jueves, 12 de mayo de 2016

LAS COSAS MÁS GRANDES Y HERMOSAS CRECEN DESPACIO Y EN SILENCIO

El amor es la chispa rápida y fugaz que enciende dos corazones. Pero también es lo que acontece despacio, en cada acuerdo logrado, en cada dificultad ganada y en la complicidad de las pequeñas cosas que tejen universos enteros.

Las cosas más significativas requieren tiempo, esfuerzo y compromiso. Lo sabemos, porque la vida, como la propia naturaleza, tiene sus ciclos y sus ritmos pautados. Sin embargo, para nuestro cerebro, la percepción del tiempo es asombrosamente rápida. Es como si la propia existencia “se nos escapara” por las tuberías del desconcierto.

Camina lento y ve despacio. No te preocupes por nada más, porque al único lugar al que debes llegar es hasta ti mismo

Según un interesante trabajo publicado por el doctor Dharma Singh Khalsa, especialista en neurología y gerontología, nuestra percepción del tiempo tiende a “acelerarse” a medida que llegamos a la edad madura. Los años se nos escapan como el humo que escapa por una ventana abierta y, de algún modo, dejamos de disfrutar del presente, de fijarnos en esas cosas que crecen en silencio y que de verdad, podrían enriquecer aún más nuestro corazón.

Cuando el tiempo es un tren a toda velocidad y sin paradas

En ocasiones, casi sin saber cómo, las cosas más importantes se nos escapan o pasan demasiado rápido: esos dos centímetros de más en la altura de nuestros niños, ese fin de semana a solas con nuestra pareja, la última cena con nuestros amigos o ese verano que se ha acabado con las primeras lluvias del otoño en un abrir y cerrar de ojos…

El tiempo es un ladrón que nos lo roba todo menos una cosa: nuestros recuerdos y ese relámpago escondido en la memoria que nos permite evocar los grandes instantes.

A menudo, suele decirse eso de que “la vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes”, aunque en realidad, podríamos decir más bien que en ocasiones, no llegamos a valorar o a percibir con la importancia que merece muchas de esas dimensiones que nos envuelven en cada momento de nuestro ciclo vital.

Siempre llega un momento en que añoramos esas conversaciones con nuestra madre mientras la observábamos cocinar o aquellas peleas con nuestra pareja al principio de nuestra relación o esos dibujos que nuestros hijos nos ofrecían con gran ilusión cuando volvían del colegio. ¿Dónde queda ahora todo aquello? ¿De verdad ha pasado tanto tiempo?

Nuestro cerebro tiende a acelerar la percepción del tiempo

Tal y como te indicábamos al inicio, a medida que maduramos y nos hacemos mayores nuestra percepción del tiempo cambia. Si a ello le sumamos un estilo de vida habitualmente acelerado y la presión de entornos demandantes, todo ello genera que cada vez “estemos menos presentes” y que la sensación de vacío existencial y de fugacidad temporal se eleve aún más.

Douwe Draaisma, catedrático de Historia de la Psicología en la Universidad de Groningen de los Países Bajos, nos habla de un interesante fenómeno llamado “efecto reminiscencia”. Según esto, para nuestro cerebro el tiempo es en realidad muy relativo y solo le da importancia a hechos puntuales muy significativos.

Suele decirse que es durante las décadas de entre los 20 y los 40 años cuando, por término medio, se acumulan recuerdos emocionalmente más intensos, y a mayor intensidad la percepción del tiempo es más lenta. A partir de los 50 o los 60 la sensación subjetiva del tiempo cambia y va más deprisa porque ya no hay tantos estímulos significativos o tantas experiencias que nos “enclaven” al presente.

Conseguir que el tiempo vaya más despacio está al alcance de tu mano

Tal y como hemos podido ver si el efecto reminiscencia es quien hace que se nos escape el presente porque nos focalizamos demasiado en los recuerdos emocionalmente intensos del ayer, merece la pena empezar a “cultivar” nuestro aquí y ahora de instantes de plenitud y de emociones positivas.

No hace falta llevar la vida de un veinteañero para disfrutar del presente. Se trata solo de tener en cuenta estas dimensiones:

Tu mejor edad es ahora, ni más ni menos. Lo que la juventud no supo ni pudo lo puede alcanzar sin duda esa madurez sabia y equilibrada capaz de priorizar lo importante: tú mismo.

A tu alrededor siguen creciendo cosas maravillosas, cosas que avanzan despacio y en silencio. El amor de quienes te envuelven, esa íntima complicidad de quien sabe leer en tu mirada o sacarte una sonrisa cuando no lo esperas. Todo ello acontece en este mismo momento, solo tienes que detenerte y disfrutarlo.

La rutina es esa música triste que engaña también a tu cerebro haciéndole creer que el tiempo discurre deprisa. En cambio, todo lo que se salga de lo normal es un estímulo, un incentivo cargado de emociones que cambia su percepción del tiempo para “detenerlo”.

Viaja, haz algo diferente cada día por pequeño que sea, mira en silencio a las personas que quieres y captura esa imagen mental para tu corazón y tu cerebro. Haz que cada instante tenga un olor, una sensación, un sabor… Estimula todos tus sentidos y abrázate al presente como si no existiera un pasado, como si no hubiera un mañana.


Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-las-cosas-mas-grandes-y-hermosas-crecen-despacio-y-en-silencio-12675


lunes, 9 de mayo de 2016

EL CORAZÓN DE LAS BUENAS PERSONAS ESTÁ HECHO DE LÁGRIMAS ESCONDIDAS

En el corazón de las buenas personas no caben las rendiciones. Luchan por los demás, nunca dicen que “no” y son el mejor apoyo en toda necesidad. Sin embargo, cuando lloran, lo hacen a escondidas porque no pueden más, porque están cansados de ser fuertes y sus almas necesitan esas lágrimas para repararse.

Este tipo de situaciones de alta carga emocional son muy comunes en las personas acostumbradas a darlo todo por quienes están a su alrededor. Las llamamos “buenas personas” y, aunque todos nosotros sepamos muy bien lo que está bien y lo que está mal, existen determinados perfiles mucho más volcados hacia el bienestar del otro. De ahí, que sean ellos/as los más proclives a las sobrecargas, a las decepciones, al sufrimiento emocional.

Lloramos a escondidas lágrimas que nadie ve, desahogamos tensiones, miedos y tristezas en rincones de penumbra para no ser descubiertos, para que nadie perciba que estamos hechos del mismo material que cualquier persona.

Goethe, poeta, dramaturgo y novelista, gran experto por tanto en emociones humanas, solía decir que quien no ha terminado nunca una comida encerrándose después en su habitación para llorar, es que nunca ha probado el auténtico sabor de la vida. Las personas lloramos por muy diversas razones, pero hay quien, sencillamente, lo hace porque está cansado/a de aparentar que puede con todo. Que es invencible.

Por qué “las buenas personas” lloramos a escondidas

Señalábamos al inicio que es común categorizar a las “buenas personas” como aquellas personalidades más orientadas a los demás que hacia sí mismas. Son comportamientos que encuentran la felicidad haciendo el bien, dándolo todo a cambio de nada. Es por tanto ese altruismo lleno de dignidad a la vez que de humildad tan admirable pero a su vez, tan duro para quien lo lleva a cabo.

Un hecho muy frecuente en este tipo de perfiles es que elijan el desahogo emocional en soledad antes que compartirlo con alguien. El que esto sea de esta forma (al menos por término medio) se debe a varios aspectos psicológicos que definió la Universidad de Ciencias de la Salud de Japón, a raíz de un interesante estudio que se publicó en la revista médica “Library of Medicine National Institutes of Health“.

En este trabajo se analizó la labor de 300 enfermeras a lo largo de un año. Según ellas mismas explicaron, en ocasiones, deben enfrentarse a situaciones muy duras y con una alta tensión emocional. Cuando necesitaban desahogarse, las enfermeras preferían hacerlo en soledad porque era mucho más catártico y obtenían después un bienestar más reparador. Bastaba con quince minutos de llanto en rigurosa soledad para después, volver a sus responsabilidades…

La psicología de las lágrimas


Lloramos para liberarnos, para trasformar la tensión en lágrimas saladas, lloramos para que el miedo encuentre alivio y para que la tristeza, se trasforme en un llanto capaz de consolar. La forma en que lo hagamos, ya sea junto a alguien o en privado como el caso de las enfermeras, no tiene importancia. Lo esencial es que nos ofrezca un adecuado desahogo de acuerdo a nuestras necesidades particulares.

Las lágrimas jamás serán reflejo de tu debilidad, sino de tu capacidad para ser fuerte.

Un aspecto en el que hay unanimidad, es que por lo general, son las mujeres las que más suelen ejercer el papel de cuidadoras, son ellas quienes en la grandeza de su corazón, “lo dan todo a cambio de nada” por los seres que aman, por sus hijos, sus parejas, su familia… De ahí, que estudios como el llevado a cabo en la “Organización Holandesa para la Investigación Científica“, hablen de las lágrimas en la mujer como un tipo de “lenguaje interior” con gran utilidad emocional.

Las lágrimas: biología, psicología y catarsis

Podemos observar y entender las lágrimas desde perspectivas distintas:

Según la biología existiría en realidad una razón por la cual las mujeres tienen más facilidad a la hora de llorar. La clave está en la testosterona, que en el caso del hombre actuaría como inhibidora del llanto, mientras que la hormona prolactina (mucho más elevada en las mujeres) facilita la liberación de las lágrimas.

Para muchos psicólogos las lágrimas nos pueden facilitar una mejor compresión de nuestro mundo interior y de nuestras necesidades. Esta expresión emocional actúa primero como desahogo. Para después, permitirnos ver con una adecuada claridad mental muchas de esas necesidades no atendidas, que requerirían sin duda un cambio en nuestra conducta.

El poder catártico de las lágrimas puede alcanzar un mayor beneficio si recurrimos a un “buen llanto“. Según los expertos, las lágrimas emocionales liberadas durante este proceso, contienen muchas más proteínas y ejercen a su vez, un poder curativo en el organismo de la persona. Algo de lo que se benefician muchas mujeres.

Para concluir, las buenas personas suelen llorar a escondidas porque de este modo, obtienen mayor consuelo e intimidad para poder ser ellas mismas sin su armadura, sin su coraza inexpugnable. No obstante, las armaduras siempre pesan y, aunque un buen llanto desahogue amarguras y decepciones, nunca está demás el priorizarse de vez en cuando y poner límites para atender un poco mejor ese corazón que lejos de ser de hojalata, es de carne, sueños y lágrimas saladas.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/el-corazon-de-las-buenas-personas-esta-hecho-de-lagrimas-escondidas/


domingo, 8 de mayo de 2016

Síntomas de paz interior.




QUIEN DEDICA SU TIEMPO A MEJORARSE A SÍ MISMO NO TIENE TIEMPO PARA CRITICAR A LOS DEMÁS

No hay nada más agotador que escuchar a una persona criticar y malmeter contra todo lo que se mueve. Además, vivir rodeados de este peculiar negativismo nos acaba haciendo sentir fatal, pues las palabras y las actitudes de un criticón son como virus que se adentran en nuestra mente y la devastan.

De las personas habituadas a criticar es mejor alejarse, pues nos intoxican y nos ahogan de tal manera que hacen que nos desequilibremos. El precio de vivir en tranquilidad es incalculable, por eso no debemos permitir que nadie vulnere nuestro espacio físico y psicológico.

Uno de los mejores indicios de la pobreza emocional y vital de una persona es que dedique su tiempo y esfuerzo a criticar a los demás.

La gente feliz no habla mal de los demás

¿Cuánto tiempo inviertes al día en escuchar criticar a los demás? ¿Mucho? ¿Poco? Pues es hora de dar un paso a un lado y apartarte de ciertas situaciones o personas. Están haciendo peligrar tu bienestar y tu equilibrio emocional.

Por eso, dedica tu tiempo a mejorarte a ti y a tu entorno. Esto te servirá para dos cosas: mantener una actitud saludable ante la vida y predicar con el ejemplo.

Es decir, si en vez de señalar a los demás nos preocupáramos por corregir los errores que nos pertenecen, alcanzaríamos el mayor nivel de bienestar emocional existente. Por eso, debemos superarnos en el orden personal, así ganaremos en sinceridad y en respeto tanto como en humildad, generosidad y honradez.

Lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya

Hay personas que dan su opinión sobre nosotros, sobre nuestra vida, sobre nuestras decisiones o sobre cualquier cuestión de su entorno. Lo hacen aunque nadie se la haya pedido. Suelen ser opiniones malintencionadas o carentes de todo criterio cuyo único objetivo es hacer daño, menospreciar y disfrutar del pesar ajeno.

Generalmente, las personas que critican tienen baja autoestima y no se aceptan a sí mismas, por lo que difícilmente pueden aceptar a los demás. Estas personas ponen etiquetas que reflejan la realidad de cómo se sienten ellas mismas, proyectando así sus dificultades emocionales.

Las personas más infelices en este mundo son las personas que se preocupan demasiado por lo que piensen los demás.

El daño emocional de las críticas

Empieza a curar tu herida emocional teniendo claro que cada uno de nosotros es único y excepcional. Para vivir no necesitas la opinión de nadie. De hecho, eres una persona adulta que, en sus plenas facultades, puede tomar decisiones por sí misma.

Haz que sean tus emociones y tus sentimientos las que valgan, piérdele el miedo a sentir y piensa por ti mismo. Escuchar críticas y chismes de manera constante satura a cualquiera, pero no eres tú quien está haciéndolo.

“No le pongas atención a las cosas que hacen o dejan de hacer los demás, presta atención a lo que tú haces o dejas de hacer.”
-Buda-

No te olvides de que las críticas sin fundamento llevan consigo una gran pobreza emocional en el mundo interno de quien las realiza. Si la persona no se deja enriquecer, si vive aislada en sus resentimientos y no permite ningún tipo de ayuda, te conviene ser emocionalmente egoísta. Aléjate, mantente feliz y protege tu vida interior.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/quien-dedica-su-tiempo-a-mejorarse-a-si-mismo-no-tiene-tiempo-para-criticar-a-los-demas/