lunes, 11 de abril de 2016

LA MAGIA DE SER MUJER DESPUÉS DE LOS 40

Mujer, ya no tenemos la figura de los 20 años, pues las piedras del camino han moldeado nuestro cuerpo. Nuestra mirada es cómplice, pues se ha formado durante años, permitiéndonos manejar el arte de amar a nuestros hijos, a nuestra pareja, a nuestros familiares y a nuestros amigos.

Acumulamos de manera perfecta la experiencia y la juventud, lo que nos hace dominar el arte y el manejo de nuestra esencia, sumando vida a los años que hemos disfrutado y que nos quedan por disfrutar.

Porque una mujer de más de 40 deja huella por dónde camina, haciéndose dueña de sus pasos. Siente que pisa fuerte, transmite seguridad en sí misma y ha logrado una estabilidad y un equilibrio emocional y personal que hipnotiza.

“Se necesita mucho valor para amar a las mujeres marcadas por el pasado, aquellas de carácter fuerte pero de corazón bueno. Se necesita mucho amor para curar las heridas y las desilusiones.

Pero, sobre todo, se necesita ser inteligente, porque son tan maduras y tan experimentadas que ya no creen en lo que sienten, sino en lo que estés dispuesto a hacer por ellas.”

-Walter Riso-

Más de 40 soplos de aire fresco…

Los 40 y los 50 son un momento peculiar, en el que te encuentras entre dos generaciones que ponen en evidencia lo efímero de la vida, por eso nos damos cuenta de que hay que aprovecharla y conciliar nuestros mundos. Dejas de preocuparte por lo que pasó y por el que pasará para comenzar a disfrutar de lo que está pasando.

A partir de los 40 por fin entendemos que cada persona que te encuentras tiene un papel. Algunas personas te ponen a prueba, otra te utilizan, no falta quien te ama y te enseña, pero las personas realmente importantes son las que sacan lo mejor de ti. Son y serán personas pocos comunes y extraordinarias las que te recuerdan que todo ha merecido la pena.

¿QUE CUÁNTOS AÑOS TENGO?

Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos y las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas…
Valen mucho más que eso.

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Lo que importa es la edad que siento.

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

-José Saramago-


La magia del momento

Muchas mujeres de más de 40 ya se han visto en situaciones complicadas. Han podido ser renegadas y rechazadas por su sociedad. Han vivido traiciones y desengaños que las han hecho madurar. Han podido sentir en su piel el desgarro de separaciones deshonrosas, de abandonos y de menosprecios.

Están forjadas en el fragor de la batalla y heridas por las flechas más inesperadas. Han cargado sobre sus espaldas gran parte del peso de la vida y, por eso, las mujeres con más de 40 han desarrollado un séptimo sentido que les permite ir más allá, mantenerse serenas y reconciliarse con la vida.

“Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas y, sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales…
Hermosamente reales.”
-Sharon Stone con 48 años-

A modo de chiste, se dice que una mujer de 20 años puede ser atractiva, la mujer de 30 puede ser seductora pero solo después de los 40 se puede ser irresistible. Este es el resultado de una mezcla perfecta entre experiencia y juventud.

De alguna manera, la mujer de más de 40 ha dado un importante paso en la búsqueda del amor, ahora se ama a sí misma mucho más que lo que lo hacía un década atrás.

No te olvides, mujer…

Tienes los años que permiten mirar la vida con calma pero con el interés de seguir creciendo. Ahora es cuando el amor puede ser ardiente o un remanso de paz. Cuando puedes gritar sin miedo tus temores y hacer lo que deseas aun temiendo al fracaso. Hoy puedes amarte, aceptarte y abrazarte, porque los años te han convertido en una persona mucho más plena, mucho más TÚ.




sábado, 9 de abril de 2016

EL AMOR NO ES CONTROL NI EXIGENCIA, ES LIBERTAD Y CONFIANZA

La esclavitud emocional es algo mucho más común y complejo de lo que nos atrevemos a reconocer. Vivimos sometidos a los demás o a nuestros sentimientos, pues nos intentamos convencer de que el amor necesita del sacrificio.

Cuando nos percatamos de esto algo se rompe en nuestro interior. Sentimos como si una ola de negrura se abalanzase sobre nosotros y nos ahogara. Esto nos hace tener la sensación de estar inmersos en un océano de dependencia y de incertidumbre que bloquea nuestra capacidad de reacción.

Sin embargo, este es un primer  y necesario paso, a partir del cual llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata, pudiendo recomponer nuestros pedazos y volviendo a montar nuestra vida.

No obstante, en ese momento es natural no sentirnos capaces de avanzar ni de ir más allá, por lo que podemos sentir un bloqueo lleno de incertidumbre que nos somete.

La esclavitud emocional

“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.

Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.

Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.

Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie.

Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo.”

En Once Minutos, de Paulo Coelho

Lo cierto es que la única manera de ser feliz con alguien es comprender que nosotros somos nuestros únicos dueños. Por eso, es indispensable trabajar con la comodidad de estar solo y poder mantener un diálogo interno saludable.

De esta manera, la compañía se convertiría en elección y no en necesidad, ya que entonces nuestros pensamientos ya no serían en términos de “te necesito en mi vida”, sino de “te prefiero en mi vida”.

El amor no se basa en el sacrificio, sino en la paz y en la libertad de quien se ama a sí mismo. Atender a estos sentimientos y necesidades de posesión nos ayudará a frenar las ideas de sometimiento y dependencia que tan normales vemos y con las que convivimos a diario.

Eliminar las expectativas, la clave de la liberación emocional

“Sigo mal, y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo”
Frida Khalo

Nuestra libertad emocional comienza cuando empezamos a comprender quiénes somos y de qué somos capaces sin la ayuda o el apoyo de nadie. O sea, la única manera de alcanzarla y poder vivir con plenitud es deshacernos de nuestras cuerdas y mirar hacia adelante.

El objetivo es no tener esa sensación de poseer o de que nos posean. Nadie pertenece a nadie y, si no entendemos eso, viviremos mermados toda nuestra vida.

Dejamos de ser dueños de nuestro destino en cuanto dependemos de la alabanza, del cariño o de la atención de otra persona. Visto así no es un panorama muy alentador, por eso debemos evitar vivir al lado de la esclavitud.

En definitiva, nuestra autoconfianza y nuestra autoestima son las herramientas ideales para respetarnos y decir adiós a los apegos insanos e innecesarios, pues ayudarán a crear un mundo más acogedor y saludable.




jueves, 7 de abril de 2016

AMA DE CASA: EL ROSTRO DE LAS MUJERES INVISIBLES

Por herencia cultural, por elección personal o por cuestiones circunstanciales contamos en nuestra sociedad con un gran número de mujeres que entregan su vida al cuidado de su casa y de su familia en exclusiva.

A veces esta labor se compagina con otros trabajos remunerados, momentos en los cuales la mujer se vuelve “ama de casa” en paralelo. Sea como sea, ser ama de casa es un duro trabajo sin reconocimiento y que prácticamente hasta el día de hoy se asume casi por imposición en gran medida por parte de las mujeres.

En este artículo nos referiremos a las amas de casa como el colectivo de mujeres que dedican, en exclusiva o no, su vida laboral y personal al cuidado de la casa y de su familia, haciendo la comida, limpiando y preocupándose porque cada día todo esté acorde con las necesidades de la familia.

Su rostro invisible, su carga emocional

Una mujer que es ama de su casa no tiene remuneración ni suele gozar de reconocimiento social. Es un trabajo de 24 horas que dura 365 días al año, que no tiene vacaciones ni conoce el despido, que requiere saber de todo, ser cocinera, maestra, niñera, entrenadora, guardaespaldas, GPS, doctora, secretaria, guardia de la noche y del día…

La carga de trabajo está determinada la amplitud de la familia, por el tamaño y la ubicación de la vivienda, por el estatus social del que se goce, etc. Además, el horario de mayor trabajo es altamente fluctuante pero, sobre todo, nunca cesa.

El trabajo doméstico es socialmente invisible desde el momento en el que aquellas mujeres que se dedican a él son consideradas como inactivas en censos y en estadísticas.

No es un trabajo remunerado y prácticamente está exento de un verdadero reconocimiento, pues a pesar de que emocionalmente puede dársele valor, es habitual que haya etapas o núcleos familiares y sociales que no contemplen la importancia y la dificultad de conducir una familia cada día.

Limpiar, planchar, hacer la compra, cuidar de la pareja, de los niños o de los hijos cuando son mayores, tener a punto las comidas perfectas, mantener la igualdad y la paz en el reino… Todo ello sin pestañear y llegando incluso a dejar en segundo plano el cuidado de una misma.

En este sentido, dejar de cuidarse es un error demasiado común que muchas veces deriva en consecuencias no demasiado positivas para el ánimo y el sentir de una mujer. Esto puede dar lugar, en conjunción con la falta de reconocimiento, a problemas de ansiedad, depresión y síntomas somáticos. Veamos esto con más detenimiento.

Ansiedad, depresión y síntomas somáticos en las amas de casa
Partiendo de la base de que la depresión y la ansiedad son problemas más comunes entre las mujeres, estos son mayores en el caso de aquellas mujeres que no poseen un trabajo remunerado y lejos del entorno familiar. Es decir, se ha encontrado en distintos estudios que las mujeres que trabajan en el hogar padecen más enfermedades crónicas, mayor sintomatología aguda y menor autovaloración de su estado de salud.

Una explicación a esto es la asunción del papel que se desempeña en la vida, así como las injusticias que tienen que vivir ante un rutinario, estresante y poco estimulante papel tradicional como ama de casa y madre.

Este papel está tradicionalmente desprovisto de estructura y contacto social, pues en ciertos momentos y con frecuencia las tareas pueden ser demandantes y frustrantes, así como verse envueltas en gran incertidumbre.

Una mujer que es ama de casa tiene menos control sobre su ritmo de trabajo; asimismo, su posibilidad de descanso y de desconexión es menor y, en ocasiones, nula. El hecho de verse cada día y en cada momento “obligada” a cumplir con las exigencias que acompañan a este trabajo, puede ver mermadas sus fuentes alternativas de satisfacción, menoscabando así su estado de ánimo y su salud general.

En definitiva, la falta de reconocimiento y la invisibilidad del trabajo doméstico puede disminuir en gran medida la autoestima de las mujeres que asumen con o sin ayuda el cuidado y las tareas del hogar.

Por eso, estructurar este trabajo, darle peso social y económico desde los gobiernos, otorgar el valor que le corresponde en el núcleo familiar, proveer de apoyo social y emocional a estas mujeres y fomentar la satisfacción en el desempeño de esta labor, ayudará a que este rostro oscurecido adquiera visibilidad.

El colectivo de las amas de casa es uno de los sectores sociales más olvidados en nuestra cultura. Por eso, es hora de que les otorguemos el poder y el reconocimiento que les corresponde pues, sin duda, es uno de los trabajos más duros, más imprescindibles y más entregados que existen. Que no se nos olvide nunca.




miércoles, 6 de abril de 2016

HAY QUIEN NO TE QUIERE PERDER PERO NO SABE CÓMO CUIDARTE

Hay quien no se preocupa por cuidarte, por tenerte en cuenta, y sin embargo, construye sobre un ti un alto cerco donde no perderte. Son relaciones basadas en el ego de una personalidad codependiente, donde solo se exige y se distorsiona algo tan noble como es el afecto, que da luz y no tardes de lágrimas. El miedo a que el ser amado se aleje de nosotros implica por encima de todo una falta de confianza, y en ocasiones, hasta la peligrosa idea considerar a la pareja como a una posesión personal. Toda relación basada en alguna forma de temor, genera, inevitablemente, un alto sufrimiento.

“Hay quien no sabe cómo cuidarte, quien no intuye tus tristezas o la marca tantos desengaños; pero recuerda: si no te tienen en cuenta, no olvides tenerte en cuenta a ti mismo/a. Escucha tu corazón y atiéndete.”

Por extraño que nos parezca, existen muchas parejas que mantienen este tipo de relación a lo largo del tiempo. Te invitamos a conocer las causas y saber actuar de forma adecuada, protegiendo siempre tu autoestima.

El codependiente controlador y el compasivo

En un interesante artículo publicado en la revista “World of phychology” nos definían dos tipos de personalidad que perfilan muy bien ese tipo de relaciones tan desiguales, pero estables en el tiempo, donde uno controla y el otro lo permite. Las características básicas serían las siguientes:

El codependiente controlador vive el compromiso como un tipo de adicción. Bajo la necesidad de dominio subyace una falta de autoconfianza, en la cual, debe desplegar estrategias y mecanismos de defensa para inhabilitar a la otra persona y tenerla así bajo sus redes.

La ansiedad que siente el codependiente controlador es tan elevada, que dejan de existir espacios propios para existir solo un solo “micromundo” en común cargado de desconfianza, reproches y emociones negativas.

La palabra “compasivo”, por su parte, hunde sus raíces latinas en “cum-passio” (sufrimiento compartido). La persona compasiva es muy consciente de la dependencia de la pareja, de su necesidad de controlar por miedo a perder.

Ahora bien, a pesar de ello, no puede evitar seguir amándolo/a, atendiéndolo y priorizando a su vez a la otra persona por encima de sí mismo/a. Son relaciones complejas que decaen en un círculo del dolor muy característico.

Cuidarte a ti por encima de todas las cosas

Tanto la necesidad de control como la dependencia, son dos elementos inhibidores que propician el desequilibrio en la relación. Queda claro y todos lo sabemos, que las relaciones afectivas son complejas. Pero, en realidad, deberíamos decir que la complejidad reside en las propias personas y no en la relación como tal. Hay personas que necesitan controlar porque es el único modo en que conciben el amor. Otras, en cambio, aun amando con sinceridad carecen de competencias emocionales para saber demostrar una adecuada reciprocidad. Ahora bien, es importante que en todas nuestras relaciones primemos la “excelencia” por encima de la “exigencia”. Para ello, sería positivo que pusiéramos en práctica las siguientes estrategias.

El amor propio, una relación que debe durar siempre

Es primordial que no olvides nunca la necesidad de cuidarte, de atenderte. Por curioso que parezca, y según nos revela un estudio publicado en la revista “The Journal of Personality and Social Psychology“, las personas más jóvenes tienen una menor autoestima que aquellos que alcanzan los 60 años de edad.

“Una buena autoestima, el autoconocimiento y una buena gestión emocional te harán recordar que quien no te tiene en cuenta, quien no te cuida, no merece tus atenciones y aún menos tus tristezas. Así pues, no dudes en llevarte tus alegrías a otro lugar”

Parece como si el tiempo va poniendo cada pieza de nuestro amor propio en su lugar, como si la experiencia nos esculpiera para llegar a la madurez con mayor aplomo y un mejor equilibrio. Ahora bien, es esencial poder disfrutar de cada ciclo, de cada etapa y para caminar con mayor aplomo reforzar ese vínculo con uno mismo, llamado amor propio.

Sí a una relación emocional consciente

Las relaciones que funcionan y que nos traen la felicidad son maduras y conscientes emocionalmente:

No hay necesidad de control porque no subyacen miedos, temores, inseguridades ni la voluntad de vulnerar el espacio personal del ser amado.

Las personas conscientes y maduras comparten su plenitud, no traen sombras de egoísmos ni vacíos que otros deban cubrir.

Las relaciones maduras se cuidan y, a su vez, permiten que cada uno tenga en cuenta su propio crecimiento, sintiéndose libre y siendo al mismo tiempo, parte de un proyecto en común.

Para concluir, la sensación de que alguien nos exige, nos controla y no nos tiene en cuenta puede extenderse más allá de las relaciones de pareja. La familia o los amigos pueden sin duda ejercer el mismo comportamiento.Actúa, defiende territorios, cuida tus derechos y, por encima de todo, escucha la voz de tu corazón pidiendo respeto. Cuidarte es fundamental. Cuida tu autoestima, porque nadie es egoísta por cuidar de sí mismo.