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domingo, 15 de marzo de 2015
LA VIDA ES ESO QUE PASA MIENTRAS HACEMOS OTROS PLANES
Cuando me amé de verdad comprendí que, en cualquier
circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el
momento exacto, y entonces, pude relajarme.
Hoy sé que eso tiene un nombre… Autoestima
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia, y mi
sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias
verdades.
Hoy sé que eso es… Autenticidad
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera
diferente, y comencé a aceptar todo lo que acontece y que contribuye a mi
crecimiento.
Hoy eso se llama… Madurez
Cuando me amé de verdad, comencé a percibir que es ofensivo
tratar de forzar alguna situación, o persona, sólo para realizar aquello que
deseo, aun sabiendo que no es el momento, o la persona no está preparada,
inclusive yo mismo.
Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que
no fuese saludable: personas, situaciones y cualquier cosa que me empujara
hacia abajo. De inicio mi razón llamó a esa actitud egoísmo.
Hoy se llama… Amor Propio
Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y
desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy
hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero, y a mi propio
ritmo.
Hoy sé que eso es… Simplicidad y Sencillez
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la
razón, y así erré menos veces.
Hoy descubrí que eso es… Humildad
Cuando me amé de verdad, desistí de quedarme reviviendo el
pasado, y preocupándome por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que
es donde la vida acontece.
Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud
Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede
atormentarme y decepcionarme. Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón,
ella tiene un gran y valioso aliado.
Todo eso es… Saber Vivir
Charles Chaplin
Tus fuerzas son mayores que tus dudas y tu labor consiste en
experimentar para estar al corriente de lo difícil que es sostenerse sin
comprender la importancia de estos valores. No te engañes porque ya no te hace
falta tener lo mejor y lo más último del mercado, hacer el viaje más caro,
tener un éxito rotundo o conseguir el cuerpo ideal a golpe de bisturí.
John Lennon dijo una vez que “la vida es eso que pasa
mientras estamos haciendo otros planes”, como si no hubiese límite de tiempo,
cuando en realidad el tiempo es lo más finito que hay y siempre llegará a su
fin.
Nos levantamos cada día como si tuviésemos la eternidad para
comprender en qué consiste realizarnos y dar un paso más allá de nuestras
metas. Se nos olvida que la fugacidad de la arena al pasar al otro lado del
reloj es nuestra opción de pasarnos al otro bando y seguir escalando la
montaña. También se nos olvida que de momento es la única vida que tenemos la
certeza de poder compartir.
Puedes pararte a pensar en que quizás algo se te está
escapando y puedes reflexionar sobre cuáles son los valores que todavía no has
comprendido, si te importa tanto hacer lo que la sociedad entiende por lo más
grande o lo que para ti tiene importancia. No es que sea incompatible, es que
lo primordial es lo que tú sientas.
Vivimos en un mundo que no nos permite percatarnos de que,
día tras día, el sol se acuesta muy temprano. Estamos tan ocupados soñando y
programando el futuro, que dedicamos el tiempo presente a empaquetar esos
sueños que pensamos cumplir algún día y los mandamos a un destino en el que
quizás nunca estaremos.
Postergamos nuestra vida a un tiempo mejor en el que
tengamos más horas en el día o hayamos conseguido cumplir nuestros objetivos. Y,
con esto, nos olvidamos de que nuestro reloj no conoce el mundo más allá de las
24 horas que sabe marcar y que la opción de pelearnos con nuestros sueños es la
que nos otorga el día de hoy.
Se nos ha olvidado que vivir es comprender que el tiempo
pasa sin rodeos y que nos da la opción de apreciar las pequeñas cosas que nos
ofrece amarnos de verdad. Precisamente vivir consiste en esto, en saber
reconocer y apreciar los caminos que nos dan pistas para comprender que nuestra
media naranja está dentro de nosotros y que no tiene mucho sentido buscar fuera
lo más importante que nos brinda la vida.
Así es que, mientras te dispones a desorganizar tu mundo
para que todo esto ocurra, no te olvides de tener muy presente que “la
felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que
pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los
días“. Benjamin Franklin
sábado, 14 de marzo de 2015
EL MIEDO A NUESTRA PROPIA GRANDEZA O 'COMPLEJO DE JONÁS' UN
TRASTORNO MUY HABITUAL
El complejo de Jonás es más habitual de lo que parece, así
que no dejemos que nos trague la ballena. Abraham Maslow padre de la psicología
humanista, acuñó el término “Complejo de Jonás” inspirándose en el personaje
bíblico, para identificar una neurosis que habita en el ser humano: el miedo a
la propia grandeza o huida del propio destino.
El Complejo de Jonás es, en suma, la negación de la
capacidad de uno mismo para desarrollar su potencial, es el miedo y la ansiedad
frenando nuestra visión de grandeza… sabes que vales para algo, lo visualizas,
prevés el éxito y te asustas frenándote con la respuesta contraria,
asegurándote que eres incapaz, haciéndote descender hacia el lado mediocre.
Jonás tenía un mensaje de Dios y una labor de intermediario
en el pueblo de Nínive. Pero temió de su propia figura, se asustó y se
escondió. Se sintió incapacitado de ese ejercicio, descreyó de sí mismo
(“¿Quién?, ¿Yo?…”). Y Dios le envió una ballena que se lo tragaría por 3 días y
3 noches. Después de ese lapso, la ballena lo vomitó y Jonás aceptó el destino
para el que había sido escogido y llevó su mensaje a Nínive.
La explicación de Maslow es que al igual que tememos lo peor
de nosotros tememos, también, lo mejor, tememos a nuestras máximas
posibilidades. Por lo general nos asusta llegar a ser aquello que vislumbramos
en nuestros mejores momentos, en las condiciones más perfectas y de mayor
coraje. Gozamos e incluso nos estremecemos ante las divinas posibilidades que
descubrimos en nosotros en tales momentos cumbre, pero al mismo tiempo
temblamos de debilidad, pavor y miedo ante esas mismas posibilidades.
Podríamos pensar, entre tantas cosas, que para desplegar
“nuestra misión”, debemos romper nuestros moldes aprendidos. Como Jonás, que
para desplegar su misión debía enfrentar el desafío de salir del refugio
(pseudo-protección) de la ballena: la personalidad limitante.
Para ello debemos analizar y profundizar en que quizás
nuestra personalidad actual fue elegida en pos de encajar en el mundo “adulto y
moderno”: una Identidad no auténtica (con sus propios hábitos, valores,
mecanismos de defensa, etc.). Una ballena que nos ha comido sin siquiera darnos
cuenta.
Maslow dice al respecto, que frente a los grandes hombres o
mujeres que se hallan en su máxima realización humana, surgen sentimientos de
admiración; pero también emergen (y a veces no tan escondidos) sentimientos de
hostilidad y envidia. Le proyectamos a esa persona “contra-valoraciones”. Y
así, ¿quién tiene el coraje de mostrarse diferente, de mostrarse mejor que
otros en algo novedoso y único?
Todos podríamos ser mejores de lo que somos si, en lugar de
malgastar nuestra energía en envidiar las cualidades ajenas, aprendemos a
amarlas, admirarlas para así también reconciliarnos con las propias ya que es
un acto de generosidad entregar al mundo lo mejor de nosotros mismos.
Por Maxx Puente
Librepensador, Autodidacta y Soñador.
viernes, 13 de marzo de 2015
CUATRO GRANDES REFLEXIONES
1. No te preocupes por las
personas de tu pasado, hay una razón por la que no están en tu presente y por
la que no llegarán a tu futuro.
2. Una persona real no es
perfecta, una persona perfecta no es real.
3. Una persona cambia por dos
razones: aprendió demasiado o sufrió lo suficiente.
4. No dependas de nadie en este
mundo, porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la oscuridad. No te
preocupes por las personas de tu pasado, hay una razón por la que no están en
tu presente y por la que no llegarán a tu futuro.
ENFADARSE NO SIEMPRE
ES MALO
La ira es en sí misma ni buena ni mala. Es lo que hacemos
cuando nos enfadamos lo que importa. La
ira es una herramienta que nos ayuda a leer y responder a las situaciones
sociales perturbadoras. Pero ¿cómo se puede evitar que se vaya de las manos?
Es habitual pensar que enfadarse es algo negativo. Y muchas
veces intentamos reprimirnos. Pero en contra de esta creencia popular, las
investigaciones indican que la ira o enfado aumenta el optimismo, la
creatividad y la eficacia del rendimiento. Además, esta investigación sugiere
que la manifestación de la ira puede conducir a negociaciones más exitosas,
tanto en la vida personal como en el
trabajo.
De hecho, reprimir
la ira puede ser realmente malo para la salud. En este sentido, el doctor
Ernest Harburg y su equipo de la Universidad de la Escuela de Salud Pública de
Michigan hicieron durante varias décadas el seguimiento de un grupo de adultos
en un estudio sobre la ira.
Estos investigadores encontraron que los hombres y mujeres
que reprimían la ira que sentían como respuesta a un ataque injusto tenían más
probabilidades de contraer bronquitis y sufrir ataques cardíacos, y que eran
más propensos a morir antes que sus compañeros que dejaban que su ira aflorara
cuando se sentían molestos.
Cuando surge la ira, nos sentimos llamados a prevenir o
poner fin a las amenazas inmediatas para nuestro bienestar, o para el bienestar
de nuestros seres queridos. Pero es un error suponer que este acto de bondad,
compasión, amor o justicia es beneficioso. Una sociedad sana no es una sociedad
libre de la ira.
Sin embargo, sí que es bueno tener precaución en lo que a la
forma de manifestar la ira se refiere. La expresión de la ira puede ser apropiada con ciertas personas en ciertas
situaciones. La cuestión es cómo haces eso sin que se nos vaya de la mano.
¿Cómo controlar la
ira?
Cuando se quiere expresar la ira, o cualquier emoción
negativa, una forma de hacerlo es comenzar con lo que se denomina “advertencia
malestar”, es decir, dejar que otras personas sepan de manera explícita que se
están experimentando emociones intensas debido a algo concreto que ha sucedido.
Es fácil si se dice con claridad.
Ante la posibilidad de que no quede claro, conviene pedir
disculpas por adelantado, no por las emociones o las acciones, sino por la
posible falta de claridad en la forma de transmitir lo que se va a decir. El
objetivo de la advertencia de malestar es desarmar a la otra persona, para
evitar que se ponga a la defensiva. Cuando alguien se entera de que el otro no
se siente cómodo y que la conversación es difícil aumenta la probabilidad de que surja empatía.
Después de esto, hay que profundizar en lo que molesta, lo
que se piensa y se siente a causa de lo que pasó. ¿Por qué surge ira en vez de
otra emoción? Es difícil manejar la ira, pero es necesario saber por qué
aparece y evitar ignorarla. En su
lugar, hay que reconocer la diferencia entre lo que se puede cambiar y los que
están más allá de la propia capacidad de control. Si lo que ha ocurrido está
fuera de control no hay beneficio alguno en la manifestación de la ira, pero si
todavía se puede hacer algo, comunicarlo de forma eficaz puede dar buenos
resultados.
La clave para comunicar la ira es encontrar el tono adecuado
para comunicar lo que nos desagrada.
En un segundo momento, es importante frenar la situación. La
tendencia general es actuar de inmediato, sobre todo si la situación es muy
tensa. Para evitar gritos o golpes innecesarios, u otras reacciones violentas,
conviene darse un momento para pensar, aunque estemos en plena conversación o
discusión con alguien.
Incluso es bueno hacerle saber al otro que se necesita un
momento, retrasando así el avance de la situación. Las buenas decisiones deben
primar respecto a las decisiones rápidas. Respira profundamente y despacio. Hay
una amplia gama de opciones para elegir en una situación cargada de emociones.
jueves, 12 de marzo de 2015
SER AGRADECIDOS NOS HACE MÁS FELICES
El secreto está en
ser capaces de dar las gracias sin que ocurran hechos extraordinarios.
Así se consigue estar
más contentos sean cuales sean las circunstancias de nuestras vidas.
Hay dos clases de gratitud: la condicional y la
incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como
uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco
duradera. La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien
sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por
nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta
actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.
¿Tenemos en cuenta cuántas personas han contribuido a que
este día sea posible? Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos
recibiendo las bendiciones de innumerables personas, la mayoría desconocidas,
que hacen de nuestras vidas una experiencia mejor. Por ejemplo, ¿cuántas
personas han intervenido en la elaboración del desayuno? El agricultor, el
granjero, el molinero, el transportista, el tendero… el sol, la lluvia, el
viento, el agua… las manos que lo prepararon y sirvieron. Si contásemos cuánta
gente nos sirve directa e indirectamente en un solo día de nuestra vida, no
podríamos más que sentir puro agradecimiento.
“Cuanta más gratitud
sientas, más feliz serás
y tu vida cambiará
más rápido”
Rhonda Byrne
Por no mencionar a nuestros padres, nuestros médicos,
nuestros maestros, nuestros amigos, nuestros compañeros o empleados… todas las
personas que han contribuido a que consiguiéramos algo significativo, o
simplemente que nos han ayudado a sobrevivir hasta el día de hoy.
Es innegable que debemos un inmenso reconocimiento a
infinidad de personas que hacen posible que sigamos con vida o que disfrutemos
de nuestro momento actual tal como es. Y para poder expresarlo es necesario
estar muy presente de manera que seamos conscientes de las cosas buenas y
positivas que nos rodean.
Si además miramos hacia atrás en el tiempo y repasamos todos
los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen nuestra vida más cómoda y
segura, sin olvidar los pensadores y sabios que la han enriquecido, entonces
este sentimiento debería extenderse casi a los orígenes de la humanidad.
Cuando reflexionamos sobre todo ello, cada día se convierte
en una sucesión de oportunidades para acordarnos con una sonrisa de personas
que han contribuido con mucho o poco a nuestra vida y para sentir el deseo de
devolver el favor a las generaciones futuras.
Los psicólogos Emmons y McCollough estudiaron las
consecuencias de la gratitud y acabaron concluyendo que tiene profundos efectos
en el bienestar físico y también emocional de las personas. En su estudio
analizaron las muchas formas de expresarla, como, por ejemplo:
Con una nota
personal.
Comparándose con
gente que tiene problemas graves.
Dando simplemente las
gracias.
Controlando
mentalmente los pensamientos negativos.
Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud
un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con
sus vidas. Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este hábito
mejora las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de
ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas. Pero uno de los frutos
más importantes de la gratitud es que contribuye a generar felicidad.
En otros estudios, con mayores y con niños, se ha
profundizado en la relación entre la felicidad, inducida por buenos recuerdos y
sentimientos de gratitud, y el éxito general en la vida. Y se ha concluido que
las personas que se sienten más contentas consiguen una existencia más longeva,
mejores ingresos, mejores relaciones, y también ser más eficaces ante los
problemas profesionales y personales. Es decir, ahora sabemos que “la felicidad
da éxito” (y no al revés, como se creía antes: “El éxito da la felicidad”, lo
cual ya intuíamos que no era cierto).
Estados Unidos y Canadá tienen una celebración muy
particular: Thanksgiving Day, el día de acción de gracias, una de sus fiestas
más importantes. Es una fiesta en cuyo origen, tal vez europeo, se celebraba el
final de las buenas cosechas. Hoy día es una reunión familiar en la que se
honra expresar lo que se siente por los incontables dones que disfrutamos como
civilización.
Habrá quien piense que para apreciar o poder verbalizar esa
sensación primero debe ocurrir algo que lo motive; es decir, que la emoción
debe ser la consecuencia de un acontecimiento favorable. Pero necesariamente no
ha de ser así. En realidad, es posible abrigar gratitud sin que haya ocurrido
nada especial antes. Ser capaces de dar gracias por algo que aún no ha
sucedido. Aunque esta posibilidad pueda ser incomprensible para la mayoría,
tiene muchas ventajas. La más obvia es que podemos empezar a estar agradecidos
en este mismo momento, sea cual sea la situación personal de cada uno.
Las personas más felices sienten gratitud por todo y por
nada en especial. No necesitan razones concretas (aunque si se ponen a
buscarlas, la lista de motivos es inacabable). Viven instaladas en reconocer lo
bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les
sucede. No necesitan razones de peso para estar agradecidas porque haber
recibido la vida ya les es suficiente. Incluso hay personas, tan habituadas a
vivir en esta actitud, que agradecen cosas tan intangibles como una sonrisa, un
amanecer, una inspiración, la brisa suave, la calidez del sol o un instante de
paz… O incluso son capaces de agradecer al futuro: algo valioso que se aprenderá
mañana, el próximo libro que se leerá y que quizá aún no está ni escrito, o
incluso la música que sonará en el propio funeral. Es lo que se podría llamar
“agradecimiento gratuito”: no se debe a nada tangible, pero conmueve por igual.
Uno de los hábitos comunes de las personas felices es el de
empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar una actitud
dichosa para el resto de la jornada.
Basta con celebrar pequeños detalles de la vida, pero no por
ello menos valiosos. Hacer una lista mental de razones que merecen ser
aplaudidas ayuda a sentirse reconciliado con las que nos hacen más difícil la
existencia. En realidad, no importa el objeto, sino la emoción que provoca en
nosotros.
“Demos gracias a las
personas que nos hacen felices; son los adorables jardineros que hacen florecer
nuestras almas”
Marcel Proust
La maestría en este arte se alcanza cuando uno es capaz de
agradecer incluso las dificultades extremas que a cada uno le toca vivir,
porque somos capaces de pensar que detrás de cada lágrima, de cada instante de
sufrimiento, hay un aprendizaje, una enseñanza que nos convierte en personas
más humanas, más suaves, y más comprensivas con el abatimiento de los demás. Es
lo que se llama “ver lo bueno de lo malo” que siempre existe, aunque cueste
reconocerlo en una primera mirada.
Para finalizar, hay una palabra que siempre es bien recibida
por todos, y es: “Gracias”. Todas nuestras comunicaciones con otras personas
deberían terminar con ella. Tampoco estaría de más escribir cada día una breve
nota de agradecimiento por cualquier vía (e-mail, sms, WhatsApp…) a las
personas que hayan aparecido en nuestra vida por el motivo que sea. Un simple y
corto mensaje de gratitud a quien haya influido en nuestro pasado o en el
presente. Nada más que dos líneas, sin que tenga especial relevancia el papel
que haya desempeñado. Con toda certeza, esta actitud hará que las cosas
empiecen a cambiar.
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