miércoles, 25 de febrero de 2015




CRÓNICAS DE LA TIERRA SIN MAL


“No me interesa saber cómo te ganas la vida. Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a soñar con lo que tu corazón anhela.

No me interesa tu edad. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.

No me interesa qué planetas están en cuadratura con tu Luna. Quiero saber si has llegado al centro de tu propia tristeza, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo a nuevos dolores. Quiero saber si puedes vivir con el dolor, con el mío o el tuyo, sin tratar de disimularlo, de atenuarlo ni de remediarlo.

Quiero saber si puedes experimentar con plenitud la alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con frenesí y dejar que el éxtasis te penetre hasta la punta de los dedos de los pies y las manos sin que tu prudencia nos llame a ser cuidadosos, a ser realistas, a recordar las limitaciones propias de nuestra condición humana.

No me interesa saber si lo que me cuentas es cierto. Quiero saber si puedes decepcionar a otra persona para ser fiel a ti mismo; si podrías soportar la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma...

Quiero saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea agradable, cada día, y si puedes hacer que tu propia vida surja de su presencia.

Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y de pie en la orilla del lago gritarle a la plateada forma de la luna llena: "¡Sí!".

No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de aflicción y desesperanza, agotado y magullado hasta los huesos, y hacer lo que sea necesario para alimentar a tus hijos.

No me interesa saber a quién conoces ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te quedarás en el centro del fuego conmigo y no lo rehuirás.

No me interesa saber ni dónde ni cómo ni con quién estudiaste. Quiero saber lo que te sostiene, desde el interior, cuando todo lo demás se derrumba.

Quiero saber si puedes estar solo contigo y si en verdad aprecias tu propia compañía en momentos de vacío".


Oriah Mountain Dreamer



martes, 24 de febrero de 2015



"Si pudiese borrar todos los errores de mi pasado, estaría borrando toda la sabiduría de mi presente"





“ME DUELEN LOS HUESOS. PARECE QUE VA A LLOVER”

Desde que el tiempo es tiempo la sabiduría popular, que como su nombre indica es muy sabia, ha defendido que los cambios de tiempo y las condiciones climatológicas en general influyen en nuestra salud y en nuestro estado de ánimo. Hay personas que son más sensibles que otras a percibir cuando va a cambiar el tiempo, principalmente si se trata de un cambio de presión atmosférica, de un aumento de los niveles de humedad o de la llegada de lluvias.

Tras debates sobre si se trata de realidad o mito popular ha podido comprobarse que el comportamiento humano depende en gran medida de la cantidad de luz natural que el organismo capta por día.

Esto se explica si se tiene en cuenta que la producción de serotonina, neurotransmisor del sistema nervioso central, está condicionada a la luz que recibimos.

De la cantidad de serotonina de la que dispongamos dependerá nuestra sensación de felicidad y de bienestar, puesto que la tan justamente llamada “hormona de la felicidad” y “hormona del humor” es la encargada de evitar que nos sintamos tristes, enfadados y desanimados, así como de que suframos una serie de síntomas más que pueden llevarnos a una depresión.

Sabiendo esto no resulta de extrañar que la falta de luz natural nos incline a un tono anímico y físico más bajo; en las estaciones menos soleadas, como otoño e invierno, en las que los días son más cortos, más grises y lluviosos, la cantidad de luz que recibimos es obviamente menor que en primavera y verano, por tanto lo es también la cantidad de serotonina que segregamos. Así pues, podemos sentirnos más abatidos y cansados, de mal humor, con menos apetito, más angustiados, con poco deseo sexual y con alteraciones de sueño, entre otros inconvenientes, de forma inexplicable y sin causa aparente.

Sin embargo, hoy en día está ya tan demostrado que el clima influye en nuestro estado de ánimo que a esta alteración se le ha dado nombre y apellido y se la conoce como “trastorno afectivo estacional” (SAD).

Para las personas con artrosis, artritis o cicatrices mal curadas el frío que viene precedido por fuertes dolores y molestias en las articulaciones. Horas, o incluso días antes de una tormenta, un reumático puede sentir cómo esta se avecina en sus articulaciones.

La inflamación, rigidez articular o el dolor empeoran convirtiéndolos de esta desagradable manera en auténticos “barómetros humanos” que rara vez se equivocan.

Así lo confirma el doctor Stephen Makk, miembro de la Sociedad Americana de Cirugía Ortopédica, que bromea al respecto diciendo que “las cadenas de televisión deberían cambiar sus aparatos de predicción meteorológica por una sala llena de pacientes con artritis y preguntarles si va a nevar mañana”.

El doctor Makk no es el único que confirma la existencia de éste fenómeno. Timothy McAlindon, del Centro Médico Tufts-New England, realizó un estudio para el Col Americano de Reumatología en 205 pacientes con artrosis de rodilla y llegó a la conclusión de que existe una asociación sólida entre el clima y los dolores.


Ya en tiempos de los egipcios los curanderos se dieron cuenta de este fenómeno. Sin saber muy bien por qué notaban cómo los enfermos reumáticos mejoraban en lugares con buen clima y pocas variaciones de temperatura. Con Hipócrates, padre de la medicina, se establece una clara relación entre clima y salud y se fundan los principios de la Talasoterapia o tratamiento a través de los elementos físicos y climáticos del mar.

Hoy el avance de la medicina ha podido dar una explicación más concreta. En el aire existen unos iones llamados “Sferic” que todas las personas podemos percibir. Cuando se acerca el mal tiempo se produce una bajada de presión y un aumento de la humedad al mismo tiempo que se activan estos iones. La “predicción” se debe a que los iones viajan a la velocidad de la luz, por lo que los sentimos de uno a tres días antes de que llegue una tormenta.

Una de cada tres personas es “meteorosensible”, lo que quiere decir que nota con más fuerza la llegada de estos iones. Si ésa persona es un paciente reumático se incrementan sus síntomas. La culpa de ello la tienen unas terminaciones nerviosas llamadas barorreceptores que recogen los cambios de presión y que todos tenemos en el extremo de los huesos que forman una articulación. Dentro de la articulación hay una especie de gel viscoso llamado líquido sinovial que protege del roce entre huesos y en condiciones normales se encuentra en presión negativa.

Cuando va a hacer mal tiempo la baja presión atmosférica hace que el líquido se expanda, lo que envía información a los barorreceptores y nuestro cerebro lo traduce como dolor.

Con la artrosis el cartílago que reviste el extremo óseo se ha desgastado y los receptores son más susceptibles. Por otra parte, el frío hace que el líquido sea menos viscoso y acorta los músculos y tendones de la zona, por lo que el rango de movimiento también disminuye.

Una de las opciones es la termoterapia. Dependiendo de la fase en la que se encuentre la persona podrá encontrar alivio a través de elementos como infrarrojos, diatermia, hielo o compresas de calor.

Las técnicas manuales como el masaje, y la digitopuntura alivian el dolor a la vez que ayudan a  recuperar la movilidad.

Un buen programa de ejercicios o la práctica de Pilates son útiles para corregir posturas y obtener un equilibrio en el tono muscular.







lunes, 23 de febrero de 2015



“DEBERÍA HABER NUTRICIONISTAS ESPECIALIZADOS EN CÁNCER EN LOS SERVICIOS DE ONCOLOGÍA”


Así lo cree la doctora Odile Fernández, que tras haber superado un gravísimo tumor maligno mediante quimioterapia, cambió de dieta (ideada por ella misma) y prácticas como el yoga, ha escrito tres libros de recetas de cocina anticáncer.


Dicen que los milagros, en Lourdes. Dejando a un lado la concepción religiosa de esta frase popular, la doctora Odile Fernández (ha superado en un tiempo récord un cáncer muy grave) preferiría decir que los milagros también hay que trabajarlos desde el interior de las propias personas: “soy un milagro, sí, pero un milagro muy currado. Detrás de esa sanación hay mucho trabajo personal a través de la alimentación y gestión de las emociones”. A sus 36 años de edad, esta mujer ya puede exclamar alto y claro que es una superviviente. Porque sufrir un cáncer de ovarios con metástasis en vagina, pulmón y huesos, tener sólo un 5% de posibilidades de vivir más de cinco años, superar el tumor en dos meses y quedarse embarazada es ser una superviviente en toda la extensión de la palabra. Fernández, que reside en Granada, no es de las personas que se queden de brazos cruzados ante la adversidad. Cuando estaba recibiendo quimioterapia creyó firmemente que ella también podía buscar nuevos aliados contra la enfermedad, de manera que en la batalla la acompañaron nuevas tropas de asalto, uniformadas como dieta específica y gestión emocional: “no seguí ningún tratamiento de suplementación, solo alimentación (diseñado el plan de alimentación por mí), y gestión de las emociones a través de prácticas como la meditación, visualización o el yoga”.


“El aunar la medicina convencional con los tratamientos naturales que han demostrado con base científica que pueden ser de utilidad al enfermo oncológico es lo ideal”, argumenta esta médico de familia, que actualmente no ejerce como tal si bien mantiene su plaza en el CS de Pozo Alcón (Jaén). Fruto de su experiencia, ha escrito tres libros con recetas de cocina anticáncer, si bien deja claro que “yo nunca he dicho a nadie que deje la quimio y vaya a ver a un nutricionista”. “Sabemos que la alimentación ayuda al enfermo con cáncer, que es vital que esté bien nutrido y pueda tolerar el tratamiento. Debería haber nutricionistas o médicos especializados en alimentación y cáncer en los servicios de oncología. Lo que no le diría a un enfermo con cáncer es ‘come lo que quieras’”, añade. Por otra parte, Odile ha tenido un gran detalle con www.farmacosalud.com, como es el hecho de habernos adelantado un nuevo hallazgo culinario destinado a hacer más apetecible la comida en caso de recibir quimioterapia, dado que con la ‘quimio’ “el sabor de los alimentos cambia”, lo que en algunos casos puede llevar a la “desnutrición” del enfermo. La receta, desvelada en la entrevista que sigue.


-Ya van tres libros con recetas anticáncer… ¿habrá más, teniendo en cuenta las casi infinitas posibilidades que tiene la cocina?

Ahora mismo estoy preparando una guía práctica orientada a enfermos oncológicos en la que se dará una visión integral del tratamiento del cáncer y se hará especial hincapié en la alimentación durante el tratamiento de cáncer para paliar efectos secundarios, y aumentar la tolerancia y la eficacia del tratamiento.


-En 2010 usted sufrió un cáncer de ovarios con metástasis en vagina, pulmón y huesos. Sólo había un 5% de posibilidades de vivir más de cinco años, pero superó el tumor en dos meses y se quedó embarazada de su segundo hijo. Un guionista de Hollywood debería esforzarse mucho para convencer de que esto es posible…

Puede sonar a guión de peli, pero es así de real. Me diagnosticaron un cáncer muy avanzado y me propusieron quimioterapia para intentar frenar la cuenta atrás, pero decidí no quedarme con esa sentencia. Empecé la quimio y complementé con alimentación, estilos de vida y gestión de las emociones. Funcionó, el cáncer desapareció y tras completar la quimio me propusieron ampliar la cirugía y hacer cirugía radical. En ese momento, tras el intenso tratamiento de quimioterapia, decidí posponer la cirugía. Había tenido metástasis en muchos órganos y me proponían extirpar aquellos en los que no la había tenido. Como sentía que no era una decisión vital en ese momento decidí esperar, y esperando llegó al mundo Iker. Sé que a muchos colegas mi historia clínica les sorprende porque no es la evolución habitual, lo habitual en mi caso es que yo no estuviese ya aquí o que hubiese tenido varias recidivas*. Para los escépticos que creen que no es posible un diagnóstico y evolución similar les invito a conocer mi historia clínica y ver todas las pruebas.


-Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), aunque la causa del cáncer de ovario continúa sin conocerse, existen algunos estudios en los que se indica que una dieta rica en grasa y la exposición al talco son factores de riesgo. ¿Este fue su caso?

El cáncer es multifactorial y el de ovario no solo se relaciona con el talco y la dieta rica en grasa, también con el tabaco o la obesidad. Exposición al talco hubo seguro cuando era pequeña a través de los polvos de talco usados en la zona genital. Abuso de la grasa poco, pues nunca me ha gustado la carne, aunque sí los lácteos. Sobrepeso sí, antes del cáncer pesaba 15 kg más que ahora. Tabaco, no fumaba, pero mi padre fumaba 4 paquetes de ducados al día y yo era fumadora pasiva.


-En paralelo a sus cambios dietéticos (usted explica que empezó a ingerir alimentos que frenan las células tumorales), siguió con el tratamiento de la quimioterapia. ¿Para usted, qué porcentaje de su curación debería atribuirse a la quimioterapia? ¿Qué le han comentado los oncólogos?

Nunca sabremos qué papel jugó uno u otro factor. Para demostrar el papel que tuvieron ambos factores deberíamos de ser capaces de reproducir de nuevo la situación y ver qué ocurre solo con quimio y con quimio+alimentación+factor mental. Es muy difícil hacer estudios en los que se demuestre el papel exacto que juega la alimentación en el tratamiento del cáncer. En mi caso, decidí usar todo lo que suma y tomar las riendas de mi salud. Tengo que decir que no seguí ningún tratamiento de suplementación, solo alimentación (diseñado el plan de alimentación por mí), y gestión de las emociones a través de prácticas como la meditación, visualización o el yoga. El aunar la medicina convencional con los tratamientos naturales que han demostrado con base científica que pueden ser de utilidad al enfermo oncológico es lo ideal a mi entender. Este es el futuro en el abordaje del cáncer y es precisamente este abordaje integrativo el que están ofreciendo los hospitales pioneros en tratamiento del cáncer como el MD Anderson Cancer Center o el Memorial Sloan Kettering Cancer Center.
Respecto a la opinión de mis oncólogos, uno de ellos cada vez que voy a revisión me dice que soy un milagro y yo le digo que soy un milagro, sí, pero un milagro muy currado. Detrás de esa sanación hay mucho trabajo personal a través de la alimentación y gestión de las emociones.


-Usted es médico de familia, es decir, tiene una formación científica que combina ahora con una práctica, digamos, naturista-nutricionista para luchar contra el cáncer. ¿Cómo se convive con ese perfil híbrido?

En la actualidad no ejerzo ni como médico de familia en el sistema público de salud ni como médico naturista, no paso consulta médica. Ahora disfruto de mi familia y a través del blog y de los libros intento ayudar a todo aquel que quiere saber más sobre la enfermedad y como abordarla desde un punto de vista integrativo, donde lo importante son los enfermos y no las enfermedades. En un futuro me encantaría poder gestionar una consulta de oncología integrativa dentro del sistema nacional de salud y poner a disposición de todos los enfermos estas terapias que tanto pueden aumentar su calidad de vida.


-¿En su condición de médico de familia, qué le diría ahora mismo a alguien que sufre un tumor maligno, con independencia del estadio de ese tumor?

Que hay que mantener la esperanza; mientras hay esperanza hay vida. El cáncer es una oportunidad para valorar lo que queremos y aprender a disfrutar del día a día. Disfrutar, vivir el presente y aprovechar el momento: esa debe ser la máxima del enfermo. El futuro es incierto.


-¿Casos como el suyo pueden suponer que haya gente que confíe más en un nutricionista que en un oncólogo?

¿Por? Yo nunca he dicho a nadie que deje la quimio y vaya a ver a un nutricionista. Creo que hay que aprovechar los recursos de la medicina alopática al máximo y complementar con todo aquello que nos pueda ayudar y se haya demostrado que sirve. Sabemos que la alimentación ayuda al enfermo con cáncer, que es vital que esté bien nutrido y pueda tolerar el tratamiento. Por eso, debería haber nutricionistas o médicos especializados en alimentación y cáncer en los servicios de oncología. Lo que no le diría a un enfermo con cáncer es ‘come lo que quieras’. Con la evidencia que hay a día de hoy, decirle a un enfermo que puede comer lo que le apetezca es poner obstáculos a su sanación.


-Supongamos que una persona que sigue al pie de la letra sus recetas anticáncer le explica que le acaban de diagnosticar uno. ¿Cómo podría afrontarse esa situación?

‘Mis recetas anticáncer’ no son fórmulas mágicas ni pasos estrictos a seguir. No es una dieta, son estilos de vida saludables: alimentación sana, no alcohol ni tabaco, práctica de ejercicio físico, eliminación de tóxicos ambientales (en la medida de lo que esté a nuestro alcance) y bienestar emocional… ahí está el secreto para una vida feliz. Lo que el lector va a encontrar son pautas para una vida sana y con ello intentar prevenir no solo el cáncer, sino muchas otras enfermedades. Os recuerdo que el cáncer es multifactorial y muchos factores no dependen directamente de nosotros; por eso hablamos de que 1 de cada 3 cánceres se pueden prevenir a través de la alimentación, y no decimos que si comes sano te vas a librar de padecer cáncer. El estilo de vida que yo propongo no te protege de la enfermedad si lo sigues 15 días, es un estilo de vida a seguir durante toda nuestra vida. Lo ideal sería que desde pequeños siguiésemos estas pautas y con esto probablemente disminuiríamos nuestras posibilidades de padecer cáncer, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.


-¿Somos lo que comemos, o comemos por lo que somos?

Según como comamos nuestro riesgo de enfermar varía. Si abusamos de azúcares y refinados tendremos más riesgo de desarrollar diabetes y obesidad. Si nuestra dieta es pobre en fibra y rica en carnes tendremos más riesgo de cáncer de colon. Pero, ¿por qué comemos de una manera u otra? Por la publicidad de la industria alimentaria que nos hace comprar y comer aquello que a ellos le interesa. Aunque sea a costa de nuestra salud. Si hubiese más información sobre alimentación saludable en colegios, universidad, escuelas de padres, etc, tenderíamos a elegir alimentos más sanos y dejar de lado aquellos que nos perjudican.


-¿Cuál sería un buen menú anticáncer de un día cualquiera (desayuno, comida, cena)?

El menú anticáncer sería variado y colorido para incluir el máximo de fitoquímicos posible. En el desayuno empezaríamos con un licuado de frutas y vegetales, unos copos de avena con semillas y frutos secos y una infusión. A medio día una ensalada multicolor con una vinagreta de aceite de oliva virgen extra, cúrcuma, pimienta y limón. Como plato principal, ahora que hace frío, un plato de legumbres con abundantes vegetales: cebolla, ajo, zanahorias, calabaza, puerro, acelgas… por la noche podemos cenar pescado y verduras al vapor con una salsa de aguacate o cítricos.


-¿Le gustaría adelantarnos algún hallazgo que haya hecho con respecto a alguna receta anticáncer y que todavía no haya hecho pública? Si por parte nuestra es mucho pedir, al menos, denos una pista…

Algo que puede ser de utilidad durante la quimio… Cuando estamos recibiendo quimioterapia el sabor de los alimentos cambia y lo que es dulce nos puede parecer salado o viceversa. Estos cambios de sabor hacen que el enfermo no quiera comer y pueden llevarle hacía la desnutrición. Pues bien, simplemente jugando con la sal marina, el zumo de limón o el sirope de agave o arce podemos modificar estos sabores y hacer más apetecibles los platos.


*Recidiva: reaparición de una enfermedad algún tiempo después de padecida (Según el RAE)

http://farmacosalud.com/deberia-haber-nutricionistas-especializados-en-cancer-en-los-servicios-de-oncologia/





domingo, 22 de febrero de 2015



"Actitud es una pequeña cosa que hace una gran diferencia"





EL BUEN AMOR 
Sergio Sinay



Toda corriente, sensación, energía, sentimiento, emoción, vivencia, experiencia o impulso que recibe el nombre de amor, necesita de la existencia de por lo menos dos seres para manifestarse.


Ninguna corriente, sensación, energía, sentimiento, emoción, vivencia, experiencia o impulso que hiera, desmerezca, descalifique, discrimine, elimine o destruya a quien lo recibe puede nombrarse como amor.


Todos hemos visto y experimentado varias formas tóxicas, dañinas, limitadoras de algo que suele llamarse amor. Si eso puede denominarse así, creo que tenemos el derecho a otra cosa, a una energía que puede identificarse como buen amor. Pienso que nos lo merecemos, que podemos aspirar a ser sus protagonistas, sus dadores y receptores.



Nadie está más autorizado que yo mismo a hablar de mí. Cuando abandono el protagonismo de mi propia vida, no soy yo quien la cuenta. Pasa a ser relato de los otros. Cuando empiezo a hacerme preguntas sobre mí, comienzo a conocerme, crece mi autoridad acerca de esta persona que soy y aparezco ante los demás con mayor certeza.


El tiempo en el amor tóxico, en el amor que equivoca su nombre y su destino, es una jaula que aprisiona.



Cuando me obligo a una búsqueda afectiva – impulsada por creencias, por presiones externas, por expectativas ajenas,  por temores propios – estoy “condenado” a encontrar. Desde el punto de vista pragmático, mi experiencia habrá sido exitosa, aunque probablemente haya olvidado mirar al otro y mi búsqueda se convierta en un círculo perfecto y riesgoso. Como el sediento en el desierto, puede ser que haya encontrado un espejismo, apenas el reflejo distorsionado de mis ansias.


Las búsquedas no condicionadas, abiertas, son las que nos permiten exponer nuestra creatividad, nuestra más depurada intuición, nuestra sensibilidad más fina. Si busco un amante o amado preconcebido, sólo podré ver lo previsto. Estaré ciego ante la diversidad, ante lo diferente, ante lo imprevisible, ante lo insospechado. Me encontraré prisionero de mi urgencia, de mis esquemas, de las exigencias que proyectaré sobre la otra persona. Veré lo que quiero ver.


“Buscaron sin libertad para no encontrar”


Hay búsqueda sin encuentro y encuentro sin búsqueda. Aquéllas se repiten cuando insisto en creer que hay alguien destinado a hacerme feliz cubriendo mis expectativas amorosas y mis necesidades emocionales.


Como condición del buen amor, el amor es un punto de coincidencia único y no predeterminado en la trayectoria que sus protagonistas transitan en la vida. El encuentro en el que se plasma un amor sanador no nace de una obsesión, no es hijo de la ansiedad, no proviene de la impaciencia, no es un disfraz del miedo a caminar solo. Se trata del fruto maduro del tiempo, de la aceptación del compromiso con el propio ser en el aquí y en el ahora. Los que se encuentran en un único tiempo y lugar posible, no por fruto del azar ni de la estrategia, sino de sus propias trasformaciones y aceptaciones.


No puedo hacerme responsable de la satisfacción de la otra persona ni de hacerle sentir completa. No puedo hacerme responsable del otro, pero el otro está incluido en mi noción de responsabilidad, porque ésta significa no dañar a sabiendas, no prometer lo incumplible, no manipular.


Si pienso que mi felicidad empieza cuando encuentro a otra persona, mi única búsqueda tendrá como fin ese encuentro. Ese alguien pasará a ser lo más importante, ya sea para capturarlo o para conservarlo. Mientras tanto, mis demás necesidades quedarán en el fondo del escenario. Lo que yo haga por mi felicidad – a partir de mis recursos y posibilidades y con respeto y atención hacia los otros – puede contagiar a alguien. Pero lo que yo haga para lo que imagino que es la supuesta felicidad de otro, no se transformará necesariamente en un estado que me incluya.



Cuando me ocupo por encontrar quien me acompaña antes de saber hacia dónde voy corro el riesgo de que quien “debería” ser mi acompañante se convierta en mi carcelero, en mi obstáculo, en mi lastre, en mi juez. Y es posible que nada de eso se deba a su voluntad ni a su mala intención, sino a mi propia actitud de no haber visto el camino ni haber registrado la dirección antes de dar prioridad a la compañía. 


Antes de elegir un bastón para caminar debo prestar atención al camino y a mis propias piernas; sin estos elementos no habrá marcha posible.