viernes, 23 de octubre de 2015

HONESTAMENTE FRIDA KHALO


Con la maestría de su fina pincelada, Frida dejó plasmado en docenas de autorretratos sus unidas cejas negras y su escaso bigote. Esta misma Frida fue la que se quitó de un tirón tres años de edad, sosteniendo que había nacido en 1910 en Coyoacán, México, en vez de su fecha original 1907. ¿Capricho vanidoso? Probablemente, no. Aunque Frida fue casi siempre su única modelo, su intención iba más allá de querer preservar la belleza de su juventud, ello estuvo más relacionado con su necesidad de identificarse con México, su tierra amada. El hecho en el cambio de su fecha de nacimiento tiene relación con el año del comienzo de la Revolución mexicana (1910) y el retiro del poder del presidente Porfirio Díaz.

Si esta mentira tan obvia nos resulta necia e incongruente, incomprensible en contraste a su desenvuelto candor, ello sólo proyecta, por un momento, la yuxtaposición de imágenes que encontramos en sus pinturas. Frida nunca se detuvo ante los hechos tangibles para llegar y expresar su propia verdad; en el caso de su fecha de nacimiento, la gran verdad en este caso es que, el destino de ella y el de México moderno, estarían inexplicablemente conectados en un proceso de revolución y renacimiento.

Para comprender la naturaleza de esta artista y sus pinturas es necesario poner a un lado todo tipo de convencionalismos, incluso las fechas, como pudiera ser el caso. Asimismo, y mucho más paradójico aún, esta comprensión requiere de que nos ubiquemos en el contexto de la Historia en que sucede la vida de la artista. Frida misma, siendo una artista revolucionaria, le toca nacer en el medio del caos político que vivía su país el cual, pasaba por un proceso de sangriento renacer. Esa imagen, de acuerdo con Frida, es mucho más verdadera que el hecho en sí mismo, sería trivial no estar de acuerdo.

Ya sea que estuviera en París, New York o Coyoacán, Frida siempre vistió con el elaborado traje típico tehuano de las indias doncellas. Así como la realidad de su país la fueron modelando y definiendo, igualmente lo hizo su esposo, el muy conocido muralista, Diego Rivera. Si México era para Frida su verdadero progenitor, Rivera, 20 años mayor que ella representaba su “hijo grande”; ella solía llamarlo su pequeño bebé. Frida conoció a Rivera cuando todavía era una estudiante en el colegio.

Un tiempo después, 1929, se convirtió en la tercera esposa de Rivera, un hombre que, abiertamente fue diagnosticado por su médico incapaz para la monogamia. No falta el mencionar que, esta relación fue una unión poco convencional, problemática, sin embargo, apasionada que sobrevivió numerosas infidelidades por ambas partes, separaciones e incluso, un divorcio en 1939 y la consecuente reconciliación, celebrando un segundo matrimonio en 1940.

El amor de esta pareja se sometió a duras pruebas pero, como se demuestra en las raíces de la pintura “El abrazo de amor”, el amor de Frida por Diego fue tenaz. No obstante, el matrimonio no protegió a Frida de los sufrimientos y padecimientos que caracterizaron su juventud, cuando un horrible accidente en autobús dejó su cuerpo fracturado y debilitado por prácticamente el resto de su adultez. La incorregible actitud mujeriega de Diego, al colmo de relacionarse con la propia hermana menor de Frida, Cristina, sólo contribuían a aumentar su dolor. “Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida”, dijo una vez Frida, “uno en el que un autobús me tumbó al suelo… el otro accidente es Diego”.

Fue un matrimonio que permaneció sin hijos y esto fue la fuente de muchas de las angustias de Frida, tanto como las infidelidades de Diego. Para Frida Diego era todo: “mi niño, mi amor, mi universo”.

Como artistas, la pareja era muy productiva. Cada uno consideraba al otro como el mejor pintor y pintora de México. Frida se refería a Diego como el “arquitecto de la vida”. Cada uno asumía con un profundo orgullo la creación del otro, a pesar de haber sido drásticamente diferentes en estilo y forma.

Montado en un andamio y a la intemperie, Diego pasaba horas trabajando en un mural día tras día, él amaba obsesivamente pintar, tanto como Frida lo amaba a él, entregando inmensos murales públicos sobre temas políticos. Frida, en cambio, estaba la mayor parte de su tiempo inmovilizada con un corsé y acostada en la cama o confinada a un cuarto de hospital, ya sea porque se estuviera sometiendo a una cirugía o recuperándose de alguna. Frida se alternaba intensamente entre la languidez y pintando obra personal. Cerca de una tercera parte de su obra, 55 pinturas, está compuesta de autorretratos. En algunos, su rostro, como una máscara, refleja una mirada fija e impasible. En otros en cambio, una gráfica y detallada representación de sus órganos internos nos revelan en correspondencia el estado de su mente. Ella era capaz de, en una sola imagen, revelarnos y revelarse lo más indigno de una traición, así como también el dolor de un aborto

Diego, un artista del realismo socialista, se fue una vez en lágrimas de orgullo cuando Picasso expresó su admiración en los ojos de un autorretrato de Frida. Diego llegó a escribir una entusiasta carta de recomendación a un amigo para una exposición de la obra de Frida: “Yo la recomiendo, no como esposo sino, como un entusiasta admirador de su trabajo, ácido y tierno, duro como el hierro y delicado y fino como el ala de una mariposa, adorable como una hermosa sonrisa, profundo y cruel como lo más implacable de la vida”.

El trabajo de Frida, algunas veces fantástico otras sangriento, ha sido definido como surrealista, al respecto una vez ella comentó que nunca había pensado en que ella era una surrealista “hasta que Andre Bretón vino a México y me lo dijo”. (“El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba” escribió de admiración Bretón). Sin embargo, Frida evadía todo tipo de etiquetas, Diego por su parte, la definía como realista. Su principal biógrafa, Hayden Herrera, parece coincidir con él cuando escribe que, incluso en sus más complejas y enigmáticas pinturas, “Lo que el agua me dio” por ejemplo, “Frida está “con los pies muy sobre la tierra” al representar imágenes reales de la forma más literal y directa”. Como es el caso del arte típico mexicano, las pinturas de Frida “hechos y fantasías se entremezclan como si fueran inseparables e igualmente reales”, agrega Herrera.

"No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser", Frida escribió una vez. "Como mis temas han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma".

La figura de Frida y su obra son un desafío a cualquier definición absoluta porque, se prestan más a una descripción en la cual ambigüedad la caracteriza. Frida se alternaba entre la esperanza y la desesperación. Le encantaba bailar y las multitudes, coquetear y seducir sin embargo, a veces se sentía miserablemente sola y rogaba a sus amigos y amantes que la visitaran o que no la “olvidaran”. Poseía un agudo sentido del humor, usualmente un marcado humor negro al igual que, una disposición muy aguda a la inventiva y la metáfora. Frida siempre se esmeró por mantener un hogar para Diego y amaba preocuparse por él, prepararle comida y bañarlo. Le encantaba rodearse de mascotas exóticas como monos araña y perros, y adoraba a los niños los que siempre trataba como iguales. Frida gustaba de los chismes, chistes subidos de tono y los sin sentidos en cambio, aborrecía la pretensión. Trataba a los sirvientes como a su propia familia y a los estudiantes como colegas muy estimados. Frida Kahlo era la personificación de la alegría, un anhelo por la vida. Valoraba la honestidad, especialmente la propia. Una vez le escribió a un antiguo amante, quien abiertamente la había dejado por su debilidad física, “tú mereces lo mejor de lo mejor porque, tú eres una de esas pocas personas que, en este mísero mundo siguen siendo honestas consigo mismas y esa es la única cosa que realmente cuenta”.

Cuando Frida Kahlo muere a los 47 años de edad, el 13 de Julio de 1954, dejó una serie de pinturas que corresponden a la representación de su evolución como persona, al igual que, una serie de emotivas cartas a amantes y amigos junto a un colorido y cándido diario. Todo esto es una irrefutable evidencia de que su vida no fue nada menos que una búsqueda por ser honesta consigo misma, incluyendo fecha de nacimiento (1910) y todo lo demás.

Algunas de sus mejores frases:

Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar ?

¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo.

Me pinto a mí misma, porque soy a quien mejor conozco.

En realidad no sé si mis cuadros son surrealistas o no, pero sí sé que representan la expresión más franca de mí misma.

Todo puede tener belleza, aun lo más horrible.

Yo quiero construir. Pero no soy sino una parte insignificante pero importante de un todo del que todavía no tengo conciencia.

Siento que te quise siempre, desde que naciste, y antes, cuando te concibieron. Y a veces siento que me naciste a mí.

La tristeza se retrata en todita mi pintura, pero así es mi condición, ya no tengo compostura.

Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es solo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda.

Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido, y ni así sabrías la maravilla que es poder quererte.

Ahí les dejo mi retrato, pa´ que me tengan presente, todos los días y las noches, que de ustedes yo me ausente.

Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior.

Árbol de la esperanza, mantente firme.

Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando, en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.



jueves, 22 de octubre de 2015

TODO LLEGA EN EL MOMENTO PRECISO

Nuestra vida es mucho más de lo que podemos ver, tiene una trascendencia y todo tiene una razón de ser. Cuando decimos que todo llega a su preciso momento, hablamos de que las cosas no suceden justo cuando queremos que ocurran, las cosas llegan cuando estamos preparados para recibirlas, nunca antes, ni después.

Esto no quiere decir que nos quedemos sentados esperando a que todo mágicamente llegue porque así está escrito o predestinado, más bien quiere decir que nos preparemos energéticamente para que las cosas ocurran, para propiciar ese momento perfecto.

Es muy distinto trabajar por algo que uno desea conseguir que aferrarse y lamentarse por la idea de no tenerlo, en ese momento las energías nos juegan en contra y comenzamos a materializar más cosas asociadas a la frustración, el apego y el sufrimiento. Cuando deseamos que algo ocurra, tenemos que preparar nuestro terreno para recibirlo.

Qué podemos hacer para alinearnos con lo que queremos:

Relajarnos:

Si nos relajamos vibramos en la misma frecuencia de lo que queremos, cuando nos sentimos ansiosos, fatigados, estresados por no conseguir algo, nos desconectamos de nuestro poder de manifestar.

No busques, no revises, no preguntes o demandes, relájate. Si te relajas viene, si te relajas estará allí disponible para ti. Si te relajas empiezas a vibrar acorde a tu deseo.
- Osho -

Ver el lado amable de la situación:

Cuando vemos el lado positivo de lo que tenemos justo ahora, podremos crecer con la situación y esto nos permitirá continuar.

Tener paciencia:

Tener paciencia nos permitirá esperar sin desesperar, alimentaremos nuestras capacidades mientras vivimos nuestro presente sin añorar nada más.

La paciencia es la más grande de las oraciones
- Buda -

Agradecer:

Cuando agradecemos el universo nos ofrece más y más cosas que agradecer. La gratitud nos permite automáticamente generar pensamientos positivos, dando paso a un bienestar físico y mental que nos facilitará recibir cosas positivas.

Aceptar:

Podemos observar como un espectador lo que nos ocurre y sencillamente aceptarlo, concientizar que todo tiene un por qué. Aceptar, nos abre espacios para vivir nuevas experiencias, quizás entre ellas está la que anhelamos

Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.
- Dalai Lama -

Abre las puertas de tu corazón a lo mejor de la vida, a las bendiciones más grandes, piensa en positivo, cuando manifestamos algo en nuestra vida, es porque justamente es lo que nos conviene vivir en ese momento para nuestro crecimiento. Lo que no ocurre o lo que no hemos podido conseguir es porque no estamos listos o porque podemos vivir situaciones que superen nuestras expectativas, que no llegan a nosotros justamente por aferrarnos a algo que por algún motivo no nos conviene vivir. Confía, nada es casualidad, todo ocurre por algo.

Los puntos solo se unen hacia atrás.
- Steve Jobs -




miércoles, 21 de octubre de 2015

LA VIDA NO TIENE POR QUÉ SER PERFECTA PARA SER MARAVILLOSA

Las personas acostumbramos a ser muy exigentes con la vida e incluso con nosotros mismos. Nos marcamos pautas, objetivos y múltiples sueños por cumplir. Y desde luego, todo esto no solo está bien, sino que es necesario. Todos necesitamos proyectos a corto y largo plazo que poder cumplir para enorgullecernos de nosotros mismos, para adquirir capacidades y habilidades personales.

Ahora bien, en ocasiones, quien se marca altas expectativas corre el riesgo de no deleitarse de los triunfos cotidianos, los más humildes y que solo las personas sencillas pueden apreciar: como el cariño, la amistad, la tranquilidad…

La vida no tiene por qué ser perfecta para ser maravillosa. Sabemos que es algo fácil de decir, pero… ¿Eres de esos que ya lo saben? ¿O aún estás enfundado en tu empeño por conseguir esa ansiada perfección? No te preocupes, desde nuestro espacio te invitamos a reflexionar sobre ello.

Los buscadores de la perfección cotidiana

Ser exigente y buscar la perfección en cada cosa que hacemos es en muchas ocasiones el reverso de una moneda. La exigencia nos hace desarrollar múltiples capacidades, pero a su vez, quien se aplica una alta autoexigencia raras veces se siente satisfecho.

En realidad, la perfección no es más que una quimera, una aspiración intangible. No existen las vidas perfectas y sin altibajos. La existencia es un carrusel de emociones intensas donde el billete sólo tiene un objetivo: aprender cada día de nuestra vida.

En ocasiones, escuchamos a muchos de quienes nos rodean quejarse en un triste lamento con aquello de “es que todo lo malo me sucede a mí, “es que a los demás todo les va bien y yo siempre voy por el camino equivocado”… Este tipo de verbalizaciones y pensamientos siempre han existido y siempre existirán. Ahora bien, antes de caer en este tipo de comportamientos debemos tener en cuenta lo siguiente:

La felicidad no está en la perfección. Nadie tiene garantizada su felicidad absoluta sólo por ser rico, por ser atractivo o por disponer de buena salud.

La vida se mide en instantes, y sobre todo, en nuestra capacidad para estar abierto a la realidad, a la oportunidad, a la magia de los detalles más simples que nos rodean y al optimismo.

Me han rechazado en ese trabajo con el que tanto soñaba. ¿He de martirizarme pensando que no valgo para nada, que la vida está empeñada en darme la espalda? En absoluto, soy consciente de que cuando una puerta se cierra, se abren 6, y lucharé por todas ellas.

Quien aspira a una vida perfecta se sube a una cima para intentar alcanzar el universo, mientras cada día se pierde las maravillas que acontecen a sus pies.

Hay otro aspecto que debemos tener en cuenta: quien vive en la autoexigencia luchando por tener una vida perfecta, arrastra también a los demás a cumplir dicho objetivo.
La persona que aspira a conseguir una vida perfecta, suele colocar un listón tan alto a todos a los que le rodean, que lo que acaba generando en realidad es una gran infelicidad.

La vida es maravillosa para quien se deja llevar, para quien sabe apreciar

Y tú… ¿sabes apreciar todas las maravillas que te rodean en el día a día? En ocasiones, nos es difícil debido a las prisas, a las preocupaciones, a ese rumor interior que nos impide ver la magia de la vida.

La vida no es perfecta, es cierto, y no siempre nos trae lo que deseamos, pero en ocasiones es capaz de ofrecernos lo que de verdad merecemos: un amor auténtico, el calor de los tuyos, la admiración de quienes te quieren de verdad.

No todo el mundo es capaz de descubrir o apreciar la esencia más auténtica del día a día:

Esa luz que acontece cada mañana para todos por igual.
El rumor de una familia, la tuya, levantándose para desayunar contigo en armonía y tranquilidad.
Una mano cómplice que te acaricia
La sonrisa traviesa de tus hijos
Un metro que se retrasa y que te permite leer unas cuantas hojas más de ese libro
Esa salud que te permite ir y venir, correr, dormir, nadar, amar…
Esa siesta de fin de semana en el sofá con tu mascota
El olor de la tierra mojada después de la tormenta
El ocaso lánguido en una playa tranquila

La vida son instantes que se inscriben en el día a día con sutil serenidad. Es un lenguaje propio que lleva su ritmo y que no todos saben apreciar, porque hay quien va a contracorriente, con demasiadas prisas, con el corazón desafinado y la mente alborotada.

La vida es maravillosa sin necesidad de ser perfecta, porque lo que es perfecto carece de error o de equívoco, y entonces no hay aprendizaje.

La existencia es a veces un duro maestro, y ahí está su grandeza, y también su locura, ahí su caos y sus placeres, esos que debemos vivir a contrapelo sin buscar la perfección, sólo los instantes que disfrutar con el máximo de nuestras fuerzas.




martes, 20 de octubre de 2015

LA GRATITUD, EL INGREDIENTE SECRETO

Existen días mejor y peores, todos lo sabemos. Existen momentos o etapas en las que no encontramos un rumbo claro, tenemos demasiadas dudas o estamos emocionalmente inactivos o decepcionados. Ante eso, puede que busquemos grandes soluciones en busca de la felicidad o el equilibrio personal.

Parece demostrado que para llegar a ella, la clave es reunir un conjunto de elementos en nuestro mundo interior y entorno. No es un camino fácil. La felicidad, hay que trabajarla.

Una manera de comenzar o continuar por el sendero que tal vez hayamos iniciado ya puede ser a través de un ingrediente muy útil y muy gratificante del que a veces nos olvidamos: la gratitud.

¿Cuándo hemos dejado de dar las gracias? ¿Cuántas veces hemos dejado de agradecer por pudor, por el qué dirán o simplemente por no saber?

Seamos conscientes del poder de las palabras. Importante es saber darles su momento, el tono, el énfasis, el lugar y la sinceridad. No siempre elegimos bien, y no siempre acertamos aunque tengamos la mejor de las intenciones.

“Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido, que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato.”
- Séneca -

¿Alguna vez hemos pensado en agradecer de forma especial? ¿Por qué no lo hicimos? ¿Es lo mismo dar las gracias que agradecer?

Siete letras

“Gracias”. Siete letras muy conjuntadas que tienen el don de estar en los dos extremos de la emotividad. A un lado el formalismo automático, y al otro lado, el más sentido de los significados.

Repartimos “gracias” a diestro y siniestro. Casi los regalamos, a diario y a desconocidos. Somos educados en el agradecimiento formal de la norma social. “Gracias por venir”, “gracias por participar”, “gracias por la cena”, “gracias por la invitación”, etc. Todo ello más o menos formal y más o menos sentido.

Damos las gracias generalmente para comunicarnos socialmente. Nos abre puertas, nos acerca a los demás y favorece nuestra integración en el grupo. Sin embargo, hay otro tipo de “gracias”. Aquel que practicamos menos. Aquel que late entre padres, amigos, familiares o conocidos especiales en nuestras vidas.

Ahí podemos hablar de agradecimiento.

Lo que agradecer esconde

Y es que no estamos hablando de formalismos y automatismos. No hablamos de decir ”gracias” a gente que busca nuestro reconocimiento a su labor.

Hablamos de echar un vistazo alrededor o al pasado, e identificar a aquella persona que sin necesidad de obtener respuesta nos ayudó. Muchas veces, sin saberlo o sin intención, pero lo hizo.

Aquel entrenador deportivo que nos hizo ver más allá de balones, vallas o clasificaciones. Aquella profesora con la que descubrimos el amor a los libros, a la historia o a las matemáticas. Aquel familiar que nos dio los mejores veranos de nuestra vida, de la forma más natural, pero que recordamos con tanto cariño.

“La gratitud en silencio no sirve a nadie.”
- G.B. Stern -

Agradecer es conectar con una emoción propia y compartirla con aquel o aquella que ha sido declarado culpable voluntario o involuntario de nuestro estado (presente o pasado).

Agradecer nos ayuda a:

Liberar sentimientos retraídos y proporcionar paz interior
Eliminar la idea resolver asuntos pendientes (“me hubiera gustado agradecerle…”)
Aumentar la autoestima
Fortalecer vínculos sociales
Combatir los malos momentos y las emociones negativas

¿Ingrediente secreto? Sí ¿Científico? También

Martin Seligman es uno de los más reconocidos psicólogos en la actualidad. Ha sido el impulsor de la psicología positiva, aquella que se encarga del estudio científico de las emociones y cualidades positivas del ser humano.

Junto con Peterson, desarrollaron un cuestionario que se encargaba de recoger y clasificar las fortalezas y virtudes para alcanzar mejor calidad de vida.

No sólo se basaron en investigaciones actuales, sino que estudiaron antiguas filosofías, textos de todas las culturas y religiones de todos los continentes.

De todo ello, sacaron varios elementos comunes. Una de las categorías generales llamada “Trascendencia” – donde se agrupan las fortalezas que otorgan significado a la vida y conectan con nuestro entorno y emociones universales – incluye la gratitud.

La trascendencia quedó definida como “el ser consciente y agradecer las cosas buenas que a uno le pasan, así como saber dar las gracias”.

Activa tu gratitud

Existen todo tipo de frenos para llevar a cabo esta tarea. Desde el miedo al qué dirán, la sensación de que ya es demasiado tarde, un punto de soberbia u orgullo que en ciertos momentos nos haga dudar, el pensar que no seremos correspondidos o la timidez.

El efecto es tan positivo, que si tenemos algo en mente, no dudemos en intentarlo. Antes de ello podemos practicar identificando aquellas que cosas por las que realmente podamos sentirnos agradecidos.

¿Recomendaciones?

Todos los días o una vez por semana, dedica unos minutos a identificar aquello por lo que puedes sentir gratitud. Esto ayudará también a valorar y reflexionar sobre aquellas acciones, situaciones o personas que aportan tranquilidad y positividad en el día a día.

Y sobre todo:

Escribe una carta a alguien de tu pasado a quien quieras agradecer algo. No hace falta reconocerle algo que fuera heroico a los ojos de los demás. Se pueden agradecer rutinas, atenciones, gestos, eventos, descubrimientos…
Piensa en alguien, y tomate tu tiempo, ordena aquello que quieras expresar y redacta. A tu elección queda cómo hacérselo llegar. Entregándolo en mano o leyéndolo en persona ¿Recomendación? La mejor experiencia es leerlo en voz alta y hablar de ello.

Más allá de siete letras existe la experiencia y la emoción. Descubre la mejor forma para ti, y recibe y disfruta del agradecimiento. Es una de las formas más seguras de encontrar gratificación y volver a recuperar nuestro sitio y nuestra identidad.

Compartir algo así contribuye silenciosamente a conectar con tus emociones positivas y añadir una piedra más al camino que construimos momento a momento dirección felicidad.

“La gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo”.
- Emily Dickinson -