miércoles, 8 de abril de 2015


SABIDURÍAS DE OTRAS CULTURAS PARA APRENDER A VIVIR EL PRESENTE

Por Noemí Villaverde Maza

La vida amazónica sabe vivir y disfrutar del presente aun viviendo al filo de la supervivencia. Filosofías orientales como el taoísmo o el budismo zen también adoctrinan sobre la impermanencia propia de la vida, en la que nada es duradero, estable e inherente, y nos recuerdan la importancia de sobrellevar esta vacuidad a través de la educación de la mente y el desprendimiento. Otras muchas culturas, y la nuestra propia en el pasado, nos advierten que en realidad, el tiempo medido y calculado por una esfera o un calendario no existe, y que el tiempo vital es saber disfrutar de las experiencias y los hitos de la vida del presente. En realidad, arraigar nuestras vidas al pasado y al futuro significa arraigarnos a un sueño que no es real. Lo idóneo es pensar, como dicen lo amazónicos, que nadie muere en su víspera.

Voy a resaltar algo de lo que he aprendido en mis 26 años de trabajo en la selva amazónica- cuenta José Álvarez Alonso biólogo e investigador de la Amazonía Peruana-: “Venido de una cultura en la que el futuro es casi más importante que el presente, donde tanta gente vive obsesionada por acumular más y más cosas sin pararse a pensar demasiado para qué y a costa de qué; donde muchos viven obsesionados con el pasado y traumatizados por los riesgos y las incertidumbres del futuro; donde con frecuencia el otro es un competidor más que un hermano o un amigo; puedo decir que he aprendido de los indígenas amazónicos algunas de las más grandes lecciones de mi vida.

Entre otras muchas cosas, que llenarían libros, he aprendido a relativizar mis occidentales obsesiones, preocupaciones y angustias, he aprendido a ver la vida desde una perspectiva más humana, sencilla, natural, a disfrutar mucho más de las relaciones humanas, de la familia, de la amistad sincera, de los pequeños momentos y las pequeñas cosas que hacen de la vida una gratificante experiencia en vez de un vía crucis de sufrimiento, como alguna vez quiso enseñarnos un cristianismo deformado por el oscurantismo europeo.

Como buen occidental heredero de la cultura del ahorro y el esfuerzo individual para “superarse” y “labrarse” un próspero futuro y una vejez tranquila y confortable, me llegué a sentir culpable de preocuparme de un futuro para mí incierto mientras veía a mi lado gentes felices sin ninguna seguridad en su futuro; que sabían que para su vejez no tendrían más seguro que la bondad o generosidad de sus hijos o vecinos, para ayudarles con un plato de comida o reparando el techo de sus destartaladas viviendas.

La Amazonía no es el único rincón del mundo que sabe vivir el presente. Las enseñanzas orientales también se sorprenden de lo que ellos llaman nuestra “pereza occidental” o “hacer la limpieza de la casa en sueños”. Llaman así a la generalizada vida occidental, en la que la única finalidad parece ser rodearnos de más y más bienes, y trabajar para conservarlo todo tan seguro y a salvo como sea posible, a causa del miedo e incertidumbre constante sobre el futuro. Como si pudiésemos elegir el futuro, como anuncian en la película “Trainspotting”, “Elige tu futuro. Elige la vida”

Aunque creamos que podemos elegir, organizar y gestionar nuestra vida con un riguroso plan establecido y anteriormente prefijado (estudiar, buscar trabajo, casarnos, tener hijos, mantener el hogar y a la familia, y jubilarnos), todo esto no es real. Es “hacer la limpieza de la casa en sueños”. La realidad es que a lo largo de la vida, lo sabemos, ocurren calamidades que nos abofetean duramente, y sentimos que el mundo se nos cae encima. Entonces, rebuscamos en el pasado preguntándonos que es lo que se torció. Las sabidurías orientales, en cambio, saben que nada se ha torcido, que la vida es la retorcida, que esta impermanencia es lo único seguro. Que todo cambia, como cantaba Mercedes Sosa.

Nos dicen que nada es duradero, estable e inherente; y por eso nada es independiente, sino interdependiente con todas las demás cosas. Es lo que de sobra saben los amazónicos, que no tienen más seguro de vejez que la “bondad o generosidad de sus hijos o vecinos”

El maestro Sogyal Rimpoché nos demuestra, con un sencillo ejercicio, que “aunque se nos ha hecho creer que si dejamos de aferramos acabaremos sin nada, la propia vida demuestra una y otra vez lo contrario: el desprendimiento (no solo material, sino también mental) es el camino que lleva a la auténtica libertad”

“Vamos a hacer un experimento. Coja una moneda. Imagínese que representa el objeto al que usted se aferra. Enciérrela en el puño bien apretado y extienda el brazo con la palma de la mano hacia el suelo. Si ahora abre el puño o afloja su presa, perderá aquello a lo que se aferra. Por eso está apretando.

Pero hay otra posibilidad: puede desprenderse y aun así conservarla. Con el brazo todavía extendido, vuelva la mano hacia arriba de forma que la palma quede hacia el cielo. Abra la mano y la moneda seguirá reposando sobre la palma abierta. Ha dejado de aferrarse. Y la moneda sigue siendo suya, aun con todo ese espacio que la rodea”

Paradójicamente, el verdadero trabajo duro para nosotros es enfrentarnos ante esta libertad, ante la vacuidad, la soledad, el silencio, la quietud, la meditación, el apagón y el parón. Es decir, la reflexión o mirar “hacia adentro”, el mejor recurso que tenemos ante esta impermanencia. Nuestra cultura es tan agitada y tan dedicada a la distracción, que todas estas cosas nos recuerdan al vértigo que podemos sentir como cuando somos arrojados por la escotilla de una nave espacial para flotar eternamente en un vacío oscuro y helado.

El yoga, lo conocemos bien, y parece que es una de las prácticas que se ha puesto de moda. En nuestro día a día estresado creemos que bien merece una pequeña parte del tiempo para dedicarla a hacer posturas complejísimas escuchando New Age de fondo. Aunque incrustar esa actividad en nuestra apretada agenda signifique más estrés. Pero no nos confundamos, el yoga consiste en vaciar la mente para que aparezca la naturaleza profunda de la mente, sin pensamientos banales del pasado ni del futuro, como cuando un estanque está tranquilo y se ve el fondo. Y hay muchas maneras de conseguirlo: danzando como los derviches o como los negros de Bahía con su candomblé, o en la discoteca, escuchando el mar o la canción que nos gusta, mirando las estrellas en una noche serena, observando un amanecer o con un orgasmo.

El problema es que no tenemos tiempo para disfrutar de estas cosas. “La mayoría de las personas están vacías y se sienten mal porque usan las cosas para deleitar sus corazones, en lugar de usar su corazón para disfrutar de las cosas” dice la taoísta Lin-an. No vivimos la vida, sino que la vida nos vive. Pero las cosas del presente, las cotidianas, pueden tener un sentido infinitamente más profundo del que nosotros le concedemos.

“Copos de nieve,

cayendo suavemente:

cada uno en su sitio” dice un koan zen.

Gracias al zen, que educa para estar plenamente en lo que se hace, en el ahora, se consigue concentración y habilidad.

"- Maestro, ¿qué haces tú para estar en el camino verdadero?

- Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo.

- Pero esas cosas las hace todo el mundo.

- No es cierto. Cuando los demás comen piensan en mil cosas a la vez.

Cuando duermen, sueñan con mil cosas a la vez. Por eso yo me diferencio de los demás".

Hay muchas culturas que no tienen tiempo. Y no es que tengan esa prisa voraz del presente que tenemos nosotros, sino que no entienden el concepto occidental de “tiempo” que fluye independientemente de los eventos, un tiempo que se puede calcular y medir por algo como una esfera de un reloj o un calendario. “El tiempo no es oro. El oro no vale nada. El tiempo es vida” afirmaba el economista y humanista Jose Luis Sampedro. Así, no es de extrañar que los Amondawa de la Amazonía no tengan una palabra puntual para “tiempo” ni para ninguna subdivisión arbitraria como mes o año. Para ellos no tiene ningún sentido la idea de “trabajar toda la noche” porque lo que importa es el fruto de ese trabajo y no el intervalo empleado. Tampoco miden su edad en años, sino que se refieren a los distintos hitos de su vida y las distintas posiciones que van ocupando dentro de la tribu, a través de los ritos de paso, conforme pasa el tiempo y adquieren nuevas responsabilidades.

Para los nuer y los nandi, el tiempo sólo toma como referencia las labores y actividades más necesarias en su cultura, en este caso la ganadería y los ciclos naturales. Al igual que en muchos de nuestros pueblos. Uno de los últimos habitantes de un pequeño pueblo “abandonado” de España llamado Escartín, en los Pirineos, contaba: “Para mí todos los días eran distintos, aunque las tareas se repitieran cíclicamente cada año. El cielo que nos cubría variaba de un día para otro. El paisaje variaba a diario, sólo las siluetas de los montes permanecía constante”.

En realidad, aunque los occidentales nos las demos de racionales, al dirigir tanto nuestras vidas y nuestra mente hacia el pasado y el futuro, utilizamos las mismas áreas cerebrales: las áreas de la imaginación. “Recordar” significa “volver a pasar por el corazón”, no por el microscopio. Quizás por eso, los inuit de Baffin utilizan la misma palabra, “uvaitiarru”, para referirse al pasado y al futuro, porque es igualmente algo lejano y mítico, parte de la imaginación. Las tribus aborígenes de Australia designan el pasado como un ?Sueño?: es el tiempo de lo insólito o maravilloso, en que “lo extraordinario era la regla”.

Si hay algo que nos distingue de los demás animales es nuestra capacidad de soñar (como el Sueño de los aborígenes, o nuestra limpieza de la casa en sueños). No sólo imaginamos historias para fantasear y resaltar nuestra identidad, sino también para prevenir. Todos los pueblos tienen sus propios mitos, y nosotros no somos menos. Uno de ellos, el de Cronos (Saturno) devorando a su hijo, el dios del Tiempo que devoraba y consumía los años los días y la horas en el pasar inevitable del Tiempo. En esas condiciones, donde también, al igual que el tiempo mítico de los aborígenes, “lo extraordinario era la regla”, era imposible cualquier tipo de vida política humana, es decir, la verdadera política: sentarse a hablar, a dialogar, a legislar. Zeus lo derrotó, y ya no era el dueño de todo. Los hombres pudieron levantar palacios y templos, dialogar y legislar a favor del tiempo. Y así apareció Kairós, el “momento adecuado para hacer algo”. Por eso, Kairós tiene alas, porque su mente está educada, rápida y volátil; y porta una balanza desequilibrada, porque el equilibrio no es una de sus mejores virtudes, al igual que tampoco lo es del tiempo, al igual que tampoco de la vida. La que, recordemos, es impermanente.

“Es inútil perseguir el mundo, nadie lo va a atrapar” dicen los bereberes de Cabilia. Y llaman al reloj ese “molino del diablo” que causa el indecoroso hábito de la prisa.

“Cuando me obsesiono un poco con mi trabajo y me tienta el estrés, me acuerdo de esa frase tan amazónica de “mañana también es día” continua el biólogo José Álvarez Alonso en su relato.

“Cuando me siento inclinado a deprimirme o a sentirme desgraciado por un problema familiar o personal particularmente grave, pienso en esa otra de “nadie muere en su víspera”.

O cuando tiendo a obsesionarme un poco por lo que será de mi vejez, sin un retiro confortable y “honroso” como cualquier occidental aspira, no puedo dejar de pensar en mis amigos amazónicos, felices en su digna pobreza y con sus múltiples problemas, y me siento algo culpable por mis ridículas preocupaciones.

Y siento una sana envidia, porque su capacidad de vivir y disfrutar el presente no está, ni envenenada por el pasado, ni hipotecada por el futuro”





martes, 7 de abril de 2015


MEDITACIÓN CAMINANDO

Se dice que alguien le pregunto al Buda:

¿Qué es lo que tú y tus discípulos practican?

Él les respondió:

“Nosotros nos sentamos, caminamos y comemos”.

Entonces volvió a cuestionar: “Pero cualquiera puede sentarse, caminar y comer”.

Lo cual el Buda contestó: “Nosotros, al sentarnos, somos conscientes de estar sentados, al caminar, somos conscientes de estar caminando y al comer, somos conscientes de estar comiendo.”

Como realizar la meditación caminando:

1. No propósito.

Al caminar no te enfoques en ningún propósito en particular.
Disfruta simplemente el hecho de caminar.
Date el permiso de disfrutar y observar intensamente sin ningún juicio… a cada paso que des.

2. Desapego.

Despréndete de tus preocupaciones y ansiedades mientras caminas.
Al entrar en esta dinámica de caminar conscientemente, no hay cabida para ningún otro pensamiento que no sea el de estar atento al presente.
Date permiso de simplemente caminar unos cuantos minutos… simplemente por el hecho de caminar.

3. Sonríe como el Buda.

Si dibujas una leve sonrisa en tu rostro tal como lo hacía el Buda mientras caminas, comenzarás a experimentar una profunda sensación de paz, serenidad y bienestar total.

“Al sonreír todo tu ser se renueva y tu práctica se fortalece.
No tengas miedo de sonreír.”

4. Respira conscientemente.

Este es uno de los ingredientes más importantes de esta práctica.
Respirar conscientemente significa estar presente en cada inhalación y en cada exhalación.
Presta atención a tu respiración… mientras caminas.



lunes, 6 de abril de 2015


PUNSET: "LA INTUICIÓN VALE MÁS QUE LA RAZÓN" PARA EDIFICAR EL FUTURO

El divulgador científico español Eduard Punset destacó hoy en Santo Domingo que "la intuición tiene el mismo o más valor que la razón" a la hora de edificar el futuro: "Hay que intuir, y no solo razonar".

Durante una conferencia que impartió en el Aula Magna de la Universidad Complutense, el escritor, abogado y economista, disertó sobre el contenido de su último libro, "El viaje a la vida", donde abunda en la idea de que "la emoción es ciencia y la intuición es la nueva forma de edificar el futuro".

Para Punset, es un error considerar "que la razón cuesta mucho y que la intuición no cuesta nada, pero no es así", e insistió en la importancia de desarrollar la empatía, "no hay más remedio que dejar que la gente se ponga en el lugar del otro" y "percibir la belleza de los demás".

También se refirió al temor al cambio que existe en la sociedad actual. "Hay miedo a cambiar, nos han metido en la cabeza que debemos ser de una forma determinada, y eso nos impide adaptarnos a lo que viene", dijo.

En su intervención, el divulgador habló de lo que considera los tres pilares de la inteligencia emocional, que empiezan por tomar conciencia de lo perecedera que es la vida que conocemos. "Sabemos muy poco de la vida, no tenemos idea, o tenemos muy poca, de cómo empezó", así que "no nos podemos fiar de casi nada".

En este sentido, Punset señaló la importancia de lo multidisciplinar, de "estudiar un poco de todo" como circunstancia "imprescindible" para enfocar la vida tal y como es, y desarrollar múltiples prismas y perspectivas, algo que "lleva mucho tiempo".

Como segundo cimiento, aludió al desarrollo del hipocampo, que será mayor cuantas más disciplinas se estudien, lo que enlaza con el tercer pilar, que supone ser conscientes de en qué edad hay más posibilidades de que crezca, sin olvidar nunca lo valioso de la intuición frente a la razón.

Además, Punset alabó el papel de las redes sociales en el sentido de que pueden fomentar el trabajo en equipo, y consideró que es "increíble hasta qué punto nos es desconocido. No sabemos, estamos aprendiendo" a hacerlo. Las redes, insistió, concentran el "conocimiento de muchos y eso conduce al conocimiento de todos".

También opinó que ese conocimiento hay que "dosificarlo con entretenimiento", hay que discernir "cómo meter una sonrisa en lo que estamos haciendo", y aseguró haberse dado cuenta de que "si no entretenía, mis alumnos no iban a aprender".

La vicepresidenta de la República Dominicana, Margarita Cedeño de Fernández, habló antes de la exposición de Punset, a quien describió como un maestro y hombre que "está a la vanguardia del conocimiento en un mundo hambriento de nuevas ideas" y que "me cautivó porque ha pensado siempre en los demás".

Tras aludir a su programa de televisión "Redes", que se emitía en Televisión Española y "desde el cual nos muestra la ciencia como el gran aliado de la calidad de vida en nuestros países", Cedeño anunció que la Fundación Punset pondrá en marcha en el país la plataforma APOL de apoyo on line a personas con problemas sociales o emocionales.



domingo, 5 de abril de 2015

Ajui




REVISIÓN DE LAS SIETE EDADES DEL ALMA

El objetivo de esta información es hacer un análisis de la edad del alma en la que cada quien estamos para una mayor comprensión de nuestro desarrollo.

Como una chispita de luz el alma abandona el Tao con el objeto de obtener nuevas experiencias. Es así como con su nacimiento y separación inicia el camino de regreso a casa.

(El mismo Tao) Cada fragmento progresa a través de 5 edades del alma en el plano físico. Cada edad involucra más y más altos niveles de percepción. En resumen, un ciclo entero, desde abandonar el Tao hasta el regreso a Él, comprende siete edades (cinco sobre la tierra) y dos en planos superiores, siete niveles en cada edad.

Alma recién nacida. (Espíritus tribarios) El fragmento recién nacido del Tao es grosero, sin experiencia y lucha por sobrevivir en el plano físico. Sus necesidades son por vivir experiencias crudas e intensas. (hambruna, plagas, batallas, ser oprimidos, inundaciones, etc.) Su experiencia de la sexualidad es animalesca, debe enseñársele lo que es correcto y lo que no lo es. (Carece de esa conciencia) Generalmente son supersticiosos, tienden a agruparse alrededor del ecuador ya que la sobrevivencia es más fácil ahí. Este nivel de almas no se vuelve famoso ni reconocido, pues carece de la experiencia y la sofisticación necesarias. El nivel evolutivo del planeta ya no aceptará almas recién nacidas, ni habrá experiencias para ellas, como hambruna a nivel masivo.

Alma bebé. Un ejemplo típico de sociedad bebé funciona como relojito: el domingo vamos a misa, los hombres al futbol, las mujeres a tejer y bordar, el hombre trabaja largas horas y la mujer cuida a los niños, etc. Halla peligroso el ambiente y busca protección de las almas más avanzadas. Busca autoridades que le indiquen qué hacer y cómo proceder, que le pongan reglas claras. Como los niños pequeños, requieren de estructura. La tradición los rituales y la ley les proveen de un sentido subyacente de seguridad. Las almas bebé tienden a ser muy firmes en sus creencias y si los confrontan, se confunden y reaccionan hostilmente. Pueden pelear y matar por sus creencias (las cruzadas, la inquisición, las misiones). Son ciudadanos responsables y líderes de la comunidad. Protegen la civilización, se resisten al cambio. Desean ser buenos. Como le otorgan a la autoridad la última palabra, carecen de pensamiento original (juicio propio) creen en la dicotomía (el bien contra el mal, Dios justo y castigador, y claro, su oponente, un diablo feo y malo). Piensan: hazlo bien o mejor no lo hagas, sigue las reglas inflexiblemente. Para ellos sólo hay una manera correcta de ser y hacer. Su sexualidad les incomoda, sienten culpa y vergüenza. Tienen poca visión de sus propias vidas, no perciben que sus pensamientos, sentimientos y actitudes les causan problemas psicológicos. Si experimentan dificultades emocionales tienden a somatizar. Prefieren operarse y que les quiten el problema en vez de verlo de manera alternativa. Tienden a ser obsesivos con los gérmenes y la limpieza. Ven el medio ambiente como “fuera de mí” y potencialmente peligroso. A veces demuestran mentalidad brutalística y pueden golpear, abusar físicamente y violentarse. Este mal comportamiento es una manera cruda de aprender cómo sobrevivir en este mundo y es su vehículo para crear karma.

Alma joven. Habiendo dominado los asuntos de supervivencia del alma bebé, el alma joven está lista para descubrir qué tan poderosa puede ser. La independencia es un asunto importante, y su habilidad para tomar lo que quieren de la vida. Motivados por el poder, las almas jóvenes luchan por posiciones de prominencia y riqueza: Políticos, estrellas de cine, líderes religiosos, etc. En realidad ellos buscan lo que creen que les dará éxito. (Aunque en realidad no les guste eso). Su percepción es: estás tú y estoy yo, y yo te voy a ganar. Tienden a buscar la fama, la riqueza y el poder a cualquier costo. El alma joven es su cuerpo. Están fuertemente identificados con su físico y no están muy seguros de que su conciencia vaya a sobrevivir. Bloquean el tema de la muerte, que les horroriza. El hecho de creer que no regresarán les da el empuje y la motivación para volverse ricos y famosos… (La vida sólo se vive una vez). El alma joven frecuentemente no se cuestiona sus motivos, buscan ayuda profesional solo para superar una crisis pero luego no continúan. Les interesan las apariencias (el orden y la limpieza que a veces es sólo superficial). La mayoría de la población actual terrestre se encuentra en los últimos niveles del alma joven.

Alma madura. Los niveles previos son conscientes hacia el exterior y crean karma. Aquí la esencia ha logrado la supervivencia en el mundo físico y ha conseguido reconocimiento, fama y poder. Pero la persona se siente vacía e insatisfecha, algo le falta ¿quién soy? ¿Por qué estoy aquí? En resumen, el alma madura comienza a buscar la verdad. Estas preguntas no las formula la personalidad, provienen de la Esencia. El centro del Ser está cambiando del poder (chakra 3) hacia las relaciones (chakra 4).

La etapa del alma madura es la introducción a la apertura espiritual, y esto nunca es fácil. Es la etapa del máximo estrés para la personalidad. Ésta a veces se quiebra bajo la excesiva presión provocando esquizofrenia, psicosis y un alto nivel de suicidios. El alma madura se sumerge en asuntos de relaciones. Las barreras que la separan de la gente se empiezan a disolver y esto puede resultar muy confuso. Siente intensamente cómo los demás se están sintiendo, y a veces no ubica la diferencia entre los demás y ella misma. “Hazlo donde sea, menos aquí” “Mi vida es real, intensa y dramática” No espera que otros estén de acuerdo con ella y desea que la dejen en paz. Así como el alma bebé desea una casa como las demás y el alma joven desea una mansión en la colina, el alma madura desea una casa que se pueda construir ella misma, a su gusto, en su lugar elegido, procurando paz y serenidad. Aquí la habilidad artística se desarrolla al máximo. Frecuentemente eligen un compañero o relación que durará toda la vida.

Alma vieja. Habiendo dominado las lecciones del alma madura en la complejidad de las relaciones personales, el alma vieja se embarca en la maestría de la siguiente dimensión: el contexto de la existencia, o sea la espiritualidad. Este es un ciclo de enseñanza, el Ser se pregunta: “¿Cuál es mi propósito en el gran esquema da las cosas?”. El alma vieja se percibe a sí misma y a los demás como parte de un todo mucho más grande. Cuando mira a otra persona, ve en ella un aspecto de sí misma. Un alma vieja típica es individualista, fácil de llevarse con ella y rara vez hace algo que no desea hacer. Lo que le importa es lograr satisfacción interior. Prefiere trabajar para sí misma, con los horarios que le gusten, y generalmente le infunde a su trabajo un concepto espiritual. Las prácticas del alma vieja les pueden parecer extrañas a las almas más jóvenes, pero el alma vieja generalmente es discreta al respecto. Rondan por asuntos como la jardinería, la elaboración de vino, la enseñanza. El asesoramiento. (Consejeros y terapeutas). Tienden hacia la filosofía y el arte y encuentran gozo rodeados de la naturaleza. Las almas maduras y viejas tienden a tener más problemas de autoestima que las demás pues son más conscientes de sí mismas (hacia adentro) de su karma y los defectos de la personalidad que eligieron.

Cada una de las siete edades del alma tiene siete niveles dentro de sí. Un nivel toma aproximadamente tres vidas para completarse (aprox. 200 años) pero esto depende del fragmento en sí. (Los hay más rápidos, los hay más lentos). Recordemos que el ciclo entero puede llevarse 35 vidas (mínimo) hasta 400 en el máximo de los extremos. Una y otra vez hemos completado el ciclo desde distintas perspectivas y formas de vida, y regresado al Tao de nuevo, una y otra vez.

"Fundamentos de Conciencia Energética" Lic. Lourdes Hinojosa Marco






sábado, 4 de abril de 2015


Barranco de Las Peñitas, la casa en Fuerteventura de Moisés en "Exodus".



APUESTE POR LA INTUICIÓN

Piensen por un momento en todos los quehaceres cotidianos que realizan sin apenas prestar atención: caminar, conducir, darse una ducha… Guiados por un piloto automático, nos dejamos llevar, pues sabemos que el resultado de estas acciones suele ser bueno. ¿Alguien se ha preguntado quién demonios toma las riendas de estas acciones tan poco premeditadas?

Quien me lo explicó a la perfección fue Gerd Gigerenzer. Este gran neurocientífico alemán me dejó claro que, aunque no seamos conscientes de ello, el cerebro no deja de inferir la realidad. Se la pasa haciendo conjeturas. Realiza cálculos en todo momento a partir de la información que le entra por los sentidos, y nos ahorra el trabajo de razonar cuanto hacemos. De no ser por ese cerebro inconsciente, deberíamos pensarlo todo y no haríamos nada.

Pero nuestra máquina de pensar entraña algo aún más fascinante: decide por nosotros. Y lo hace bastante bien. Gigerenzer ha constatado que suelen ser más acertadas las decisiones intuitivas que aquellas muy razonadas, cuyos pros y contras hemos balanceado con esmero. «Eduardo –me dijo–, no te engañes, tomamos mejores decisiones si tenemos en cuenta un buen argumento que si contemplamos diez no tan buenos».

Lo que me estaba diciendo es que, a veces, descartar parte de la información es bueno. Según él, las intuiciones son atajos a través de los cuales el cerebro decide más rápida y acertadamente. Es más, la mayoría de las decisiones importantes, como puede ser escoger pareja, las tomamos por esta vía intuitiva.

De no guiarnos por el instinto, para emparejarnos realizaríamos un cálculo de probabilidades más bien propio de la teoría económica, donde sopesaríamos todas las cualidades y perspectivas de futuro de todas las personas susceptibles de enzarzarse en un romance con nosotros. ¿Se imaginan? «Solamente he encontrado a uno que lo hizo así y era economista», me confesó Gigerenzer. «Ahora está divorciado».

¿Quién es?

Psicólogo. 67 años. Dirige el Instituto Max Planck de Desarrollo Humano, en Berlín. Experto en el estudio del riesgo y la toma de decisiones, ha publicado algunos libros de divulgación de entre los que destaca Gut Feelings, del 2007, traducido al español (Decisiones Instintivas) y a 17 idiomas más.
¿De dónde viene?

Bávaro de nacimiento, cuando era estudiante tocaba el banjo para ganar algún dinero. Tuvo que decidir entre la música o el mundo académico. Optó por lo segundo. Tomar esa decisión le enseñó que se puede calcular el riesgo de jugar a la ruleta, pero no de la vida real. Eso marcaría su carrera.

¿Qué ha aportado?

Ha conciliado la psicología humana con la teoría de la probabilidad para analizar con profundidad el riesgo o, en otras palabras, nuestra capacidad de decidir cuando la información es escasa o confusa, y ha constatado el enorme poder del instinto ante estas situaciones.

La anécdota

Gigerenzer tocó en el grupo de Dixieland –un tipo de jazz– que puso la banda sonora al primer anuncio del Volkswagen Golf. Dice que todo lo que ha conseguido en la vida se lo debe a su madre, que le inculcó «curiosidad, perseverancia y humor».

Fuente: http://www.eduardpunset.es/23019/general/apueste-por-la-intuicion