"Si pudiese borrar todos los errores de mi pasado, estaría borrando toda la sabiduría de mi presente"
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martes, 24 de febrero de 2015
“ME DUELEN LOS HUESOS. PARECE QUE VA A LLOVER”
Desde que el tiempo es tiempo la sabiduría popular, que como
su nombre indica es muy sabia, ha defendido que los cambios de tiempo y las
condiciones climatológicas en general influyen en nuestra salud y en nuestro
estado de ánimo. Hay personas que son más sensibles que otras a percibir cuando
va a cambiar el tiempo, principalmente si se trata de un cambio de presión
atmosférica, de un aumento de los niveles de humedad o de la llegada de
lluvias.
Tras debates sobre si se trata de realidad o mito popular ha
podido comprobarse que el comportamiento humano depende en gran medida de la
cantidad de luz natural que el organismo capta por día.
Esto se explica si se tiene en cuenta que la producción de serotonina,
neurotransmisor del sistema nervioso central, está condicionada a la luz que
recibimos.
De la cantidad de serotonina de la que dispongamos dependerá
nuestra sensación de felicidad y de bienestar, puesto que la tan justamente
llamada “hormona de la felicidad” y “hormona del humor” es la encargada de
evitar que nos sintamos tristes, enfadados y desanimados, así como de que
suframos una serie de síntomas más que pueden llevarnos a una depresión.
Sabiendo esto no resulta de extrañar que la falta de luz
natural nos incline a un tono anímico y físico más bajo; en las estaciones
menos soleadas, como otoño e invierno, en las que los días son más cortos, más
grises y lluviosos, la cantidad de luz que recibimos es obviamente menor que en
primavera y verano, por tanto lo es también la cantidad de serotonina que
segregamos. Así pues, podemos sentirnos más abatidos y cansados, de mal humor,
con menos apetito, más angustiados, con poco deseo sexual y con alteraciones de
sueño, entre otros inconvenientes, de forma inexplicable y sin causa aparente.
Sin embargo, hoy en día está ya tan demostrado que el clima
influye en nuestro estado de ánimo que a esta alteración se le ha dado nombre y
apellido y se la conoce como “trastorno afectivo estacional” (SAD).
Para las personas con artrosis, artritis o cicatrices mal
curadas el frío que viene precedido por fuertes dolores y molestias en las
articulaciones. Horas, o incluso días antes de una tormenta, un reumático puede
sentir cómo esta se avecina en sus articulaciones.
La inflamación, rigidez articular o el dolor empeoran
convirtiéndolos de esta desagradable manera en auténticos “barómetros humanos”
que rara vez se equivocan.
Así lo confirma el doctor Stephen Makk, miembro de la
Sociedad Americana de Cirugía Ortopédica, que bromea al respecto diciendo que
“las cadenas de televisión deberían cambiar sus aparatos de predicción
meteorológica por una sala llena de pacientes con artritis y preguntarles si va
a nevar mañana”.
El doctor Makk no es el único que confirma la existencia de
éste fenómeno. Timothy McAlindon, del Centro Médico Tufts-New England, realizó
un estudio para el Col Americano de Reumatología en 205 pacientes con artrosis
de rodilla y llegó a la conclusión de que existe una asociación sólida entre el
clima y los dolores.
Ya en tiempos de los egipcios los curanderos se dieron
cuenta de este fenómeno. Sin saber muy bien por qué notaban cómo los enfermos
reumáticos mejoraban en lugares con buen clima y pocas variaciones de
temperatura. Con Hipócrates, padre de la medicina, se establece una clara
relación entre clima y salud y se fundan los principios de la Talasoterapia o
tratamiento a través de los elementos físicos y climáticos del mar.
Hoy el avance de la medicina ha podido dar una explicación
más concreta. En el aire existen unos iones llamados “Sferic” que todas las
personas podemos percibir. Cuando se acerca el mal tiempo se produce una bajada
de presión y un aumento de la humedad al mismo tiempo que se activan estos
iones. La “predicción” se debe a que los iones viajan a la velocidad de la luz,
por lo que los sentimos de uno a tres días antes de que llegue una tormenta.
Una de cada tres personas es “meteorosensible”, lo que
quiere decir que nota con más fuerza la llegada de estos iones. Si ésa persona
es un paciente reumático se incrementan sus síntomas. La culpa de ello la
tienen unas terminaciones nerviosas llamadas barorreceptores que recogen los
cambios de presión y que todos tenemos en el extremo de los huesos que forman
una articulación. Dentro de la articulación hay una especie de gel viscoso
llamado líquido sinovial que protege del roce entre huesos y en condiciones
normales se encuentra en presión negativa.
Cuando va a hacer mal tiempo la baja presión atmosférica
hace que el líquido se expanda, lo que envía información a los barorreceptores
y nuestro cerebro lo traduce como dolor.
Con la artrosis el cartílago que reviste el extremo óseo se
ha desgastado y los receptores son más susceptibles. Por otra parte, el frío
hace que el líquido sea menos viscoso y acorta los músculos y tendones de la
zona, por lo que el rango de movimiento también disminuye.
Una de las opciones es la termoterapia. Dependiendo de la
fase en la que se encuentre la persona podrá encontrar alivio a través de
elementos como infrarrojos, diatermia, hielo o compresas de calor.
Las técnicas manuales como el masaje, y la digitopuntura alivian
el dolor a la vez que ayudan a recuperar
la movilidad.
Un buen programa de ejercicios o la práctica de Pilates son
útiles para corregir posturas y obtener un equilibrio en el tono muscular.
lunes, 23 de febrero de 2015
“DEBERÍA HABER
NUTRICIONISTAS ESPECIALIZADOS EN CÁNCER EN LOS SERVICIOS DE ONCOLOGÍA”
Así lo cree la
doctora Odile Fernández, que tras haber superado un gravísimo tumor maligno
mediante quimioterapia, cambió de dieta (ideada por ella misma) y prácticas
como el yoga, ha escrito tres libros de recetas de cocina anticáncer.
Dicen que los milagros, en Lourdes. Dejando a un lado la
concepción religiosa de esta frase popular, la doctora Odile Fernández (ha
superado en un tiempo récord un cáncer muy grave) preferiría decir que los
milagros también hay que trabajarlos desde el interior de las propias personas:
“soy un milagro, sí, pero un milagro muy currado. Detrás de esa sanación hay
mucho trabajo personal a través de la alimentación y gestión de las emociones”.
A sus 36 años de edad, esta mujer ya puede exclamar alto y claro que es una
superviviente. Porque sufrir un cáncer de ovarios con metástasis en vagina,
pulmón y huesos, tener sólo un 5% de posibilidades de vivir más de cinco años,
superar el tumor en dos meses y quedarse embarazada es ser una superviviente en
toda la extensión de la palabra. Fernández, que reside en Granada, no es de las
personas que se queden de brazos cruzados ante la adversidad. Cuando estaba
recibiendo quimioterapia creyó firmemente que ella también podía buscar nuevos
aliados contra la enfermedad, de manera que en la batalla la acompañaron nuevas
tropas de asalto, uniformadas como dieta específica y gestión emocional: “no
seguí ningún tratamiento de suplementación, solo alimentación (diseñado el plan
de alimentación por mí), y gestión de las emociones a través de prácticas como
la meditación, visualización o el yoga”.
“El aunar la medicina convencional con los tratamientos
naturales que han demostrado con base científica que pueden ser de utilidad al
enfermo oncológico es lo ideal”, argumenta esta médico de familia, que
actualmente no ejerce como tal si bien mantiene su plaza en el CS de Pozo Alcón
(Jaén). Fruto de su experiencia, ha escrito tres libros con recetas de cocina
anticáncer, si bien deja claro que “yo nunca he dicho a nadie que deje la
quimio y vaya a ver a un nutricionista”. “Sabemos que la alimentación ayuda al
enfermo con cáncer, que es vital que esté bien nutrido y pueda tolerar el
tratamiento. Debería haber nutricionistas o médicos especializados en
alimentación y cáncer en los servicios de oncología. Lo que no le diría a un
enfermo con cáncer es ‘come lo que quieras’”, añade. Por otra parte, Odile ha
tenido un gran detalle con www.farmacosalud.com, como es el hecho de habernos
adelantado un nuevo hallazgo culinario destinado a hacer más apetecible la
comida en caso de recibir quimioterapia, dado que con la ‘quimio’ “el sabor de
los alimentos cambia”, lo que en algunos casos puede llevar a la “desnutrición”
del enfermo. La receta, desvelada en la entrevista que sigue.
-Ya van tres libros con recetas anticáncer… ¿habrá más,
teniendo en cuenta las casi infinitas posibilidades que tiene la cocina?
Ahora mismo estoy preparando una guía práctica orientada a
enfermos oncológicos en la que se dará una visión integral del tratamiento del
cáncer y se hará especial hincapié en la alimentación durante el tratamiento de
cáncer para paliar efectos secundarios, y aumentar la tolerancia y la eficacia
del tratamiento.
-En 2010 usted sufrió un cáncer de ovarios con metástasis en
vagina, pulmón y huesos. Sólo había un 5% de posibilidades de vivir más de
cinco años, pero superó el tumor en dos meses y se quedó embarazada de su
segundo hijo. Un guionista de Hollywood debería esforzarse mucho para convencer
de que esto es posible…
Puede sonar a guión de peli, pero es así de real. Me
diagnosticaron un cáncer muy avanzado y me propusieron quimioterapia para
intentar frenar la cuenta atrás, pero decidí no quedarme con esa sentencia.
Empecé la quimio y complementé con alimentación, estilos de vida y gestión de
las emociones. Funcionó, el cáncer desapareció y tras completar la quimio me propusieron
ampliar la cirugía y hacer cirugía radical. En ese momento, tras el intenso
tratamiento de quimioterapia, decidí posponer la cirugía. Había tenido
metástasis en muchos órganos y me proponían extirpar aquellos en los que no la
había tenido. Como sentía que no era una decisión vital en ese momento decidí
esperar, y esperando llegó al mundo Iker. Sé que a muchos colegas mi historia
clínica les sorprende porque no es la evolución habitual, lo habitual en mi
caso es que yo no estuviese ya aquí o que hubiese tenido varias recidivas*.
Para los escépticos que creen que no es posible un diagnóstico y evolución
similar les invito a conocer mi historia clínica y ver todas las pruebas.
-Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM),
aunque la causa del cáncer de ovario continúa sin conocerse, existen algunos
estudios en los que se indica que una dieta rica en grasa y la exposición al
talco son factores de riesgo. ¿Este fue su caso?
El cáncer es multifactorial y el de ovario no solo se
relaciona con el talco y la dieta rica en grasa, también con el tabaco o la
obesidad. Exposición al talco hubo seguro cuando era pequeña a través de los
polvos de talco usados en la zona genital. Abuso de la grasa poco, pues nunca
me ha gustado la carne, aunque sí los lácteos. Sobrepeso sí, antes del cáncer
pesaba 15 kg más que ahora. Tabaco, no fumaba, pero mi padre fumaba 4 paquetes
de ducados al día y yo era fumadora pasiva.
-En paralelo a sus cambios dietéticos (usted explica que
empezó a ingerir alimentos que frenan las células tumorales), siguió con el
tratamiento de la quimioterapia. ¿Para usted, qué porcentaje de su curación
debería atribuirse a la quimioterapia? ¿Qué le han comentado los oncólogos?
Nunca sabremos qué papel jugó uno u otro factor. Para
demostrar el papel que tuvieron ambos factores deberíamos de ser capaces de
reproducir de nuevo la situación y ver qué ocurre solo con quimio y con
quimio+alimentación+factor mental. Es muy difícil hacer estudios en los que se
demuestre el papel exacto que juega la alimentación en el tratamiento del
cáncer. En mi caso, decidí usar todo lo que suma y tomar las riendas de mi
salud. Tengo que decir que no seguí ningún tratamiento de suplementación, solo
alimentación (diseñado el plan de alimentación por mí), y gestión de las
emociones a través de prácticas como la meditación, visualización o el yoga. El
aunar la medicina convencional con los tratamientos naturales que han
demostrado con base científica que pueden ser de utilidad al enfermo oncológico
es lo ideal a mi entender. Este es el futuro en el abordaje del cáncer y es
precisamente este abordaje integrativo el que están ofreciendo los hospitales
pioneros en tratamiento del cáncer como el MD Anderson Cancer Center o el
Memorial Sloan Kettering Cancer Center.
Respecto a la opinión de mis oncólogos, uno de ellos cada
vez que voy a revisión me dice que soy un milagro y yo le digo que soy un
milagro, sí, pero un milagro muy currado. Detrás de esa sanación hay mucho
trabajo personal a través de la alimentación y gestión de las emociones.
-Usted es médico de familia, es decir, tiene una formación
científica que combina ahora con una práctica, digamos, naturista-nutricionista
para luchar contra el cáncer. ¿Cómo se convive con ese perfil híbrido?
En la actualidad no ejerzo ni como médico de familia en el
sistema público de salud ni como médico naturista, no paso consulta médica.
Ahora disfruto de mi familia y a través del blog y de los libros intento ayudar
a todo aquel que quiere saber más sobre la enfermedad y como abordarla desde un
punto de vista integrativo, donde lo importante son los enfermos y no las
enfermedades. En un futuro me encantaría poder gestionar una consulta de
oncología integrativa dentro del sistema nacional de salud y poner a
disposición de todos los enfermos estas terapias que tanto pueden aumentar su
calidad de vida.
-¿En su condición de médico de familia, qué le diría ahora
mismo a alguien que sufre un tumor maligno, con independencia del estadio de
ese tumor?
Que hay que mantener la esperanza; mientras hay esperanza
hay vida. El cáncer es una oportunidad para valorar lo que queremos y aprender
a disfrutar del día a día. Disfrutar, vivir el presente y aprovechar el
momento: esa debe ser la máxima del enfermo. El futuro es incierto.
-¿Casos como el suyo pueden suponer que haya gente que
confíe más en un nutricionista que en un oncólogo?
¿Por? Yo nunca he dicho a nadie que deje la quimio y vaya a
ver a un nutricionista. Creo que hay que aprovechar los recursos de la medicina
alopática al máximo y complementar con todo aquello que nos pueda ayudar y se
haya demostrado que sirve. Sabemos que la alimentación ayuda al enfermo con
cáncer, que es vital que esté bien nutrido y pueda tolerar el tratamiento. Por
eso, debería haber nutricionistas o médicos especializados en alimentación y
cáncer en los servicios de oncología. Lo que no le diría a un enfermo con
cáncer es ‘come lo que quieras’. Con la evidencia que hay a día de hoy, decirle
a un enfermo que puede comer lo que le apetezca es poner obstáculos a su
sanación.
-Supongamos que una persona que sigue al pie de la letra sus
recetas anticáncer le explica que le acaban de diagnosticar uno. ¿Cómo podría
afrontarse esa situación?
‘Mis recetas anticáncer’ no son fórmulas mágicas ni pasos
estrictos a seguir. No es una dieta, son estilos de vida saludables:
alimentación sana, no alcohol ni tabaco, práctica de ejercicio físico,
eliminación de tóxicos ambientales (en la medida de lo que esté a nuestro alcance)
y bienestar emocional… ahí está el secreto para una vida feliz. Lo que el
lector va a encontrar son pautas para una vida sana y con ello intentar
prevenir no solo el cáncer, sino muchas otras enfermedades. Os recuerdo que el
cáncer es multifactorial y muchos factores no dependen directamente de
nosotros; por eso hablamos de que 1 de cada 3 cánceres se pueden prevenir a
través de la alimentación, y no decimos que si comes sano te vas a librar de
padecer cáncer. El estilo de vida que yo propongo no te protege de la
enfermedad si lo sigues 15 días, es un estilo de vida a seguir durante toda
nuestra vida. Lo ideal sería que desde pequeños siguiésemos estas pautas y con
esto probablemente disminuiríamos nuestras posibilidades de padecer cáncer,
obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.
-¿Somos lo que comemos, o comemos por lo que somos?
Según como comamos nuestro riesgo de enfermar varía. Si
abusamos de azúcares y refinados tendremos más riesgo de desarrollar diabetes y
obesidad. Si nuestra dieta es pobre en fibra y rica en carnes tendremos más
riesgo de cáncer de colon. Pero, ¿por qué comemos de una manera u otra? Por la
publicidad de la industria alimentaria que nos hace comprar y comer aquello que
a ellos le interesa. Aunque sea a costa de nuestra salud. Si hubiese más
información sobre alimentación saludable en colegios, universidad, escuelas de
padres, etc, tenderíamos a elegir alimentos más sanos y dejar de lado aquellos
que nos perjudican.
-¿Cuál sería un buen menú anticáncer de un día cualquiera
(desayuno, comida, cena)?
El menú anticáncer sería variado y colorido para incluir el
máximo de fitoquímicos posible. En el desayuno empezaríamos con un licuado de
frutas y vegetales, unos copos de avena con semillas y frutos secos y una
infusión. A medio día una ensalada multicolor con una vinagreta de aceite de
oliva virgen extra, cúrcuma, pimienta y limón. Como plato principal, ahora que
hace frío, un plato de legumbres con abundantes vegetales: cebolla, ajo,
zanahorias, calabaza, puerro, acelgas… por la noche podemos cenar pescado y
verduras al vapor con una salsa de aguacate o cítricos.
-¿Le gustaría adelantarnos algún hallazgo que haya hecho con
respecto a alguna receta anticáncer y que todavía no haya hecho pública? Si por
parte nuestra es mucho pedir, al menos, denos una pista…
Algo que puede ser de utilidad durante la quimio… Cuando
estamos recibiendo quimioterapia el sabor de los alimentos cambia y lo que es
dulce nos puede parecer salado o viceversa. Estos cambios de sabor hacen que el
enfermo no quiera comer y pueden llevarle hacía la desnutrición. Pues bien,
simplemente jugando con la sal marina, el zumo de limón o el sirope de agave o
arce podemos modificar estos sabores y hacer más apetecibles los platos.
*Recidiva: reaparición de una enfermedad algún tiempo
después de padecida (Según el RAE)
http://farmacosalud.com/deberia-haber-nutricionistas-especializados-en-cancer-en-los-servicios-de-oncologia/
domingo, 22 de febrero de 2015
EL BUEN AMOR
Sergio Sinay
Toda corriente, sensación, energía, sentimiento, emoción,
vivencia, experiencia o impulso que recibe el nombre de amor, necesita de la
existencia de por lo menos dos seres para manifestarse.
Ninguna corriente, sensación, energía, sentimiento,
emoción, vivencia, experiencia o impulso que hiera, desmerezca, descalifique,
discrimine, elimine o destruya a quien lo recibe puede nombrarse como amor.
Todos hemos visto y experimentado varias formas
tóxicas, dañinas, limitadoras de algo que suele llamarse amor. Si eso puede
denominarse así, creo que tenemos el derecho a otra cosa, a una energía que
puede identificarse como buen amor. Pienso que nos lo merecemos, que podemos
aspirar a ser sus protagonistas, sus dadores y receptores.
Nadie está más autorizado que yo mismo a hablar de mí.
Cuando abandono el protagonismo de mi propia vida, no soy yo quien la cuenta.
Pasa a ser relato de los otros. Cuando empiezo a hacerme preguntas sobre mí,
comienzo a conocerme, crece mi autoridad acerca de esta persona que soy y
aparezco ante los demás con mayor certeza.
El tiempo en el amor tóxico, en el amor que equivoca su
nombre y su destino, es una jaula que aprisiona.
Cuando me obligo a una búsqueda afectiva – impulsada por
creencias, por presiones externas, por expectativas ajenas, por temores propios – estoy “condenado” a
encontrar. Desde el punto de vista pragmático, mi experiencia habrá sido
exitosa, aunque probablemente haya olvidado mirar al otro y mi búsqueda se
convierta en un círculo perfecto y riesgoso. Como el sediento en el desierto,
puede ser que haya encontrado un espejismo, apenas el reflejo distorsionado de
mis ansias.
Las búsquedas no condicionadas, abiertas, son las que nos
permiten exponer nuestra creatividad, nuestra más depurada intuición, nuestra
sensibilidad más fina. Si busco un amante o amado preconcebido, sólo podré ver
lo previsto. Estaré ciego ante la diversidad, ante lo diferente, ante lo
imprevisible, ante lo insospechado. Me encontraré prisionero de mi urgencia, de
mis esquemas, de las exigencias que proyectaré sobre la otra persona. Veré lo
que quiero ver.
“Buscaron sin libertad para no encontrar”
Hay búsqueda sin encuentro y encuentro sin búsqueda.
Aquéllas se repiten cuando insisto en creer que hay alguien destinado a hacerme
feliz cubriendo mis expectativas amorosas y mis necesidades emocionales.
Como condición del buen amor, el amor es un punto de
coincidencia único y no predeterminado en la trayectoria que sus protagonistas
transitan en la vida. El encuentro en el que se plasma un amor sanador no nace
de una obsesión, no es hijo de la ansiedad, no proviene de la impaciencia, no
es un disfraz del miedo a caminar solo. Se trata del fruto maduro del tiempo,
de la aceptación del compromiso con el propio ser en el aquí y en el ahora. Los
que se encuentran en un único tiempo y lugar posible, no por fruto del azar ni
de la estrategia, sino de sus propias trasformaciones y aceptaciones.
No puedo hacerme responsable de la satisfacción de la otra
persona ni de hacerle sentir completa. No puedo hacerme responsable del otro,
pero el otro está incluido en mi noción de responsabilidad, porque ésta
significa no dañar a sabiendas, no prometer lo incumplible, no manipular.
Si pienso que mi felicidad empieza cuando encuentro a otra persona, mi única búsqueda tendrá como fin ese encuentro. Ese alguien pasará a ser lo más importante, ya sea para capturarlo o para conservarlo. Mientras tanto, mis demás necesidades quedarán en el fondo del escenario. Lo que yo haga por mi felicidad – a partir de mis recursos y posibilidades y con respeto y atención hacia los otros – puede contagiar a alguien. Pero lo que yo haga para lo que imagino que es la supuesta felicidad de otro, no se transformará necesariamente en un estado que me incluya.
Si pienso que mi felicidad empieza cuando encuentro a otra persona, mi única búsqueda tendrá como fin ese encuentro. Ese alguien pasará a ser lo más importante, ya sea para capturarlo o para conservarlo. Mientras tanto, mis demás necesidades quedarán en el fondo del escenario. Lo que yo haga por mi felicidad – a partir de mis recursos y posibilidades y con respeto y atención hacia los otros – puede contagiar a alguien. Pero lo que yo haga para lo que imagino que es la supuesta felicidad de otro, no se transformará necesariamente en un estado que me incluya.
Cuando me ocupo por encontrar quien me acompaña antes de saber hacia dónde voy corro el riesgo de que quien “debería” ser mi acompañante se convierta en mi carcelero, en mi obstáculo, en mi lastre, en mi juez. Y es posible que nada de eso se deba a su voluntad ni a su mala intención, sino a mi propia actitud de no haber visto el camino ni haber registrado la dirección antes de dar prioridad a la compañía.
Antes de elegir un bastón para caminar debo prestar atención al camino y a mis propias piernas; sin estos elementos no habrá marcha posible.
sábado, 21 de febrero de 2015
SIN ESPERAR NADA
Cuando no esperé, aprendí a vivir el día a día, a agradecer
por lo que tengo y no a quejarme por lo que no.
Lamentablemente nunca fui de las personas que esperaban poco
o nada. Me pasé la vida esperando que las personas fueran conmigo de la misma
manera que yo era con ellas, y esperando que la vida me entregara lo que se
suponía debería entregarme. Por lo mismo, me he decepcioné una y mil veces.
Pasé por tantos momentos de decepción que un día decidí cambiar mi estrategia:
me prometí no esperar absolutamente nada de nada, a ver cómo me iba.
Sorprendentemente en poco tiempo las cosas empezaron a
cambiar.
No miento, claro que muchas veces inconscientemente esperaba
cosas, pues no se puede cambiar de la noche a la mañana, pero por algo se empieza.
Aunque fuera un poco forzado, de todas maneras me servía no pensar si habría
reacciones a mis acciones, y una vez que comencé a no esperar, las sorpresas
comenzaron a llegar.
El aprender a no esperar fue algo difícil, especialmente por
como yo había sido siempre. Fue un proceso de desapego largo, en donde debí
dejar mis emociones un poco de lado, pero siempre pensando que era para algo
mejor, lo que me ayudó. Y una vez que lo logré, por primera vez sentí lo que
era estar realmente en paz.
Y decidí no esperar nada. No pensar en el futuro, ni en lo
que me debería llegar, ni tampoco en cómo debía reaccionar la vida ante mis
acciones. Y claro, en ese momento, cuando menos lo esperaba, la vida me comenzó
a sorprender. Me cayó prácticamente del cielo un increíble trabajo, de hecho,
el que siempre había querido, y, cuando menos lo quería, y de la manera más extraña,
conocí a un chico increíble.
Estos, son solo vagos ejemplos, pero el no esperar nada te
entrega mucho en todos los ámbitos de la vida.
Lo que quiero decir, es que cuando no esperas nada de nadie
ni de la vida, todo se convierte en una sorpresa y en una alegría mucho mayor.
Cuando no buscas desesperadamente y mantienes la calma, las cosas llegan solas.
Todos los gestos, por más pequeños que sean, llegan como una sorpresa a tu
vida. Un mensaje de texto, una llamada, un te quiero, una aventura nueva, una persona
nueva, será mucho más increíble si no la esperas. Y lo mejor de todo, es que
cambiarás la decepción por la emoción.
Al no esperar nada de nadie, aprendí además de la empatía, a
ponerme en los zapatos de los otros y darme cuenta que muchas veces yo esperaba
cosas que ni yo hacía. Aprendí a no tomarme las cosas de manera personal,
porque mientras vengan de tus amigos, nunca serán con esa intención. Aprendí de
esto y mucho más. Pero lo más importante, es que aprendí a no esperar.
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