jueves, 12 de marzo de 2015



SER AGRADECIDOS NOS HACE MÁS FELICES


El secreto está en ser capaces de dar las gracias sin que ocurran hechos extraordinarios.

Así se consigue estar más contentos sean cuales sean las circunstancias de nuestras vidas.


Hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.

¿Tenemos en cuenta cuántas personas han contribuido a que este día sea posible? Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos recibiendo las bendiciones de innumerables personas, la mayoría desconocidas, que hacen de nuestras vidas una experiencia mejor. Por ejemplo, ¿cuántas personas han intervenido en la elaboración del desayuno? El agricultor, el granjero, el molinero, el transportista, el tendero… el sol, la lluvia, el viento, el agua… las manos que lo prepararon y sirvieron. Si contásemos cuánta gente nos sirve directa e indirectamente en un solo día de nuestra vida, no podríamos más que sentir puro agradecimiento.

“Cuanta más gratitud sientas, más feliz serás
y tu vida cambiará más rápido”
Rhonda Byrne

Por no mencionar a nuestros padres, nuestros médicos, nuestros maestros, nuestros amigos, nuestros compañeros o empleados… todas las personas que han contribuido a que consiguiéramos algo significativo, o simplemente que nos han ayudado a sobrevivir hasta el día de hoy.

Es innegable que debemos un inmenso reconocimiento a infinidad de personas que hacen posible que sigamos con vida o que disfrutemos de nuestro momento actual tal como es. Y para poder expresarlo es necesario estar muy presente de manera que seamos conscientes de las cosas buenas y positivas que nos rodean.

Si además miramos hacia atrás en el tiempo y repasamos todos los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen nuestra vida más cómoda y segura, sin olvidar los pensadores y sabios que la han enriquecido, entonces este sentimiento debería extenderse casi a los orígenes de la humanidad.

Cuando reflexionamos sobre todo ello, cada día se convierte en una sucesión de oportunidades para acordarnos con una sonrisa de personas que han contribuido con mucho o poco a nuestra vida y para sentir el deseo de devolver el favor a las generaciones futuras.

Los psicólogos Emmons y McCollough estudiaron las consecuencias de la gratitud y acabaron concluyendo que tiene profundos efectos en el bienestar físico y también emocional de las personas. En su estudio analizaron las muchas formas de expresarla, como, por ejemplo:

 Con una nota personal.
 Comparándose con gente que tiene problemas graves.
 Dando simplemente las gracias.
 Controlando mentalmente los pensamientos negativos.

Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con sus vidas. Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este hábito mejora las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas. Pero uno de los frutos más importantes de la gratitud es que contribuye a generar felicidad.

En otros estudios, con mayores y con niños, se ha profundizado en la relación entre la felicidad, inducida por buenos recuerdos y sentimientos de gratitud, y el éxito general en la vida. Y se ha concluido que las personas que se sienten más contentas consiguen una existencia más longeva, mejores ingresos, mejores relaciones, y también ser más eficaces ante los problemas profesionales y personales. Es decir, ahora sabemos que “la felicidad da éxito” (y no al revés, como se creía antes: “El éxito da la felicidad”, lo cual ya intuíamos que no era cierto).



Estados Unidos y Canadá tienen una celebración muy particular: Thanksgiving Day, el día de acción de gracias, una de sus fiestas más importantes. Es una fiesta en cuyo origen, tal vez europeo, se celebraba el final de las buenas cosechas. Hoy día es una reunión familiar en la que se honra expresar lo que se siente por los incontables dones que disfrutamos como civilización.

Habrá quien piense que para apreciar o poder verbalizar esa sensación primero debe ocurrir algo que lo motive; es decir, que la emoción debe ser la consecuencia de un acontecimiento favorable. Pero necesariamente no ha de ser así. En realidad, es posible abrigar gratitud sin que haya ocurrido nada especial antes. Ser capaces de dar gracias por algo que aún no ha sucedido. Aunque esta posibilidad pueda ser incomprensible para la mayoría, tiene muchas ventajas. La más obvia es que podemos empezar a estar agradecidos en este mismo momento, sea cual sea la situación personal de cada uno.

Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No necesitan razones concretas (aunque si se ponen a buscarlas, la lista de motivos es inacabable). Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede. No necesitan razones de peso para estar agradecidas porque haber recibido la vida ya les es suficiente. Incluso hay personas, tan habituadas a vivir en esta actitud, que agradecen cosas tan intangibles como una sonrisa, un amanecer, una inspiración, la brisa suave, la calidez del sol o un instante de paz… O incluso son capaces de agradecer al futuro: algo valioso que se aprenderá mañana, el próximo libro que se leerá y que quizá aún no está ni escrito, o incluso la música que sonará en el propio funeral. Es lo que se podría llamar “agradecimiento gratuito”: no se debe a nada tangible, pero conmueve por igual.

Uno de los hábitos comunes de las personas felices es el de empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar una actitud dichosa para el resto de la jornada.

Basta con celebrar pequeños detalles de la vida, pero no por ello menos valiosos. Hacer una lista mental de razones que merecen ser aplaudidas ayuda a sentirse reconciliado con las que nos hacen más difícil la existencia. En realidad, no importa el objeto, sino la emoción que provoca en nosotros.

“Demos gracias a las personas que nos hacen felices; son los adorables jardineros que hacen florecer nuestras almas”
Marcel Proust

La maestría en este arte se alcanza cuando uno es capaz de agradecer incluso las dificultades extremas que a cada uno le toca vivir, porque somos capaces de pensar que detrás de cada lágrima, de cada instante de sufrimiento, hay un aprendizaje, una enseñanza que nos convierte en personas más humanas, más suaves, y más comprensivas con el abatimiento de los demás. Es lo que se llama “ver lo bueno de lo malo” que siempre existe, aunque cueste reconocerlo en una primera mirada.

Para finalizar, hay una palabra que siempre es bien recibida por todos, y es: “Gracias”. Todas nuestras comunicaciones con otras personas deberían terminar con ella. Tampoco estaría de más escribir cada día una breve nota de agradecimiento por cualquier vía (e-mail, sms, WhatsApp…) a las personas que hayan aparecido en nuestra vida por el motivo que sea. Un simple y corto mensaje de gratitud a quien haya influido en nuestro pasado o en el presente. Nada más que dos líneas, sin que tenga especial relevancia el papel que haya desempeñado. Con toda certeza, esta actitud hará que las cosas empiecen a cambiar.


miércoles, 11 de marzo de 2015


"Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior"

- Frida Kahlo -



7 FRASES BUDISTAS QUE CAMBIARÁN TU VIDA

Muchas personas preferimos referirnos al budismo más como una filosofía de vida que como una religión. El budismo es una de las religiones más antiguas que aún se practica por unos 200 millones de personas en todo el mundo.

¿Cuál es el secreto de esta filosofía?

Lo que ha facilitado que esta filosofía o religión perdure a lo largo del tiempo y continúe ganando seguidores es la sencillez en como trasmiten mensajes llenos de sabiduría que permiten mejorar realmente nuestra calidad de vida.

Para su entendimiento e integración de significado no tenemos por qué hacernos seguidores de esta religión. Tan solo es necesario abrir nuestro corazón y llevar a cabo una apertura mental con ilusión.

Hoy os presento las mejores 10 frases budistas que te cambiarán la vida:

-El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Teniendo en cuenta que a las personas solo nos puede dañar aquello a lo que le damos importancia, evitar el sufrimiento inútil puede consistir simplemente en dar un paso atrás, desligarse emocionalmente y ver las cosas con otra perspectiva.

Lleva práctica y tiempo, pero merece la pena llevar a cabo este gran aprendizaje. Como guía para ello, otra frase budista nos da una pista de como comenzar: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”.

-Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora. Solemos pensar solamente en el pasado o estar excesivamente preocupados por el futuro. Esto nos lleva a no vivir el momento y que nuestras vidas pasen de largo sin ser conscientes. El budismo nos enseña el aquí y ahora. Por tanto, debemos aprender a estar plenamente presentes, a disfrutar de cada momento como si fuera el único.

-Cuida el exterior tanto como el interior, porque todo es uno. Para encontrar un verdadero estado de bienestar es imprescindible que mente y cuerpo estén en un equilibrio. No centrarnos demasiado en el aspecto físico o, por el contrario, en el aspecto interior nos ayudará a sentirnos más plenos y conscientes del aquí y ahora, facilitándonos una plenitud emocional más rica.

-Más vale usar pantuflas que alfombrar el mundo. Para encontrar nuestra paz interior, tenemos que ser conscientes de nuestros potenciales personales y aprender a saber dosificarlos, así como nuestros recursos. De esta forma viviremos un auténtico crecimiento y evolución.

-No lastimes a los demás con lo que te causa dolor a ti mismo. Se trata de una de las máximas del budismo que nos permite eliminar casi todas las leyes y mandamientos morales actuales en nuestra sociedad. Teniendo parecido significado con la frase “no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti” , esta quinta reflexión va mucho más allá ya que consiste en un profundo conocimiento de nosotros mismos y una gran empatía para/con los demás.

-No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita. Nuestro deseo de tener más, tanto en el plano material como el emocional, es la principal fuente de todas nuestras preocupaciones y desesperanzas. Su máxima se basa en aprender a vivir con poco y aceptar todo aquello que nos brinda la vida en su momento. Ello nos llevará a una vida más equilibrada, reduciendo el estrés y muchísimas tensiones internas.

El hecho de desear más cosas a menudo solo indica falta de seguridad, que nos sentimos solos y necesitamos llenar esos vacíos. Sentirnos a gusto con nosotros mismos permite dejar atrás la necesidad de no tener que demostrar nada.

-Para entender todo, es necesario olvidarlo todo. De pequeños estamos en continuo aprendizaje. Nuestro mapa mental aún no está diseñado lo cual nos hace abiertos a “todo” y a la capacidad de entender cualquier cosa. No sabemos juzgar.

Pero a medida que crecemos nuestra mente se llena de condicionamientos y normas sociales que nos indican cómo debemos ser nosotros mismos, como deben ser las cosas, cómo debemos comportarnos e incluso qué debemos pensar interiormente. Nos volvemos inconscientes con nosotros mismos y nos perdemos.

Para cambiar y ver las cosas desde una perspectiva más sana para nosotros, tenemos que aprender a desligarnos de las creencias, hábitos e ideas que no provienen de nuestro corazón. Para ello, esta frase budista nos servirá para comenzar el proceso: “En el cielo no hay distinciones entre este y oeste, son las personas quienes crean esas distinciones en su mente y luego piensan que son verdad”.



martes, 10 de marzo de 2015



La vida es corta... 




EL CONTROL DE LA MENTE SOBRE EL CUERPO: 10 IMPRESIONANTES EJEMPLOS

MENTE, CUERPO Y MATERIA GUARDAN UNA RELACIÓN MÁS ESTRECHA DE LA QUE SE NOS HA HECHO CREER POR SIGLOS EN OCCIDENTE, UN VÍNCULO ÍNTIMO, SIMBIÓTICO, QUE EN OCASIONES GENERA FENÓMENOS QUE CREERÍAMOS INCREÍBLES.

En Occidente es usual que consideremos a la mente separada del resto del cuerpo, esa cárcel que la mantiene atada al cieno del mundo, impidiéndole la libertad que supuestamente tiene destinada, pero lejos de esa carcasa de carne finita.

Dicha disociación se ha sostenido y reproducido por siglos, en diversos ámbitos del pensamiento que influyen marcadamente en eso que consideramos “nuestras” propias ideas, teniendo como resultado, entre muchos otros, que usualmente consideremos que mente y materia no guardan ningún tipo de relación entre sí, que entre ellas la mutualidad o la reciprocidad son imposibles y que ambas van por caminos separados, cada una con sus propios procesos y maneras.

Esto, sin embargo, no es cierto. Según enseñan otros modelos de pensamiento (y demuestran los ejemplos que compartiremos a continuación), el vínculo entre ambas es más estrecho de lo que creemos, una simbiosis que nos parece misteriosa o increíble solo porque estamos habituados a considerarla en esos términos.  

10. Secado de mantas
En este experimento, un grupo de monjes tibetanos permitieron que físicos de la universidad de Harvard monitorearan su actividad corporal al tiempo que practicaban una técnica de yoga de meditación conocida como “g Tum-mo”. Los monjes fueron cubiertos con mantas humedecidas en agua fría (9.4 °C) y llevados a una habitación con una temperatura de 4.5 °C. El objetivo era mostrar hasta qué punto la concentración de los monjes iría por encima de las condiciones exteriores, las cuales llevarían a otras personas a un estado cercano a la hipotermia (con la evidente inconformidad que esto supone). Pero no en los monjes, quienes fueron capaces de elevar su temperatura corporal al grado de que en una hora las telas que llevaban encima estaban secas. 

9. Trastorno de personalidad múltiple
El Trastorno de personalidad múltiple, también conocido como Trastorno de identidad disociativo, es un desequilibrio psicológico por el cual una persona desarrolla conductas que se creerían de identidades distintas, un mosaico de comportamientos que hacen creer que un mismo individuo existen varios que se intercambian y se turnan para mostrarse ante el mundo. En uno de los estudios que se han hecho al respecto, investigadores y médicos del Rush-Presbyterian-St. Luke’s Medical Center de Chicago notaron que un mismo medicamento genera distintas reacciones dependiendo de la “personalidad” del paciente que lo tome. Si, por ejemplo, el paciente se encuentra en su personalidad de niño, un tranquilizante lo relaja y lo adormece, pero si está en su personalidad de adulto, la misma droga lo hace sentir ansioso y confundido.  

8. Efecto placebo
El efecto placebo es probablemente uno de los ejemplos más populares de la relación existente entre el cuerpo y la mente. Numerosos estudios y aun la experiencia cotidiana han comprobado su realidad: una persona toma una sustancia que cree que la curará y, en efecto, se cura, aunque la sustancia en sí fuera incapaz de generar tal efecto, solo que a veces el pensamiento sí tiene dicha capacidad.
  
7. Efecto nocebo
En oposición a lo anterior existe un fenómeno conocido como “efecto nocebo”. Si el placebo nos cura solo por pensar que nos curará, el “nocebo” nos enferma por la misma razón. Alguien piensa (o se le hace pensar) que ha ingerido un veneno y de pronto siente el impulso irrefrenable de vomitar. O, en un caso un tanto más extremo publicado en New Scientist, un hombre que acudió a un cementerio para encontrarse con un doctor y recibir de este el diagnóstico (o la sentencia) de que moriría pronto; el sujeto, de nombre Vance, enfermó súbitamente, y aunque acudió a varios hospitales y clínicas, nadie pudo curarlo ni siquiera identificar su mal. Curiosamente uno de los médicos que lo trató, al conocer la historia del cementerio, convención al hombre de que aquel con el que se había entrevistado introdujo una lagartija en su cuerpo que lo estaba consumiendo desde dentro; el médico incluso realizó un montaje inyéctandole una sustancia y fingiendo que extraía un reptil del cuerpo de Vance. Al ser partícipe de esta falsificación, el hombre despertó al día siguiente hambriento y prácticamente sano.

6. Sueños que hieren
Que los sueños se convierten en realidad es una frase que puede tener un sentido diametralmente alejado al del cliché sentimental. Como con Durga Jatav, un hombre de la India estudiado por el pisquiatra Ian Stevenson. ¿El motivo de su interés? Jatav desarrolló heridas en sus piernas luego de haber tenido un sueño en el que se le hacía prisionero y sus captores mutilaban sus extremidades antes de darse cuenta de que no eran el hombre al que buscaban. Jatav tuvo esta pesadilla una noche de fiebre provocada por la malaria que había contraído poco ante, y durante el sueño la temperatura de su cuerpo bajó tanto que su familia lo creyó difunto. Al despertar sus rodillas mostraban unas fisuras profundas que, sin embargo, no se remitían a un daño debajo de la piel (según lo confirmaron las radiografías tomadas). Casi 30 años después, cuando Jatav se encontró con Stevenson, las cicatrices todavía eran visibles, solo que el psiquiatra lo único que pudo hacer fue creer en la historia del hombre, pero no explicarla.  

5. Yoguis al borde la muerte
Es célebre la capacidad de ciertos yoguis para manipular sus procesos corporales. La maestría que han alcanzado en la meditación es tal, que con cierta facilidad se someten a condiciones que una persona “normal” no soportaría: días de ayuno y a la intemperie, aislados en una cueva subterránea sin otra compañía más que su propia mente, y más. Para comprobar estas historias, en 1936 la cardióloga francesa Therese Brosse viajó a India llevando consigo instrumentos de medición y diagnóstico, entre ellos una máquina de electrocardiogramas con la que observó que, en efecto, un yogui es capaz de ralentizar tanto su ritmo cardiaco, que la máquina era incapaz de detectarlo. Un par de décadas después, en los 50, otros investigadores repitieron las pruebas y descubrieron la habilidad de los yoguis para hacer que tanto sus procesos respiratorios como cardiacos sean tan lento que su metabolismo gasta cantidades de energía verdaderamente mínimas, lo cual explica sus muchos días de supervivencia sin comer ni beber nada. 

4. Visualización
En años recientes el descubrimiento de las “neuronas espejo” reveló que visualizar una tarea es casi tan importante como ejecutarla. Para el pianista o el deportista, por ejemplo, imaginar que cumple un reto es el primer paso para cumplirlo realmente. En este sentido destaca el caso del coronel de la Fuerza Aérea estadounidense George Hall, quien estuvo preso en el norte de Vietnam por casi siete años, en una celda oscura y pequeña donde su único entretenimiento era imaginar que se encontraba en un campo de golf, pegándole a la pelota, sorteando las trampas de arenas e incluso visualizando la calidad del aire (su velocidad, su fuerza) y la manera en que la pequeña esfera caía en el orificio. Cuando fue liberado, una de las primeras cosas que quiso hacer fue ir a un campo de golf y jugar “de verdad”. Recibió entonces una invitación para el Abierto de Nueva Órleans, en donde, para sorpresa de muchos, tuvo una participación destacada, como si esos siete años en prisión nunca hubieran transcurrido. Un ejemplo de muchos que se podrían citar de “memoria muscular”.  

3. Bloqueo al dolor
El dolor es probablemente uno delos fenómenos más enigmáticos que podemos experimentar, en el que psicología y fisiología se combinan para hacernos experimentar una realidad que linda con lo intransmisible. ¿En el dolor la mente puede dominar a la materia? Así parece mostrarlo el caso de Jack Schwarz, un judío holandés, escritor de profesión, que en la temporada que pasó en un campo de concentración nazi aprendió a rezar y meditar para no sentir el dolor que le provocaban las golpizas recibidas, los ayunos forzados y, en general, las torturas habituales del lugar. Tales prácticas funcionaron y aunque Schwarz tuvo la fortuna de ser liberado, no dejó de mantenerlas. Con el tiempo fue capaz de que alguien más le insertara una aguja en el brazo sin que él manifestara alguna señal de dolor. Investigadores dela Fundación Menninger confirmaron con electroencefalogramas que su actividad cerebral en estas situaciones era distinta a la de las personas comunes. 

2. Pensamiento positivo y meditación
Aunque el llamado pensamiento positivo y la meditación se han convertido en mercancía del new age y de la literatura de superación personal, existen investigaciones que han estudiado su efecto sobre procesos corporales específicos. En 1989, por ejemplo, el doctor David Spiegel, dela Universidad de Stanford, realizó un experimento con dos grupos de mujeres con cáncer de mamá, ambos con el mismo tratamiento médico pero uno ellos, adicionalmente, con sesiones periódicas donde sus integrantes podían compartir con sus compañeras lo que sentían respecto a la enfermedad, pláticas que se guiaban para concluir positivamente. Al final, Spiegel encontró que las asistentes a este grupo de apoyo vivieron en promedio el doble de tiempo en comparación con quienes no lo frecuentaron.

1. Para perder peso hay que pensar que se está perdiendo peso
Según parece, sentirse animado a perder peso es una de las causas que, efectivamente, ayuda a conseguir tal propósito. Ellen Langer, psicóloga de Harvard, realizó un experimento con trabajadoras de un hotel cuya actividad física cotidiana era, a su parecer, más que suficiente para mantenerlas en forma y en su peso ideal, lo cual, sin embargo, no sucedía, pues la mayoría de ellas tenía sobrepeso. Al preguntarles, Langer encontró que casi 7 de cada 10 sentía que no realizaba ningún tipo de ejercicio. La psicóloga tomó entonces a la mitad de ellas y les hizo ver entonces que su trabajo sí implicaba esfuerzo físico, suficiente para hacerles perder algunos kilos. La otra mitad de las trabajadoras no recibió esta información. Un mes después, Langer volvió al hotel y descubrió que quienes estuvieron en su plática habían regulado su presión arterial e incluso disminuido algo de su peso. Sus rutinas, según dijeron a la psicóloga, no habían cambiado, pero sí su manera de pensar.


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