martes, 24 de marzo de 2015


Disfruta ahora de la vida, esto no es un ensayo.



EL PESO DE NUESTRA VIDA

“¿Sus vidas cuánto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las correas sobre los hombros, ¿las notan?

Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en sus vidas. Empiecen por las que hay en los estantes y los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso.

Ahora cosas más grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele. La mochila ya pesa. Ahora, cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa…

Métanlo todo dentro: el coche, la casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila. Intenten caminar. Es difícil, ¿no?

Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida a diario. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir.

Ahora voy a prenderle a esa mochila fuego ¿Qué quieren sacar? ¿Las fotos? Las fotos son para la gente que no puede recordar, tomen gasolina y quémenlas. Es más, dejen que se queme todo e imagínense despertando mañana sin nada. Resulta estimulante, ¿no es así?

Tienen otra mochila. Solo que esta vez deben llenarla con personas. Pueden empezarla con los conocidos: amigos de amigos, la gente de la oficina, y luego pasen a las personas a las que confían sus secretos: sus primos, tíos, tías, hermanos, hermanas, sus padres, y por fin, su marido o su mujer, su novio o su novia.

Métanlos en la mochila. Sientan el peso de la mochila. Puedo asegurarles que sus relaciones son la carga más pesada de su vida. ¿No sienten un peso clavándose en sus hombros? Todas esas negociaciones,  discusiones, secretos y compromisos… No necesitan cargar con eso.

¿Por qué no dejan la mochila? Hay animales que viven cargando con otros en simbiosis toda su vida. Amantes sin suerte, cisnes monógamos… no somos esos animales. Si nos movemos despacio morimos rápido. Nosotros no somos cisnes sino tiburones”.

Bingham, en Up in the air.


Nuestra mochila está llena de piedras grandes, pequeñas y medianas, de todos los tamaños. A mí me gusta vaciarla de vez en cuando pero rápidamente se vuelve a llenar, es lo que tiene la vida. Es realmente complicado sacar lo que lleva dentro, seleccionar lo que se quiere y lo que no, lo que es pasajero y lo que ayuda o no ayuda a estar mejor…

Todos llevamos piedras, piedritas y pedruscos en nuestra mochila emocional. De hecho solemos llevarla cargada hasta el extremo de forma innecesaria. Si alguna vez te has planteado qué es lo que te frena a la hora de coger impulso y seguir, te invito a que mires en su interior, es más que probable que encuentres ahí tu respuesta.

Aunque no puedas ver lo que ocupa me apuesto algo a que te sientes pesado cuando piensas en ella. Es posible que esté llena de culpa, enfrentamientos, dependencia emocional, altas expectativas, exigencia, frustración… Todo ello es lo que nos encadena e impide avanzar.

A esto también se le suma que quienes hemos perdido a seres queridos portamos una mochila repleta de ausencias y, ¿cómo vaciamos la parte de nuestra mochila que echa de menos? Es realmente difícil, sobre todo cuando nos reprochamos lo que ya no tiene solución.

Cuando revises tu bolsa es probable que te des cuenta de que mucho del peso que llevas ni siquiera lo has metido tú en ella; son pequeñas y grandes piedras que otras personas han guardado en ti en el pasado: sus miedos, sus frustraciones, su rigidez…

Es posible que también hayas metido en tu mochila sentimientos tóxicos generados por el enfado, el miedo, la tristeza excesiva, la ansiedad, los prejuicios… Todos ellos son pesadas losas que no se separan de ti y, por tanto, influyen en tus decisiones y comportamientos.

Sin duda esta carga es la más difícil de llevar, es tan complicada y pesada que incluso a veces nos sorprendemos pidiendo auxilio porque nos está hundiendo en el fango y no somos capaces de desprendernos de ella.

Llevar la mochila hasta los topes es un autosabotaje realmente terrorífico. Me pregunto qué nos pasa, porqué nos aferramos tanto a los recuerdos, a las cosas malas que nos brinda la vida, a las personas tóxicas… Entonces solo vienen a mi mente cuatro palabras: el temor a soltar.


El temor a soltar

Se da el caso que a veces somos perfectamente conscientes de lo que nos paraliza y ahoga nuestras energías pero, sin embargo, no somos capaces de abrir la mochila y descargar. ¿Qué es lo que nos pasa?

Pues bueno, a todas estas pesadas piedras las une un sentimiento de identidad y pertenencia; en otras palabras, son parte de nosotros (aunque una parte indeseable, claro). En ocasiones pensamos que si nos deshacemos de ello también lo haremos de lo que nos define o que hemos fracasado.

Sentir que si no aguantamos un poco más estamos faltándonos a nosotros mismos y a los demás es algo asombrosamente común. Parece que si renunciamos a mantener en nuestra mochila a esa pareja, amigo, compañero o familiar nos convertimos en personas terriblemente egoístas. Esto no deja de ser bastante contradictorio si lo piensas, ¿Verdad?

Al “temor a soltar” yo lo definiría como vértigo emocional; este no es más que el miedo en estado puro, el miedo a enfrentarnos con el vacío que la pérdida genera. Es el miedo al duelo por la pérdida de nuestro amor por el sacrificio y de nuestra debilidad por el masoquismo.

Ante estas dificultades nos comportamos de forma muy cruel con nosotros mismos, ¿cuánto más crees que conseguirás cargar a tu espalda? No tiene mucho sentido que tu vida se convierta en un calvario de sufrimiento, sobre todo sabiendo que solo hay camino de ida.

Quizás te apetezca más vaciar tu mochila si te digo que es espacio que lo negativo le resta a lo verdaderamente importante y positivo para ti. Deja hueco a tus fortalezas porque son tus alas: asume tus errores, manifiesta tus intenciones y tu compromiso, incrementa tu entusiasmo y elimina lo que ha agotado tu bienestar, como a los depredadores emocionales.

Por el bien de tu espalda, despréndete de los malos sentimientos y de las personas tóxicas, son verdaderamente mortales. Piensa que, en nuestra metáfora, son capaces de ahogarte en el río sin ni siquiera intentar socorrerte.

Simplemente se trata de que, de vez en cuando, nos paremos a revisar nuestra mochila para deshacernos de lo negativo e innecesario. Se trata de ser conscientes de lo que lo que hacemos está fuertemente determinado por lo que llevamos dentro y que es de suma importancia que periódicamente emprendamos un nuevo viaje con el equipaje renovado.


lunes, 23 de marzo de 2015


EL NIÑO QUE PUDO HACERLO...

Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.

Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.

-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.

-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.

-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.

-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.


Fuente: http://www.blog.eloymoreno.com/el-nino-que-pudo-hacerlo/


domingo, 22 de marzo de 2015



LA RESIGNACIÓN: ¿IMPOTENCIA  O ACTITUD POSITIVA?

La vida, en ocasiones, no es como la habíamos imaginado. No siempre alcanzamos los sueños que teníamos previstos, convertirnos en personas adultas supone, en ocasiones, claudicar a una dura realidad a la que resignarnos para sobrellevarla con algo más de facilidad.

Decía Honoré de Balzac que “la resignación es algo así como un suicidio cotidiano”. Aceptar lo que tenemos en estos momentos sin promover el cambio, o sin ni siquiera protestar sería algo como claudicar y rendir nuestras fuerzas a lo que la vida, el destino o la casualidad nos ha traído. Ahora bien, ¿Esto siempre es así? ¿Debemos ver la resignación como una dimensión puramente negativa?

En absoluto. En ocasiones la resignación es una especie de resiliencia pasiva, e incluso podemos asumir un aprendizaje positivo en ella. Pongamos por caso que acabas de salir de una relación de pareja bastante complicada. Le has dado fin y asumes, que acaba de terminar una etapa de tu vida y que ahora empieza una muy distinta, nos resignamos positivamente a las nuevas circunstancias conscientes de nuestra situación.

Así pues, la resignación dispone de dos interesantes enfoques de los que siempre podemos aprender. Hablemos hoy de ello.

Cuando la resignación se convierte en una peligrosa comodidad

“¿Y qué voy a hacer si la situación es la que es y yo no puedo hacer nada por cambiarla?”

Seguro que en más de una ocasión has escuchado esta misma expresión en boca de alguien de tu alrededor, o puede que hasta tú mismo la hayas pensado. Te explicamos qué dimensiones se esconden tras este punto de vista.

- 1. La resignación que se acepta, que se asume y no se cuestiona, acaba convirtiéndose en una “costra” que nos inmovilizará aún más. Es posible que alguno de nosotros disponga de una historia personal en la cual, ante todo intento por alcanzar algo determinado, solo ha encontrado fracasos. En este caso estaríamos hablando casi de una indefensión aprendida. ¿Para qué volver a intentarlo si voy a sentir nuevamente el dolor del error o la humillación?

- 2. Wilhelm Reich, médico, psiquiatra y eminente miembro de la escuela psicoanalítica vienesa, nos explicó que el concepto de la “resignación” puede llegar a ser el peor enemigo de la humanidad. Ataca nuestra vida social, afectiva e incluso física convirtiéndonos en criaturas que dejan de responsabilizarse de sí mismas, dejando el poder de decisión en manos de otros. Y es un riesgo, un peligro contra nuestra autoestima y nuestro propio sentido de “humanidad”.

- 3. La vida, en ocasiones duele. Nada parece salir bien, y más cuando nos defraudan o nos damos cuenta de que por mucho que nos esforcemos, no conseguiremos aquello que tanto soñamos. ¿Qué hacer entonces? Recurrimos a lo más fácil, a la resignación y a tirar la toalla. En estos casos dicha actitud sí sería un suicidio personal tal y como nos dijo Balzac.

No lo permitas. Nunca. No te dejes llevar jamás por este tipo de resignación tan extrema o lo habrás perdido todo.

La resignación positiva

Hablemos ahora del otro lado de la moneda, sabiendo que es posible que este concepto te sorprenda. ¿Existe realmente la resignación positiva?

En efecto. Hay veces en las que la vida nos trae determinadas situaciones ante las cuales, no tenemos más remedio que aceptar, asumir y resignarnos de la forma más positiva posible. Una forma de resiliencia pasiva en la cual, en lugar de hacer frente a las adversidades las asumimos con integridad sabiendo que no podemos hacer nada.

¿Y en qué casos hemos de asumir que “realmente no podemos hacer nada”? Es difícil concretar, puesto que hay infinidad de situaciones en las cuales no podemos decir otra cosa más que aquello de “en efecto, es lo que hay”.

Si no te aceptan en ese trabajo que tanto ansiabas conseguir, deberás aceptarlo. Si la persona de la que estás enamorado/a te dice que no te ama, también habrás de asumirlo. Si hoy se ha cancelado el vuelo de tu viaje por problemas meteorológicos, también tendrás que resignarte. Y tendrás que hacerlo de una forma positiva.

En ocasiones, hay guerras por las que ya no merece la pena combatir. Ahora bien ¿Significa eso que vamos a rendirnos? En absoluto. La resignación nos cierra unas puertas que ya no merece la pena volver a abrir, pero te enfoca hacia otros caminos a los que encaminarte. “Yo sé que mi relación de pareja ya ha terminado. Le doy fin, respiro, asumo, entiendo y me resigno de la mejor forma posible, para no acumular más tensión, rabia o frustración. Acepto y dejo ir”.


Pero sé que mi vida no ha terminado ahí. Mi autoestima sigue en pie y estoy preparado para alimentar nuevas esperanzas.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/la-resignacion-impotencia-o-actitud-positiva/


sábado, 21 de marzo de 2015



CONSUMA CÚRCUMA ANTES DE PLANTEARSE TOMAR UN IBUPROFENO


La cúrcuma ha demostrado ser efectiva en otras partes que no son la cocina, además de ser un analgésico natural,  se ha comprobado en un estudio médico, que la cúrcuma funciona como el ibuprofeno para la artritis.

Un nuevo ensayo clínico extremadamente emocionante publicado recientemente en la revista “Journal of Alternative ando Complementary Medicine” ha revelado que existe una alternativa natural eficaz para el ibuprofeno, un analgésico popular para el tratamiento de la osteoartritis de rodilla, y viene en forma de una especia de cocina. La especie ha demostrado ser mucho más eficaz  en seguridad y con muchos menos efectos secundarios. Es un fármaco anti-inflamatorio no esteroideo. El polifenol en la cúrcuma conocida como curcumina se ha comprobado que tiene más de 600 beneficios para la salud.

En la revista  Lancet el año pasado, se comprobó que el ibuprofeno  era tan tóxico para el corazón como el anti-inflamatorio Vioxx  ya prohibido, ha contribuido probablemente a decenas de miles de muertes por enfermedad cardiovascular cada año. Este es un factor importante de por qué las alternativas naturales basadas ​​en la evidencia son extremadamente importantes, especialmente cuando involucran especias culinarias que ya se sabe que son seguras, asequibles, accesibles y a prueba del tiempo.

Un estudio titulado  “Eficiencia y seguridad de los extractos de la cúrcuma” en pacientes con osteoartritis de rodilla, se llevó a cabo con 109 pacientes con diagnóstico de artrosis de rodilla que fueron asignados aleatoriamente para recibir 800 mg al día de ibuprofeno o 2000 mg de cúrcuma por día, durante un período de seis semanas.

Los investigadores midieron el dolor, el caminar, las  escaleras y las funciones básicas de la rodilla evaluando  el tiempo en hacer 100 metros a pie, para subir y bajar las escaleras, y evaluaron  los resultados primarios.

Después de seis semanas, se observaron mejoras significativas en ambos grupos, con todas las medidas primarias similares, excepto que  el grupo de cúrcuma mostró un rendimiento ligeramente mejor en los 100 metros a pie y menos dolor auto-reportado subiendo un tramo de escaleras, también, el grupo de cúrcuma tuvo menos efectos adversos, la satisfacción con los resultados del tratamiento del grupo de cúrcuma fue enorme.

Por último, se observó una clara tendencia hacia un efecto mayor en los pacientes que recibieron la cúrcuma que el ibuprofeno.

El polvo de cúrcuma se extrajo con etanol y después se evaporó a baja presión para obtener extractos etanólicos que contienen aceite  y curcuminoides. La parte de aceite se retiró a continuación a fin de tener extractos curcuminoides aislados.






viernes, 20 de marzo de 2015


Joaquín Sabina, gran artista y persona.




MUY POCOS ADULTOS RESISTIRÍAMOS EL TEST DE TDAH DE LA OMS

Después de su consolidación en la infancia, el TDAH se exporta ahora a la vida adulta. Esta es la denuncia que hace el catedrático en Psicopatología y Técnicas de la Intervención, Marino Pérez, en su libro «Volviendo a la normalidad» (Alianza Editorial). Para este especialista en Psicología Clínica y profesor de la Universidad de Oviedo, el trastorno carece de entidad clínica, pero la retórica utilizada y propagada consiste en decir que el TDAH «es un trastorno neurobiológico de origen genético, lo que ciertamente no está establecido, porque no hay pruebas clínicas que lo confirmen».

Pérez hace una crítica feroz al diagnóstico utilizado, que a su juicio «no tiene otros criterios que estimaciones subjetivas acerca de comportamientos de desatención e inquietud de los niños, cuyos comportamientos, por cierto, pueden deberse a una variedad de circunstancias, sin necesidad de etiquetarlos, ni a los niños ni a sus comportamientos. Por lo demás, el supuesto TDAH tampoco tiene base neurobiológica establecida, como hemos mostrado en nuestra última obra». Es más, denuncia, «los propios expertos que sostienen que el TDAH es una entidad clínica o una enfermedad, poco antes o después de decir eso en sus libros no dejan de reconocer que no se dispone de ningún “biomarcador”. Hasta los fabricantes de medicamentos reconocen en los prospectos que se desconoce la supuesta etiología del TDAH y que no existe ninguna prueba específica para su diagnóstico».

En «Volviendo a la normalidad» este especialista, junto a otros dos autores, particularmente pone en duda el sistema utilizado para diagnosticar el TDAH en personas mayores: «El test de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo, diagnostica el trastorno en adultos por la frecuencia con la que se cometen errores por falta de atención en tareas aburridas o la dificultad para concentrarse en algo monótono o que acaso no interesa. Muy pocos resistiríamos el test. Por más que se remita a "su médico" para una evaluación final, éste no dispone de otras pruebas clínicas que el reporte y la estimación. Puede encargar pruebas de neuroimagen (TC, RM, PET, etc.) o neurofisiológicas (EEG, ERP), pero carecen de utilidad para establecer un diagnóstico, al igual que cualquier batería de test psicológicos. No sería más que una acumulación de "pruebas circunstanciales", con el agravante del coste y de la parafernalia clínica que implican», advierte.

La medicación

Capítulo aparte le merece la medicación, que para este catedrático consiste básicamente «en estimulantes, que pueden mejorar la atención y la concentración, pero que no quiere decir que corrijan las presuntas causas del trastorno. Los estimulantes producen el mismo efecto con o sin TDAH, como saben los estudiantes que toman anfetaminas para los exámenes y quienes toman café y bebidas energéticas. Por tanto la medicación para el TDAH, tanto para niños como adultos, no es propiamente un tratamiento específico, sino un dopaje que, da la casualidad, se define como la administración de fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento».

Efectos y consecuencias a largo plazo 

Especialmente grave es el hecho en niños, concluye. «Aunque los padres y profesores refieren maravillas del niño TDAH bajo medicación y los adultos se sientan también muy mejorados, quedan por ver dos cuestiones. Una es si la mejora de la atención y la concentración no será a costa de disminuir el interés, la curiosidad y la espontaneidad, en vez de una “mejora” de la personalidad». La segunda cuestión, finaliza Marino Pérez, tiene que ver con los efectos y consecuencias a largo plazo. «De los efectos a largo plazo en adultos no se sabe, por estar prácticamente empezando la “campaña”. Pero a juzgar por lo que se sabe de los efectos y consecuencias a largo plazo en niños, derivado de estudios de 6, de 14 y hasta de 17 años de seguimiento, se puede decir que la medicación está asociada a un peor rendimiento escolar y a más trastornos emocionales y otros problemas conductuales, no a menos».

Fuente: http://www.abc.es/familia-educacion/20150224/abci-tdah-medicacion-adultos-201502051627.html