domingo, 22 de febrero de 2015



EL BUEN AMOR 
Sergio Sinay



Toda corriente, sensación, energía, sentimiento, emoción, vivencia, experiencia o impulso que recibe el nombre de amor, necesita de la existencia de por lo menos dos seres para manifestarse.


Ninguna corriente, sensación, energía, sentimiento, emoción, vivencia, experiencia o impulso que hiera, desmerezca, descalifique, discrimine, elimine o destruya a quien lo recibe puede nombrarse como amor.


Todos hemos visto y experimentado varias formas tóxicas, dañinas, limitadoras de algo que suele llamarse amor. Si eso puede denominarse así, creo que tenemos el derecho a otra cosa, a una energía que puede identificarse como buen amor. Pienso que nos lo merecemos, que podemos aspirar a ser sus protagonistas, sus dadores y receptores.



Nadie está más autorizado que yo mismo a hablar de mí. Cuando abandono el protagonismo de mi propia vida, no soy yo quien la cuenta. Pasa a ser relato de los otros. Cuando empiezo a hacerme preguntas sobre mí, comienzo a conocerme, crece mi autoridad acerca de esta persona que soy y aparezco ante los demás con mayor certeza.


El tiempo en el amor tóxico, en el amor que equivoca su nombre y su destino, es una jaula que aprisiona.



Cuando me obligo a una búsqueda afectiva – impulsada por creencias, por presiones externas, por expectativas ajenas,  por temores propios – estoy “condenado” a encontrar. Desde el punto de vista pragmático, mi experiencia habrá sido exitosa, aunque probablemente haya olvidado mirar al otro y mi búsqueda se convierta en un círculo perfecto y riesgoso. Como el sediento en el desierto, puede ser que haya encontrado un espejismo, apenas el reflejo distorsionado de mis ansias.


Las búsquedas no condicionadas, abiertas, son las que nos permiten exponer nuestra creatividad, nuestra más depurada intuición, nuestra sensibilidad más fina. Si busco un amante o amado preconcebido, sólo podré ver lo previsto. Estaré ciego ante la diversidad, ante lo diferente, ante lo imprevisible, ante lo insospechado. Me encontraré prisionero de mi urgencia, de mis esquemas, de las exigencias que proyectaré sobre la otra persona. Veré lo que quiero ver.


“Buscaron sin libertad para no encontrar”


Hay búsqueda sin encuentro y encuentro sin búsqueda. Aquéllas se repiten cuando insisto en creer que hay alguien destinado a hacerme feliz cubriendo mis expectativas amorosas y mis necesidades emocionales.


Como condición del buen amor, el amor es un punto de coincidencia único y no predeterminado en la trayectoria que sus protagonistas transitan en la vida. El encuentro en el que se plasma un amor sanador no nace de una obsesión, no es hijo de la ansiedad, no proviene de la impaciencia, no es un disfraz del miedo a caminar solo. Se trata del fruto maduro del tiempo, de la aceptación del compromiso con el propio ser en el aquí y en el ahora. Los que se encuentran en un único tiempo y lugar posible, no por fruto del azar ni de la estrategia, sino de sus propias trasformaciones y aceptaciones.


No puedo hacerme responsable de la satisfacción de la otra persona ni de hacerle sentir completa. No puedo hacerme responsable del otro, pero el otro está incluido en mi noción de responsabilidad, porque ésta significa no dañar a sabiendas, no prometer lo incumplible, no manipular.


Si pienso que mi felicidad empieza cuando encuentro a otra persona, mi única búsqueda tendrá como fin ese encuentro. Ese alguien pasará a ser lo más importante, ya sea para capturarlo o para conservarlo. Mientras tanto, mis demás necesidades quedarán en el fondo del escenario. Lo que yo haga por mi felicidad – a partir de mis recursos y posibilidades y con respeto y atención hacia los otros – puede contagiar a alguien. Pero lo que yo haga para lo que imagino que es la supuesta felicidad de otro, no se transformará necesariamente en un estado que me incluya.



Cuando me ocupo por encontrar quien me acompaña antes de saber hacia dónde voy corro el riesgo de que quien “debería” ser mi acompañante se convierta en mi carcelero, en mi obstáculo, en mi lastre, en mi juez. Y es posible que nada de eso se deba a su voluntad ni a su mala intención, sino a mi propia actitud de no haber visto el camino ni haber registrado la dirección antes de dar prioridad a la compañía. 


Antes de elegir un bastón para caminar debo prestar atención al camino y a mis propias piernas; sin estos elementos no habrá marcha posible. 





sábado, 21 de febrero de 2015

En Jandía, una nube diferente.






SIN ESPERAR NADA


Cuando no esperé, aprendí a vivir el día a día, a agradecer por lo que tengo y no a quejarme por lo que no.

Lamentablemente nunca fui de las personas que esperaban poco o nada. Me pasé la vida esperando que las personas fueran conmigo de la misma manera que yo era con ellas, y esperando que la vida me entregara lo que se suponía debería entregarme. Por lo mismo, me he decepcioné una y mil veces. Pasé por tantos momentos de decepción que un día decidí cambiar mi estrategia: me prometí no esperar absolutamente nada de nada, a ver cómo me iba.

Sorprendentemente en poco tiempo las cosas empezaron a cambiar.

No miento, claro que muchas veces inconscientemente esperaba cosas, pues no se puede cambiar de la noche a la mañana, pero por algo se empieza. Aunque fuera un poco forzado, de todas maneras me servía no pensar si habría reacciones a mis acciones, y una vez que comencé a no esperar, las sorpresas comenzaron a llegar.

El aprender a no esperar fue algo difícil, especialmente por como yo había sido siempre. Fue un proceso de desapego largo, en donde debí dejar mis emociones un poco de lado, pero siempre pensando que era para algo mejor, lo que me ayudó. Y una vez que lo logré, por primera vez sentí lo que era estar realmente en paz.

Y decidí no esperar nada. No pensar en el futuro, ni en lo que me debería llegar, ni tampoco en cómo debía reaccionar la vida ante mis acciones. Y claro, en ese momento, cuando menos lo esperaba, la vida me comenzó a sorprender. Me cayó prácticamente del cielo un increíble trabajo, de hecho, el que siempre había querido, y, cuando menos lo quería, y de la manera más extraña, conocí a un chico increíble.

Estos, son solo vagos ejemplos, pero el no esperar nada te entrega mucho en todos los ámbitos de la vida.

Lo que quiero decir, es que cuando no esperas nada de nadie ni de la vida, todo se convierte en una sorpresa y en una alegría mucho mayor. Cuando no buscas desesperadamente y mantienes la calma, las cosas llegan solas. Todos los gestos, por más pequeños que sean, llegan como una sorpresa a tu vida. Un mensaje de texto, una llamada, un te quiero, una aventura nueva, una persona nueva, será mucho más increíble si no la esperas. Y lo mejor de todo, es que cambiarás la decepción por la emoción.


Al no esperar nada de nadie, aprendí además de la empatía, a ponerme en los zapatos de los otros y darme cuenta que muchas veces yo esperaba cosas que ni yo hacía. Aprendí a no tomarme las cosas de manera personal, porque mientras vengan de tus amigos, nunca serán con esa intención. Aprendí de esto y mucho más. Pero lo más importante, es que aprendí a no esperar.


viernes, 20 de febrero de 2015

"Al salir por la puerta hacia mi libertad supe que, si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero"

- Nelson Mandela - 





Muy interesante. Recomiendo su lectura.


BAILANDO CON EL UNIVERSO
Deepak Chopra.

NUESTRO CUERPO, NUESTRA MENTE, NUESTRAS EMOCIONES, NUESTRA FISIOLOGÍA entera está cambiando a cada momento en función de la hora del día, de los ciclos de la luna, las estaciones e incluso las mareas.
Nuestro cuerpo es parte del universo y, en última instancia, todo lo que sucede en el universo afecta a su fisiología.
Los ritmos biológicos son una expresión de los ritmos de la Tierra en relación con todo el cosmos, y solo cuatro de ellos (los ritmos diarios, mareales, mensuales y lunares) son la base de todos los demás ritmos de nuestro cuerpo.

La Tierra gira sobre su eje, por lo que experimentamos un ciclo de 24 horas de día y noche al que llamamos ritmo circadiano. Dicho ritmo se basa en el giro de la Tierra y, al formar parte de ella, también todo nuestro cuerpo gira siguiendo el ritmo de la Tierra. Cuando este ritmo biológico se ve interrumpido, por ejemplo, por algún viaje de larga distancia, sentimos jet-lag. También cuando nos quedamos trabajando toda una noche, aunque descansemos durante el día no nos sentimos del todo bien, ya que nuestros ritmos biológicos están desacompasados con los ritmos cósmicos.

Los datos científicos muestran que si sometemos a un animal a cierta dosis de radiación una vez al día, este puede experimentar algún efecto beneficioso. Pero si le damos la misma dosis de radiación doce horas más tarde, el animal puede morir. ¿Por qué? Porque su fisiología ha cambiado por completo en ese periodo de doce horas. Incluso nuestra pequeña experiencia subjetiva nos dice que a ciertas horas del día tenemos hambre, mientras que a otras tenemos sueñoo. Sabemos que tendemos a sentirnos de una cierta manera a las cuatro de la tarde y de otra a las cuatro de la mañana.

Los ritmos de las mareas también afectan a nuestra fisiología. Estos ritmos son el resultado del efecto gravitatorio del sol, la luna y las estrellas de galaxias distantes sobre los océanos del planeta Tierra. En nuestro interior nosotros también tenemos un océano similar a los de nuestro planeta. Más del 60 por ciento de nuestro cuerpo es agua, y más del 60 por ciento de nuestro planeta es agua. Por lo tanto, experimentamos en nuestra propia fisiología las pleamares y las bajamares y los flujos y reflujos de las mareas. Cuando nos sentimos incómodos es porque nuestro cuerpo está fuera de sincronía con el cuerpo del universo. Pasar tiempo cerca del mar o en cualquier sitio natural puede ayudarnos a sincronizar nuestros ritmos con los de la naturaleza.

El ritmo lunar es un ciclo de veintiocho días que se produce como resultado del movimiento relativo de la Tierra, el sol y la luna. Dicho ritmo es evidente considerando el crecimiento y decrecimiento de la luna. Vemos la luna llena, media luna, dejamos de verla, y el ciclo vuelve a empezar otra vez. La fertilidad humana y la menstruación son buenos ejemplos de ritmos lunares, pero hay otros muchos ciclos de veintiocho días. Cuando trabajaba como médico en una sala de urgencias, era de esperar que atendiésemos a más pacientes con determinados tipos de problemas dependiendo de la hora del día y de los ciclos de la luna.

Debido al movimiento de la Tierra alrededor del sol, experimentamos los ritmos estacionales en forma de diferentes cambios bioquímicos en nuestro cuerpo y mente. Por eso somos más propensos a enamorarnos en primavera o a deprimirnos en invierno. Las personas que padecen un síndrome conocido como desorden afectivo estacional se deprimen en invierno pero mejoran al ser expuestos a la luz solar. Los cambios estacionales no solo afectan a la bioquímica del cuerpo humano: afectan a la de los árboles, las flores, las mariposas, las bacterias y todo lo que está presente en la naturaleza.

La Tierra se inclina sobre su eje en primavera y brotan las flores, las marmotas salen de sus madrigueras, migran las aves, los peces regresan a sus territorios de desove y comienzan los rituales de cortejo. Las personas se sienten inclinadas a escribir poesía, los amantes cantan sus canciones y corazones jóvenes y viejos se enamoran. Los ritmos estacionales nos afectan biológica, mental y emocionalmente; todos ellos tienen que ver con la relación entre la Tierra y el sol.

Hay otros ritmos y ciclos que oscilan cada pocos segundos, como las ondas cerebrales y electrocardiográficas, mientras que otros como los ritmos ultradianos duran desde treinta minutos a veinticuatro horas. Hay ciclos dentro de otros ciclos, alcanzándose un elevado nivel de complejidad que en su conjunto funciona al unísono como una sinfonía. Todos esos ritmos crean la sinfonía del universo; cuerpo y mente siempre están intentando sincronizar sus ritmos con los ritmos universales.


Separar el cuerpo y la mente del resto del cosmos es no ver las cosas como son. El sistema cuerpo-mente forma parte de una inteligencia superior, es parte del cosmos, y los ritmos cósmicos generan cambios profundos en nuestra fisiología. El universo es una verdadera sinfonía de las estrellas. Y cuando nuestro cuerpo y nuestra mente están sincronizados con dicha sinfonía, todo se da espontáneamente y sin esfuerzo, y la exuberancia del universo fluye a través de nosotros en glorioso éxtasis. Cuando los ritmos de nuestro cuerpo y mente están sincronizados con los ritmos de la naturaleza, cuando vivimos en armonía con la vida, vivimos en estado de gracia. Vivir en gracia es experimentar ese estado de conciencia en el que las cosas fluyen sin esfuerzo y nuestros deseos son satisfechos con facilidad. La gracia es mágica y sincrónica, está llena de coincidencias y es maravillosa. Es ese factor de la buena suerte. Pero para vivir en la gracia es necesario que permitamos que la inteligencia de la naturaleza fluya a través de nosotros sin interferir con él.

Teóricamente, si estuviésemos totalmente alineados con el cosmos, si estuviésemos en completa armonía con sus ritmos y si tuviésemos cero estrés, habría muy poca entropía en nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo no envejecería si estuviésemos completamente sincronizados con los ciclos del universo. Si su entropía no se incrementase, estaría dentro de la escala del universo, que se mide en ciclos cósmicos o eones de tiempo. Pero nuestro sistema cuerpo-mente no está perfectamente alineado con los ritmos del universo; ¿por qué es así? Por el estrés. Ya lo ves, en cuanto tenemos un pensamiento, cualquier pensamiento, este interfiere con la tendencia innata de los ritmos biológicos a sincronizarse con los universales.

¿Cómo interferimos con la inteligencia de la naturaleza? En términos espirituales, podemos decir que interferimos cuando nos identificamos con la imagen que tenemos de nosotros mismos y perdemos de vista a nuestro ser interior; cuando perdemos nuestra sensación de conexión con nuestra alma, nuestra fuente. En términos más comunes, podemos decir que interferimos cuando empezamos a preocuparnos, cuando empezamos a anticipar problemas, cuando empezamos a pensar en lo que podría salir mal. Cuando intentamos controlarlo todo, cuando nos asustamos, cuando nos sentimos aislados; todas esas cosas interfieren con el flujo de la inteligencia de la naturaleza. Cada vez que sentimos resistencia, frustración, que las cosas van mal, que exigen demasiado esfuerzo, es porque estamos desconectados de nuestra fuente, el campo de la pura conciencia, que se manifiesta en la infinita diversidad del universo. El estado de miedo es el estado de separación; es resistencia hacia lo que es. Cuando no oponemos resistencia todo es espontaneo y sencillo, no exige esfuerzo.

Nuestro cuerpo nos está hablando constantemente mediante señales de comodidad e incomodidad, placer y dolor, atracción y repulsión. Cuando prestamos atención a las sutiles indicaciones de nuestras sensaciones corporales, accedemos a la inteligencia intuitiva. Dicha inteligencia es contextual, relacional, enriquecedora, holística y sabia. La inteligencia intuitiva es más detallada y precisa que cualquier otra cosa existente en el reino del pensamiento racional. La intuición no es pensamiento; es ese campo cósmico de información no localizado que nos susurra en el silencio que hay entre nuestros pensamientos. Por lo tanto, cuando hacemos caso de la inteligencia interior de nuestro cuerpo, que es el genio supremo y definitivo, nos estamos introduciendo en el universo y accediendo a una información a la que no suele tener acceso la mayor parte de la gente.

Cuando hagamos caso de la sabiduría de nuestro cuerpo, cuando seamos conscientes de las sensaciones de nuestro cuerpo, conoceremos el cosmos entero, ya que experimentamos todo el cosmos en nuestro cuerpo en forma de sensaciones. Cuando no estamos en armonía con los ritmos universales, la señal que nos llega es de incomodidad, ya sea física, mental o emocional. Cuando fluimos en armonía con el universo, la señal que nos llega es una sensación de comodidad, de alegría, de que todo es fácil. En realidad, esas sensaciones son la voz del espíritu, que nos habla al nivel de sentimiento más sintonizado de nuestro cuerpo. Cuando ofrezcamos a nuestro cuerpo una profunda atención, escucharemos la voz del espíritu, porque nuestro cuerpo es una bioordenador constantemente conectado con la mente cósmica. Nuestro cuerpo tiene una habilidad informática que lo capacita para reparar instantáneamente en la infinidad de detalles que crean cada acontecimiento de nuestra vida.

Sabiendo todo esto, ¿por qué no tratas a tu cuerpo con respeto y lo cuidas? Cuida de él con amorosa atención. Aliméntalo con comida saludable y agua fresca. Aliméntalo con la frescura de la tierra y con los colores del arcoiris que la tierra ofrece en forma de frutas y vegetales. Bebe intensamente las aguas de la Tierra para que ellas puedan abrir las líneas de comunicación e inteligencia que corren a través de tus tejidos y de tu torrente sanguíneo. Respira profundamente para que tus pulmones se expandan por completo con el aire.

Libérate de toda atadura o constricción consciente para que tu cuerpo pueda relajarse en los ritmos del universo. Mueve tu cuerpo, ejercítalo y mantenlo en movimiento. Comprométete a mantenerlo libre de toxinas, tanto físicas como emocionales. No lo contamines con bebidas o alimentos muertos, químicos tóxicos, relaciones o emociones toxicas en forma de ira, miedo o culpa. Asegúrate de alimentar tus relaciones saludables y no albergues rencores ni resentimientos. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, ya que cada célula es un punto de conciencia en el campo de conciencia que tú eres.

Cuerpo y mente son la danza del universo y, cuanto más bailen con el universo, más alegría, vitalidad, energía, creatividad, sincronicidad y armonía experimentarás. Puedes permanecer sintonizado a tu cuerpo siendo consciente de como bailas con el universo. Si prestas atención a los ritmos y ciclos de tu cuerpo y mente y te familiarizas un poco con los ritmos cósmicos, veras como puedes sincronizar los ritmos de tu cuerpo con los del universo. No tienes que ser ningún experto, simplemente presta un poco de atención a esto. Observa cómo te sientes en diferentes momentos del día y del mes dependiendo del ciclo lunar. Mira al cielo y fíjate en los ciclos de la luna. Si lees el diario, mira los horarios de la pleamar y la bajamar. Siente tu cuerpo y observa cómo se relaciona con cada estación. Entiende que estos ritmos pueden ayudarte de verdad; la siguiente información es lo único que debes recordar.

Entre las seis y las diez de la mañana y las seis y las diez de la noche es cuando tu cuerpo está hipometabólico, en su fase de metabolismo más baja. Intenta pasar un rato en silencio en torno a las seis de la mañana y de la tarde. Lo ideal sería meditar al inicio de esta fase y hacer ejercicio en la mitad de ella, especialmente si lo haces para perder peso.

Entre las diez de la mañana y las dos de la tarde es cuando el fuego metabólico se encuentra al máximo. Es el momento de hacer la comida principal porque tu cuerpo metabolizará mucho mejor la comida. Entre las dos y las seis de la tarde es un buen momento para estar activos, aprender nuevas actividades mentales o emprender actividades físicas. Entre las dos y las seis de la mañana es buen momento para soñar.
Alrededor de las seis de la tarde, preferiblemente antes de la puesta del sol, es un buen momento para cenar. Es mejor cenar algo ligero y dejar al menos dos o tres horas de intervalo entre la cena y el sueño. Por lo tanto, intenta acostarte hacia las diez o diez y media de la noche y tendrás un descanso ideal con grandiosos sueños.

Estas son recomendaciones muy básicas pero, una vez que empezamos a sintonizar nuestros ritmos con los ritmos cósmicos, el cuerpo se siente bastante diferente. Se siente vital; no se cansa. Subjetivamente nos sentimos más enérgicos. Empezamos a experimentar ese estado de conciencia en el que todas las cosas de nuestra vida fluyen con facilidad. Una salud vibrante no es solo la ausencia de enfermedad; es esa alegría que debería estar en nuestro interior todo el tiempo. Es un estado de bienestar positivo no solo físico sino emocional, psicológico y, en última instancia, incluso espiritual. La tecnología no va a hacernos más sanos. Lo que va a hacernos más sanos es que estemos alineados con las fuerzas del universo, que sintamos que nuestro cuerpo es parte del cuerpo de la naturaleza, comulgar con ella y con nuestra alma pasando tiempo en soledad y silencio.

El poeta hindú Rabindranath Tagore resume el milagro de la vida de una manera más hermosa de lo que la ciencia puede hacerlo. Dice: "La misma marea de la vida que corre por mis venas día y noche corre por el mundo y baila con métrica cadenciosa. Es la misma vida que se dispara con alegría por el polvo de la tierra en innumerables briznas de hierba, rompiendo en olas tumultuosas de hojas y flores. Es la misma vida a la que mece el mar, cuna de nacimiento y muerte, en su flujo y reflujo. Siento que la caricia de este mundo de vida hace gloriosos a mis miembros. Y mi orgullo viene del latido de eras que baila en este momento en mi sangre".

Los mares y ríos de esta biosfera son la sangre de la vida que circula por nuestro corazón y nuestro cuerpo. El aire es el aliento sagrado de vida que da energía a cada célula de nuestro cuerpo, a fin de que sea posible vivir, respirar y participar en la danza del cosmos. Tener la experiencia de "el latido vital de eras que baila en este momento en nuestra sangre" es vivir la alegría, la conexión con el cosmos. Esta es la experiencia sanadora; es la experiencia de estar completo. Y estar completo es vivir en la gracia.

http://saikuhayotravidaposible.blogspot.com.es/2015/02/bailando-con-el-universodeepak-chopra.html




jueves, 19 de febrero de 2015


"Me dijeron que para enamorarla tenía que hacerla reír. El problema es que cada vez que sonríe, me enamoro yo"
- Bob Marley - 





EL PODER SANADOR DE LA MÚSICA

“La guitarra española, tocada con buen ritmo, va bien para la circulación; el arpa, para dormir; la flauta dulce, en tonos altos, para la concentración y, para estar contento, tambores y guitarras”(Fabien Maman)

El Compositor francés y Músico profesional, Fabien Maman, licenciado en acupuntura, investigador de los efectos de la música en el cuerpo humano, en una entrevista que publicó el periódico La Vanguardia, nos habla del poder sanador de los armónicos y los diapasones, de la música a escuchar según las estaciones del año, y de la interacción entre los distintos instrumentos y los diversos órganos y partes del cuerpo.


Usted tenía un quinteto…
¡Qué época! Actuamos en el Carnegie Hall, la Filarmónica de Berlín, el Olympia de París, la Ópera de Tokio… Fue precisamente por un incidente en Japón como descubrí la acupuntura.

¿Qué pasó?
El avión llegó con mucho retraso, faltaban pocas horas para salir a escena y todos los músicos estaban agotados. Se me ocurrió buscar un acupuntor para que nos tratara.

¿Y?
Me cambió la vida. En 20 minutos estábamos todos en forma e hicimos un concierto extraordinario, así que decidí aprender acupuntura para tratar a mis músicos. Creía que con un cursillo de un mes el tema estaba listo, pero invertí media vida.

Es estupendo entusiasmarse
Lo es. Yo me entusiasmé tanto que tras siete años de estudio con Boris de Bardo, fundador del College of Naturopathy and Acupunture, y una vez licenciado en acupuntura, en 1978, me fui a seguir estudiando con Sensei Nakazono, el maestro que dio a conocer en Occidente la ciencia del sonido puro. Diez años más tarde fundé la Academia del Sonido, Color y Movimiento.

¿Qué enseña?
Enseño e investigo el poder de la música en el cuerpo. El diapasón es una herramienta muy efectiva en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.

¿Cómo actúa?
Los diapasones actúan como las agujas de acupuntura. A través del punto de acupuntura las vibraciones llegan por el meridiano hasta el órgano, igual que la aguja, pero más rápido y con mucha más potencia.

¿Cuáles han sido sus investigaciones?
Aparte de 20 años de experiencia con pacientes, he realizado un trabajo de investigación con Hélène Grimal, bióloga del centro de investigación de la Universidad de Jussieu de París. Durante un año estuvimos estudiando el efecto del sonido en las células humanas. Hemos fotografiado los cambios celulares que se producen bajo la influencia del sonido, de todas las notas, formas musicales e instrumentos. Fíjese en esto.

¿Qué es?
Una serie de fotografías de células cancerígenas, las que afectan a la matriz. Al ser sometidas a disonancias se destruyen.

¿Todo es una cuestión de energía?
Sí, la vibración sonora crea un campo de energía. Pero no es algo nuevo o extraño. Los teléfonos móviles funcionan a base de campos de energía. Esos campos se crean a través de los satélites. En Francia mi teléfono funciona, pero cuando voy a Estados Unidos no lo hace a no ser que cambie de campo de energía, es decir, de satélite. Esos campos de energía son invisibles, son lo que llamamos la energía etérica.

Entonces, ¿la música nos transforma?
Sí, la vibración de la música entra dentro de ti y te transforma igual que lo hace el Sol. De hecho, la distancia entre la Tierra y cualquier planeta de esta u otra galaxia se mide en distancias armónicas.

¿Cómo?
La distancia armónica se obtiene con un radar que capta la vibración sonora entre, por ejemplo, la Tierra y la Luna. Cuando hacemos música con instrumentos acústicos esta energía viva produce armónicos y esos armónicos comunican con todas las frecuencias y todo el universo

¿Los armónicos afectan a nuestra vida cotidiana?
Influyen sobre la materia, los vegetales, animales y minerales: sobre todo lo vivo. Con un microscopio es fácilmente visible: según la vibración que emites, las células cambian de forma y de color.

¿Mejor cuidar lo que escuchas?
Si escuchamos la música adecuada en el tono adecuado a las estaciones nos sentimos mucho más saludables psíquica y físicamente. Ahora, en primavera, le recomiendo la tonalidad de la; por ejemplo, el concierto de Mozart en La Mayor. En verano, do -Concierto para piano y orquesta en do de Beethoven-. Para otoño, sol; y para invierno, re.

¿Y los instrumentos?
En primavera, flauta de madera; en verano, cuerda; en otoño, metálicos… Si escucha el timbre adecuado y la tonalidad correcta en cada estación, verá como su vida se armoniza y tiene más energía. Cada instrumento conecta con un órgano del cuerpo.

¿Qué efecto tienen los tambores?
Están vinculados con los riñones, los refuerzan. Las cuerdas, violines y guitarras fortalecen el corazón. Todo lo que es metálico estimula los pulmones. Las flautas de madera son buenas para el hígado. Le propongo un sencillo experimento.

Usted dirá
Vaya a un concierto, cierre los ojos y observe por ejemplo dónde siente los tambores, verá claramente que los siente en los riñones. Cuando oiga el chelo percibirá como el corazón se armoniza, y cuando oiga instrumentos metálicos o de viento observará que sus pulmones se ensanchan.

¿Y cuál es el efecto de la música enlatada?
Pierde el 50% de los armónicos, que son los que penetran y los que curan. Escuche música en vivo, cuanta más mejor, porque nutre. Y si escucha música en casa, evite los instrumentos eléctricos y los sintetizadores.

¿Hay música poco saludable?
La música electrónica o demasiado alta desorganiza el campo energético. Fíjese que los adolescentes cuando salen de las discotecas están pálidos y algo desorientados. Su campo magnético permanecerá alterado durante varias horas.


Fuente : chialjarafe.
http://saikuhayotravidaposible.blogspot.com.ar/2015/02/el-poder-sanador-de-la-musica.html