sábado, 30 de abril de 2016

AUTOENGAÑO: MENTIRAS QUE NOS SOSTIENEN

Todos, de alguna forma u otra estamos familiarizados con las mentiras. Habrá algunos más valientes que sean capaces de admitir que mienten; otros en cambio, parecen querer librarse de esta condena.

Lo cierto es que, ¿quién no se ha contado una mentira a sí mismo? Quizás, todavía es demasiado pronto para que te des cuenta… Reflexionemos sobre ello.

“La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente sano”
-Nietzsche-

El engaño como compañero de vida

El engaño o la mentira son inherentes a la vida en todos sus aspectos. Hasta la naturaleza lo utiliza como recurso, piensa en los virus que son capaces de engañar a nuestro sistema inmunitario para entrar en nuestro cuerpo o el baile de confusiones y mentiras entre depredadores y presas, con tal de conseguir cada uno de ellos su objetivo: su supervivencia. Pero, ¿qué hay de nosotros?

Más allá de las mentiras revestidas de alguna intención para conseguir algo concreto, existen esas clases de mentiras que son capaces de sostenernos durante un tiempo o incluso toda la vida. Son mentiras elaboradas para esquivar la realidad y tienen como refugio a la inconsciencia.

Dostoyevski escribía en “Memoria del subsuelo“:

“Todo ser humano tiene algunos recuerdos que solo contaría a sus mejores amigos. De la misma manera, también podríamos decir que todo ser humano tiene preocupaciones que ni siquiera contaría a sus mejores amigos sino tan solo a sí mismo y, aún así, lo haría en el mayor de los secretos. Pero, además existen cosas que uno ni siquiera se atreve a contarse a sí mismo. Hasta los más honrados de los hombres tienen una buena cantidad de esa clase de pensamientos almacenados en algún rincón de su mente".

Nadie está libre del autoengaño

En el autoengaño es importante el lenguaje, además de la consciencia. Pues, aunque en realidad no deja de ser lo que es, teniendo en cuenta que cada uno construimos la nuestra, es a través del lenguaje como la realidad se describe y se transmite. Además, para nosotros, al final no deja de ser un reflejo de cómo nos la contamos.

Teniendo en cuenta que las personas tenemos una gran capacidad para crear creencias sesgadas en todos los ámbitos de nuestra vida, ¿quién se libra de las suposiciones o confabulaciones?

Somos víctimas de nuestras propias trampas para sobrevivir en nuestro día a día

Mentiras para esquivar la realidad

Existe todo un entramado de mentiras que nos sostienen y que, en ocasiones, son las esposas o los grilletes que nos atan a determinadas situaciones sin que nos demos cuenta, son las culpables de que muchas veces tengamos la sensación de que, hagamos lo que hagamos, no avanzamos.

“La verdad tiene estructura de ficción”
-Jacques Lacan-

Cuando la fuerza de los hechos se torna brutal o amenazante, a veces el temor al sufrimiento hace que intentemos esquivar la realidad, bloqueando nuestra atención y autoengañándonos. Así, rellenamos esos espacios vacíos con explicaciones, imaginaciones o fantasías, de manera automática. De ahí el popular refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente“.

De esta manera, si no veo, si no me percato de lo que sucede, el peligro disminuye, mi ansiedad se calma y me permito continuar. Los hechos han sido ignorados y hemos modificado el significado de la experiencia. La mentira está presente, pero sin darnos cuenta, oculta tras los silencios, las justificaciones, las negaciones y los castillos de cristales construidos.

La impostura se mantiene gracias al poder de nuestra atención selectiva para ocultar, transfigurar y difuminar las verdades dolorosas, reelaborando un disfraz más aceptable para nosotros.

Un disfraz que nos recuerda al “falso self” de Winnicott, en el cual la mentira se considera parte del desarrollo natural de la identidad del ser humano, desde la temprana infancia. Disfraz que permite mitigar la angustia y el sufrimiento generados por las expectativas que los padres depositan en sus hijos y ante las que éstos no llegan, renegándose a sí mismos, para finalmente llegar a construir su personaje de acuerdo al ideal que sus padres han establecido.

El autoengaño en el día a día

El autoengaño también puede generarse para llegar a cumplir nuestras propias expectativas o las de los demás; también por el simple hecho de no querer ver lo que nos sucede o sentir lo que sentimos, como una manera de justificarnos.

Ocurre en relación a las relaciones de pareja cuando, por ejemplo, no queremos darnos cuenta de que la situación es insostenible o nuestros sentimientos no son los mismos o en las adicciones, cuando la persona cree controlar su consumo; en las relaciones sociales y políticas…

El autoengaño es una importante defensa que tenemos ante las amenazas de peligros, que se erige como una armadura que nos protege de las experiencias que nos resultan difíciles de asimilar, una coraza del carácter como Willhelm Reich lo llamaba. Un escudo tras el cual se encuentra el yo, que utiliza para protegerse de la ansiedad en su tránsito por un mundo que a veces, es categorizado como hostil.

Así, cuanto mejor nos engañamos a nosotros mismos, mejor engañaremos a los demás. Pues la mejor manera de esconder un engaño profundamente es no siendo consciente de él.

Los efectos del autoengaño

El autoengaño puede tener efectos diversos y, en ocasiones, un coste muy alto. En estos casos, el mundo de la persona se encuentra fragmentado ya que la información que se obvia e ignora se encuentra en el inconsciente, quedando suplantada por la mentira de la consciencia.

Así, como Daniel Goleman afirma en su libro “El punto ciego”, el primer paso necesario para despertar del autoengaño consiste en darnos cuenta de la forma peculiar en la que estamos dormidos. Es decir, barajar la posibilidad de que en algún aspecto de nuestras vidas podemos estar autoengañándonos primero, para luego poder adentrarnos en la tela de araña que nos hemos construido para escapar de la realidad.

Pues no solemos darnos cuenta de lo que nos desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de que no nos damos cuenta… La mayoría de nosotros acordamos un pacto, sin saberlo, con el viejo proverbio árabe:

“No despiertes al esclavo porque quizá está soñando que es libre. Pero el sabio dirá: “¡Despierta al esclavo!” Especialmente si sueña con la libertad. Despiértenlo y háganle ver que es un esclavo; solo mediante esa conciencia podrá quizá liberarse.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/mentiras-nos-sostienen/


jueves, 28 de abril de 2016

En mi caso, prefiero amar con todas las consecuencias y dar espacio a conocer a la otra persona, es la única manera. Ya se verá después si funciona o no. Pero si de antemano estamos con el freno, es normal que fracase porque inconscientemente, lo estamos atrayendo.

POR QUÉ HOY EN DÍA YA QUEREMOS MARCHARNOS ANTES DE EMPEZAR LAS RELACIONES

Ahora todos los amoríos son fugaces.

Algunas historias de amor no tienen un final feliz pero tampoco son tristes. Algunas historias de amor son, sencillamente cortas. El amor en síntesis, el amor fugaz o el amor esquemático que no le resta pasión, ni intensidad ni importancia a una historia. Una vez nos contaron esta historia de amor corta, que duró el tiempo que dura un beso. Y este parece ser el sino de las relaciones actualmente.

Sólo procuramos un acercamiento y triunfamos con un beso, que acaba en despedida acelerada por ser poco valientes y no entregar el resto. Huimos de las relaciones, como escapamos de la felicidad bien entendida, de todos esos momentos que crean el puzzle de mil fichas que nos empeñamos en dejar a medias a sabiendas de lo que supone para el alma el reconforte de sentirnos completos y exhaustos, por haber dado el máximo, llenando el corazón y vaciando la tripa. Extasiados.

Nos hemos acostumbrado a vendernos en un beso, negando el resto de nuestra existencia, siendo incapaces de prestar atención al resto de gestos y acciones que completan el círculo. Nos asustamos cuando estamos delante de aquello que nos apetece hacer, compartir o conocer. No nos atrevemos a buscar ese instante, porque sabemos que tan sólo depende de nosotros y es por esto que una vez acabamos, se acabó el amor.

Antes de empezar ya queremos marcharnos y como mucho, sellamos el pacto con besos, besos vacíos. Pero mañana… a otra cosa mariposa que mi vida es mía y la tuya es tuya y no vengas aquí a invadir mi espacio, que no tengo ganas de ponerme en plan drama. Vivimos en la más absurda incoherencia, buscándonos y perdiéndonos. Convirtiendo nuestra vida en un desencuentro bestial, dónde gana quien más miedo tenga, donde pierde quien más ganas de intentarlo muestre.

No nos atrevemos a darnos por si es un espejismo, porque antes que probar lo que es real y asumir mantenerlo, prefieres resignarte en lo conocido y en todo lo viejo, porque no nos queremos lo suficiente, porque no nos tratamos como merecemos y preferimos pactar con el ‘postureo’ evidente de esta sociedad mugrienta y ‘robotizada’. Nos asusta mostrarnos como nos asusta emocionarnos en público, como si mostrarnos humanos fuera signo de debilidad y rareza.

Por esto, te digo que si no te atreves a vender más caro tu amor y la eternidad, déjalo, no hay prisa, limítate a esperar y quemar los días y las horas, haz como los peces muertos que flotan y siguen la corriente. Mientras tanto, yo he decidido que mi próximo amor durará lo que queramos que dure, pero jamás será la eternidad de un beso.


Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-por-que-hoy-en-dia-ya-queremos-marcharnos-antes-de-empezar-las-relaciones-9788


martes, 26 de abril de 2016

LAS EMOCIONES NEGATIVAS TIENEN UNA PARTE POSITIVA


Si hablamos de emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que aprendemos desde niños. El problema es que cuando pienso que una emoción es mala tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla solo la padezco.
Dr. Norberto Levy

Las emociones, al igual que las sensaciones y las percepciones, forman parte del ser humano y está en nuestra naturaleza propia el poder manifestarlas, el problema no lo representan las emociones en sí, como creemos muchas personas, realmente el problema radica en cómo las interpretamos, cómo las manifestamos y cómo las manejamos.

Tendemos entonces a clasificar las emociones positivas de las emociones negativas casi automáticamente; según el Dr. Levy hay tres emociones consideradas básicas y universales, el miedo, la ira y la culpa, más sin embargo, el prototipo de la emoción negativa es la envidia y la más inhibitoria es la vergüenza.

Más allá de estas emociones primarias, sentimos una inmensa cantidad de emociones diariamente y a lo largo de nuestra existencia, que calificamos casi de forma inmediata como negativas, como lo son el miedo, el enojo, la culpa, los celos, entre otras, sin embargo, es importante sacar bien del mal y del mal el menos, por ejemplo, el miedo representa una señal en nuestro sistema, en nuestro cuerpo y en nuestra manera de afrontar las cosas, al igual que un tablero de auto que enciende una luz roja para que no desestimemos que algo está ocurriendo, sin embargo, nos enseñan desde pequeños a olvidar el miedo y nos dicen sencillamente que no es necesario sentirlo, ojalá esta apreciación fuera suficiente para que el miedo desapareciera.

No se trata de dejar de sentir el miedo, sino de poner atención en el presente a aquello que nos está generando esta emoción, buscar su causa y raíz y poder controlar nuestra reacción determinando si realmente puede dañarnos.

El enojo por su parte, deriva de la frustración y básicamente es importante determinar si esta emoción de enojo nos permite resolver la situación o sencillamente solemos transformarla en resentimiento, si ocurre de esta manera, entonces el enojo se convierte en una emoción destructiva, no solo para nosotros mismos sino para los demás, si por su parte el enojo nos permite solucionar una situación determinada, estaremos activando la parte positiva de esta emoción.

La emoción de la culpa tiene que ver directamente con nuestro sentido moral, con nuestros valores y principios, sentir esta emoción nos activa inmediatamente esa autolimitante que tenemos todos los seres humanos y en lugar de convertirla en una sensación autodestructiva para torturarnos, es preferible utilizarla para corregir la acción que hayamos cometido; la culpa puede convertirse en una gran aliada y guía para determinar nuestras acciones.

La envidia, los celos y la vergüenza, son emociones y situaciones universalmente humanas, la envidia nos las produce la constante necesidad que tenemos de comparar nuestra situación a la de los demás y de sentirnos insatisfechos ante algo que no hemos logrado; por su parte los celos, siendo una emoción ante el miedo a la pérdida, es necesario prestar atención al estímulo que lo produce y a la reacción que solemos tener, esto nos permitirá diferenciarlo de un estado normal de celos a un estado patológico; y por último la vergüenza, que representa una especie de pérdida sorpresiva e intensa de la autoestima y por lo general está ligada a la autoexigencia y al perfeccionismo, todas estas emociones pueden convertirse en verdaderas aliadas a nuestra vida y contribuir a nuestro progreso, contribuir a nuestra necesidad de ser cada día mejores personas y mejores seres humanos.

Saquemos bien del mal y del mal el menos y activemos de las emociones que consideramos negativas, esa parte positiva inherente a ellas.


Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-las-emociones-negativas-tienen-una-parte-positiva-12708