
Como ya
hemos indicado anteriormente la persona amargada no nace, se hace con el tiempo
y a raíz de diversas situaciones que no han sido gestionadas, y que en un
momento dado, han superado a la propia persona. No hay que abandonarlas, no hay
que dejarlas a la deriva en este entumecimiento emocional. Sabemos que un
cerebro amargado -deprimido- no pasa de la noche a la mañana a ser un cerebro
feliz, pero nunca está de más conocer unos consejos básicos.
Cómo cambiar
la actitud de un amargado
Tal y como
hemos señalado a lo largo del artículo, en ocasiones, la amargura es un
indicador de una depresión. Por ello, es importante animar a la persona a que
acuda a un profesional de la salud para que valore su estado. Es un primer paso
necesario y esencial. Más tarde, podemos poner en práctica lo siguiente.
Haz uso de
la compasión y el optimismo. Sabemos que el amargado desea atraparnos con su
cinismo, con su rencor y fatalismo. Sin embargo, lejos de claudicar es preciso
no variar nunca nuestra actitud siendo capaces de responder a su negatividad
con optimismo.
No
personalices sus ataques, sé paciente. Quien habla no es el corazón de la
persona, es la raíz de su amargura y sus decepciones no gestionadas, sus
traumas no asimilados, sus vacíos no comprendidos. Guarda la calma y responde
siempre con la voz de la cercanía, de la amabilidad más serena.
Invita al
amargado a adquirir nuevos hábitos. La amargura es pasiva, corrosiva y se
alimenta de los pensamientos de la persona. Una forma de “romper” ese ciclo de
negatividad es intentando que la persona cambie de costumbres, que adopte
nuevos hábitos, que transite por otros escenarios. Así pues, sin presionar,
basta con sugerirles que salgan a caminar, a hacer deporte, que se apunten a
algún curso, que conozcan a otras personas…
La persona
que no está en paz con su corazón, con su pasado y con sus pensamientos, estará
en guerra con todos aquellos que le rodeen. Permite que hallen ese equilibrio,
esa llave para sanar sus heridas y encontrar la calma a sus batallas internas.
Es necesario prestarles ayuda, pero cuidando a la vez de nuestros propios
límites y sin descuidar nuestra autoestima.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/la-tristeza-del-amargado-es-la-misma-tristeza-que-siembra-en-los-demas/
martes, 26 de julio de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
REÍRSE ES COSA SERIA
“La vida es demasiado
importante como para tomársela en serio”
Oscar Wilde
A la risa la
llaman el alimento de la esperanza. Por algo será. Porque la risa y el chiste
buscan reconciliar el mundo y acortar distancias, recordándonos que nos une el
mismo anhelo: la alegría, el bienestar y la felicidad.
En realidad,
se resumen en una idea muy sencilla: nuestra vida gira en torno a nuestro
placer. Porque, si nos planteamos para qué hacemos cada cosa en nuestro día a
día, como última consecuencia siempre estará eso que llamamos “sentirnos bien”.
Para Freud,
los chistes y las risas son válvulas psicológicas de seguridad, una manera más
de manejar lo que nos causa angustia y nos reprime. No podemos contrastar muchas
de las ideas de esta gran figura, pero lo cierto es que gran parte de los
chistes más valorados responden a escenas de matrimonio, de potencia sexual y
de muerte.
La risa no es solo de alegría
“Estoy intentando hacer
amigos fuera de Facebook. Salgo a la calle y voy dando voces diciendo a la
gente lo que he comido, cómo me siento, lo que estoy haciendo y lo que haré más
tarde. Escucho conversaciones y grito “me gusta”. De momento ya tengo tres
personas que me siguen: dos policías y un psiquiatra”
Nos hacen
reír las gracias con las que nos identificamos o reconocemos a nuestra
sociedad. Quizás es una manera de proyectar nuestras inquietudes, comprender y
hacernos conscientes de la manera en la que nos relacionamos con el mundo.
De todas
formas, hay infinitas razones que nos llevan a reír. Si lo hacemos no es solo
de alegría, sino que también utilizamos la risa para aliviar tensión, por
ejemplo.
Digamos que
es una estrategia más que nos ahorra esfuerzo y ayuda a que descarguemos la
tensión emocional que vamos acumulando.
Al reírnos
jugamos con dobles sentidos, con historias cotidianas, con prejuicios. Esto nos
ayuda a descifrar emociones y realidades, haciendo que todo tenga más sentido
para nosotros.
La teoría de la superioridad
Los
argentinos hacen chistes sobre los mexicanos, los franceses hacen chistes sobre
los belgas, los ingleses sobre los irlandeses y así desde tiempos inmemoriales.
Y estas son las bromas que más triunfan. ¿Por qué?
Esta
cuestión es tan simple como que intentamos sentirnos superiores a toda costa.
Obviamente no da igual de qué hagamos chanza o chiste, pero sí que caemos en
los prejuicios y la generalización con bastante frecuencia.
Como
sociedad, generamos un blanco y buscamos la chanza. Sin embargo, no todo es de
color de rosa. Hay estudios que han demostrado que los chistes no siempre son
buenos, pues pueden mermar la autoconfianza y la actitud de un colectivo que
responde al tópico.
Por ejemplo,
cuando se examinó la inteligencia de las mujeres rubias, se percataron de que,
si previamente habían leído chistes que cuestionaban su aptitud, entonces
puntuaban por debajo de lo que les correspondía.
Podemos morir de risa
Hay, al
menos, un caso documentado de una personal que murió por fallos
cardiorrespiratorios provocados por un ataque de risa. Por lo que sí, la risa
es buena, pero con moderación.
Obviamente,
también hay que poner especial cuidado en que la risa no se convierta en burla
ni en ataques gratuitos que dañen nuestro bienestar emocional.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando reímos?
Un borracho es detenido a las cuatro de la
mañana por un policía que le increpa:
– ¿Adónde va usted?
El borracho, completamente ebrio, le
responde:
– Me dirijo a una conferencia acerca del
abuso del alcohol y sus efectos letales en el organismo, el mal ejemplo para
los hijos y las consecuencias funestas para la familia, el problema que causa
en la economía familiar y la irresponsabilidad absoluta…
El policía lo mira incrédulo y le responde
mofándose del borracho:
– ¿En serio? ¿Y qué ilustre conferenciante
va a impartir esa charla a estas horas?
– Mi mujer, cuando llegue a casa.
¿Te ha
divertido el chiste? Si lo ha hecho, en tu cerebro se han activado tantas áreas
cerebrales como cuando resuelves problemas matemáticos. Sin embargo, si no te
ha divertido, solo se ha activado el área del aburrimiento.
Desde
Cambridge (Reino Unido), el neurocientífico Tristan Bekinschtein, nos cuenta
que, aunque no podamos reírnos por algún daño neurológico, nuestro cerebro se
ríe.
Pero, ¿cómo
nos damos cuenta de que alguien nos está contando un chiste? Lo cierto es que
no se sabe a ciencia cierta y que, incluso, hay veces que nuestro cerebro peca
de inocente o de pícaro.
Sin embargo,
se sabe que, cuando alguien nos cuenta algo gracioso, se activan las mismas
áreas que cuando tomamos una droga o comemos un suculento pastel de chocolate.
Es el área tegmental ventral, centro neurológico del placer.
Van dos y se cae el del medio
Para irritación de todo
tipo de representantes de la autoridad, los niños dedican una considerable
energía a “hacer el payaso”. Ellos no quieren apreciar la gravedad de nuestras
descomunales preocupaciones, mientras que nosotros olvidamos que, si nos
hiciéramos un poco más como los niños, puede que nuestras preocupaciones no
fueran tan descomunales”
(Conrad Hyers)
Tanto el
humor como su hija, la risa, tienen múltiples beneficios en nuestra salud
física y psicológica. Merecen, por tanto, un importante protagonismo dentro de
la psicología positiva. En palabras de Martin Seligman: “La risa produce una de
las sensaciones más placenteras de la experiencia humana y el sentido del humor
es una de las principales fortalezas de nuestra especie”.
A veces, reírse es lo más serio que podemos
hacer. La vida hay que tomársela con humor
Un sentido
del humor positivo, en su máxima expresión, permite que afrontemos nuestros
problemas y desajustes vitales, poniendo nuestra vida en perspectiva. Todas
nuestras ataduras se observan con distancia, como si estuviésemos en un gran
teatro disfrutando de un bonito espectáculo.
Reírnos nos
hace entender que nada es tan importante como nos parece, ya todo nos asusta y
nos intimida menos. Todo es ridículo e insignificante mirando la vida con las
gafas del humor. Porque, como dijo Charles Chaplin: “La vida es una tragedia en
el primer plano, pero una comedia en el plano general”.
Fuente: http://mejorconsalud.com/reirse-cosa-seria/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post
domingo, 24 de julio de 2016
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