jueves, 18 de febrero de 2016

Y entonces…

"Y entonces se cansó de ir por el
mundo rogando amor y compañía,
aprendió poco a poco a valerse por
sí misma. Se dio cuenta de que se
merecía lo más bonito, que para vivir
sonreír era un requisito. Se amó tanto
que la llamaron egoísta, pero ella
ya no hacía caso a lo que decían,
ya no perdía el tiempo en tonterías,
solamente sonreía, sonreía, sonreía".


(Kelbin Torres)


miércoles, 17 de febrero de 2016

ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS: REALES, FRECUENTES PERO SILENCIADAS

Cansancio crónico, dolor en las articulaciones, colon irritable…Dolencias comunes que pueden estar generadas por la mente. Son las enfermedades psicosomáticas, frecuentes pero silenciadas “y a las que todos somos vulnerables si traspasamos un umbral”, asegura la neuróloga Suzanne O’Sullivan.

“Todo está en tu cabeza” es la frase que estos pacientes escuchan cuando reciben el diagnóstico de una enfermedad psicosomática, pero también es el título del libro (Ed.Ariel) de esta doctora británica con el que quiere dar un toque de atención a la comunidad médica y a la sociedad.

“Los médicos dejan el diagnóstico psicosomático para el final de la lista, mientras que la gente no es consciente de que se trata de enfermedades reales. Es un error terrible que no se hable de algo tan común”, señala la especialista del National Hospital for Neurology de Londres en una entrevista con EFE.

Una de cada tres personas que acude al médico de cabecera, según estudios citados en el libro, sufre dolencias psicosomáticas, aquellas que generan síntomas físicos derivados de problemas psicológicos.

Las personas con tendencia a la depresión y a la ansiedad, en especial las mujeres, son más proclives a psicosomatizar."Pero nos puede pasar a cualquiera. Todos tenemos un límite y si lo traspasamos nos puede llegar", manifiesta O’Sullivan, una de las mayores expertas en su tratamiento.

Creían estar paralíticos o ciegos

Pero de una simple dolencia, como un dolor estómago por estrés, se puede pasar a un trastorno cuando los síntomas exceden la normalidad e incapacitan poniendo en peligro la salud.

Este es el caso de Matthew, cuyas búsquedas en internet le hicieron creer que padecía esclerosis múltiple hasta el punto de que sus piernas llegaron a paralizarse. O el ejemplo de Yvonne, quien estaba convencida de haberse quedado ciega tras recibir un aerosol de limpieza en los ojos. “Su sensación de ceguera era tan real que ella necesitaba hacerse pruebas una y otra vez para poder encontrar la causa. Es como una adicción”, afirma la doctora.

Pero en ambos casos, experiencias vividas por O’Sullivan y detalladas en su libro, no había enfermedad alguna, todo lo estaba generando la mente que tiene un enorme poder sobre el cuerpo como demuestran las reacciones que no controlamos: lágrimas de tristeza, temblor de manos de nerviosismo o sonrojo de vergüenza.

Detrás de las dolencias y trastornos psicosomáticos hay motivos psicológicos y trastornos emocionales no resueltos. “Sólo se superan estas enfermedades si las detectas a tiempo, una vez establecidas es muy difícil deshacer el nudo”, apunta.

El momento del diagnóstico, decir que el origen de la enfermedad es mental y no físico, suele ser “devastador” y los pacientes pasan de la atención del neurólogo, que ha descartado causas neurocerebrales, al psiquiatra y psicólogo.

Y eso si el médico ha conseguido detectarlo, ya que muchos prefieren diagnosticar una patología física antes que cometer un error. “No se dan cuenta del daño”, apunta la doctora, quien resalta, además, el enorme gasto que esto genera el sistema sanitario.

En el centro de la controversia se sitúa la ausencia de pruebas que corroboren estas enfermedades psicosomáticas y se une la falta de formación en la carrera de Medicina.

“Pero algo está cambiando, hay un grupo de médicos, aunque se cuentan con los dedos de una mano, que están interesados”, señala la neuróloga, quien confía en que aumenten los recursos para poder investigar unas dolencias que se manifiestan de mil maneras diferentes, “por lo que no estoy muy convencida de que influya algún factor genético”.

El trepidante estilo de vida de la sociedad desarrollada actual no es caldo de cultivo de unas enfermedades, según O’Sullivan, que han existido en todas las épocas. En el siglo XIX, por ejemplo, se asociaban con la histeria.




martes, 16 de febrero de 2016

LA VIDA COMIENZA DONDE EL MIEDO TERMINA

La naturaleza humana, sabiamente estructurada nos da dentro de las muchas reacciones que podemos sentir, el miedo, como un recurso que nos permite reaccionar ante un peligro, condicionando nuestro cuerpo para la decisión que tomemos, por lo general entre cualquiera de estas opciones: pelear o huir.

Sin embargo, muchas veces se genera la angustia en nuestra mente ante situaciones que solo ocurren en nuestra mente… Luego ese miedo, reacción necesaria para nuestra supervivencia, se vuelve contra nosotros, generando todos sus efectos, que ante una situación real nos podrían salvar la vida, pero ante la poderosa creación de nuestra mente se tornan limitantes.

Los miedos son nuestros principales obstáculos para disfrutar de la vida que queremos y podemos tener, los miedos son esas vocecitas que nos dicen que es mejor no hacer algo, que es mejor no asumir un reto, que es mejor aguantar una situación porque el cambio puede ser peor… El miedo puede apoderarse de nuestro poder de decisión e interferir de forma negativa en todo lo que podamos hacer con nuestras vidas.

Vivir con sentido común, evitando peligros inminentes, usando nuestro análisis para tomar una decisión, es perfectamente válido, pero vivir con miedo es absolutamente limitador, es lo más cercano a cortarle las alas a un ave, es vivir sin poder demostrar el potencial que tenemos.

Nuestra mente es un instrumento maravilloso, muy complejo, tenemos que saber controlar nuestra mente y no permitir que ella nos controle a nosotros, entendamos que somos más que un cuerpo y que nuestra mente pertenece a nuestro cuerpo, pero somos más que ello, hay una consciencia superior, somos seres espirituales buscando utilizar nuestra vida en este plano para ampliar nuestras experiencias y acercarnos a la unión y la totalidad de la cual nos distanciamos solo en nuestra mente.

Los miedos no nos permitirán aprovechar al máximo nuestra experiencia aquí, harán una barrera entre lo que queremos y podemos hacer, y mientras más poder le demos al miedo, más interferirá en nuestro desarrollo en cualquiera de los planos en los cuales nos manejamos.

Venimos aquí con la mejor disposición y los miedos nos hacen olvidar nuestra grandeza, nuestra conexión con todo lo que conocemos, no hay por qué temer. Cuando nos preocupamos demasiado por el futuro o por cosas que son inciertas, cuando sentimos que podemos perder algo que necesitamos, nuestra mente ante la incertidumbre y la poca tolerancia a la frustración siente miedo, siente angustia, esto desaparece cuando vivimos en el aquí y en el ahora, en nuestro momento presente, donde las están como tienen que estar y debemos vivirlas justo ahora, sin preocuparnos por los momentos y las situaciones futuras.

Si vamos a dejar escapar nuestra mente hacia el futuro, procuremos que los pensamientos sean positivos, que nos ayuden a visualizarnos de la mejor manera, que los resultados sean como los esperamos, no dejemos que los pensamientos catastróficos invadan nuestra mente, que los pensamientos negativos turben nuestras decisiones, pensemos en positivo, sin miedo y vivamos el presente.

El desapego significa no sentir ningún remordimiento por el pasado ni miedo por el futuro; dejar que la vida siga su curso sin intentar interferir en su movimiento y cambio, sin intentar prolongar las cosas placenteras ni provocar la desaparición de las desagradables. Actuar de este modo es moverse al ritmo de la vida, estar en perfecta armonía con su música cambiante, a esto se llama iluminación.
― Alan Watts




lunes, 15 de febrero de 2016

A PALABRAS NECIAS, OÍDOS INTELIGENTES

Las palabras hirientes, los juicios, las opiniones infundadas, críticas malintencionadas, etc. Cada una de ellas son palabras necias que necesitan de oídos inteligentes que no les den crédito ni les ofrezcan atención.

En otras palabras, no ofende el que quiere sino el que puede y en nuestros oídos inteligentes está la clave de que alguien maneje nuestra realidad o se pierda en insinuaciones que solamente desprestigian su imagen.

Como se suele decir, “lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”. Así que antes de darle importancia a aquellos “consejos”, “opiniones” o “críticas” que no nos aportan bondad, utilidad o verdad, debemos plantearnos las intenciones de la persona que tenemos delante.

Los oídos inteligentes ante las personas críticas
No hay mejor signo de pobreza emocional que la crítica continuada y malintencionada. En cualquier caso, lidiar constantemente con palabras necias suele generar un gran agotamiento emocional.

Así, para protegernos y alimentar la inteligencia de nuestros oídos debemos tener claro que:

Para vivir no necesitamos la opinión de nadie.
Las emociones y los sentimientos son siempre validos y no debemos avergonzarnos de ello.

Hay que perderle el miedo a sentir y a pensar sobre uno mismo.

Evitemos dar crédito a aquellas frases que se muestras totalitarias (los nunca y los siempre, por ejemplo).

Escuchar críticas y chismes de manera constante puede saturarnos y hacernos sentir muy mal.

No podemos olvidarnos de que todo el mundo debe ser respetado, incluso cuando no sea alguien que respete a los demás. Predicar con el buen ejemplo nos ayuda a garantizar nuestro bienestar emocional.

Hay que recordar que las críticas sin fundamento las realizan personas con gran pobreza emocional y vital. Por eso, si esta persona vive aislada en su resentimiento y no admite ayuda, nos conviene ser emocionalmente egoístas y alejarnos.

La gente en paz consigo misma no hablan mal de los demás

Otro paso para formarnos un escudo protector y hacernos con oídos inteligentes es aprender a identificar aquellas frases que en apariencia son inocentes pero que encierran tras de sí malas intenciones.

Este tipo de frases son manifiestamente tóxicas en ciertos contextos:

Cuando se está hablando sobre una afición o habilidad el común “Ojalá tuviera tiempo para eso” suele ser igual a “tú no tienes tanto trabajo como yo”, “el tiempo libre es para mí un asunto imposible, yo no vagueo”.

“Como es obvio” “Como todo el mundo sabe”. No, no y no. Ni todo el mundo lo sabe ni es obvio. El uso de este tipo de apelaciones intenta hacer sentir a la otra persona ignorante y a quien las pronuncia, superior.

“No tienes derecho a opinar porque tú no conoces estos temas como yo”. No pueden quitarnos el derecho a opinar ni descalificarnos invalidando nuestros argumentos con frases del tipo “tus argumentos son estúpidos y no tienen fundamento”.

“Si mi profesor lo dice, entonces es cierto”. Este tipo de falacias se aprovechan del respeto que se le tiene a un experto para dar peso a ciertos argumentos.

“Tú me haces sentir fatal”. Apelar a los sentimientos y hacer responsables a los demás de ellos es otra manera de manipular.
También aquellas expresiones que tratan de emocionar a la gente en vez de ofrecer argumentos válidos.

“Id a donde queráis, pero yo ahí no voy”. Para terminar esta frase sería adecuado añadir la coletilla “Y vosotros seréis los culpables de que no vaya, pues sois unos egoístas que solo pensáis en vosotros”. ¿Captamos el mensaje, no?

Debemos dedicar tiempo a mejorarnos y a construirnos unos oídos inteligentes, pues eso nos servirá para mantener una actitud saludable ante la vida y cimentar nuestras relaciones en una buena comunicación y un mejor entendimiento.




domingo, 14 de febrero de 2016

EL MEJOR TIPO DE AMOR

"El mejor tipo de amor es aquel que te hace ser mejor persona, no busca transformarte en alguien que no eres, sino sacar la mejor versión de ti mismo"



sábado, 13 de febrero de 2016

EL MIEDO SE DETIENE CERCA DEL ABISMO

Si has decidido leer este artículo es porque, seguramente, sientas miedo o, quizá, lo hayas sentido hace poco. Todo el mundo se ha sentido así alguna vez en su vida dado que, lo queramos o no, no se puede evitar: no se puede decir no al miedo sin que este nos haya llegado primero al alma. Tiene que entrar, provocar que lo sintamos dentro, para después manejarte o dejarse manejar.

Por eso, no podemos hacer nada para evitar que éste nos llene. De hecho, si estás leyendo este artículo no encontrarás aquí ninguna solución que te lleve a cerrarle la entrada: si quiere entrar, lo hará. Lo que sí encontrarás aquí es un apoyo para darte cuenta de que, cuando el miedo te pide que des la cara, tienes todo el poder para hacerlo y vencerlo; porque, como diría Benedetti se detiene a un palmo del abismo.

Los límites del miedo

Por estado general, el miedo no es negativo. Es un mecanismo de defensa que puede ayudarnos a ser más precavidos, a protegernos ante algunos peligros y a no cometer imprudencias de las que podríamos arrepentirnos más adelante, puesto que algunas inseguridades derivadas esta emoción nos mantienen más concentrados en lo que tenemos alrededor.

Cuando el miedo toma más confianza de la que debería en nuestro cuerpo, comienza a someternos y a impedirnos que actuemos como de verdad desearíamos. Entonces comienza también a ser negativo por inercia: no nos deja ser al completo y nos roba sueños mientras somos conscientes de ello.

“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que lo conquista.”
-Nelson Mandela-

Sin embargo, todavía hay un hueco para el pulso mano a mano: tenemos otro sentimiento que nace de dentro y nos ayuda a defendernos de nuestro propio daño y del ajeno, el coraje. Existe, en este sentido, un punto de coincidencia en el que el miedo se cruza con el coraje: ahí es como si se disputaran el mando de nuestros movimientos y elecciones.

En el momento en el que el coraje empieza a hacerse notar, el temor va viendo sus limitaciones; cuando el abismo queda al fondo, el coraje innato aparece para ayudarnos a levantar y seguir. Por naturaleza tenemos fuerza suficiente para plantarle cara al daño y para no dejar que se haga sufrimiento, para decir no y para decir puedo con ello.

La tristeza y el miedo a veces saben a paz

Parece difícil entender que de la tristeza y del miedo podamos extraer un poquito de paz; pero, así es. Centrarse en el miedo nos deprime, nos acorrala y no nos permite continuar: es justo en estas situaciones cuando nos vemos de cara a nosotros mismos, nos miramos por dentro y palpamos el daño que nos está ocasionando.

“Tuve el privilegio de sentir que lo había perdido todo. Tuve la suerte de descubrir así qué era lo que realmente necesitaba.
La tristeza a veces sabe a paz.”
-Sara Bueno-

Resurgir de ese daño y saber que lo hemos logrado es lo que nos da la paz: lo mismo ocurre cuando superamos alguna situación traumática como al perder a un ser querido, al romper una relación, al fallarnos… Nuestra capacidad de resiliencia tiene un foco de bienestar: ser felices tiene un precio y, a veces, ese precio es es la superación de nuestros miedos después de haberlo experimentado.

Somos capaces de detener el miedo, más en el momento en el que creemos que ya no podremos con él: ahí tenemos la valentía suficiente para no dejar que nos venza. Si has llegado hasta aquí leyendo te habrás dado cuenta de lo que decíamos al principio: no podemos evitar el miedo, es natural; pero el miedo se detiene a un palmo del abismo, cuando nos toca luchar, romper la coraza y saltar para no caer con él.