jueves, 26 de febrero de 2015



"¿Cómo vas a ser feliz con alguien que te trata como a una persona normal?"

- Oscar Wilde -






¿POR QUÉ TENGO ANSIEDAD?

¿Por qué de repente empezamos a sentir  malestar y preocupación? ¿Por qué de pronto sentimos que nuestro corazón late a toda velocidad? Empezamos a sudar o comienza esa desagradable sensación de mareo. Si alguna vez has tenido ansiedad, sabrás perfectamente a lo que me refiero.

La ansiedad es una respuesta a una situación que anticipamos como peligrosa, es decir, a un peligro que no está presente pero en el futuro suponemos que lo estará. Por ejemplo: “Encontrarnos rodeados de serpientes venenosas nos produce miedo, sin embargo, pensar que podríamos encontrarnos en esa situación nos produce ansiedad.”

El problema se agrava cuando esas sensaciones limitan nuestro día a día, no salimos de casa por miedo a marearnos, rechazamos invitaciones porque no queremos que nadie note lo que nos pasa y comenzamos a tenerle miedo a muchos acontecimientos.

Poco a poco se va perdiendo la ilusión, sentimos que no disfrutamos con nada, nuestra mente está continuamente enfrascada en pensamientos, que la mayoría de las veces son catastróficos o repetitivos y sentimos que ya no somos los mismos de antes de tener ansiedad.

Pero, a pesar de todo, la ansiedad no es una enfermedad, sino un síntoma de que algo no está bien en nuestra vida, probablemente a nivel emocional o personal (con los demás, o con uno mismo). Sería algo así como cuando tienes tos, la tos es un síntoma, no es una enfermedad en sí misma y hay que averiguar que la ha producido para que no se convierta en algo más grave. Para hacerle frente, primero intentamos calmarla y luego tratamos lo que la causó. Las dos cosas son necesarias, con la ansiedad pasa lo mismo, primero tratamos de reducirla y luego hay que descubrir que hay debajo de ella.

Todas las reacciones que provoca la ansiedad nos asustan mucho, pero si tratamos de controlarlas, desencadenamos más miedo y nuestros síntomas se amplifican, el control lleva al descontrol.

Por el contrario, si somos capaces de entender nuestro malestar, se genera una sensación de tranquilidad. Un buen ejercicio es preguntarse:

¿Cómo empiezo a sentir ansiedad?
¿Qué imágenes o pensamientos pasan por mi cabeza?
¿Cómo sé que eso me provoca ansiedad?
¿Qué me digo internamente?
¿Son reales esos miedos?
¿Qué es lo que realmente tendría que cambiar en mi vida para dejar de tener ansiedad?

Hay que aprender a sentir las sensaciones para luego manejarlas, para eso necesitamos prepararnos antes con ejercicios de relajación y respiración, si no practicamos cuando estamos serenos, de nada nos servirá utilizar esas técnicas en pleno ataque de ansiedad.




miércoles, 25 de febrero de 2015




Simplemente, espectacular. Merece la pena verlo y escucharlo. Imágenes de Gregory Colbert, de su espectáculo "Ashes and Snow" y música de Jai Jagdeesh.


http://youtu.be/Fqw0qbmWAjU










"El tiempo no es oro,
el oro no vale nada.
El tiempo es VIDA".

- José Luis Sampedro -






CRÓNICAS DE LA TIERRA SIN MAL


“No me interesa saber cómo te ganas la vida. Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a soñar con lo que tu corazón anhela.

No me interesa tu edad. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.

No me interesa qué planetas están en cuadratura con tu Luna. Quiero saber si has llegado al centro de tu propia tristeza, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo a nuevos dolores. Quiero saber si puedes vivir con el dolor, con el mío o el tuyo, sin tratar de disimularlo, de atenuarlo ni de remediarlo.

Quiero saber si puedes experimentar con plenitud la alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con frenesí y dejar que el éxtasis te penetre hasta la punta de los dedos de los pies y las manos sin que tu prudencia nos llame a ser cuidadosos, a ser realistas, a recordar las limitaciones propias de nuestra condición humana.

No me interesa saber si lo que me cuentas es cierto. Quiero saber si puedes decepcionar a otra persona para ser fiel a ti mismo; si podrías soportar la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma...

Quiero saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea agradable, cada día, y si puedes hacer que tu propia vida surja de su presencia.

Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y de pie en la orilla del lago gritarle a la plateada forma de la luna llena: "¡Sí!".

No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de aflicción y desesperanza, agotado y magullado hasta los huesos, y hacer lo que sea necesario para alimentar a tus hijos.

No me interesa saber a quién conoces ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te quedarás en el centro del fuego conmigo y no lo rehuirás.

No me interesa saber ni dónde ni cómo ni con quién estudiaste. Quiero saber lo que te sostiene, desde el interior, cuando todo lo demás se derrumba.

Quiero saber si puedes estar solo contigo y si en verdad aprecias tu propia compañía en momentos de vacío".


Oriah Mountain Dreamer



martes, 24 de febrero de 2015



"Si pudiese borrar todos los errores de mi pasado, estaría borrando toda la sabiduría de mi presente"





“ME DUELEN LOS HUESOS. PARECE QUE VA A LLOVER”

Desde que el tiempo es tiempo la sabiduría popular, que como su nombre indica es muy sabia, ha defendido que los cambios de tiempo y las condiciones climatológicas en general influyen en nuestra salud y en nuestro estado de ánimo. Hay personas que son más sensibles que otras a percibir cuando va a cambiar el tiempo, principalmente si se trata de un cambio de presión atmosférica, de un aumento de los niveles de humedad o de la llegada de lluvias.

Tras debates sobre si se trata de realidad o mito popular ha podido comprobarse que el comportamiento humano depende en gran medida de la cantidad de luz natural que el organismo capta por día.

Esto se explica si se tiene en cuenta que la producción de serotonina, neurotransmisor del sistema nervioso central, está condicionada a la luz que recibimos.

De la cantidad de serotonina de la que dispongamos dependerá nuestra sensación de felicidad y de bienestar, puesto que la tan justamente llamada “hormona de la felicidad” y “hormona del humor” es la encargada de evitar que nos sintamos tristes, enfadados y desanimados, así como de que suframos una serie de síntomas más que pueden llevarnos a una depresión.

Sabiendo esto no resulta de extrañar que la falta de luz natural nos incline a un tono anímico y físico más bajo; en las estaciones menos soleadas, como otoño e invierno, en las que los días son más cortos, más grises y lluviosos, la cantidad de luz que recibimos es obviamente menor que en primavera y verano, por tanto lo es también la cantidad de serotonina que segregamos. Así pues, podemos sentirnos más abatidos y cansados, de mal humor, con menos apetito, más angustiados, con poco deseo sexual y con alteraciones de sueño, entre otros inconvenientes, de forma inexplicable y sin causa aparente.

Sin embargo, hoy en día está ya tan demostrado que el clima influye en nuestro estado de ánimo que a esta alteración se le ha dado nombre y apellido y se la conoce como “trastorno afectivo estacional” (SAD).

Para las personas con artrosis, artritis o cicatrices mal curadas el frío que viene precedido por fuertes dolores y molestias en las articulaciones. Horas, o incluso días antes de una tormenta, un reumático puede sentir cómo esta se avecina en sus articulaciones.

La inflamación, rigidez articular o el dolor empeoran convirtiéndolos de esta desagradable manera en auténticos “barómetros humanos” que rara vez se equivocan.

Así lo confirma el doctor Stephen Makk, miembro de la Sociedad Americana de Cirugía Ortopédica, que bromea al respecto diciendo que “las cadenas de televisión deberían cambiar sus aparatos de predicción meteorológica por una sala llena de pacientes con artritis y preguntarles si va a nevar mañana”.

El doctor Makk no es el único que confirma la existencia de éste fenómeno. Timothy McAlindon, del Centro Médico Tufts-New England, realizó un estudio para el Col Americano de Reumatología en 205 pacientes con artrosis de rodilla y llegó a la conclusión de que existe una asociación sólida entre el clima y los dolores.


Ya en tiempos de los egipcios los curanderos se dieron cuenta de este fenómeno. Sin saber muy bien por qué notaban cómo los enfermos reumáticos mejoraban en lugares con buen clima y pocas variaciones de temperatura. Con Hipócrates, padre de la medicina, se establece una clara relación entre clima y salud y se fundan los principios de la Talasoterapia o tratamiento a través de los elementos físicos y climáticos del mar.

Hoy el avance de la medicina ha podido dar una explicación más concreta. En el aire existen unos iones llamados “Sferic” que todas las personas podemos percibir. Cuando se acerca el mal tiempo se produce una bajada de presión y un aumento de la humedad al mismo tiempo que se activan estos iones. La “predicción” se debe a que los iones viajan a la velocidad de la luz, por lo que los sentimos de uno a tres días antes de que llegue una tormenta.

Una de cada tres personas es “meteorosensible”, lo que quiere decir que nota con más fuerza la llegada de estos iones. Si ésa persona es un paciente reumático se incrementan sus síntomas. La culpa de ello la tienen unas terminaciones nerviosas llamadas barorreceptores que recogen los cambios de presión y que todos tenemos en el extremo de los huesos que forman una articulación. Dentro de la articulación hay una especie de gel viscoso llamado líquido sinovial que protege del roce entre huesos y en condiciones normales se encuentra en presión negativa.

Cuando va a hacer mal tiempo la baja presión atmosférica hace que el líquido se expanda, lo que envía información a los barorreceptores y nuestro cerebro lo traduce como dolor.

Con la artrosis el cartílago que reviste el extremo óseo se ha desgastado y los receptores son más susceptibles. Por otra parte, el frío hace que el líquido sea menos viscoso y acorta los músculos y tendones de la zona, por lo que el rango de movimiento también disminuye.

Una de las opciones es la termoterapia. Dependiendo de la fase en la que se encuentre la persona podrá encontrar alivio a través de elementos como infrarrojos, diatermia, hielo o compresas de calor.

Las técnicas manuales como el masaje, y la digitopuntura alivian el dolor a la vez que ayudan a  recuperar la movilidad.

Un buen programa de ejercicios o la práctica de Pilates son útiles para corregir posturas y obtener un equilibrio en el tono muscular.