Playas de Fuerteventura, Sotavento.
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martes, 21 de julio de 2015
sábado, 18 de julio de 2015
CONFIAR EN EL AMOR
DESPUÉS DE HABER SIDO HERIDOS
El amor no es una cuestión de fe, tampoco una religión. El
amor es una experiencia afectiva y emocional que suele llegar de improviso.
Nadie puede amar a la fuerza ni puede dejar de querer cuando lo crea
conveniente al no sentirse correspondido, por ejemplo. Y es quizá ahí, en esta
pequeña sensación de falta de control, donde aparece el verdadero problema.
El amor a menudo nos sume en una envoltura de sutil
fragilidad: todo lo que hace, dice, o no dicen nuestras parejas nos afecta de
un modo más intenso, toda experiencia se vuelve más intensa y, en consecuencia,
tanto la felicidad como el sufrimiento se experimentan de un modo mucho más
fuerte.
De ahí por ejemplo que muchas personas suelan actuar de un
modo casi comprensible tras un fracaso sentimental: para evitar el dolor, es
mejor huir. Lo que duele es mejor evitarlo. Puro condicionamiento clásico.
Pero... ¿Es esto lo adecuado? ¿Es mejor evitar enamorarnos de nuevo para no
padecer?
Y más aún… ¿cómo podemos volver a confiar en el amor?
Cuando el amor duele y decepciona
Existe una idea muy común que considera que el amor es
sinónimo de sufrimiento. Pensamos que este sentimiento, como tal, está asociado
únicamente a la afectividad, y en consecuencia a la irracionalidad. Amar y
sentir no va de la mano de “pensar”.
Pero hemos de tenerlo claro, en ocasiones no basta solo con
amar, el afecto no es el único pilar para que una pareja funcione. Hemos de
ubicarlo, racionalizarlo y dominar en la medida de lo posible esa locura
afectiva. Debe existir un equilibrio entre la pasión y la racionalidad, de lo
contrario acabaríamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Compromiso, comunicación, afecto, respeto, empatía y
crecimiento personal, deben ser sin duda esos ladrillos diarios sobre los que
edificar una pareja. Pero cuando algo de esto falla, cuando estos pilares se
quiebran, es cuando aparece el dolor y la decepción.
Un proceso que solemos vivir las personas a lo largo de
nuestra vida, es aprender que la confianza, a veces, se rompe. Cuando somos
niños, nuestra tendencia natural, es confiar en los demás. Pero a medida que
nos vamos haciendo mayores, la experiencia nos va enseñando que las personas no
son perfectas, que son falibles, y que pueden hacernos daño queriendo o sin
querer.
De algún modo, todos estamos expuestos al dolor. Y es más,
nosotros mismos también podemos hacerlo a otras personas. Es algo que siempre
debemos tener claro. Los expertos siempre nos recomiendan ante todo una cosa:
la necesidad de ser realistas en el amor.
No te dejes llevar por la idea de que la relación que tienes
ahora va a ser siempre perfecta, piensa que es un largo proceso en el que
encajar piezas, en el que negociar, a veces renunciar o defender… un proceso
diario donde exista siempre la reciprocidad y la voluntariedad por parte de
ambos en mantener esa relación. Se trata de ejercer un movimiento similar al de
un péndulo, ir del “YO” al “NOSOTROS”.
Si no la hay, si eres consciente de que alguno de estos
aspectos no se dan, mantén tu visión realista y evita que el dolor se alargue más de lo necesario.
VOLVER A CONFIAR EN EL AMOR
Sí, es posible. Puede que ahora mismo pienses que es mejor no volver a confiar en nadie. Que tus relaciones pasadas terminaron en fracaso y que ya han sido bastantes malas experiencias como para volverlo a intentar. Que la soledad del día a día, es mejor que la incertidumbre y el temor a volver a ser heridos.
Sí, es posible. Puede que ahora mismo pienses que es mejor no volver a confiar en nadie. Que tus relaciones pasadas terminaron en fracaso y que ya han sido bastantes malas experiencias como para volverlo a intentar. Que la soledad del día a día, es mejor que la incertidumbre y el temor a volver a ser heridos.
Si piensas esto, intenta valorar con objetividad los puntos
que ahora te señalamos. No perdemos nada por pensar en estas dimensiones
durante unos momentos…
Para volver a confiar en una persona, lo primero es
confiar en ti mismo/a. ¿Es que no tienes derecho a ser feliz, no te mereces
quizá vivir buenos momentos y compartir la experiencia del día a día con otra
persona? El primer paso es sentirte pleno, satisfecho y feliz contigo mismo.
“Yo me gusto como soy, me gusta ese rostro que veo cada mañana y me siento
satisfecho con la vida que llevo ahora”. Todos estos conceptos son los que dan
fortaleza a nuestras raíces.
Una buena autoestima y una buena auto-confianza siempre nos
hará más fuertes frente al dolor. Si yo sé lo que quiero, sabré ver de
inmediato esos indicios en la otra persona que sé que no me convienen, que sé
que pueden hacerme daño. “Yo me quiero a mí mismo y vuelvo a elegir a otra
persona para quererla también, para crecer con ella pero manteniendo en todo
momento mi equilibrio”.
Escucha tus necesidades. Solo tú sabes en qué momento te
encuentras ahora. Solo tú sabes cuál es tu pasado y el modo en que te han hecho
daño. Y toda herida requiere un proceso de cicatrización, lo sabemos. De ahí
que sea básico el que sepas escucharte, el que veas cuáles son tus necesidades
en cada momento.
Es imprescindible que recuperemos nuestro amor propio, que
reconstruyamos todo aquello que está a nuestro alrededor. Puede que sientas
que, ahora, es mejor estar solo/a, disfrutar de tus amigos y de tu familia. No
hay prisa. Poco a poco empezaremos a mirar a nuestro alrededor con las heridas
más cerradas, con el corazón más abierto y la mente más despejada. La confianza
llegará poco a poco y con pasos sigilosos, será el momento pues de lanzar el
lastre de nuestros miedos para abrazar lo desconocido.
Para vivir hay que arriesgarse, siendo conscientes en todo
momento de que sí, de que puede volver a aparecer la decepción. Pero tal vez
valga la pena, aunque sea breve… tal vez el arrepentimiento por no arriesgarnos
nos ofrezca más culpabilidad. ¿Volver a amar es posible? Desde luego lo es.
Solo depende de ti.
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