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domingo, 1 de mayo de 2016
sábado, 30 de abril de 2016
AUTOENGAÑO: MENTIRAS QUE NOS SOSTIENEN
Todos, de
alguna forma u otra estamos familiarizados con las mentiras. Habrá algunos más
valientes que sean capaces de admitir que mienten; otros en cambio, parecen
querer librarse de esta condena.
Lo cierto es
que, ¿quién no se ha contado una mentira a sí mismo? Quizás, todavía es
demasiado pronto para que te des cuenta… Reflexionemos sobre ello.
“La mentira más común
es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un
defecto relativamente sano”
-Nietzsche-
El engaño como compañero de vida
El engaño o
la mentira son inherentes a la vida en todos sus aspectos. Hasta la naturaleza
lo utiliza como recurso, piensa en los virus que son capaces de engañar a
nuestro sistema inmunitario para entrar en nuestro cuerpo o el baile de
confusiones y mentiras entre depredadores y presas, con tal de conseguir cada
uno de ellos su objetivo: su supervivencia. Pero, ¿qué hay de nosotros?
Más allá de
las mentiras revestidas de alguna intención para conseguir algo concreto,
existen esas clases de mentiras que son capaces de sostenernos durante un
tiempo o incluso toda la vida. Son mentiras elaboradas para esquivar la
realidad y tienen como refugio a la inconsciencia.
Dostoyevski
escribía en “Memoria del subsuelo“:
“Todo ser humano tiene
algunos recuerdos que solo contaría a sus mejores amigos. De la misma manera,
también podríamos decir que todo ser humano tiene preocupaciones que ni
siquiera contaría a sus mejores amigos sino tan solo a sí mismo y, aún así, lo
haría en el mayor de los secretos. Pero, además existen cosas que uno ni
siquiera se atreve a contarse a sí mismo. Hasta los más honrados de los hombres
tienen una buena cantidad de esa clase de pensamientos almacenados en algún
rincón de su mente".
Nadie está libre del autoengaño
En el
autoengaño es importante el lenguaje, además de la consciencia. Pues, aunque en
realidad no deja de ser lo que es, teniendo en cuenta que cada uno construimos
la nuestra, es a través del lenguaje como la realidad se describe y se
transmite. Además, para nosotros, al final no deja de ser un reflejo de cómo
nos la contamos.
Teniendo en
cuenta que las personas tenemos una gran capacidad para crear creencias
sesgadas en todos los ámbitos de nuestra vida, ¿quién se libra de las
suposiciones o confabulaciones?
Somos víctimas de
nuestras propias trampas para sobrevivir en nuestro día a día
Mentiras para esquivar la realidad
Existe todo un
entramado de mentiras que nos sostienen y que, en ocasiones, son las esposas o
los grilletes que nos atan a determinadas situaciones sin que nos demos cuenta,
son las culpables de que muchas veces tengamos la sensación de que, hagamos lo
que hagamos, no avanzamos.
“La verdad tiene
estructura de ficción”
-Jacques Lacan-
Cuando la
fuerza de los hechos se torna brutal o amenazante, a veces el temor al
sufrimiento hace que intentemos esquivar la realidad, bloqueando nuestra
atención y autoengañándonos. Así, rellenamos esos espacios vacíos con
explicaciones, imaginaciones o fantasías, de manera automática. De ahí el
popular refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente“.
De esta
manera, si no veo, si no me percato de lo que sucede, el peligro disminuye, mi ansiedad
se calma y me permito continuar. Los hechos han sido ignorados y hemos
modificado el significado de la experiencia. La mentira está presente, pero sin
darnos cuenta, oculta tras los silencios, las justificaciones, las negaciones y
los castillos de cristales construidos.
La impostura se
mantiene gracias al poder de nuestra atención selectiva para ocultar,
transfigurar y difuminar las verdades dolorosas, reelaborando un disfraz más
aceptable para nosotros.
Un disfraz
que nos recuerda al “falso self” de Winnicott, en el cual la mentira se
considera parte del desarrollo natural de la identidad del ser humano, desde la
temprana infancia. Disfraz que permite mitigar la angustia y el sufrimiento
generados por las expectativas que los padres depositan en sus hijos y ante las
que éstos no llegan, renegándose a sí mismos, para finalmente llegar a
construir su personaje de acuerdo al ideal que sus padres han establecido.
El autoengaño en el día a día
El
autoengaño también puede generarse para llegar a cumplir nuestras propias
expectativas o las de los demás; también por el simple hecho de no querer ver
lo que nos sucede o sentir lo que sentimos, como una manera de justificarnos.
Ocurre en
relación a las relaciones de pareja cuando, por ejemplo, no queremos darnos
cuenta de que la situación es insostenible o nuestros sentimientos no son los
mismos o en las adicciones, cuando la persona cree controlar su consumo; en las
relaciones sociales y políticas…
El
autoengaño es una importante defensa que tenemos ante las amenazas de peligros,
que se erige como una armadura que nos protege de las experiencias que nos
resultan difíciles de asimilar, una coraza del carácter como Willhelm Reich lo
llamaba. Un escudo tras el cual se encuentra el yo, que utiliza para protegerse
de la ansiedad en su tránsito por un mundo que a veces, es categorizado como
hostil.
Así, cuanto
mejor nos engañamos a nosotros mismos, mejor engañaremos a los demás. Pues la
mejor manera de esconder un engaño profundamente es no siendo consciente de él.
Los efectos del autoengaño
El
autoengaño puede tener efectos diversos y, en ocasiones, un coste muy alto. En
estos casos, el mundo de la persona se encuentra fragmentado ya que la
información que se obvia e ignora se encuentra en el inconsciente, quedando
suplantada por la mentira de la consciencia.
Así, como
Daniel Goleman afirma en su libro “El punto ciego”, el primer paso necesario
para despertar del autoengaño consiste en darnos cuenta de la forma peculiar en
la que estamos dormidos. Es decir, barajar la posibilidad de que en algún
aspecto de nuestras vidas podemos estar autoengañándonos primero, para luego
poder adentrarnos en la tela de araña que nos hemos construido para escapar de
la realidad.
Pues no
solemos darnos cuenta de lo que nos desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de
que no nos damos cuenta… La mayoría de nosotros acordamos un pacto, sin
saberlo, con el viejo proverbio árabe:
“No despiertes al
esclavo porque quizá está soñando que es libre”. Pero el sabio dirá:
“¡Despierta al esclavo!” Especialmente si sueña con la libertad. Despiértenlo y
háganle ver que es un esclavo; solo mediante esa conciencia podrá quizá
liberarse”.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/mentiras-nos-sostienen/
jueves, 28 de abril de 2016
En mi caso, prefiero amar con todas las consecuencias y dar espacio a conocer a la otra persona, es la única manera. Ya se verá después si funciona o no. Pero si de antemano estamos con el freno, es normal que fracase porque inconscientemente, lo estamos atrayendo.
POR QUÉ HOY EN DÍA YA QUEREMOS MARCHARNOS ANTES DE EMPEZAR LAS RELACIONES
POR QUÉ HOY EN DÍA YA QUEREMOS MARCHARNOS ANTES DE EMPEZAR LAS RELACIONES
Ahora todos
los amoríos son fugaces.
Algunas
historias de amor no tienen un final feliz pero tampoco son tristes. Algunas
historias de amor son, sencillamente cortas. El amor en síntesis, el amor fugaz
o el amor esquemático que no le resta pasión, ni intensidad ni importancia a
una historia. Una vez nos contaron esta historia de amor corta, que duró el
tiempo que dura un beso. Y este parece ser el sino de las relaciones
actualmente.
Sólo
procuramos un acercamiento y triunfamos con un beso, que acaba en despedida
acelerada por ser poco valientes y no entregar el resto. Huimos de las
relaciones, como escapamos de la felicidad bien entendida, de todos esos
momentos que crean el puzzle de mil fichas que nos empeñamos en dejar a medias
a sabiendas de lo que supone para el alma el reconforte de sentirnos completos
y exhaustos, por haber dado el máximo, llenando el corazón y vaciando la tripa.
Extasiados.
Nos hemos
acostumbrado a vendernos en un beso, negando el resto de nuestra existencia,
siendo incapaces de prestar atención al resto de gestos y acciones que
completan el círculo. Nos asustamos cuando estamos delante de aquello
que nos apetece hacer, compartir o conocer. No nos atrevemos a buscar ese
instante, porque sabemos que tan sólo depende de nosotros y es por esto que una
vez acabamos, se acabó el amor.
Antes de
empezar ya queremos marcharnos y como mucho, sellamos el pacto con besos, besos
vacíos. Pero mañana… a otra cosa mariposa que mi vida es mía y la tuya es tuya
y no vengas aquí a invadir mi espacio, que no tengo ganas de ponerme en plan
drama. Vivimos en la más absurda incoherencia, buscándonos y perdiéndonos.
Convirtiendo nuestra vida en un desencuentro bestial, dónde gana quien más
miedo tenga, donde pierde quien más ganas de intentarlo muestre.
No nos
atrevemos a darnos por si es un espejismo, porque antes que probar lo que es
real y asumir mantenerlo, prefieres resignarte en lo conocido y en todo lo
viejo, porque no nos queremos lo suficiente, porque no nos tratamos como
merecemos y preferimos pactar con el ‘postureo’ evidente de esta sociedad
mugrienta y ‘robotizada’. Nos asusta mostrarnos como nos asusta emocionarnos en
público, como si mostrarnos humanos fuera signo de debilidad y rareza.
Por esto, te
digo que si no te atreves a vender más caro tu amor y la eternidad, déjalo, no
hay prisa, limítate a esperar y quemar los días y las horas, haz como los peces
muertos que flotan y siguen la corriente. Mientras tanto, yo he decidido que mi
próximo amor durará lo que queramos que dure, pero jamás será la eternidad de
un beso.
Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-por-que-hoy-en-dia-ya-queremos-marcharnos-antes-de-empezar-las-relaciones-9788
martes, 26 de abril de 2016
LAS EMOCIONES NEGATIVAS TIENEN UNA PARTE
POSITIVA
Si hablamos de
emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos
impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que
aprendemos desde niños. El problema es que cuando pienso que una emoción es
mala tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que
tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla solo la padezco.
Dr. Norberto Levy
Las
emociones, al igual que las sensaciones y las percepciones, forman parte del
ser humano y está en nuestra naturaleza propia el poder manifestarlas, el
problema no lo representan las emociones en sí, como creemos muchas personas,
realmente el problema radica en cómo las interpretamos, cómo las manifestamos y
cómo las manejamos.
Tendemos
entonces a clasificar las emociones positivas de las emociones negativas casi
automáticamente; según el Dr. Levy hay tres emociones consideradas básicas y
universales, el miedo, la ira y la culpa, más sin embargo, el prototipo de la
emoción negativa es la envidia y la más inhibitoria es la vergüenza.
Más allá de
estas emociones primarias, sentimos una inmensa cantidad de emociones
diariamente y a lo largo de nuestra existencia, que calificamos casi de forma
inmediata como negativas, como lo son el miedo, el enojo, la culpa, los celos,
entre otras, sin embargo, es importante sacar bien del mal y del mal el menos,
por ejemplo, el miedo representa una señal en nuestro sistema, en nuestro
cuerpo y en nuestra manera de afrontar las cosas, al igual que un tablero de
auto que enciende una luz roja para que no desestimemos que algo está
ocurriendo, sin embargo, nos enseñan desde pequeños a olvidar el miedo y nos
dicen sencillamente que no es necesario sentirlo, ojalá esta apreciación fuera
suficiente para que el miedo desapareciera.
No se trata
de dejar de sentir el miedo, sino de poner atención en el presente a aquello
que nos está generando esta emoción, buscar su causa y raíz y poder controlar
nuestra reacción determinando si realmente puede dañarnos.
El enojo por
su parte, deriva de la frustración y básicamente es importante determinar si
esta emoción de enojo nos permite resolver la situación o sencillamente solemos
transformarla en resentimiento, si ocurre de esta manera, entonces el enojo se
convierte en una emoción destructiva, no solo para nosotros mismos sino para
los demás, si por su parte el enojo nos permite solucionar una situación
determinada, estaremos activando la parte positiva de esta emoción.
La emoción
de la culpa tiene que ver directamente con nuestro sentido moral, con nuestros
valores y principios, sentir esta emoción nos activa inmediatamente esa
autolimitante que tenemos todos los seres humanos y en lugar de convertirla en
una sensación autodestructiva para torturarnos, es preferible utilizarla para
corregir la acción que hayamos cometido; la culpa puede convertirse en una gran
aliada y guía para determinar nuestras acciones.
La envidia,
los celos y la vergüenza, son emociones y situaciones universalmente humanas,
la envidia nos las produce la constante necesidad que tenemos de comparar
nuestra situación a la de los demás y de sentirnos insatisfechos ante algo que
no hemos logrado; por su parte los celos, siendo una emoción ante el miedo a la
pérdida, es necesario prestar atención al estímulo que lo produce y a la
reacción que solemos tener, esto nos permitirá diferenciarlo de un estado
normal de celos a un estado patológico; y por último la vergüenza, que representa
una especie de pérdida sorpresiva e intensa de la autoestima y por lo general
está ligada a la autoexigencia y al perfeccionismo, todas estas emociones
pueden convertirse en verdaderas aliadas a nuestra vida y contribuir a nuestro
progreso, contribuir a nuestra necesidad de ser cada día mejores personas y
mejores seres humanos.
Saquemos
bien del mal y del mal el menos y activemos de las emociones que consideramos
negativas, esa parte positiva inherente a ellas.
Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-las-emociones-negativas-tienen-una-parte-positiva-12708
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