domingo, 4 de octubre de 2015

LA MUERTE NO EXISTE


 Sigmund Freud postulaba que, desde el punto de vista psicoanalítico, podríamos decir que nadie cree en su propia muerte y que la inmortalidad forma parte de cada uno de nosotros.

Recientemente el investigador norteamericano Robert Lanza ha afirmado que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que de hecho la muerte, por sí misma, no existe de la manera en la que la percibimos.

Lanza argumenta que la respuesta a la pregunta “¿Qué hay más allá de la muerte?”, cuestión sobre la cual los filósofos llevan siglos reflexionando, radica en la física cuántica, y en concreto en la nueva teoría del biocentrismo.

Según este investigador norteamericano, de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, de Carolina del Norte, la solución a esa cuestión eterna consiste en la idea de que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia, según relata la edición digital de The Independent.

Lanza afirma que el biocentrismo explica que el universo solo existe debido a la conciencia de un individuo sobre él mismo. Lo mismo sucede con los conceptos de espacio y tiempo, que este científico explica como “meros instrumentos de la mente“.

En un mensaje publicado en su sitio web, Lanza argumenta que con esta teoría el concepto de la muerte como la conocemos "no existe en ningún sentido real", ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir.

"Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes", opina Lanza.

Asimismo, evidentemente, creemos en la muerte porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren.

Lanza señala que el biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de ellos.

En términos de cómo afecta ese concepto a la vida después de la muerte, el investigador explica que, cuando morimos, nuestra vida se convierte en una "flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso" y agrega que "la vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida".

Según Robert Kastenbaum, en su obra “Consideraciones psicológicas del proceso de morir”: “La muerte no existe en un mundo sin tiempo ni espacio. Ahora Besso (un viejo amigo) se ha ido de este mundo tan solo un poco antes que yo. Eso no significa nada. Personas como nosotros sabemos que la diferencia entre pasado, presente y futuro es tan solo una mera ilusión persistente”.


LA MUERTE NO EXISTE, SÓLO MUERE EL CUERPO FÍSICO.PERO AQUELLO QUE REALMENTE SOMOS SIGUE EXISTIENDO.




sábado, 3 de octubre de 2015

LA ANCIANA MENDIGA

En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada  “Confiar en la alegría”.

Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo.

Así que, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite, para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.

Sin embargo, al saber que quería aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.

La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras expresaba este deseo:

-No puedo ofrecerte más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la “iluminación”…

A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para retirarlas.

Se dio cuenta de que la lámpara de la anciana continuaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó:

-No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante todo el día, y trató de apagarla de un soplido. Pero la lámpara continuó encendida. Trató de extinguirla con sus dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo.

Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo:

-¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla y mucho menos apagarla. Ni si derramases toda el agua del océano sobre ella, lograrías apagarla. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla.

-¿Por qué no?

-Porqué esta lámpara fue ofrecida con devoción  y con  pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.

Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó. Y le profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en un Buda perfecto llamado “Luz de lámpara”.

Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determinó  el fruto de nuestros actos.

“Shantideva dijo: “Toda la dicha que hay en este mundo, proviene de desear que los demás seas felices y todo el sufrimiento que hay en este mundo proviene de desear ser feliz yo”

Puesto que la ley del Karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que proporcionamos felicidad a otros, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.




jueves, 1 de octubre de 2015

DE DÓNDE NACE LA FUERZA DE VOLUNTAD

Aunque “fuerza de voluntad” es una expresión que todos usamos sin reparar en ello, la verdad es que se trata de un concepto frente al cual hay grandes controversias.

Desde el punto de vista filosófico, tiene su origen en la metafísica, particularmente en Aristóteles. Desde allí se introdujo en las diversas religiones occidentales, convirtiéndose en una virtud de primer orden.

“La fuerza de voluntad es la mente como un ciego fuerte que lleva sobre los hombros de un hombre cojo que puede ver.”

- Arthur Shopenhauer -

La fuerza de voluntad se define como la capacidad para dirigir y controlar las acciones propias.

Los metafísicos y las religiones señalan que esa fuerza nace exclusivamente de la libre determinación de cada persona.

Sin embargo, el psicoanálisis planteó serios reparos tanto al concepto de “voluntad”, como al de “fuerza de voluntad”, debido al descubrimiento del inconsciente.

Lo que se sale de control

Para el psicoanálisis, los procesos conscientes son solo “la punta del iceberg” en la actividad mental. En realidad, los pensamientos y los actos están determinados por una fuerza que no es la de la voluntad, sino la del inconsciente.

Ese descubrimiento permitió explicar muchos hechos. Por ejemplo los “lapsus linguae”, o episodios en los que una persona quiere decir algo, pero, “sin quererlo”, termina diciendo otra cosa.

También el inconsciente es el responsable de los llamados “actos fallidos”: la persona se propone conscientemente hacer algo, pero termina realizando una acción muy diferente.

Lo vemos todos los días en la vida cotidiana. Alguien que quiere llegar temprano a su cita, pero “sin querer” se retrasa o nunca llega. O los que quieren “poner empeño en su trabajo”, pero terminan ocupándose en otras cosas, mientras laboran.

Para el psicoanálisis, entonces, la voluntad no es una fuerza, sino la expresión de un deseo inconsciente. Solo cuando una persona es consecuente con su deseo, acude la voluntad. Si no es así, esa “voluntad le traiciona”.

Por eso hay planes que siempre se posponen, decisiones de cambio que nunca se hacen realidad, o intenciones que jamás se convierten en actos.

Las filosofías orientales, como el Zen, tampoco abordan la llamada “fuerza de voluntad” en sus prácticas. Sostienen que la misma es una autoagresión y que debe ser sustituida por el entendimiento y el amor, que son, finalmente, las fuerzas que llevan a la acción.

La voluntad y la conciencia

Lo que hay en común entre el psicoanálisis y las filosofías orientales es la idea de que la voluntad no es un acto de fuerza. Y que, en cambio, solo puede nacer de la comprensión y, por lo tanto, de la conciencia.

Por eso hay planes que siempre se posponen, decisiones de cambio que nunca se hacen realidad, o intenciones que jamás se convierten en actos.

Las filosofías orientales, como el Zen, tampoco abordan la llamada “fuerza de voluntad” en sus prácticas. Sostienen que la misma es una autoagresión y que debe ser sustituida por el entendimiento y el amor, que son, finalmente, las fuerzas que llevan a la acción.

La voluntad y la conciencia

Lo que hay en común entre el psicoanálisis y las filosofías orientales es la idea de que la voluntad no es un acto de fuerza. Y que, en cambio, solo puede nacer de la comprensión y, por lo tanto, de la conciencia.

Cuando hay propósitos definidos y conscientes, pero no llegan a convertirse en actos, la solución no está en forzarnos y obligarnos a actuar en determinado sentido.

Este tipo de situaciones entrañan un valioso mensaje. Hay “algo” que bloquea la voluntad para actuar en un determinado sentido. En realidad, no es que falle la fuerza de voluntad, sino que triunfa un deseo del que no tenemos conciencia.

Queremos seguir rigurosamente una dieta, pero al mismo tiempo deseamos comer hasta hartarnos. Iniciamos el régimen y más temprano que tarde nos descubrimos dándonos un delicioso “último” banquete, entre la culpa y la satisfacción.

Lo que ocurre ahí es que hemos racionalizado las ventajas de comer sanamente, pero no hemos comprendido nuestro deseo de comer hasta el hartazgo. Tal vez la comida representa algo más que un sabor o una sensación en el estómago.

Tal vez esa compulsión nos habla de un deseo más profundo que reduce la “fuerza de voluntad” a cero.

En esos casos, la voluntad no acude. Cuando lo que hacemos se opone a nuestra voluntad consciente, no se puede hablar de una debilidad de carácter, sino un síntoma del inconsciente. Cuando ese síntoma de descifrado y comprendido, se desvanece.

Quizás necesitamos menos forzarnos y más comprendernos para lograr que las intenciones se conviertan en actos. Y que esos actos sean coherentes con lo que realmente queremos hacer de nuestra vida.




miércoles, 30 de septiembre de 2015

NO HAY QUE LLENAR VACÍOS, HAY QUE HABITAR ESPACIOS.

Hay un capítulo de la vida llamado desapego. Es la cualidad que permite establecer con las personas, con las cosas y con las etapas de la vida una relación de autonomía, de autenticidad.

El desapego se relaciona con el abandono del ansia y del deseo, que, en la filosofía oriental, son consideradas generadores de dolor y sufrimiento.

No poder desapegarse de una persona, de un hábito, de una idea, de un objeto, lleva a establecer con ellos relaciones de posesión o de sumisión. El apego es una actitud que nos deja encadenados al pasado, mientras tanto la vida continúa sucediendo.

Niñez, adolescencia, madurez, vejez. Primavera, verano, otoño, invierno. Amanecer, día, atardecer, noche. Siembra, cosecha.

Nuestra existencia será más armónica si acompañamos esos ciclos naturales. Cuando así no ocurre, la vida no fluye, sus aguas se estancan.

El apego a una relación, a una costumbre, a un espacio, a una actividad, a una idea, a una práctica, puede llegar a ser tóxico o disfuncional.

El apego traba nuestro andar por la vida, carga nuestro equipaje con lo innecesario, nos impide escoger lo necesario.

El desapego es el arte de soltar.


Jorge Sinay




martes, 29 de septiembre de 2015

¿POR QUÉ CAMINAR ES MÁS SANO QUE CORRER?

Caminando las articulaciones sufren menos, realizas un menor esfuerzo y corres menos riesgo de sufrir una lesión, desmayo o fractura… En definitiva, caminar es una actividad normal del cuerpo que nos ayuda a mantener un tono físico más saludable. Además, al caminar ejecutamos una mejor pisada, mejor distribución del peso soportado por el cuerpo y el desgaste es inferior que corriendo. Así que parece que todo son ventajas.

Un ejercicio tan sencillo como caminar contribuye a controlar tu presión arterial, colesterol y riesgo de diabetes, incrementando además tu esperanza de vida. Es el método más económico en el que solo hay que ponerse a andar. Además, mejora tu oxigenación, previene la osteoporosis y fortalece los huesos sin dañar las articulaciones. Ejercitar tu corazón, te ayuda a relajarte y sobre todo, a liberar tensiones del día a día. Es un ejercicio aeróbico de intensidad moderada que mejora tu fuerza y resistencia. Si tu objetivo es quemar grasa, caminar es la mejor opción para ti.

Al caminar acompañado puedes ir manteniendo una amena conversación, puedes disfrutar del entorno, del momento o hablar con tu yo interior.

Si queremos mantenernos en forma, mejorar nuestra salud, disfrutar y estar motivados, la idea principal que hay que recordar es que hay que moverse. Tenemos que ser capaces de levantarnos del sofá y realizar alguna actividad que active nuestros músculos, nuestra mente y haga que liberemos endorfinas mejorando así nuestra autoestima y estado de salud. Una actividad física moderada como caminar repercute en un beneficio psicológico, fomenta la sociabilidad y ayuda a reducir la ansiedad o depresión.

Miremos algunos de los beneficios de caminar:

Quema mucha grasa. Caminando 30 a 60 minutos a una velocidad que lleve tu ritmo cardíaco a un 60% o 70% de su capacidad quema un 85% de calorías en forma de grasa.
Caminando a un paso moderado por  30 – 60 minutos no solo quema grasas acumuladas sino que construye músculos que aumentan tu metabolismo.
Estudios médicos muestran que una caminata regular reduce el riesgo de infartos cardiacos, cáncer, diabetes y problemas de vejiga.
El caminar también promueve la longevidad y reduce el riesgo de fracturas de cadera en personas mayores.
Aumenta tus niveles de energía.
Te permite ejercitarte a un paso constante y consistente, quemando grasas en el proceso.

Cómo empezar

Hay algunas consideraciones que debes tomar antes de empezar un programa de ejercicios:

Primero, si posees algún problema de salud, consulta con un medico.
Cómprate un buen par de zapatillas para caminar, que se sientan cómodas y que se ajusten bien a tus pies.
Consigue una buena ruta para seguir, que sea interesante y que te entretenga mientras caminas.

Convierte el caminar en una prioridad. Haz espacio en tu agenda para tus caminatas y cúmplelas. Empieza despacio, y con caminatas cortas, y a medida que desarrolles fuerza ve agregando intervalos de 5 minutos.

Por otra parte, tampoco hace falta recorrer KILÓMETROS.
Una de las equivocaciones más extendidas es que el ejercicio ha de ser duro y extenuante. Esto no es cierto y desmotiva a mucha gente.

Si caminas, tu cuerpo registra el movimiento y la salud mejora gracias a todo tipo de cambios fisiológicos.

Andar también es eficaz contra el insomnio, de acuerdo con un estudio que recomienda caminar a paso ligero durante 45 minutos por la mañana (caminar por la tarde puede tener el efecto contrario). En el caso de las mujeres post-menopáusicas, mejora la salud de los huesos. Ayuda a perder peso (aunque si este es el objetivo principal correr es más efectivo) y, lo que es igualmente importante en estos tiempos que corren, mejora el estado de ánimo.





lunes, 28 de septiembre de 2015

TEN CUIDADO DE LO QUE PIENSAS PORQUE AFECTA A TODO EL MUNDO (LA RESONANCIA MÓRFICA DE SHELDRAKE)

La teoría de la resonancia mórfica de Rupert Sheldrake podría ser una de las teorías científicas más revolucionarias de la historia, sentando las bases para entender la interdependencia existencial. O podría ser solamente una versión más del pensamiento new age, sin bases en la realidad, sólo que postulada por un biólogo de Cambridge.


Cuando en 1981 Rupert Sheldrake publicó su libro Una Nueva Ciencia de la Vida:  La Hipótesis de la Resonancia Mórfica, el editor de la prestigiosa revista Nature, John Maddox, reaccionó diciendo que la obra de Sheldrake era una herejía y sugiriendo que tal vez su libro debería de ser quemado. Quizás, como le sucedió a Galileo, Sheldrake supera el entendimiento de sus coetáneos.

La polémica siempre ha rodeado la obra de este vanguardista biólogo, doctor por la Universidad de Cambridge, quien lo mismo es considerado un hereje seudocientífico que vende humo metafísico, que una de las mentes más brillantes de nuestra época y unos de los pocos científicos suficientemente valientes para aventurarse más allá de lo que el paradigma científico valida.

Años después del anatema  de la revista Nature, que básicamente exilió a Sheldrake a los márgenes de la academia, cuando sus teorías ya se habían popularizado, una nueva controversia lo enfrentó con uno de los científicos más reconocidos de Gran Bretaña y del mundo, Richard Dawkins (autor de la teoría memética del gen egoista). Tanto Sheldrake como Dawkins iban a participar en un documental de televisión en el que se discutirían temas en las fronteras de la ciencia. Al parecer Dawkins se negó a discutir el trabajo de Sheldrake sobre la telepatía, descartando de antemano analizar la evidencia recopilada durante años por Sheldrake, bajo la premisa de que la mera discusión de este tema es irracional.

Sheldrake ha sido ridiculizado por la ciencia mainstream por su trabajo estudiando la telepatía entre animales y sus dueños, la telepatía telefónica o la presencia de que alguien nos está observando. Pero generalmente estas críticas son más a los temas que Sheldrake investiga que a su trabajo científico, el cual no carece, ciertamente, de rigor.

Hacemos esta introducción biográfica para más o menos establecer un marco equilibrado sobre el cual exponer, en las palabras del mismo Sheldrake, la teoría de la resonancia mórfica, una posible explicación científica a la interconexión que muchas personas  perciben entre sí, a distancia. Esto no es sólo una teoría para explicar la telepatía, sino para explicar la evolución conjunta de una especie influida por campos colectivos de información que van más allá de su mera genética: ideas, pensamientos y acciones que se convierten en hábitos y que van in-formando la memoria que comparte una especie y de esta forma interviniendo en su desarrollo. Tenemos aquí la evolución científica de los conceptos de campos akáshicos de la filosofía védica y del inconsciente colectivo de Carl Jung.

Rupert Sheldrake considera que existen campos mórficos –campos morfogenéticos de información que van moldeando nuestra existencia como parte de una especie. Estos campos son invisibles, como lo es la gravedad, pero pueden ser observados por sus efectos. Quizás una de la razones por las cuales  la teoría de Sheldrake no es considerada seriamente por la ciencia establecida, es debido a que no postula la acción de una fuerza física conocida –y la ciencia se ha esmerado en erradicar todo tipo de acciones misteriosas a distancia y de desacreditar el concepto del éter. Sin embargo, el hecho de que no podamos todavía explicar bien a bien cómo es que ocurre algo no necesariamente significa que ese algo no ocurre. Y aunque no podamos explicar cabalmente cómo es que estamos ligados a una conciencia colectiva, cómo es que en ocasiones podemos conectarnos con los pensamientos de los demás o cómo es que toda la información que genera nuestra especie  nos influye sin entrar en contacto directamente con nosotros, millones de personas en el mundo han experimentado esto, más allá de que la ciencia les diga que esto no es posible dentro de su modelo (dominante y excluyente) del mundo.

Dejemos que el mismo Sheldrake explique:

La resonancia mórfica es un principio de memoria en la naturaleza. Todo lo similar dentro de un sistema autoorganizado será influido por todo lo que ha sucedido en el pasado, y todo lo que suceda en el futuro en un sistema similar será influido por lo que sucede en el presente. Es una memoria en la naturaleza basada en la similitud, y se aplica a átomos, moléculas, cristales, organismos vivos, animales, plantas, cerebros, sociedades y, también, planetas y galaxias. Así que es un principio de memoria y hábito en la naturaleza.


Curiosamente está la intuición del poeta Octavio Paz, quien parece coincidir con Sheldrake: “Todo es presencia, todos los siglos son este Presente”, verso que hace algunos años fue inscrito en una moneda conmemorativa en México y que forma parte del poema “Fuente” incluido en La estación violenta. Sheldrake va más allá de Bergson, quien postuló que la memoria no estaba solamente en el cerebro, y sugiere que la naturaleza misma es memoria, que el espacio es una especie de inmensa biblioteca que transmite constantemente la información que almacena de manera no-local. Una fracción de segundo en realidad es un fractal de todos los siglos. Todo lo que pasó sigue pasando. El ADN, más que el “libro de la vida”, es el sintonizador o decodificador de la memoria: el libro de la vida, está inscrito, en su totalidad, en cada cosa.

Esta interconexión a distancia entre los miembros de un grupo, de una especie, de un reino e incluso de un planeta, en diferentes niveles e intensidades, revela una nueva concepción ética que abarca todas las manifestaciones de la existencia:

Un aspecto importante de la resonancia mórfica es que estamos interconectados con otros miembros de un grupo social. Los grupos sociales también tienen campos mórficos, por ejemplo una parvada de aves, un cardúmen de peces o una colonia de hormigas. Los individuos dentro de un grupo social más grande y los mismos  grupos sociales más grandes tienen su propio campo mórfico, sus patrones de organización. Lo mismo aplica para los humanos.

Lo que haces, lo que dices y lo que piensas puede influir a otra persona por resonancia mórfica. Así que somos más responsables de nuestras acciones, palabras y pensamientos bajo este principio que lo seríamos de otra forma. No hay un filtro inmoral en la resonancia mórfica, lo que significa que debemos ser más cuidadosos de lo que estamos pensando si es que nos importa el efecto que tenemos en los demás.

Nuestros pensamientos, dentro de la teoría de Sheldrake, literalmente constituyen una medio ambiente que permea el planeta y pueden en cierta forma contaminarlo o depurarlo; podemos, con una idea o un descubrimiento, detonar toda una ola de creatividad. 

Si alguien aprende una nueva habilidad, digamos el windsurfing, entonces entre más personas  lo aprenden, lo más fácil que esta actividad se vuelve para todos los demás debido a la resonancia mórfica. Por otro lado, si enseñas a ratas en Los Ángeles un truco nuevo, entonces las ratas en todo el mundo deberían de aprender este truco más rápido debido a que el primer grupo de ratas ya lo aprendió.

La teoría de Shelrdake resuena con la selección natural de la evolución que economiza procesos con una sorprendente eficiencia para seguir avanzando en su complejidad.  Es decir, que un miembro de una especie solo pueda aprender una conducta o generar una nueva mutación a través de la transmisión genética vertical sería una pérdida de tiempo. En cambio la transmisión de una nueva habilidad de manera horizonal, a distancia y difundida entre todos los miembros de una especie a través de la resonancia mórfica muestra una mayor eficiencia, tiene sentido evolutivo y posibilita la aceleración de un proceso de adaptación.

Queda al lector formar su propia opinión y decidir si la teoría de la resonancia mórfica le resuena o es una versión más del pensamiento new age, que sin fundamentos en la realidad busca explicar y espiritualizar el universo como proyección de sus propias creencias. Personalmente me parece que el modelo de Sheldrake –siendo solo un modelo, una imagen que hace la mente del universo– es uno de los más coherentes que ha formulado el pensamiento contemporáneo para acercarse a entender la relación entre el hombre y la naturaleza, la mente y la materia.

Pero esto es sólo una opinión en base a la intuición y a la experiencia individual; quizás influida por que el modelo de Sheldrake resuena más con una concepción poética y espiritual del universo. Pero esto no debería de ser algo necesariamente desdeñable, ¿acaso no los físicos más reconocidos, incluyendo a Einstein, incluyeron la elegancia y la belleza de una teoría como una de las variables a considerarse dentro de la valía de una teoría científica? Siguiendo lo dicho por Sheldrake, de que las leyes físicas evolucionan, consideró que  posiblemente en este momento en la historia del pensamiento humano, la resonancia mórfica es una de las puntas de lanza para entender lo que nos sucede, uno de los modelos que mejor funcionan en un plano existencial –más allá del cánon científico– para observarnos en el espejo líquido de memoria atravesada, y seguir evolucionando hacia un nuevo entendimiento, en sintonía con el principio mutante del universo.