jueves, 13 de agosto de 2015

EL VENENO

La hija llega y le dice a su padre:

- ¡Papá, ya no aguanto más a la vecina! Quiero matarla, pero tengo miedo que me descubran. ¿Puedes ayudarme con eso? El padre le responde:

- Claro que sí mi amor, pero hay una condición... Tendrás que hacer las paces con ella para que después nadie desconfíe que fuiste vos cuando ella muera. Tendrás que cuidarla muy bien, ser gentil, agradecida, paciente, cariñosa, menos egoísta, retribuir siempre, escucharla más... ¿Ves este polvito? Todos los días pondrás un poco en su comida. Así ella morirá de a poco.

Pasados 30 días, la hija vuelve a decir al padre:
- Ya no quiero que ella muera. La amo. ¿Y ahora? ¿Cómo hago para cortar el efecto del veneno? El padre entonces le responde:
- ¡No te preocupes! Lo que te dí fue polvito de arroz.
Ella no morirá, porque el veneno estaba en ti.

Cuando alimentamos rencores, morimos de a poco.
Aprendamos a hacer las paces con quienes nos ofenden y nos lastiman.
Aprendamos a tratar a los demás como queremos ser tratados. Aprendamos a tener la iniciativa de amar, de dar, de donar, de servir, de regalar, y no solo querer ganar y ser servido.




Playa y campo, Fuerteventura, por Charo Barea.




miércoles, 12 de agosto de 2015


Eco Isla Fuerteventura, algo más que sol y playa.

https://youtu.be/EEo0a7OsH1U






Una reflexión:




ABRE EL LIBRO DE LOS SECRETOS

Lo que más anhelamos en la vida no es comida, dinero, éxito, posición, seguridad o sexo; ni siquiera el amor del sexo opuesto. Una y otra vez conseguimos estas cosas y terminamos sintiéndonos insatisfechos, en ocasiones más de lo que estábamos al principio. Lo que más anhelamos es un secreto que se revela sólo cuando estamos dispuestos a descubrir una parte oculta de nuestro ser. En las antiguas tradiciones sapienciales, este empeño se comparó con la recolección de la más hermosa perla, una manera poética de expresar que debemos "nadar bajo las aguas superficiales" sumergirnos en nuestro ser y buscar pacientemente esa perla invaluable. La perla también recibe el nombre de esencia, hálito de Dios, agua de vida o néctar sagrado, lo que con la trivialidad propia de la era científica llamamos “transformación”. Transformación significa cambio radical de forma, como cuando la oruga se transmuta en mariposa.


En el ámbito humano significa convertir temor, agresión, duda, inseguridad, odio y vacío en sus opuestos. ¿Es esto posible? Lo indudable es que el anhelo secreto que carcome nuestra alma es totalmente ajeno a cuestiones externas como dinero, posición o seguridad; nuestro ser interior reclama un significado, el final del sufrimiento y respuestas a enigmas como amor, muerte, Dios, alma, bien y mal. Una vida superficial jamás responderá a estas preguntas ni satisfará las necesidades que las suscitan. La única manera de satisfacer el anhelo más profundo es encontrando nuestras dimensiones ocultas. Cabría esperar que este anhelo de conocimiento hubiera desaparecido con el nacimiento de la ciencia, pero en realidad se ha fortalecido. No hay más “hechos” por descubrir sobre las dimensiones ocultas de la vida. Es ocioso analizar más tomografías de pacientes durante “experiencias cercanas a la muerte” o resonancias magnéticas de yoguis en meditación profunda. Esa fase de experimentación ha cumplido su cometido: sabemos que adonde vaya la conciencia, allá irá el cerebro.


Las neuronas son capaces de registrar las experiencias espirituales más elevadas. Pero de alguna manera, sabemos menos que nuestros antepasados sobre el misterio de la vida. Vivimos en la Era del Cerebro Superior, esa corteza que creció desmedidamente en los milenios recientes y eclipsó al cerebro inferior instintivo. También se le llama “cerebro nuevo”, en contraposición al que imperó sobre los seres humanos durante millones de años y sigue haciéndolo en la mayoría de los seres vivos. El cerebro antiguo no puede concebir ideas ni leer, pero tiene el poder de sentir y, sobre todo, de ser. Fue gracias a él que nuestros antepasados percibieron la cercanía de una presencia misteriosa en la naturaleza. Esa presencia, que habita cada partícula de la creación, inunda también tu vida. Eres un libro de secretos que espera ser abierto, aunque probablemente te concibas de manera muy distinta: en la vida cotidiana eres trabajador, padre o madre, esposo o esposa, un cliente que “peina” el centro comercial en busca de algo nuevo, o un miembro del público que espera con impaciencia el siguiente espectáculo. Cuando vives la verdad de la realidad única, todos los secretos se revelan sin esfuerzo ni lucha. Todo se reduce a la proverbial elección entre separación o unidad. ¿Deseas sentirte fragmentado, en conflicto o desgarrado entre las fuerzas eternas de la luz y la oscuridad, o prefieres escapar de esto para acceder a la totalidad? Eres una criatura que actúa, piensa y siente; la espiritualidad funde estos tres elementos en una realidad única.


El pensamiento no subyuga al sentimiento, y el sentimiento no se resiste tozudamente al cerebro superior; la acción ocurre cuando pensamiento y sentimiento dicen: “Esto es correcto”. En la realidad única experimentamos el flujo de la vida sin obstáculos ni resistencia; en ella, inspiración, amor, verdad, belleza y sabiduría son aspectos 5 naturales de la existencia. La realidad única es espíritu, y la superficie de la vida es sólo un disfraz de mil máscaras que oculta la realidad. Hace mil años, esta afirmación no hubiera encontrado oposición; todos aceptaban que el espíritu era la auténtica fuente de la vida. Ahora debemos ver el misterio de la existencia con nuevos ojos, pues como hijos orgullosos de la ciencia y la razón, hemos quedado huérfanos de sabiduría. Este libro tiene dos objetivos: primero, persuadirte de que hay un misterio en las dimensiones ocultas de la vida; segundo, inspirarte la pasión y dedicación necesarias para descubrirlas. No pospongas este proyecto hasta que te sientas listo; estuviste listo desde el día que dejaste de preguntar quién eres y por qué estás aquí. Por desgracia, la mayoría rechazamos miles de experiencias que podrían hacer de la transformación una realidad. Sí no fuera por el empeño que ponemos en la negación, la represión y la duda, nuestra vida sería una revelación constante. En última instancia, debes convencerte de que tu vida es digna de analizarse con pasión y compromiso totales.


Fueron muchas las decisiones que mantuvieron cerrado el libro de los secretos, pero basta un segundo para abrirlo de nuevo. Yo entiendo de manera literal las palabras del Nuevo Testamento: “Pide y recibirás, toca y la puerta se abrirá”. Es así de simple. Conocerás todos los secretos de la vida cuando digas sinceramente: “Debo saber, no puedo esperar un minuto más”. Buda bajo el árbol Bodhi y Jesús luchando con los demonios en el desierto simbolizan el mismo drama del alma que revivimos al nacer. Ten esto por seguro: eres el ser más importante del mundo pues en el plano del alma, tú eres el mundo. El derecho de saber ya es tuyo. Tu siguiente pensamiento, sentimiento o acción puede revelar la sabiduría espiritual más profunda, que fluye tan pura y libre como los ríos primaverales en las montañas. No basta lo que hemos aprendido, pero es imposible que los secretos se mantengan ocultos por siempre.

Deepak Chopra



martes, 11 de agosto de 2015


HAY COSAS QUE YA LAS DOY POR PERDIDAS, AUNQUE SEPA DÓNDE ENCONTRARLAS

Hay cosas que he dejado atrás y aunque sepa dónde encontrarlas sé que la vida es a veces un viaje sin retorno. Pero, no tengo miedo ni me arrepiento de nada, porque sé por lo que vale la pena luchar y reconozco también qué batallas son inútiles… Esas por las que no merece la pena salir herido.

¿Cuántas cosas has dado por perdidas en tu vida? En ocasiones cuesta verlas, cuesta darse cuenta de que cada esfuerzo que invertimos, cada aspecto al que renunciamos por determinadas personas o por algunos proyectos, son como las hebras del humo escapando por una ventana abierta.

La razón por la cual nos cuesta percibir que todo lo que hacemos en ocasiones no va a servir de mucho, es por el propio coste emocional. Por la ilusión, por los sueños, por las esperanzas. Son estas emociones positivas las que nos dan aliento cada día, y ellas las que más de una vez, nos ponen vendas en los ojos.

Hasta que llega la decepción, hasta que llega ese instante en que nos damos cuenta que la balanza de la vida está algo desequilibrada, que ya no nos queda nada, que no hemos recibido nada y que ese sueño, era un mal sueño.

¿Hemos obrado mal? ¿Hemos quizá de arrepentirnos por todo lo hecho? Nunca. Quién no lucha por sus sueños no es valiente, quien no batalla por sus ilusiones no alcanza la luna. Siéntete orgulloso por tu coraje, pero recuerda que una retirada a tiempo, también es de prudentes y de sabios…


Esas batallas inútiles en nuestra vida…


Empezaremos señalando algo importante: nadie sabe que una batalla o un sueño ha sido inútil hasta que la realidad, nos impacta con toda su crudeza. Hasta entonces, toda ilusión va a nutrir cada paso y cada pensamiento, cada esfuerzo y cada acto invertido.

No importa si estamos hablando de un trabajo, de una amistad o de una relación de pareja. La vida es una larga sucesión de momentos en los que ponernos a prueba, de capítulos de los que disfrutar, por los que luchar y de los que aprender. Porque aprender es esa clave vital que debe vertebrar cada día de nuestra existencia.

Es posible que hayas cometido errores y que a estas alturas, hayas dejado ya muchas cosas por perdidas. ¿Debes lamentarte por ello? En absoluto. Lamentar un error es alimentar la amargura por una elección hecha en un momento de nuestra vida.

Los errores se asumen, se entienden, se procesan y se integran en eso que llamamos “baúl de las experiencias”. Y si esos momentos vividos te traen malos recuerdos, no los alimentes cada día, no les lleves flores. Los recuerdos desagradables deben sustituirse por el aquí y ahora, por la felicidad de hoy.

Ninguna batalla es inútil porque es vida vivida y experiencia adquirida. No obstante, no olvides que lo más importante de todo esto es saber darnos cuenta lo antes posible de que ese proyecto, no merece nuestros esfuerzos. De que esa relación, no merece nuestras renuncias ni nuestro sufrimiento.

¿Cuándo es el momento de “dar algo por perdido”?


Puede resultar una pregunta obvia, pero en realidad no lo es y por ello vamos a ahondar en este aspecto. De hecho, es muy posible que ahora mismo muchos de nosotros estemos alimentando esperanzas y proyectos en una dimensión que no lo merece o “que no nos merece”.

Veámoslo a modo de reflexión en los siguientes puntos:

1. El poder de las falsas expectativas

Hay veces que caemos en el error de culpabilizar a los demás de alimentar en nosotros falsas ilusiones, cuando en realidad, es posible que la responsabilidad recaiga en nuestra parte. Hay quien pone sus miras en ese trabajo soñado, cuando es posible que ni tenga la formación ni las aptitudes.

También hay quien fija todas sus emociones y ansiedades en una persona que en realidad, nunca le ha dado pista alguna de que sienta algo por él o por ella. Es decir, nunca debemos perder de vista la objetividad, el equilibrio y las perspectivas.

2. El coste emocional

Esa fuerza interior que tenemos los seres humanos llamada emoción, es en realidad un motor tan poderoso como peligroso. En ocasiones nos hace darlo todo, hasta nuestro último aliento por esa persona amada, por ese sueño ansiado.


No vemos los límites y abrimos nuestro corazón sin leer el manual de instrucciones, ese que como primera regla debería decirnos “sé prudente, mira por ti, protege tu autoestima”. No obstante, no siempre lo hacemos.

Debemos aprender a ser más receptivos, a decirnos a nosotros mismos que también merecemos RECIBIR. ¿Te ofrece esa amistad apoyo, complicidad, respeto y reconocimiento? Entonces sigue adelante.

¿Te da esa relación afectiva felicidad, alimenta tus ilusiones? ¿Invierte en ti tanto como tú lo haces, ha renunciado a algo tal y como has tenido que hacer tú en alguna ocasión? Si no es así, reflexiona y toma una decisión.

Daremos por perdido toda cosa o toda persona que se nutre de los egoísmos, que no nos reconoce, que nos quita las fuerzas e ilusiones en lugar de enriquecernos. Avanza y cierra puertas, sabes muy bien dónde están pero también tienes muy claro dónde DESEAS ESTAR TÚ.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/hay-cosas-que-ya-las-doy-por-perdidas-aunque-sepa-donde-encontrarlas/

lunes, 10 de agosto de 2015

ENTRE “LO QUE ES” Y “LO QUE DEBERÍA SER”, HAY UNA BRECHA LLAMADA SUFRIMIENTO

El sufrimiento no es un error o un castigo, es más bien la invitación a cerrar esa brecha.

Es un llamado a soltar el sueño acerca de cómo se ‘supone’ que debería ser este momento y enamorarnos de como es.

Al honrar este momento, al inclinarnos ante el hecho inmediato de ‘lo que es’, dignificamos el lugar en el que estamos parados. Ocurre que a menudo descubrimos “lo que debería ser”, de cualquier forma.

En el corazón mismo de nuestro dolor, en el ardiente núcleo de lo que nos preocupa, podríamos encontrar un inimaginable coraje, amor e incluso paz.

Cuando nos hacemos amigos de nuestro malestar, de nuestra inseguridad, de nuestra tristeza, de nuestro dolor, de nuestra ira; cuando hacemos una reverencia a su intensidad, honrando su poder y su libertad intrínseca, dejamos de ser víctimas, porque ahora nos alineamos con la vida, dejamos de estar en guerra con la forma como son las cosas.

Y vemos posibilidades donde alguna vez vimos obstáculos.
La brecha duele, sí, sin embargo a veces tenemos que sentir ese dolor con el fin de sanar.

Jeff Foster

Parece que no tenemos derecho a sufrir, nos han vendido que la tristeza es negativa y que tenemos que apartarnos del sufrimiento si queremos disfrutar de una vida plena. Pero lo cierto es que la tristeza es parte de nosotros, sin máscaras ni corazas.

Nos hace falta y punto. En nuestros días malos está ella para ayudarnos. Y, sin duda, en cada momento nos muestra todo lo que tenemos que aprender.

Resulta que sufrir y sentirse mentalmente sano, o estar mal y vivir nuestra vida no forman buenas parejas culturales. De hecho, si a alguien se le ocurre decir “me siento mal pero estoy bien”, se le mira con extrañeza.

Hemos caído en la trampa de exigir un optimismo excesivo a nuestras vidas. Hemos ignorado que no debemos aprender la lección sin cuestionarla y ahora pagamos las consecuencias de creer que no sufrir es un valor al alza para la cuenta de la vida y que lo correcto es mover nuestros millones para conseguir evitar las complicaciones y entonces “tener vida”.

  
Estamos hechos de luces y de sombras
No permitas que te obliguen a estar siempre alegre, pues tu tristeza es la única que sabe apreciar tu alegría.


El sufrimiento necesita un espacio en nuestra vida porque, de otra manera, explotará y nos ahogará. El hecho de sentirnos mal es una forma que tiene nuestra mente de decirnos que hay algo que no va bien y, con lo cual, debemos atenderlo.

Al fin y al cabo, si siempre nos sintiésemos bien, no sabríamos valorar lo que significa estarlo. Esta es la actitud que evita que nos convirtamos en víctimas, pues se trata de aceptarnos y dejar de rechazar nuestras reacciones naturales.

Si aceptamos que el malestar existe y que es normal, no nos hará sufrir intentando evitarlo ni nos frustrará porque cada vez  nos golpea con más fuerza.

El sufrimiento y la tristeza son dos potentes armas que nos ofrecen cientos de aprendizajes y que tienen la capacidad de esclarecer nuestra mente. Ellos nos dicen que vale la pena luchar porque vale la pena ser feliz.

Y es que es más sano “vivir pensando que me sentiré bien aunque a veces me sienta mal” que “vivir con la obligación de sentirnos bien para poder ser felices”. Tenemos que admitir que estamos en un mundo lleno de colores, que no solo existe el blanco o el negro. De hecho, la vida está llena de matices, tantos como circunstancias y personas.
Acepta tus emociones, pues tener la capacidad de sentirte bien o mal significa que estás vivo, muy vivo.