viernes, 29 de julio de 2016

ES HORA DE ENFRENTAR NUESTROS DEMONIOS INTERNOS

“Todos cargamos con nuestros demonios todos los días, sólo que algunos los tienen encerrados en botellas porque no saben cómo lidiar con ellos.”
— Revaunde

Hoy quiero hablar de los demonios, más específicamente aquellos demonios internos que todos tenemos. No, ¡no te asustes! No son enemigos que hay que vencer, son simplemente aspectos de la vida que es necesario dominar, y que de hecho pueden ser dominados. Estos demonios tienen como labor exclusiva sabotear todos nuestros intentos por tener éxito, dejar viejos vicios inútiles y adquirir nuevas costumbres que nos llevan al triunfo.

A lo largo de nuestra vida, vamos asimilando vivencias, recuerdos, experiencias, frustraciones, sinsabores, alegrías, tristezas… Y así la lista sigue haciéndose enorme pues a cada momento nuestro organismo está en contacto con el medio y se encuentra creando registros de lo que acontece dentro y fuera de nosotros. Muchas de estas cuestiones asimiladas se convierten en introyectos (lo cual significa hacer nuestra una idea, una emoción, un pensamiento), y al volverse introyectos, se vuelven inconscientes. Es decir, son sepultados en lo más recóndito de nuestra memoria, pero no por eso dejan de influenciarnos, pues queramos o no el inconsciente tiene una enorme injerencia en nuestra vida, al punto que a veces llamamos a algunos actos realizados bajo su influjo como acciones realizadas por “casualidad”…

Ahora bien, este cúmulo de situaciones almacenadas en nuestro interior no son fácilmente identificables y accesibles, solamente se expresan bajo circunstancias concretas y particulares en las que las posibilidades de aprender son maravillosamente enormes. Volviendo a esos introyectos, por el hecho de ser inconscientes y gobernar nuestra vida en el plano inconsciente, están revestidos de una cara oscura debido a que pueden hacer colapsar el estado de equilibrio en que nos encontramos al jugar totalmente en nuestra contra, en detener nuestra progresión. Precisamente estos introyectos de situaciones tristes, dolorosas o desagradables no elaborados o superados, se convierten con el paso del tiempo, en nuestros DEMONIOS INTERNOS.

Los demonios internos son aquellos miedos que nacen en el interior de una persona y que a lo largo de su vida se desarrollan hasta hacerlos poderosos por los atributos conferidos. El miedo es energía, una energía poderosísima que logra paralizarnos y si le damos cabida puede comprometer nuestro futuro y bloquear nuestra capacidad para triunfar. Y es precisamente así, al abrigo del miedo y del temor que se presentan nuestros demonios internos.

Nos paralizamos ante una persona hermosa, nos paralizamos ante una oportunidad de trabajo, al hablar en público y tener que presentar un proyecto, nos nublamos, no podemos pensar con claridad y terminamos equivocándonos, o peor aún, no atreviéndonos.

Esto nos explica que los demonios no sólo se limitan a seres malignos o a los ángeles caídos, sino que, son las emociones destructivas que pueden hacer verdaderos estragos en nuestras vidas convirtiéndonos en personas infelices, e incluso hasta perversas. De ahí, la importancia que desde la muy tierna infancia nuestros padres o bien las personas que están a cargo de los infantes sean personas con una inteligencia emocional buena; esto es emocionalmente competente para guiarnos en el control y canalización de nuestras emociones.

Todos, absolutamente todos, tenemos nuestros demonios personales, que se vinculan a hechos muy puntuales en nuestra historia y con nuestros puntos débiles. Aparecen para distraernos en nuestro camino, para impedirnos progresar y mejorar. Ellos nos hablan al oído y nos empujan a hacer cosas absurdas, insensatas o de plano estúpidas.

Ahora bien, como buenos seres humanos, siempre tenemos un pretexto para justificar el por qué dejamos a esos demonios instalarse en nuestra vida. Generalmente apelamos a alguna carencia, que en teoría es subsanada por nuestro erróneo comportamiento: “Es que estoy muy solo”; “Nadie me comprende”; “Perdí la cabeza y disparé(metafóricamente)”; “La suerte nunca está de mi lado”, etc.. Hay tantas excusas como miserias humanas. Pero generalmente apelamos a que nos falta algo para disculpar o al menos argumentar el surgimiento de nuestros diablillos

¿Cómo se manifiestan estos demonios?

Estos demonios manifestados en tipo de frecuencias o emociones de baja vibración, una vez que entran en nuestras vidas van mermando nuestro tono emocional y poco a poco nos marchitamos como una flor. Perdiendo la alegría de vivir, no hay armonía en nuestras relaciones y cada vez nos alejamos más de conseguir nuestros sueños. Entre las frecuencias mas comunes están: la culpa, la inseguridad, los vicios, el miedo, el narcisismo, los traumas, la ansiedad, la timidez excesiva, el egoísmo, la ira, la tristeza, la vanidad, la envidia, la soberbia, la anorexia, la bulimia, la preocupación, la pereza, la depresión, la vergüenza, la desconfianza entre otras tantas.

¿Y qué hacer para lidiar, combatir o debilitar a estos demonios internos?

Primeramente, es importante hacer un balance de nuestras vidas y ver en que áreas nos están afectando y luego pasar a la acción para excluirlas. Reconocer y saber que demonios están causándonos mal no es suficiente, hay que combatirlos mediante el cambio. Y este consiste en una nueva forma de pensamiento, es decir, reprogramarnos positivamente. Los resultados más inmediatos que obtendremos son que nuestras actitudes dejaran de ser temperamentales, y nos conduciremos con mayor mesura e inteligencia. Necesitamos también una buena dosis de fe, de voluntad y de amor. Y es precisamente, este último nuestro mejor antídoto para luchar contra estos demonios. Si el amor esta presente en nuestras vidas hasta las pruebas más adversas las encararemos con gran fortaleza. Cabe recordar, que en esta guerra contra los demonios internos el papel de nuestra autoestima juega un papel primordial.

No olvides que el conocimiento de uno mismo es el método más valioso para poder identificar a estos demonios que llevamos dentro, para vencerlos y procurar que esa cara oscura se convierta en energía creadora, en energía capaz de ayudarnos a sobreponernos a las adversidades por muy duras que sean. ¡Pero ojo! Este conocimiento es doloroso, viajar a lo más recóndito de nuestra estructura personal y mental puede ser peligroso para nuestro yo interno porque conocerás cosas de ti que no sabías quizá que existían, pero es un viaje que debemos emprender si lo que queremos es evolucionar como personas, si queremos vencer nuestros límites y llevarlos más allá.

Es una lucha tremenda, a brazo partido, un choque titánico que requiere mucho esfuerzo de parte nuestra; nos exige la apuesta más alta, apostar por nosotros mismos a pesar de todo… Cada poco que intentemos avanzar para combatir o dominar a un DEMONIO INTERNO, todos los demás se unen y conspiran, buscarán derribarnos, detenernos, herirnos en el lugar que más nos duele; sin embargo, a pesar de esos golpes y ese dolor que nos hace caer, no podemos hacer otra cosa sino levantarnos para seguir avanzando. Que va a costar, claro que sí. Que es difícil, muchísimo. Que en el camino podemos pensar abandonar, puede que sí, pero si abandonas te condenas a vivir bajo el temor y la duda que siembran nuestros DEMONIOS INTERNOS.

A pesar del enorme dolor que significa volver a abrir heridas del pasado para derribar nuestros DEMONIOS INTERNOS hay buenas noticias, cada vez que nos levantamos de sus intentos por derribarnos con terribles golpes que nos infringen las heridas más horribles, nos volvemos más fuertes, más estables, menos temerosos y más aptos para continuar la lucha. ¿Y qué pasa con ellos? ¡SE DEBILITAN Y DEJAN DE JODERTE LA VIDA! TE PERMITEN SER FELIZ, O AL MENOS INTENTAR IR EN BUSCA DE LA FELICIDAD…

“Hace un tiempo que no recorría estos pasillos de demonios y sombras, pero de vez en cuando es sano quemarse un poco en tu propio infierno, te recuerda a dónde puedes regresar si vuelas muy alto o muy bajo.”

Fabian Malaver
Escrito por: KarlaGalleta




Fuente: https://soyespiritual.com/autoconocimiento/enfrentar-demonios-internos.html

miércoles, 27 de julio de 2016

LA TRISTEZA DEL AMARGADO ES LA MISMA DESDICHA QUE SIEMBRA EN LOS DEMÁS

La amargura suele ser en muchos casos una forma de depresión encubierta donde la persona se focaliza casi en exclusiva en el mundo exterior. El mundo del amargado está lleno de ventanas a través de las que ve solo injusticia, desde donde gusta asomarse para volcar su rencor, su melodía amarga y  sus sentimientos pesimistas. El amargado quiere cautivos, pero también clama ayuda.

Seguro que, ahora mismo, muchos de nosotros tenemos en mente a más de una persona cercana que, por momentos, nos puede dar la sensación de tener una inclinación placentera por amargarnos la vida con sus razonamientos, consejos y comportamientos. Sin embargo, la realidad suele ser muy lejana a este supuesto placer -inferido de la frecuencia con la que lo repiten-, lo cierto es que no dejan de ser personas infelices.

La amargura y el rencor son anclas que siempre quieren cautivos, porque sus barcos quedaron varados y perdidos en una deriva donde antes hubo felicidad y ahora, solo quedan tristezas no afrontadas.

El amargado siente, por encima de todo, que ha perdido el control de su vida. Estamos ante un estado tan derrotista que la persona, sencillamente, deja de ser responsable de sí misma. Asume el papel de víctima y se deja llevar. Es, pues, necesario saber intuir y aportar estrategias para ayudar, porque a pesar de que nos incomoden estas conductas, estamos ante alguien que necesita ser ayudado.

El amargado y las raíces de la amargura

Nadie viene al mundo con el corazón habitado por la amargura. Aunque en ocasiones, la infancia es un escenario idóneo donde más de uno empieza ya a descubrir cómo se gesta y a qué sabe esta sensación. Una comunicación poco afectiva o una crianza sin cariño pueden abrir ya a una edad temprana la tierra, permitiendo que en el corazón arraiguen esas raíces que tendrán como fruto esas sombras que moran en el alma del amargado.

La amargura es una semilla que se siembra y que no suele germinar al instante. Su presencia, al principio, es silenciosa. Una decepción duele, pero no nos cambia, dos nos hacen pensar, pero cuando alguien acumula demasiadas piedras en el camino y hace una atribución claramente negativa de su existencia, deja de sentir que tiene control sobre su vida. Entonces las semillas germinan… y nos enferman.

Un dato que también deberíamos tener en cuenta es el relativo a la clásica imagen del “anciano amargado”. Todos hemos conocido a ese abuelo o abuela que reacciona con apatía, que anticipa cosas negativas, y que tanto rencor parece tener sobre el mundo y la propia vida. Tal y como nos explican en la revista “Health Psychology“, todo ello son, en la mayoría de los casos, indicadores de una depresión subyacente. Es importante tenerlo en cuenta.

La amargura y el entumecimiento emocional

A menudo se describe a la amargura como el clásico comportamiento “tóxico“. Estamos acostumbrados a utilizar la etiqueta de “toxicidad” muy a la ligera, casi con la necesidad de ponernos una máscara y alejarnos rápidamente sin tener en cuenta a la persona y su realidad personal; su cárcel emocional. No es lo adecuado. No al menos en lo que se refiere a la amargura.

La persona que no está en paz consigo misma estará en guerra con todo el mundo.

Como ya hemos indicado anteriormente la persona amargada no nace, se hace con el tiempo y a raíz de diversas situaciones que no han sido gestionadas, y que en un momento dado, han superado a la propia persona. No hay que abandonarlas, no hay que dejarlas a la deriva en este entumecimiento emocional. Sabemos que un cerebro amargado -deprimido- no pasa de la noche a la mañana a ser un cerebro feliz, pero nunca está de más conocer unos consejos básicos.

Cómo cambiar la actitud de un amargado

Tal y como hemos señalado a lo largo del artículo, en ocasiones, la amargura es un indicador de una depresión. Por ello, es importante animar a la persona a que acuda a un profesional de la salud para que valore su estado. Es un primer paso necesario y esencial. Más tarde, podemos poner en práctica lo siguiente.

Haz uso de la compasión y el optimismo. Sabemos que el amargado desea atraparnos con su cinismo, con su rencor y fatalismo. Sin embargo, lejos de claudicar es preciso no variar nunca nuestra actitud siendo capaces de responder a su negatividad con optimismo.

No personalices sus ataques, sé paciente. Quien habla no es el corazón de la persona, es la raíz de su amargura y sus decepciones no gestionadas, sus traumas no asimilados, sus vacíos no comprendidos. Guarda la calma y responde siempre con la voz de la cercanía, de la amabilidad más serena.

Invita al amargado a adquirir nuevos hábitos. La amargura es pasiva, corrosiva y se alimenta de los pensamientos de la persona. Una forma de “romper” ese ciclo de negatividad es intentando que la persona cambie de costumbres, que adopte nuevos hábitos, que transite por otros escenarios. Así pues, sin presionar, basta con sugerirles que salgan a caminar, a hacer deporte, que se apunten a algún curso, que conozcan a otras personas…

La persona que no está en paz con su corazón, con su pasado y con sus pensamientos, estará en guerra con todos aquellos que le rodeen. Permite que hallen ese equilibrio, esa llave para sanar sus heridas y encontrar la calma a sus batallas internas. Es necesario prestarles ayuda, pero cuidando a la vez de nuestros propios límites y sin descuidar nuestra autoestima.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/la-tristeza-del-amargado-es-la-misma-tristeza-que-siembra-en-los-demas/


lunes, 25 de julio de 2016

REÍRSE ES COSA SERIA


“La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”
Oscar Wilde

A la risa la llaman el alimento de la esperanza. Por algo será. Porque la risa y el chiste buscan reconciliar el mundo y acortar distancias, recordándonos que nos une el mismo anhelo: la alegría, el bienestar y la felicidad.

En realidad, se resumen en una idea muy sencilla: nuestra vida gira en torno a nuestro placer. Porque, si nos planteamos para qué hacemos cada cosa en nuestro día a día, como última consecuencia siempre estará eso que llamamos “sentirnos bien”.

Para Freud, los chistes y las risas son válvulas psicológicas de seguridad, una manera más de manejar lo que nos causa angustia y nos reprime. No podemos contrastar muchas de las ideas de esta gran figura, pero lo cierto es que gran parte de los chistes más valorados responden a escenas de matrimonio, de potencia sexual y de muerte.

La risa no es solo de alegría

“Estoy intentando hacer amigos fuera de Facebook. Salgo a la calle y voy dando voces diciendo a la gente lo que he comido, cómo me siento, lo que estoy haciendo y lo que haré más tarde. Escucho conversaciones y grito “me gusta”. De momento ya tengo tres personas que me siguen: dos policías y un psiquiatra”

Nos hacen reír las gracias con las que nos identificamos o reconocemos a nuestra sociedad. Quizás es una manera de proyectar nuestras inquietudes, comprender y hacernos conscientes de la manera en la que nos relacionamos con el mundo.

De todas formas, hay infinitas razones que nos llevan a reír. Si lo hacemos no es solo de alegría, sino que también utilizamos la risa para aliviar tensión, por ejemplo.

Digamos que es una estrategia más que nos ahorra esfuerzo y ayuda a que descarguemos la tensión emocional que vamos acumulando.

Al reírnos jugamos con dobles sentidos, con historias cotidianas, con prejuicios. Esto nos ayuda a descifrar emociones y realidades, haciendo que todo tenga más sentido para nosotros.

La teoría de la superioridad

Los argentinos hacen chistes sobre los mexicanos, los franceses hacen chistes sobre los belgas, los ingleses sobre los irlandeses y así desde tiempos inmemoriales. Y estas son las bromas que más triunfan. ¿Por qué?

Esta cuestión es tan simple como que intentamos sentirnos superiores a toda costa. Obviamente no da igual de qué hagamos chanza o chiste, pero sí que caemos en los prejuicios y la generalización con bastante frecuencia.

Como sociedad, generamos un blanco y buscamos la chanza. Sin embargo, no todo es de color de rosa. Hay estudios que han demostrado que los chistes no siempre son buenos, pues pueden mermar la autoconfianza y la actitud de un colectivo que responde al tópico.

Por ejemplo, cuando se examinó la inteligencia de las mujeres rubias, se percataron de que, si previamente habían leído chistes que cuestionaban su aptitud, entonces puntuaban por debajo de lo que les correspondía.

Podemos morir de risa

Hay, al menos, un caso documentado de una personal que murió por fallos cardiorrespiratorios provocados por un ataque de risa. Por lo que sí, la risa es buena, pero con moderación.

Obviamente, también hay que poner especial cuidado en que la risa no se convierta en burla ni en ataques gratuitos que dañen nuestro bienestar emocional.

¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando reímos?

Un borracho es detenido a las cuatro de la mañana por un policía que le increpa:

– ¿Adónde va usted?

El borracho, completamente ebrio, le responde:

– Me dirijo a una conferencia acerca del abuso del alcohol y sus efectos letales en el organismo, el mal ejemplo para los hijos y las consecuencias funestas para la familia, el problema que causa en la economía familiar y la irresponsabilidad absoluta…

El policía lo mira incrédulo y le responde mofándose del borracho:

– ¿En serio? ¿Y qué ilustre conferenciante va a impartir esa charla a estas horas?

– Mi mujer, cuando llegue a casa.

¿Te ha divertido el chiste? Si lo ha hecho, en tu cerebro se han activado tantas áreas cerebrales como cuando resuelves problemas matemáticos. Sin embargo, si no te ha divertido, solo se ha activado el área del aburrimiento.

Desde Cambridge (Reino Unido), el neurocientífico Tristan Bekinschtein, nos cuenta que, aunque no podamos reírnos por algún daño neurológico, nuestro cerebro se ríe.

Pero, ¿cómo nos damos cuenta de que alguien nos está contando un chiste? Lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta y que, incluso, hay veces que nuestro cerebro peca de inocente o de pícaro.

Sin embargo, se sabe que, cuando alguien nos cuenta algo gracioso, se activan las mismas áreas que cuando tomamos una droga o comemos un suculento pastel de chocolate. Es el área tegmental ventral, centro neurológico del placer.

Van dos y se cae el del medio

Para irritación de todo tipo de representantes de la autoridad, los niños dedican una considerable energía a “hacer el payaso”. Ellos no quieren apreciar la gravedad de nuestras descomunales preocupaciones, mientras que nosotros olvidamos que, si nos hiciéramos un poco más como los niños, puede que nuestras preocupaciones no fueran tan descomunales”
(Conrad Hyers)

Tanto el humor como su hija, la risa, tienen múltiples beneficios en nuestra salud física y psicológica. Merecen, por tanto, un importante protagonismo dentro de la psicología positiva. En palabras de Martin Seligman: “La risa produce una de las sensaciones más placenteras de la experiencia humana y el sentido del humor es una de las principales fortalezas de nuestra especie”.

A veces, reírse es lo más serio que podemos hacer. La vida hay que tomársela con humor

Un sentido del humor positivo, en su máxima expresión, permite que afrontemos nuestros problemas y desajustes vitales, poniendo nuestra vida en perspectiva. Todas nuestras ataduras se observan con distancia, como si estuviésemos en un gran teatro disfrutando de un bonito espectáculo.

Reírnos nos hace entender que nada es tan importante como nos parece, ya todo nos asusta y nos intimida menos. Todo es ridículo e insignificante mirando la vida con las gafas del humor. Porque, como dijo Charles Chaplin: “La vida es una tragedia en el primer plano, pero una comedia en el plano general”.


Fuente: http://mejorconsalud.com/reirse-cosa-seria/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post


sábado, 23 de julio de 2016

HAY “PERSONAS MÁGICAS” RODEÁNDONOS POR TODAS PARTES

Hay “personas mágicas” rodeándonos por todas partes. Son aquellas con las que conoces la felicidad, aquellas que te ayudan a volar, a brillar y a descargar tu mochila. Ellas, personas con las que compartes la complicidad, la permanencia.

A veces no hace falta decir “estoy a tu lado” porque sobran las palabras. A veces encajas con una persona y como de la nada te guías por la melodía del “quiéreme bien”. Es un vínculo sano, claro en contenidos, abierto a experiencias. La amistad es de esas de miradas sinceras que aligeran pesares y nos ayudan a deshacernos de los obstáculos que se nos presentan.

“Hay personas mágicas. Te lo prometo, las he visto. Se encuentran escondidas por todos los rincones del planeta. Disfrazadas de normales. Disimulando su especial forma de ser. Procuran comportarse como los demás. Por eso, a veces, es tan difícil encontrarlas. Pero cuando las descubres ya no hay marcha atrás. No puedes deshacerte de su recuerdo. No se lo digas a nadie, pero dicen que su magia es tan fuerte que si te toca una vez, lo hace para siempre”.

Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano

Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano. Esta es una gran verdad que probablemente nadie puede negar. Esto es natural, pues no podemos cuadrar expectativas, sentimientos, emociones, pensamientos y aficiones con cada persona que pasa por nuestra vida.

Hay gente con la que conectamos de manera especial y a las experiencias nos vinculan, sirviéndonos de esto para sustentar uno de los planos más importantes de nuestra vida: el social. Como dijo Aristóteles, somos animales sociales y, por lo tanto, necesitamos de estas uniones para sentirnos completos.

Las “personas mágicas” son aquellas que tienen grandes cualidades sociales y emocionales, las que nos brindan su apoyo, nos rescatan y nos encaminan. En otras palabras, las que poseen inteligencia social, prima hermana de la inteligencia emocional.


La inteligencia social y sus dos ingredientes principales

La inteligencia social se define como la capacidad de las personas para relacionarse. Según Daniel Goleman esta tiene dos ingredientes clave para lograr un buen sabor del plato principal:

La conciencia social: es la capacidad de ser sensibles al estado interno de otra persona, de percibir las señales emocionales no verbales y comprender sus sentimientos, pensamientos e intenciones. Se trata, por tanto de:
Sintonizar y escuchar de verdad.
Dar lugar a que el otro diga lo que quiere decir.
Dar la posibilidad de que la conversación siga un curso determinado para todos.
Para esto es esencial un conocimiento verdadero de cómo funcionamos a nivel social, pues sin este no podremos descodificar las señales sociales que se revelan.

La aptitud social: es la habilidad que nos permite establecer buenas relaciones y vincularnos teniendo en cuenta las necesidades de los demás. O sea que además de ser consciente socialmente, tenemos que saber cómo construir intercambios fluidos y eficaces. Para ello hay que:
Aprender a presentarse.
A preocuparse por las necesidades de los demás y actuar en consecuencia.

En resumen, la inteligencia social no es solo tomarnos tiempo para escuchar sino sintonizar profundamente con los sentimientos ajenos y dar pie a un contacto más íntimo que sostiene. Las“personas mágicas” son inteligentes social y emocionalmente, lo cual les concede ese estatus, un don de expresividad que atrae a los demás.

En este sentido, como venimos diciendo, hay relaciones que se forjan y potencian la posibilidad de compartir lo que nos conmueve. Esas uniones nos enganchan a la vida, nos animan a ser mejores y a destapar las zonas oscuras que ensombrecen nuestra alma.

Realmente, aunque quizás nos pueda parecer lejano, la inteligencia social y emocional es algo que está a nuestro alcance. Por eso, no descartes cruzarte con “personas mágicas” hoy mismo y, sobre todo, no descartes la posibilidad de desprender magia tú para alguien.