Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
viernes, 22 de julio de 2016
jueves, 21 de julio de 2016
NINGÚN MAR EN CALMA HIZO EXPERTO A UN
MARINERO
Si alguna
vez has tenido la oportunidad de mirar el mar quizás has pensado que es uno de
esos lugares que parecen pertenecer a todos y a la vez a nadie. El mar es ese
eco de vida que algunas veces se deja acariciar y otras se escapa de cualquier
mano.
Mientras se
encuentra en calma, todo buen marinero que se preste a serlo siente que puede
dejarse llevar y, entonces, se acomoda y contempla su belleza. Desde ese rincón
no hay peligros, solo una plena tranquilidad.
Sin embargo,
otras veces las olas se rompen con fuerza en las rocas y la tormenta muestra
toda su cólera sobre el mar. Entonces, el marinero que sobrevive es aquel que
deja de lado su comodidad y decide enfrentarse a esos instantes terribles que
amenazan su hogar, pues el que decide lanzarse al hechizo del agua tiene que
estar preparado también para afrontar su cólera.
La zona de confort no nos permite crecer
Con la vida
en tierra ocurre algo parecido, dado que las experiencias y sus enseñanzas le
llegan sobre todo a los que son capaces de salir de su zona de confort:
abandonar la comodidad para enfrentarse a lo desconocido es sin duda un
aliciente de vida.
De hecho,
solemos creernos no responsables de lo que nos ocurre cuando en realidad lo que
sucede es que preferimos dejarlo en manos de aquello que llamamos suerte o
destino. Justamente es al alcanzar esa rutina el momento en el que podemos
llegar a sentir que no hay nada que cambiar y, sin embargo, nos equivocamos.
“La vida es como un
viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un
buen capitán de nuestro barco.”
-Jacinto Benavente-
Nos
equivocamos porque al mantenernos en la zona de confort estamos perdiendo
oportunidades de seguir madurando y aprendiendo. Necesitamos la posibilidad del
naufragio para aprender a madurar con él: verle los dientes a algunos vientos,
mirar a la cara a aquello que surge espontáneo y nos zarandea, querer ir más
allá para tocar con el alma lo que nunca hemos tocado y tanto anhelamos.
La sensación de seguridad
La sensación
de seguridad cuando hemos logrado un equilibrio puede ser un enemigo emocional
bastante grande, sobre todo porque es también la que hace surgir el vértigo a
perderla.
Así, es
evidente que todo lo que directa o indirectamente pretende remover nuestros
esquemas nos produce miedo. Sin embargo, no olvidemos que los miedos están ahí
para dominarlos, no para que nos dominen.
Conocer la
seguridad significa haber dado un paso importante, mas atreverse a averiguar
las leyes de un mar agitado es un indicio de valentía: solo quien se aventura a
la búsqueda sin límites puede lograr la destreza en todas las situaciones
posibles de su vida.
No arriesgar no te hará perder, pero
tampoco ganar
Como
decíamos, no arriesgarse a tomar decisiones que nos permitan descubrir cosas
nuevas puede conducir a la pasividad y a la no acción, sencillamente porque así
evitamos el fracaso; no obstante, también eliminamos la posibilidad del éxito.
“Solamente los que
arriesgan llegar demasiado lejos son los que descubren hasta dónde pueden
llegar”.
-T. S. Eliot-
Los seres
humanos tendemos hacia el control y el equilibrio en nuestro día a día, pensando
que en eso está el bienestar emocional que nos aporta felicidad. De esta
manera, olvidamos que el crecimiento psicológico exige también el riesgo: ¿cómo
vas a conseguir ese trabajo que tanto deseas si no te arriesgas a intentarlo?
Pensar que no lo conseguirás y quedarte quieto te dará el control, pero no la
satisfacción.
En este
sentido, nos acostumbramos a escuchar aquello de “más vale pájaro en mano que
ciento volando” y a creérnoslo del todo, sin entender que, inconscientemente,
consejos como ese nos incitan a permanecer estáticos y a no luchar por lo que
queremos.
Y es que, el
marinero conoce que la bravura del mar puede llevarle a la muerte pero también
que enfrentarse a ese estado es la única manera de disfrutar plenamente de su
vida y de amar lo que conserve de sus destrozos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/ningun-mar-calma-experto-marinero/
miércoles, 20 de julio de 2016
martes, 19 de julio de 2016
EL AMOR NO SE BUSCA, EL AMOR SIMPLEMENTE
LLEGA
Como la
mayoría de las cosas maravillosas que nos ocurren, el amor llega a nuestras
vidas sin buscarlo, sin ansiarlo, llega prácticamente de la nada,
sorprendiéndonos con una de las caras más bonitas de la vida.
Si estás
solter@ y llegó el momento en el cual te gustaría compartir tu vida con alguien
más, tener una pareja, no es necesario ser evidente al salir, mirar los ojos de
todos los que se cruzan por tu camino a ver con cual sientes conexión y ver qué
puedes hacer para lograr un acercamiento, descargar aplicaciones con algoritmos
que te ayuden a conseguir a la pareja ideal o cosas por el estilo.
Solo hace
falta manifestar de la forma más saludable nuestro deseo a la vida, al
universo… así de simple, así funciona, lo que pasa es que por lo general caemos
en un juego mental que nos hace experimentar sensaciones que nos alejan de lo
que realmente queremos vivir, solamente por el hecho de desear con nuestro ego
y no desear con nuestro corazón.
He aquí una
serie de pensamientos que debemos evitar para alinearnos a encontrar a esa
persona especial con la cual podamos compartir la vida:
Todo el
mundo tiene pareja, menos yo.
He debido
quedarme con “Fulanit@”, era preferible eso a estar sol@.
Si fuese más
joven, tendría más posibilidades de encontrar a la pareja ideal.
Ya con hijos
a quién puedo conocer que sea suficientemente bueno para mí y para ellos.
Quisiera que
todos fracasaran en sus relaciones y se ampliara el mundo de los solteros.
El amor hay
que salir a buscarlo.
No frecuento
sitios donde pueda conocer a una potencial pareja.
Tod@s los
hombres/mujeres que valen la pena están ocupad@s.
L@s que no
son casad@s, no se interesan por el sexo opuesto.
Si tiene más
de 30 y está solter@ tiene su toque mental o algún problema que lo saca del
juego tiene.
No soy lo
suficiente buen@, adinerad@, alt@, pequeñ@, talentos@, etc, etc, para conseguir
una pareja.
Este tipo de
pensamientos nos condenan a parejas equivocadas o a una soltería involuntaria
que puede durar mucho tiempo. Todo está en nuestra mente, el amor no se escapa
de esto, solo piensa la pareja que quieres en tu vida, imagina las cosas
maravillosas que pueden hacer juntos, proyecta cómo quieres que te trate, crea
en tu mente la realidad que quieres que se manifieste, haz tu maqueta mental… y
espera sin desesperar, sin buscar, el amor te sorprenderá…
Cualquier
tipo de limitación que coloques en tu mente será total y rotundamente destruida
a través de una espectacular historia de amor que cualquiera te podrá contar.
Siempre existirá tu vecina de 60 años que se casó luego de enviudar con ese
apuesto señor que ahora comparte con ella maravillosos momentos, esa madre
soltera que conoció a ese chico que ama a sus hijos como suyos y tienen una
familia maravillosa, a esa pareja que lleva 8 años sin separarse luego de
haberse conocido en la cola de un supermercado.
Miles de
historias, unas más bellas que otras, que demuestran que el amor está en todas
partes, que no existe un escenario ideal para encontrarlo, que no hace falta
buscarlo, que las cosas muchas veces suceden de forma casi mágica y que en el
momento no vemos las relaciones que guardan los hechos… Mira a las parejas con
cariño y no con envidia, ámate a ti y eso se proyectará fácilmente a quienes te
rodean. Y si realmente lo deseas con el corazón y no con tu ego, el amor vendrá
a ti más pronto de lo que piensas.
Fuente: http://viajesycocina.com/amor-no-se-busca-llega
lunes, 18 de julio de 2016
domingo, 17 de julio de 2016
sábado, 16 de julio de 2016
ELIZABETH KÜBLER-ROSS: LA CONNOTADA
CIENTÍFICA QUE CONFIRMÓ QUE SÍ EXISTE EL MÁS ALLÁ
Esta médico y psiquiatra suiza recabó
centenares de testimonios de experiencias extracorporales, lo que la llevó a
concluir que “la muerte no era un fin, sino un radiante comienzo”.
La doctora
suiza Elizabeth Kübler-Ross se convirtió en el siglo XX en una de las mayores
expertas mundiales en el tétrico campo de la muerte, al implementar modernos
cuidados paliativos con personas moribundas para que éstas afrontaran el fin de
su vida con serenidad y hasta con alegría (en su libro “On death and dying”, de
1969, que versa sobre la muerte y el acto de morir, describe las diferentes
fases del enfermo según se aproxima su muerte, esto es, la negación, ira,
negociación, depresión y aceptación). Sin embargo, esta médico, psiquiatra y
escritora nacida en Zúrich en 1926 también se transformó en una pionera en el
campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, lo que le
permitió concluir algo que espantó a muchos de sus colegas: sí existe vida
después de la muerte.
La férrea
formación científica de esta doctora, que se graduó en psiquiatría en Estados
Unidos, recibiendo posteriormente 23 doctorados honoríficos, se pondría a
prueba luego de que a lo largo de su prolongada práctica profesional los
enfermos moribundos a los que trataba le relataran una serie de increíbles
experiencias paranormales, lo que la motivó a indagar si existía el Más Allá o
la vida después de la muerte. Así, se dedicó a estudiar miles de casos, a
través del mundo entero, de personas de distinta edad (la más joven tenía dos
años, y la mayor, 97 años), raza y religión, que habían sido declaradas
clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida.
“El primer
caso que me asombró fue el de una paciente de apellido Schwartz, que estuvo
clínicamente muerta mientras se encontraba internada en un hospital. Ella se
vio deslizarse lenta y tranquilamente fuera de su cuerpo físico y pronto flotó
a una cierta distancia por encima de su cama. Nos contaba, con humor, cómo desde
allí miraba su cuerpo extendido, que le parecía pálido y feo. Se encontraba
extrañada y sorprendida, pero no asustada ni espantada. Nos contó cómo vio
llegar al equipo de reanimación y nos explicó con detalle quién llegó primero y
quién último. No sólo escuchó claramente cada palabra de la conversación, sino
que pudo leer igualmente los pensamientos de cada uno. Tenía ganas de
interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba
bien, pero pronto comprendió que los demás no la oían. La señora Schwartz
decidió entonces detener sus esfuerzos y perdió su conciencia. Fue declarada
muerta cuarenta y cinco minutos después de empezar la reanimación, y dio signos
de vida después, viviendo todavía un año y medio más. Su relato no fue el único.
Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una reanimación o una
intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención”.
La doctora
Kübler-Ross añade que “otro caso bastante dramático fue el de un hombre que
perdió a sus suegros, a su mujer y a sus ocho hijos, que murieron carbonizados
luego que la furgoneta en la que viajaban chocara con un camión cargado con
carburante. Cuando el hombre se enteró del accidente permaneció semanas en
estado de shock, no se volvió a presentar al trabajo, no era capaz de hablar
con nadie, intentó buscar refugio en el alcohol y las drogas, y terminó tirado
en la cuneta, en el sentido literal de la palabra. Su último recuerdo que tenía
de esa vida que llevó durante dos años fue que estaba acostado, borracho y
drogado, sobre un camino bastante sucio que bordeaba un bosque. Sólo tenía un
pensamiento: no vivir más y reunirse de nuevo con su familia. Entonces, cuando
se encontraba tirado en ese camino, fue atropellado por un vehículo que no
alcanzó a verlo. En ese preciso momento se encontró él mismo a algunos metros
por encima del lugar del accidente, mirando su cuerpo gravemente herido que
yacía en la carretera. Entonces apareció su familia ante él, radiante de
luminosidad y de amor. Una feliz sonrisa sobre cada rostro. Se comunicaron con
él sin hablar, sólo por transmisión del pensamiento, y le hicieron saber la
alegría y la felicidad que el reencuentro les proporcionaba. El hombre no fue
capaz de darnos a conocer el tiempo que duró esa comunicación, pero nos dijo
que quedó tan violentamente turbado frente a la salud, la belleza, el
resplandor que ofrecían sus seres queridos, lo mismo que la aceptación de su
actual vida y su amor incondicional, que juró no tocarlos ni seguirlos, sino
volver a su cuerpo terrestre para comunicar al mundo lo que acababa de vivir, y
de ese modo reparar sus vanas tentativas de suicidio. Enseguida se volvió a
encontrar en el lugar del accidente y observó a distancia cómo el chofer
estiraba su cuerpo en el interior del vehículo. Llegó la ambulancia y vio cómo
lo transportaban a la sala de urgencias de un hospital. Cuando despertó y se
recuperó, se juró a sí mismo no morirse mientras no hubiese tenido ocasión de
compartir la experiencia de una vida después de la muerte con la mayor cantidad
de gente posible”.
La doctora
Kübler-Ross añadió “que investigamos casos de pacientes que estuvieron
clínicamente muertos durante algunos minutos y pudieron explicarnos con
precisión cómo los sacaron el cuerpo del coche accidentado con dos o tres sopletes.
O de personas que incluso nos detallaron el número de la matrícula del coche
que los atropelló y continuó su ruta sin detenerse. Una de mis enfermas que
sufría esclerosis y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas,
lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte
fue: «Doctora Ross, ¡Yo podía bailar de nuevo!», o niñas que a consecuencia de
una quimioterapia perdieron el pelo y me dijeron después de una experiencia
semejante: «Tenía de nuevo mis rizos». Parecían que se volvían perfectos.
Muchos de mis escépticos colegas me decían: «Se trata sólo de una proyección
del deseo o de una fantasía provocada por la falta de oxígeno.» Les respondí
que algunos pacientes que sufrían de ceguera total nos contaron con detalle no
sólo el aspecto de la habitación en la que se encontraban en aquel momento,
sino que también fueron capaces de decirnos quién entró primero en la
habitación para reanimarlos, además de describirnos con precisión el aspecto y
la ropa de todos los que estaban presentes”.
La muerte no existe
La doctora
Kübler-Ross aseguró que después de investigar estos casos concluyó que la
muerte no existía en realidad, pues ésta sería no más que el abandono del
cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda.
”Ninguno de mis enfermos que vivió una experiencia del umbral de la muerte tuvo
a continuación miedo a morir. Ni uno sólo de ellos, ni siquiera los niños.
Tuvimos el caso de una niña de doce años que también estuvo clínicamente muerta.
Independientemente del esplendor magnífico y de la luminosidad extraordinaria
que fueron descritos por la mayoría de los sobrevivientes, lo que este
caso tiene de particular es que su hermano estaba a su lado y la había abrazado
con amor y ternura. Después de haber contado todo esto a su padre, ella le
dijo: «Lo único que no comprendo de todo esto es que en realidad yo no tengo un
hermano.» Su padre se puso a llorar y le contó que, en efecto, ella había
tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ahora, que había muerto
tres meses antes de su nacimiento”.
La doctora
agregó que “en varios casos de colisiones frontales, donde algunos de los
miembros de la familia morían en el acto y otros eran llevados a diferentes
hospitales, me tocó ocuparme particularmente de los niños y sentarme a la
cabecera de los que estaban en estado crítico. Yo sabía con certeza que estos
moribundos no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a
consecuencia del accidente. En ese momento yo les preguntaba si estaban
dispuestos y si eran capaces de compartir conmigo sus experiencias. Uno de esos
niños moribundos me dijo una vez: «Todo va bien. Mi madre y Pedro me están
esperando ya.» Yo ya sabía que su madre había muerto en el lugar del accidente,
pero ignoraba que Pedro, su hermano, acababa de fallecer 10 minutos antes”.
La luz al final del túnel
La doctora
Kübler-Ross explicó que después que abandonar el cuerpo físico y de
reencontrarse con aquellos seres queridos que partieron y que uno amó, se pasa
por una fase de transición totalmente marcada por factores culturales
terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un
puente. Allí, una luz brilla al final. “Y esa luz era más blanca, de una
claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se
sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno se
pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una
experiencia del umbral de la muerte, puede mirar esta luz sólo muy brevemente.
De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente
a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido
ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y
en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se daban cuenta
de que toda vuestra vida aquí abajo no es más que una. Y allí se alcanzaba el
conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada
momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que
pronunciaron. En el momento en que contemplaron una vez más toda su vida,
interpretaron todas las consecuencias que resultaron de cada uno de sus
pensamientos, de sus palabras y de cada uno de sus actos. Muchos se dieron
cuenta de que Dios era el amor incondicional. Después de esa «revisión» de sus
vidas ya no lo culpaban a Él como responsable de sus destinos. Se dieron cuenta
de que ellos mismos eran sus peores enemigos, y se reprocharon el haber dejado
pasar tantas ocasiones para crecer. Sabían ahora que cuando su casa ardió, que
cuando su hijo falleció, cuando su marido fue herido o cuando sufrieron un
ataque de apoplejía, todos estos golpes de la suerte representaron
posibilidades para enriquecerse, para crecer”.
La
especialista, en este punto, hizo una recomendación a todos aquellos que sufren
el trance de tener cerca a algún ser querido a punto de morir. “Deben saber que
si se acercan al lecho de su padre o madre moribundos, aunque estén ya en coma
profundo, ellos oyen todo lo que les dicen, y en ningún caso es tarde para
expresar «lo siento», «te amo» o alguna otra cosa que quieran decirles. Nunca
es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea después de la
muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo
momento se pueden arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a
diez o veinte años atrás. Se pueden liberar de su culpabilidad para poder
volver a vivir ellos mismos”.
La “conciencia cósmica “ de la doctora
Kübler-Ross
La doctora
Elizabeth Kübler-Ross, intrigada por todos estos asombrosos relatos, decidió
una vez comprobar por sí misma su veracidad. Y, luego de ser inducida a una
muerte artificial en un laboratorio médico de Virginia, experimentó dos veces
estar fuera de su cuerpo. “Cuando volví a la conciencia tenía la frase «Shanti
Nilaya», que por cierto no sabía qué significaba, dándome vueltas en mi cabeza.
La noche siguiente la pasé sola, en una pensión aislada en medio del bosque de
Blue Ridge Mountains. Allí, luego de sufrir inexplicables dolores físicos, fue
gratificada con una experiencia de renacimiento que no podría ser descrita con
nuestro lenguaje. Al principio hubo una oscilación o pulsación muy rápida a
nivel del vientre que se extendió por todo mi cuerpo. Esta vibración se
extendió a todo lo que yo miraba: el techo, la pared, el suelo, los muebles, la
cama, la ventana y hasta el cielo que veía a través de ella. Los árboles
también fueron alcanzados por esta vibración y finalmente el planeta Tierra.
Efectivamente, tenía la impresión de que la tierra entera vibraba en cada
molécula. Después vi algo que se parecía al capullo de una flor de loto que se
abría delante de mí para convertirse en una flor maravillosa y detrás apareció
esa luz esplendorosa de la que hablaban siempre mis enfermos. Cuando me
aproximé a la luz a través de la flor de loto abierta y vibrante, fui atraída
por ella suavemente pero cada vez con más intensidad. Fui atraída por el amor
inimaginable, incondicional, hasta fundirme completamente en él. En el instante
en que me uní a esa fuente de luz cesaron todas las vibraciones. Me invadió una
gran calma y caí en un sueño profundo parecido a un trance. Al despertarme caí
en el éxtasis más extraordinario que un ser humano haya vivido sobre la tierra.
Me encontraba en un estado de amor absoluto y admiraba todo lo que estaba a mi
alrededor. Mientras bajaba por una colina estaba en comunión amorosa, con cada
hoja, con cada nube, brizna de hierba y ser viviente. Sentía incluso las
pulsaciones de cada piedrecilla del camino y pasaba «por encima» de ellas, en
el propio sentido del término, interpelándolas con el pensamiento: «No puedo
pisaros, no puedo haceros daño», y cuando llegué abajo de la colina me di
cuenta de que ninguno de mis pasos había tocado el suelo y no dudé de la
realidad de esta vivencia. Se trataba sencillamente de una percepción como
resultado de la conciencia cósmica. Me fue permitido reconocer la vida en cada
cosa de la naturaleza con este amor que ahora soy incapaz de formular. Me
hicieron falta varios días para volver a encontrarme bien en mi existencia
física, y dedicarme a las trivialidades de la vida cotidiana como fregar, lavar
la ropa o preparar la comida para mi familia. Posteriormente averigüé que “Shanti
Nilaya» significa el puerto de paz final que nos espera. Ese estar en casa al
que volveremos un día después de atravesar nuestras angustias, dolores y
sufrimientos, después de haber aprendido a desembarazarnos de todos los dolores
y ser lo que el Creador ha querido que seamos: seres equilibrados que han
comprendido que el amor verdadero no es posesivo”.
La Dra.
Elizabeth Kübler-Ross, luego que en 1995 sufriera una serie de apoplejías que
paralizaron el lado derecho de su cara, falleció en Scottdale, Arizona, el 24
de agosto del 2004. Se enfrentó a su propia muerte con la valentía que había
afrontado la de los demás, y con el coraje que aprendió de sus pacientes más
pequeños. Sólo pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo
para anunciar su llegada.
En su lecho
de muerte, por cierto, sus amigos y seres queridos le preguntaron si le temía a
la muerte, a lo que ella replicó: «No, de ningún modo me atemoriza; diría que
me produce alegría de antemano. No tenemos nada que temer de la muerte, pues la
muerte no es el fin sino más bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el
cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia.
Nuestra muerte no es el fin o la aniquilación total, sino que todavía nos
esperan alegrías maravillosas”.
Fuente: https://td38.wordpress.com/2015/06/04/elizabeth-kubler-ross-la-connotada-cientifica-que-confirmo-que-si-existe-el-mas-alla/
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