jueves, 11 de junio de 2015


EFECTOS DE LAS EMOCIONES Y PENSAMIENTOS NEGATIVOS EN NUESTRO CUERPO

¿Alguna vez te has puesto a pensar cómo influyen los pensamientos en tu salud y en tu cuerpo?

Son pocas las veces que la mayoría de personas nos ponemos a pensar cuán impactantes pueden ser los pensamientos para nuestro cuerpo y nuestra salud.

En ocasiones nos dejamos llevar por el estrés, la tensión, la angustia, el desespero, la prisa y muchos otros sentimientos negativos que, sin pensarlo, nos pueden afectar tanto emocional como físicamente, desmejorando nuestra calidad de vida.

Todos deberíamos tener claro que la conexión cuerpo-mente es mucho más fuerte de lo que pensamos, pues nuestros pensamientos y emociones pueden ser determinantes a la hora de estimular la producción de ciertas sustancias que pueden influir en nuestra salud física y emocional. Por ejemplo, la serotonina y la dopamina son dos sustancias que nuestro cerebro libera cuando tenemos un estado de felicidad o euforia. Algo así ocurre con las emociones negativas, pero en lugar de hacerle bien a nuestro cuerpo, le puede generar dolor y muchas otras molestias que impiden sentirse saludable.

Nuestro cerebro tiene la capacidad de almacenar información importante y determinante para el comportamiento y su relación con nuestro cuerpo. Varios expertos coinciden al pensar que todos tenemos la capacidad de definir lo bueno y lo malo de cada situación, siendo nosotros mismos los responsables de otorgarle una connotación negativa o positiva a cada uno de los momentos por los que tenemos que atravesar día a día.

El efecto sobre nuestro cuerpo

Nuestro ser emocional puede derivar en algunas molestias físicas que nos pueden indicar que estamos atravesando por un momento difícil en el que las emociones y pensamientos negativos nos tienen invadidos. Por ejemplo, sentir dolor en el cuello constantemente nos podría estar indicando que tenemos la incapacidad para ver desde diferentes perspectivas.

Una sensación de dolor inexplicable en las caderas nos puede estar indicando que el miedo nos tiene invadidos, posiblemente por no sentirnos con capacidad de tomar decisiones importantes.

El dolor en la espalda alta está relacionado con el dolor del desamor; el dolor de la espalda media se relaciona con la incapacidad para soltar el pasado; y el dolor en la espalda baja está relacionado con el estrés financiero.

Una sensación de dolor en las rodillas puede indicarnos miedo, orgullo y falta de dominio sobre el ego.

Cuando estamos atravesando un momento o situación que nos produce ira,en nuestro cuerpo ocurre un efecto bioquímico que nos hace aumentar los niveles de adrenalina y reviviremos las sensaciones una y muchas veces.

Las sensaciones de tristeza influyen mucho en nuestras energías y motivación para enfrentarnos a nuestro día a día. La tristeza nos puede producir fatiga, exceso de cansancio y una bajada importante de energías.

¿Cómo combatir los pensamientos y emociones negativas día a día?

Así como tenemos momentos buenos y llenos de felicidad, parte de vivir también es pasar por momentos difíciles, que ponen a prueba nuestra fortaleza y nuestra capacidad para controlar nuestras emociones. Para hacer frente a los pensamientos y emociones negativas que nos pueden invadir en cualquier momento de nuestra vida, es muy importante aprender a tener un pensamiento positivo de cada experiencia, por difícil o insuperable que parezca.

Todos los días al levantarnos es muy importante programar cuerpo y mente para asumir el reto de ese nuevo día y esa oportunidad que tenemos para estar bien y vivir felices. Nuestra mente tiene un poder impresionante y puede llevar a cabo todas aquellas cosas que le indiquemos con mucha seguridad. Teniendo en cuenta esto, es importante aplicarnos buenas dosis de positivismo y tratar de verle el lado bueno a las cosas, aunque sea una experiencia relativamente difícil de superar.

Cuando los pensamientos y emociones negativas traten de apoderarse de nuestra vida y de nuestra salud, es muy importante tomarse unos minutos para reflexionar y meditar si en verdad vale la pena gastar nuestras energías en ese pensamiento. Lo más probable es que después de hacer este ejercicio, en lugar de lamentarte y dejarte dominar por esas emociones, quieras darle un cambio a tu vida y buscar soluciones para que esa negatividad no te afecte y te robe tu calidad de vida.

Está comprobado científicamente que el positivismo y las buenas emociones, como la alegría, la felicidad y la risa, liberan hormonas responsables del fortalecimiento de nuestro sistema inmunológico. Así mismo, se determinó que las emociones negativas pueden actuar de forma contraria y causar un debilitamiento del sistema inmune, haciendo nuestro cuerpo más propenso a contraer diferentes enfermedades.

Ser una persona positiva es cuestión de decisión, buenos pensamientos y buenas emociones. Vale la pena aplicarnos buenas dosis de positivismo, pues esto mejorará nuestra salud emocional y física en muchas maneras.

Fuente: Vive Sana




miércoles, 10 de junio de 2015


LA ESPIRAL DE LA QUEJA

Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te quejas?
Si no lo tiene ¿por qué te quejas?
Proverbio oriental

¿Cuánto te quejas a lo largo del día? Detente un momento y piénsalo…

Cada uno de nosotros suele tener una colección de quejas esperando a salir. Nos quejamos del trabajo, de nuestra pareja, de aquel amigo, de cómo nos trataron en el último restaurante al que fuimos… La lista podría ser infinita.

Quejarse se está volviendo una adicción en la sociedad. Sin embargo, tras haber lanzado todo aquello que no nos parecía bien, volvemos a nuestra rutina normal, mientras que la queja poco a poco se va sepultando en el olvido.

Pero, hay personas que convierten la queja en su estilo de vida. No hay ni un solo día en el que no ocurra algo sobre qué lamentarse.

Así, la queja podemos utilizarla en ocasiones, como modo de descarga o válvula de escape, el problema viene cuando nos aferramos a ella y la convertimos en algo indispensable en nuestras vidas. De esta manera, focalizamos nuestra atención sobre lo negativo.

Si lo pensamos, la espiral continúa de quejas, no nos lleva a ninguna parte, al contrario nos paraliza. El psicólogo Joan Garriga afirma que “Quejarse baja la vitalidad de las personas”.

Quejarse no cambia las situaciones, tampoco a las personas ni a las cosas, tan solo informa de que la realidad no nos agrada.

La queja no resuelve nada, a no ser que la emitamos tan solo para desahogarnos, pero esto resulta eficaz cuando no es repetitivo en el tiempo, de lo contrario, resulta inoperante, pues no aporta soluciones.

¿O crees que porque te quejes mucho las situaciones van a parecer distintas? ¿O que todo se resolverá por arte de magia?

En ocasiones, la queja también nos indica una falta de responsabilidad ante las personas y las situaciones, o la recreación en la posición de víctimas.

Seguro que a vuestro alrededor identificáis alguna persona que se queja de su situación, pero no hace nada por resolverla, al contrario, solo sabe hablar de ella, centrándose en lo negativo, sin buscar soluciones ni alternativas. Se ha acomodado.

Hay que tener en cuenta que cuando nos quejamos, acusamos a los demás o a las circunstancias de nuestra infelicidad, quedamos exentos de toda responsabilidad, como si nuestro bienestar dependiera del exterior. Y nos convertimos en víctimas de nuestra realidad.

La queja niega el poder que tenemos, resistiéndose a aceptar y asumir la realidad, paralizando la acción y bloqueando el futuro.

De hecho, cuando alguien ha establecido como hábito la queja continua, es porque detrás de ella, se esconde algún beneficio, por lo que conviene observar qué hay detrás de esa queja, la necesidad escondida.

Al quejarnos manifestamos que las cosas no han salido como pensábamos o que el otro no ha actuado como queríamos, solicitando que sean resueltas. Pero la queja, no se resuelve desde fuera, sino desde uno mismo, en nuestro interior.

De nada vale quejarse, si después no te pones en marcha a buscar soluciones o alternativas. Incluso, en ocasiones tan solo con pararnos, observar y comprender lo sucedido será suficiente. Es nuestra decisión orientar nuestra energía a vivir o hacia ir muriendo poco a poco.

Preguntarnos de manera sincera para qué nos sirve la queja que estamos emitiendo, nos permitirá descubrir aquello que necesitamos.

En la actualidad, existe una iniciativa a través de Internet, que propone dejar de lamentarse por cosas cotidianas. Los autores de este movimiento, Blancpain y Pelgrims, expresan la importancia de los beneficios que se obtienen si dejamos de quejarnos durante un mes. Por un lado, obtendremos un mayor nivel de felicidad y por otro, la adquisición de conocimientos sobre cómo nos comunicamos con nuestro alrededor, afirman.

Y tú, ¿podrías pasar un mes entero sin quejarte? Si somos capaces de descubrir nuestra libertad dentro de nuestra esclavitud, también podremos hallar nuestra alegría o nuestro bienestar, bajo la cubierta de la victimización.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/la-espiral-de-la-queja/



martes, 9 de junio de 2015

¿ES NECESARIO PERDONAR?

Esa persona que te ha hecho tanto daño, ¿merece ser perdonada? Seguro que te has preguntado esto más de una vez. Quizás si se trata de alguien muy cercano a tu círculo íntimo, pienses un poco más detenidamente si vale la pena el perdón o no.


Sin embargo, queda otra duda rondando en el aire: ¿perdonar quiere decir reconciliarnos con esa persona? Tal vez hemos decidido perdonarla para no seguir guardando rencor, un veneno que no nos hace para nada bien; pero eso no significa que tengamos que volver a ser amigos como antes, seguir estando casados, ir a cenar a su casa, etc.

Cuando somos traicionados de alguna forma u otra, es bastante difícil que la relación continúe como si nada hubiese pasado. Imaginemos que nuestra confianza es como una copa de cristal que se cae al piso y se hace añicos, ¿podrá volver a ser como antes, aunque pegásemos los pedazos? Claro que no.

Es preciso tener en cuenta que cuando perdonamos a alguien por sus errores, también nos estamos perdonando a nosotros mismos. ¿Qué quiere decir esto? que al perdonar, nos liberamos del dolor, las emociones tóxicas y los sentimientos negativos que habitan nuestro interior. Y eso, ya es bastante.

Pero no vale decir “te perdono” sin realmente sentirlo, debemos ser conscientes y auténticos al expresar estas dos palabras que tanto significado y valor guardan consigo.

El perdón puede o no forjar una reconciliación. No se trata de una condición sine qua non, es decir, que podemos perdonar y cada una de las personas seguir su propio camino. Ambas sendas se bifurcan a partir del momento en que decidimos perdonar y al mismo tiempo, soltar.

Esto no ocurre de la noche a la mañana, sino que el perdón es un proceso que debemos atravesar en el tiempo. Quizás pensemos que ya hemos perdonado a alguien por lo que nos hizo, sin embargo, cada vez que recordamos el hecho que ocasionó la pelea experimentamos tristeza, lloramos, nos enfadamos, etc. Eso quiere decir que aún no lo hemos perdonado al 100%.

Como indica Miguel Ruiz en su libro “Los cuatro acuerdos”, el perdón es la única manera que tenemos de sanarnos. Te darás cuenta de que has perdonado a alguien cuando lo veas (o lo recuerdes) y no tengas ninguna reacción emocional negativa.

Podríamos comparar el perdón con la cicatrización de una herida que nos hemos hecho en la mano cortando una manzana. Mientras la herida se esté curando, nos dolerá si la tocamos o apenas rozamos con la ropa o algún objeto. Una vez que la piel se haya regenerado, puede que quede una cicatriz o la piel más clara, sin embargo, al pasar un dedo por ella, no sentiremos dolor. En el caso del perdón, nos daremos cuenta de que hemos realmente perdonado cuando no nos haga mal el recuerdo de la situación, que en un primer momento nos ofendió.

Recuerda esta frase tan bonita sobre las consecuencias de no saber perdonar: “No perdonar es como tomar una brasa candente con la intensión de arrojársela a otra persona: eres tú el que se quema primero”.

Otra razón, sin dudas, para perdonar es recordar que el perdón es como una forma de curarnos a nosotros mismos y eliminar más dolor del ya producido.

¿Cómo, cuándo y por qué perdonar? Todo dependerá de cada uno de nosotros, de la experiencia individual. No existe una regla o una receta mágica que indique: “ante un engaño en la pareja, esperar dos semanas para perdonar”, por ejemplo.

Tú mismo te darás cuenta en qué momento has perdonado o cuando todavía debes trabajar para lograr este objetivo. Y hasta en algunos casos, el tiempo es el que se encargará de sanar las heridas. No hay dudas, el paso de los años es el mejor cicatrizante para las lastimaduras del corazón, en ocasiones.

Si debemos o no perdonar es una decisión personal. Sólo que esta decisión repercutirá en nuestra vida, ya sea en el presente o en el futuro.

Es cierto que algunos engaños son más difícil de perdonar que otros, pero también debemos recordar que no somos seres perfectos y todos nos equivocamos. No estamos justificando al que nos ha engañado, sólo estamos siendo un poco menos estrictos o duros con esa persona, que seguramente se sentirá mal por lo que ha hecho.

Entonces, debemos recordar que el perdón no es algo que beneficia a la otra parte sino a nosotros mismos, los que perdonamos, ya que nos deshacemos de una carga pesada y peligrosa que daña nuestro corazón.

¡Practica más a menudo el perdón y te sentirás mucho más liviano!




lunes, 8 de junio de 2015


NUESTRA CAPACIDAD DE OÍR LO QUE NO SE

ESTÁ DICIENDO (EL CONTAGIO EMOCIONAL)

“Eran los comienzos de la Guerra de Vietnam cuando los soldados de un pelotón estadounidense estaban en cuclillas en medio de un arrozal, en pleno tiroteo con el Vietcong.

De pronto, una fila de seis monjes empezó a caminar a lo largo de las pequeñas elevaciones que separaban un arrozal de otro. Con serenidad y porte perfecto, se dirigían directamente hacia la línea de fuego.

No miraban a la derecha ni a la izquierda. Caminaban en línea recta”, recuerda uno de los soldados estadounidense. “Fue realmente extraño, porque nadie les disparó.

Y después de que terminaron de caminar por los montículos, de pronto el deseo de lucha me abandonó. Ya no tenía ganas de seguir haciendo eso, al menos ese día. Debió de ser así para todos, porque todos abandonaron. Simplemente dejamos de combatir”.

El poder del sereno coraje de los monjes para apaciguar a los soldados en el fragor de la batalla ilustra un principio básico de la vida social. Las emociones son contagiosas.”

Imaginemos que estamos tomando un café con unos amigos y que, de repente, uno de ellos comienza a reír de tal forma que no puede parar. Su risa va en aumento y cada uno de los presentes comenzamos a reírnos sin saber exactamente por qué. Esta es la risa contagiosa.

Podemos indicar otro ejemplo curioso: en una guardería repleta de niños hay uno que se pone a llorar de forma desconsolada… De manera casi inmediata el resto de niños lo mirarán y comenzarán a llorar en escalada, como si de una invitación a un festival de llanto se tratase.

Transmitimos y captamos nuestros estados de ánimo de forma verdaderamente mágica. Las emociones son contagiosas, de hecho nuestro estado emocional puede virar de manera asombrosamente rápida. Siempre llevamos a cabo estos intercambios emocionales, comúnmente de manera sutil, con mayor o menor intensidad y de forma consciente o inconsciente.


Además, las personas que tienen la habilidad de modular sus emociones son las que más agradan, las que nos hacen sentir cómodas y bien, aunque solamente nos hayan dado los buenos días acompañados de una sonrisa.

Existe constancia de que cuando nos relacionamos, a la vez que percibimos el estado emocional de nuestro acompañante, nuestra musculatura tiende a situarse de forma similar a la de nuestro interlocutor. Es decir, que en una conversación normal si la otra persona sonríe sutilmente, nosotros también tenderemos a sonreír.

Esto no solo significa la imitación de un gesto, supone mucho más, ya que se trata de un acercamiento emocional que nos sucederá en mayor o menor medida según nuestra sensibilidad.

Según el psicólogo John Cacioppo, independientemente de si entendemos o no la mímica de nuestro compañero, evocaremos su estado de ánimo buscando de forma inconsciente un acercamiento y procurando sincronizar o poner a la par nuestros estados de ánimo.

En definitiva, se trata de la composición conjunta de una melodía que conforma sus armonías en función de cómo adaptemos nuestros movimientos, de cómo nos acerquemos o alejemos y de cómo amoldemos nuestra postura.

Es decir, cuanta mayor sintonización haya, mayor unión habrá tanto para expresar como para recibir estados de ánimo positivos o negativos. Si por ejemplo nuestra pareja lleva unas semanas triste o irritable, independientemente de nuestro estado de ánimo base, seguramente acabaremos sintiendo una tristeza o irritabilidad que se asemejará a la de nuestro compañero sentimental.

Además, cuanto mayor compromiso haya entre dos personas, mayor sincronía habrá, pues tiene mucho que ver con la relación existente entre dos personas. Investigadores como Cacioppo mantienen la convicción de que uno de los factores que más determinan la eficacia y el éxito de nuestras relaciones es la destreza que mostramos a la hora de compenetrarnos.

De hecho, las personas que percibimos como fuertes son las que son capaces de identificar los estados de ánimo de los demás o imponer los suyos. Si una persona es capaz de motivar a otra será porque ha conseguido adecuar el tono con el que comunicarse.

Lo cierto es que el hecho de que estemos invisiblemente tan conectados no deja de sorprendernos. Parece que la ciencia va obteniendo respuestas  y, desde hace unos años, las explicaciones a este tipo de fenómenos se centran en las neuronas espejo. Estas neuronas son células cerebrales cuya misión es reflejar la actividad que estamos observando y son las culpables de que, por ejemplo, bostecemos cuando alguien lo hace ante nosotros.

En definitiva,  en palabras de Peter F. Druncker, “los verdaderos oyentes empáticos hasta pueden oír lo que se dice en el silencio. Lo más importante en la comunicación es oír lo que no se está diciendo”



domingo, 7 de junio de 2015


TÉCNICAS DE DESAHOGO EMOCIONAL

No podemos negarlo, a veces es más fácil callarse y volver el rostro. O sencillamente, intentar pasar página aferrándonos con fuerza a la cotidianidad para intentar olvidar. Para intentar no pensar. Pero las emociones no se disuelven sin más como el humo escapando por una ventana abierta, se acumulan y nos hieren en silencio.

Se convierten en espectros internos capaces de dañar nuestro cuerpo y nuestra mente, espectros sin forma definidos a través de nuestras experiencias, nuestros fracasos, desilusiones o pérdidas. Nadie queda libre de su influencia.

Reconocerlos y hacerles frente, es un modo de adecuado de asumir nuestra propia realidad interior para cuidar de nuestra salud emocional, imprescindible sin duda para nuestro equilibrio e integridad personal. Te explicamos cómo.


1. SER CONSCIENTE DE TUS EMOCIONES


No es fácil. En ocasiones la tristeza se camufla con la rabia o la ira. Podemos tener ante nosotros personas que muestran un marcado desprecio, o comportamientos desafiantes.

Es posible que bajo esta coraza ligeramente agresiva no esté otra cosa más que la tristeza, el pesar por haber perdido algo o alguien, la frustración por el fracaso o la soledad. Deberemos ir capa a capa, ahondando en nosotros mismos para llegar al centro de nuestras propias emociones. ¿Cómo me siento? ¿Es odio, es amargura? ¿Qué hay tras estos sentimientos?


2. VACIADO DE MENTE


El vaciado de mente no es más que ir descendiendo en la escalera de nuestro mundo interior, de nuestras emociones, para ello podemos seguir los siguientes pasos:

-¿Qué me da rabia? ¿Qué es lo que me enfurece? ¿Qué es lo que me entristece? ¿Qué es lo que me impide encontrarme bien en estos momentos?

-Intenta razonar en primera persona: Me siento, a mi me duele que, yo no quiero que…

-Seguidamente, piensa en cómo desearías estar el día de mañana. Haz un esfuerzo pensando en tu futuro. ¿Qué podrías hacer hoy para alcanzar esa tranquilidad que ansías? ¿Cómo podrías conseguirlo? ¿Qué puedes hacer en mismo este mismo instante para conseguirlo?

  
3. EXPRESA TUS EMOCIONES


Las emociones pueden canalizarse de muchos modos. Llorar siempre es adecuado. También buscar un instante de necesitada soledad donde estar con uno mismo y reorganizar nuestros pensamientos, pensar en nuestras necesidades.

No evites tampoco buscar apoyo personal en un familiar o un amigo. Busca siempre personas que sepas que te van a escuchar y a comprender; poner tus palabras en voz alta siempre es terapéutico y puedes encontrar opciones que no pensabas o que no te planteabas.


4. VALOR PERSONAL


Para enfrentarse a los propios miedos se necesita coraje. No todo el mundo puede –o sabe- asumir sus obligaciones emocionales y personales para avanzar, para llegar alcanzar su propia felicidad y también la de las personas que lo rodean. A veces es más fácil acogerse a la salida de emergencia, esa donde uno sale corriendo sin mirar atrás para huir de aquello que lo inmoviliza. Prefieren no admitir, no pensar, no hablar de aquello que les duele, les molesta o que les impide ser feliz y vivir en armonía.

El valor personal implica una necesidad por enfrentarse a uno mismo con el fin de alcanzar las metas propias, que no son otras más que las de encontrar el equilibrio. La integridad emocional requiere que vayamos liberándonos de todos esos pesos que enferman nuestro carácter y nuestro cuerpo.


Basta con buscar un instante para nosotros mismos y ahondar en el mapa interior que todos tenemos, buscar recovecos, baúles donde se esconde la rabia, la frustración… enfrentarse a ellos y alcanzar la orilla de la tranquilidad, y el desahogo personal.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/tecnicas-para-el-desahogo-emocional/


sábado, 6 de junio de 2015


TUS ZONAS TÓXICAS

Una reflexión desde la Psicosomática Clínica acerca de LA SOMBRA en las RELACIONES:

“Las relaciones interpersonales son un arte, saber relacionarnos con los demás con amor, respeto, consideración y educación debería ser una prioridad en nuestra vida.”

El modo en que nos comportamos con los otros refleja nuestro interior, nuestra psique, así cuando nos referimos a “personas tóxicas” hacemos referencia a aquellas, que de modo inconsciente, proyectan su lado oscuro sobre los demás, proyectan todo aquello que no está sanado e integrado dentro de sí mismos.

Es en la relación interpersonal donde la persona tóxica se manifiesta, esta puede llegar a desgastar, intimidar, cosificar, ningunear o culpabilizar, manipular… En definitiva la persona tóxica te cansa te agota, te deja sin energía.

Origen del Comportamiento Tóxico

La RELACIÓN nos lleva al modo de comunicarnos, de expresarnos con los otros, el cómo yo me relaciono con los demás, cómo interactúo.

Ambientes familiares disfuncionales pueden llevarnos a manifestar problemas para relacionarnos con los demás equilibradamente, puedo sentirme inseguro expresándome, tener miedo “al qué dirán”, sentirme excluido, apartado, ausente,.. Ser el payaso triste, ser demasiado bueno….etc.

Las razones por la que una persona funciona así pueden ser muchas, pero una gran carga de programas Transgeneracionales pueden estar detrás, programas intrauterinos, infantiles…etc.

Por tanto el no juicio es un aspecto esencial para poder entender tales comportamientos, la persona que es dañina, en verdad se daña a sí misma, no se soporta dentro de sí misma, por esto necesita proyectar su ira al exterior, quizás ha sufrido demasiados reveses o procede de un clan que los sufrió, quizás su experiencia de vida ha sido muy dura. Siempre hay una razón.

La sombra o inconsciente no es algo particular que afecta a unos pocos, es la fuerza que mueve tu vida sin que tú te des cuenta, aparece en tus sueños, tus patologías y conflictos relacionales. El inconsciente mueve las leyes naturales de la supervivencia humana.

Un desequilibrio o enfermedad es el lenguaje que usa nuestro inconsciente para transmitirnos un mensaje. Y es nuestro cerebro biológico el que rige esas leyes de supervivencia, un determinado comportamiento puede asegurar la perpetuación de la especie humana. Nos proyectamos dentro del clan no solo somos individuos aislados, sino que por el contrario, estamos conectados genéticamente con nuestro linaje.

Por tanto a la hora de entender un comportamiento tóxico hemos de valorar todas las posibles influencias que hayan podido causar ese desequilibrio en la persona, no somos tan libres como pensamos, la vida de nuestros ancestros sigue presente a modo de programas celulares, dentro de nosotros, llevándonos a evocar inconscientemente a los mismos a través de elegir profesiones reparadoras, enfermedades hereditarias, comportamientos o conductas nocivas,   desordenes amorosos, etc.

No nos engañemos, todos tenemos un lado menos bonito, un lado oculto que no consideramos a la altura de nuestros principios morales, principios a veces absorbidos por la educación recibida, etc., sea cual sea nuestra más íntima razón, queremos tapar, ocultar, negar esa parte de nosotros, para ello construimos un personaje que mostrar al exterior, un personaje que actúa intentando ser alguien que realmente no es. Todo ello conlleva un desgaste de energía psíquica considerable, propiciando en muchos casos un desequilibrio comportamental.

Todas las personas tenemos un lado consciente, es decir, aspectos que aceptamos de nosotros mismos, y un lado inconsciente, este aspecto no es reconocido por el individuo y se refleja y proyecta en su comportamiento hacia los otros.

Hablar de personas tóxicas es hablar de personas en desequilibrio, personas que han creado una máscara que compensa sus carencias y miserias internas.

La persona que es tóxica, por lo general, no es consciente del daño que causa a corto plazo, son los otros los que perciben y sufren los estragos de su comportamiento nocivo, pero a largo plazo a la persona tóxica también termina llegándole su san Martín.

Los Comportamientos nocivos terminan, con el tiempo, convirtiéndose en enfermedad, física o mental dependiendo del individuo. Así los problemas de comportamiento terminan mellando en la personalidad, creando un problema Psicológico.

Todos nos hemos encontrado más de una vez con este tipo de actitudes, amigos, compañeros de trabajo, jefes, hermanos, pareja…están por todas partes. ¿Qué puedo hacer yo para reconocer este tipo de personas? O quizás, ¿soy yo una persona tóxica? La cuestión aquí no reside en ver la paja en el ojo ajeno, sino entender que somos RELACIÓN, hemos de interactuar con otros lo queramos o no. Y dentro de las relaciones hemos de encontrar el equilibrio primero uno dentro de cada uno.

Estas son algunas de las actitudes Tóxicas con las que podemos encontrarnos, digo actitudes y no personas porque en algún momento nos podemos ver reflejados, puesto que todos los individuos tenemos un lado oscuro, un lado inconsciente que controla nuestras vidas.

Todos tenemos nuestros días malos, y cada uno de nosotros está propenso a estar nostálgico de vez en cuando. Sin embargo, cuando se trata de personas tóxicas, la nostalgia parece ser un estado permanente de ser y sentirse triste, melancólico, enojado, negativo, acusador, etc… Y se convierte en un rasgo primario de la personalidad en lugar de un estado mental temporal. Debemos estar atentos a los siguientes tipos de modos de comportamiento tóxico:

El “cabreado” con la vida: Una persona que siempre está enojada, alterada, gritando y que reacciona contra todo el mundo de forma volátil es una persona tóxica. Estas personas necesitan mucha ayuda, pero no es necesario dejarte maltratar. Estar cerca de una persona como ésta hará que te enojes, veas ofensas donde no las hay, reacciones en lugar de reflexionar y tengas miedo. Debes alejarte o distanciar los encuentros por el bien de tu salud.

El que dice que todo el mundo está podrido: Una persona con esta visión del mundo siempre está desanimada y encuentra el lado oscuro en todo. Y le encanta la compañía desdichada. Mientras más pensadores oscuros estén de acuerdo con sus teorías conspiratorias y miedo, mejor. Por extraño que parezca, esta persona a menudo será competitiva con su desgracia, tratando de superar la desgracia de cualquier otra persona. Esta persona es propensa a ver los errores de la gente como enormes transgresiones (y por lo tanto no puede perdonar) y a temer que las personas la decepcionarán en algún momento. Vive en un estado de constante negatividad determinada por el destino y desesperanza. Dado que no se sienten capaces de cambiar su dirección, tratarán de arrastrarte con ellos.

El que busca atención: Es una persona insegura, incapaz de crear su propio sentido de autoestima y emocionalmente inmadura. Estas personas tienden a “aferrarse”. Quieren tu atención, la quieren cuando la quieren (¡ahora!) y tienen que ser el centro de todo. La necesidad constante de esta persona de que la escuchen y la rescaten te desgastará. Y su incapacidad de tranquilizarse y dar un buen vistazo a sí misma significa que tratará de absorber la energía y la vida de alguna otra parte, es decir, de ti.
El chismoso: “Cuando todo lo demás en tu propia vida falla, divulga las desgracias de otras personas”, es el lema de este complicado personaje. En lugar de guardar las confidencias y ser solidario, esta persona permite que los sentimientos de envidia se apoderen de ella, en vez de canalizar sus sentimientos de envidia hacia otro lado. Desafortunadamente, el chisme es emocionante para quien lo escucha en un principio, pero es como el alto nivel de azúcar: estalla rápidamente y los desagradables efectos posteriores hieren a todos.

Es responsabilidad de cada uno estar equilibrados emocionalmente para poder relacionarnos de forma más constructiva, buscar nuestro centro y equilibrio interno se vuelve necesario, si no es así, harás sufrir o sufrirás al lado de alguien, ¿vale la pena?

Por eso la mejor herramienta que tienes de trabajo para limpiar tus zonas Tóxicas es trabajar tu propia historia, trabajar tu inconsciente, terapias como la Psicosomática Clínica o la Terapia con Obsidiana pueden ayudarte a lograrlo.

Haz visible lo invisible, haz posible lo imposible, tu eres, tu puedes.
Conócete a ti mismo, conoce tus orígenes, activa tus potenciales.

Sura Lillo