lunes, 28 de marzo de 2016

NO PUEDO CAMBIAR EL PASADO PERO EL PRESENTE ESTÁ EN MIS MANOS

Hay personas que se centran en el pasado y eso les impide avanzar hacia un futuro mejor. Ese pasado puede doler pero no se puede cambiar por mucho que queramos. Es por eso que la vida consiste en disfrutar del poder del ahora y de vivir el presente para poder encontrar el camino de la felicidad.

La conciencia está en el aquí y ahora

Para vivir en el momento presente tu conciencia deberá estar centrada en el aquí y ahora. No te sentirás preocupado por el futuro ni los sentimientos negativos te prohibirán avanzar a causa de tu pasado. El vivir en el presente implica que estás viviendo en lo que te está pasando ahora mismo.

El pasado y el futuro son como ilusiones, están en tu mente, sin embargo el pasado ya no existe y el futuro aún no se ha creado. La realidad es que el mañana nunca llega, puesto que es tan solo un concepto que tenemos para poder entender la línea del tiempo. Un tiempo que siempre es ahora, en este preciso instante.

“La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente.”
-Albert Einstein-

Vivir en el presente podrá cambiar tu vida

Si no vives en el presente es porque estás viviendo una ilusión. ¿Cuántas veces te has preocupado e incluso te has sentido mal por cosas que no sabes si realmente van a suceder? ¿Cuántas veces te has culpado por errores cometidos sin importar el tiempo que ha pasado? Si esto lo has hecho demasiadas veces es porque en ocasiones te sientes atrapado en las ilusiones pasadas y futuras.

Vivir en el presente te ayudará a mejorar tu bienestar emocional, pero también podrá mejorar tu salud física. No vivir en el presente, lo afectará gravemente. El estrés mental a causa de vivir en la ilusiones y preocupaciones tendrá un impacto negativo en tu salud física y emocional.

Cuando vives en el presente y haces las paces con tu pasado y no intentas controlar tu futuro… estarás viviendo en la aceptación. Empezarás a aceptar la vida tal y como es ahora no cómo te hubiera gustado que hubiera sido.

Cuando vives en la aceptación, te darás cuenta de las cosas tal y como son. Podrás perdonarte a ti mismo por los errores cometidos en el pasado y podrás encontrar la paz en tu corazón sabiendo que lo que deberá pasar, pasará.

Hay veces que resulta difícil vivir en el presente

Hay personas que sienten profunda ansiedad porque se quedan mirando atrás o porque no paran de predecir el futuro. Pero la mayor razón por la que muchas personas les cuesta vivir en el presente es porque no nos callamos ni dejamos de pensar. Constantemente estamos hablando de nosotros mismos, nos cuesta escuchar otra cosa que no sean nuestros pensamientos… y nos olvidamos de conectar con la realidad.

A las personas nos gusta crear historias, contarlas y escucharlas de otros para compararlas con las nuestras. Esto no es malo y en cierto modo la vida son historias. El problema comienza cuando sentimos la necesidad de crear historias sobre todo y confundimos el mundo. La realidad no es un concepto, la realidad es el ahora. Cuando nos damos cuenta de esto la paz estará en nuestro interior.

“El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente.”
-Gustave Flaubert-

Libérate del pasado y empieza a vivir ahora

Lo peor de vivir en el pasado o pensar constantemente en el futuro es que estás renunciando a tu poder interno. Si no vives en el ahora estarás renunciando a tu vida, estarás vetando tu capacidad de creación y olvidando que sólo tú tienes la oportunidad de moldear tu vida para tu bienestar emocional.

Si necesitas hacer cambios en tu vida para estar mejor, no esperes más y hazlos ahora. Sólo empezando a caminar encontrarás tu camino. Si estás viviendo en el pasado, debes saber que no puedes hacer nada por cambiarlo y si sólo te preocupas por el futuro… no puedes hacer nada para mejorarlo a no ser que lo hagas ahora, en el presente. Si quieres vivir en paz con tu pasado y en un futuro mejor, acepta la realidad que tienes hoy.

Parece complicado vivir en el presente, pero sólo tendrás que romper las cadenas del pasado y dejar de predecir lo que ocurrirá en el futuro. Trabaja en el presente y el pasado sólo serán buenos recuerdos y el futuro el camino que estás recorriendo.




sábado, 26 de marzo de 2016

O TE VAS O TE QUEDAS, PERO NO TE QUEDES EN LA PUERTA A ESTORBAR

Hay relaciones de pareja en las que parece que su juego favorito es “Ni contigo ni sin ti”. Esas donde se vuelve parte de la rutina que uno de los dos aparezca y desaparezca como por arte de magia. Es decir, llevan tiempo juntos, pero no son capaces de mantener una cercanía por mucho tiempo, así que se separan y vuelven a regresar. Entre ellos existen siempre situaciones inconclusas por lo que no se pueden alejar definitivamente, ya sea porque no pueden o no son capaces de cerrar ciclos por diferentes motivos, como la represión de un sentimiento, insatisfacción y remordimientos.

Son personas que no son capaces de mantener una relación sana, no pueden mantener una cercanía por mucho tiempo, se aburren, se cansan, se estresan. Cuando están juntos acaban mal, pero si se separan, se extrañan, se necesitan tanto que no pueden vivir lejos, sólo piensan en volver a estar juntos y así ¡la historia se repite! hasta que todo termina en un círculo vicioso. Es una situación que se da a menudo cuando hay “Dependencia Emocional”. No estamos bien, algo nos empuja a alejarnos de la otra persona, pero cuando lo hacemos, al poco tiempo nos invade una necesidad imperiosa de volver junto a él/ella. Y al juntarnos de nuevo, volvemos al mismo punto anterior. Una y otra vez. Nos vamos desgastando cada vez más, pero hemos entrado en una dinámica de la que nos está siendo muy difícil salir.

¿Por qué sucede?

La ruptura suele tener en este caso como característica principal la confusión y al mismo tiempo la claridad cada vez que se separan, dejando siempre la puerta abierta para el reinicio. Las rupturas suelen darse por: rasgos de personalidad de tu pareja que te resultan intolerables, insatisfacción, frustración, constantes peleas, deseo de salir con otras personas.

“En las relaciones intermitentes, cada vez que se vuelve se apuesta porque “esta vez será todo maravilloso”. Se apuesta por una promesa, no por una realidad.”

El regreso depende en mucho del tiempo de separación, en donde las causas de la misma, a la distancia, no se ven tan graves o parecen más fáciles de solucionar y se piensa que “esta vez todo será diferente”. Entre las causas más comunes para volver están: Sentimientos románticos persistentes hacia la pareja (como cuando la separación más que voluntaria fue vista como un mal necesario), creencias que esa pareja es “la pareja” de tu vida o “tu media naranja”, extrañar estar en una relación (bajo la premisa de que una mala relación es mejor que ninguna relación, pensamiento muy común de aquellos que no pueden o no saben estar en soledad), personas que buscan la comodidad de estar en una relación o la aparición de posibles pretendientes para tu ex pareja, lo que la hace aún más atractiva e incrementa el deseo de querer recuperarle.

Este tipo de relaciones gozan y sufren los rigores de un parque de diversiones emocional: un día, la cueva del miedo llena de fantasmas aterradores; al día siguiente, el castillo encantado del mundo de la fantasía, en el que todo se ve color de rosa; poco después el jardín de los horrores con sus torturas y sus bestias salvajes; y siempre, siempre, la montaña rusa con sus subidones y sus declives, con su vértigo y su emoción ¡y todo eso por un solo ticket y con la misma persona!

La repetición inexorable de las rupturas y las reconciliaciones se adereza con frase como éstas: “Si no me llama hoy voy a morirme”, “¿Y si es verdad que esta vez me deja para siempre?”.

¿Todas estas relaciones son malas o dañinas?

Eso depende del tipo de separación. Hay parejas que aprovechan las separaciones para reflexionar y buscan cambiar lo negativo en cada reconciliación. Hacen de sus rupturas una oportunidad. Pero en cambio, hay otras en que las parejas van y vienen sin hacer muchos cambios en su manera de ser o relacionarse y sustentan su ir y venir en esperanzas y meras expectativas fantasiosas.

Estas situaciones pueden ser muy desgastantes, un amor inconcluso o intermitente puede durar siglos ya que se vuelve adictiva. Generan melancolía y quitan la energía, ya que produce interacciones negativas como discusiones, peleas, falsas expectativas al pensar que al intentarlo de nuevo todo cambiará, causa mucha insatisfacción por la calidad de la relación, por lo que es necesario solucionarlas de inmediato.

Una relación en la que no se sabe lo que se quiere, en donde es difícil el equilibrio emocional, es de lo peor que nos puede pasar, nos estancamos, no vamos hacia adelante ni hacia atrás, si has dicho muchas veces que será la última vez, ahora cúmplelo, si alguien te dice “hasta nunca”, con mayor razón no lo dejes volver a entrar a tu vida de nuevo, si dice “hasta nunca” que sea para siempre.

“Si alguien quiere entrar a tu vida, que entre; si alguien quiere salir, que salga; pero que no se quede en la puerta porque estorba.”




jueves, 24 de marzo de 2016

HEREDAMOS POR EL ADN LAS EXPERIENCIAS DE NUESTROS ANTEPASADOS

Vamos a plantear una pregunta con cierta ingenuidad: ¿cómo sabe el ADN humano dónde colocar sus piezas para crear exactamente un ser humano particular? No hablamos de un individuo de la especie humana sino a una persona concreta, hijo o hija de ciertos padres, descendiente de cierta genealogía.

De primera impresión podríamos pensar que la naturaleza trabaja sobre un cuadro básico de ingredientes, los cuales apenas sufren modificaciones a lo largo del tiempo. Pero según la investigación de un par de biólogos canadienses, las historias de vida (hábitos, estados emocionales, traumas psicológicos) de nuestros descendientes modifican y otorgan a nuestro material genético un grado extra de precisión.

La historia resumida comienza así:

Un neurólogo y un biólogo entran a un bar, toman un par de tragos y hablan con ligereza de sus respectivas líneas de investigación –al salir han creado un nuevo campo de la genética. Aunque no lo crean, esto es lo que les ocurrió en un bar de Madrid a Moshe Szyf (biólogo molecular y genetista de la McGill University en Montréal) y a su amigo Michael Meaney, neurobiólogo de la misma universidad.

Desde la década de los 70, los genetistas saben que el núcleo de las células utiliza un componente estructural de las moléculas orgánicas, el metilo, para saber qué piezas de información hacen qué –por decirlo así, el metilo ayuda a la célula a decidir si será una célula del corazón, del hígado o una neurona. El grupo metilo opera cerca del código genético, pero no es parte de él. Al campo de la biología que estudia estas relaciones se le llama epigenética, pues a pesar de que se estudian fenómenos genéticos, estos ocurren propiamente alrededor del ADN.

Los científicos creían que los cambios epigenéticos se producían sólo durante la etapa del desarrollo fetal, pero posteriores estudios demostraron que de hecho algunos cambios en el ADN adulto podían resultar en ciertos tipos de cáncer. En ocasiones los grupos metilo se ajustan al ADN debido a cambios en la dieta o a la exposición a ciertas sustancias; sin embargo, el verdadero descubrimiento comenzó cuando Randy Jirtle de la Universidad de Duke demostró que estos cambios podían ser transmitidos de generación en generación.

Si esta jerga genetista es ardua para algunos, digamos que Szyf y Meaney simplemente desarrollaron una innovadora hipótesis mientras tomaban un par de cervezas: si la alimentación y los químicos podían producir cambios epigenéticos, ¿era posible que experiencias como el estrés o el abuso de drogas también pudieran producir cambios epigenéticos en el ADN de las neuronas? Esta pregunta fue el punto de partida para un nuevo campo en el estudio de la genética: la epigenética conductual.

Según este nuevo enfoque, las experiencias traumáticas de nuestro pasado así como las de nuestros ancestros inmediatos dejan una suerte de heridas moleculares adheridas a nuestro ADN. Cada raza y cada pueblo, así, llevaría inscrito en su código genético la historia de su cultura: los judíos y la Shoah, los chinos y la Revolución Cultural, los rusos y los GULAG, los inmigrantes africanos cuyos padres fueron perseguidos en el sur de Estados Unidos, o bien una infancia de maltratos y padres abusivos –todas las historias que podamos imaginar están influídas por nuestros antecesores.

Desde este punto de vista, las experiencias de nuestros ancestros modelan nuestra propia experiencia de mundo no solamente a través de la herencia cultural sino a través de la herencia genética. El ADN no cambia propiamente, pero las tendencias psicológicas y de comportamiento se heredan: así, puede que no sólo tengas los ojos de tu abuelo, sino también su mal carácter y su tendencia a la depresión.

Así como la magia y las terapias psicodramáticas afirman que para curar a una persona es preciso revisar su árbol genealógico, la genética actual comienza a abrirse paso en un nuevo campo que podría hacer que las “maldiciones familiares” sean cosa del pasado.