sábado, 27 de diciembre de 2014

viernes, 26 de diciembre de 2014

LA ENVIDIA, UNA REALIDAD INCÓMODA

“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual” M. Unamuno

 “La envidia es aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas. La RAE ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee.”

La envidia según la Real Academia de la Lengua es definida como el deseo de tener lo ajeno, de atesorar lo que otro tiene y ante la frustración de no tener eso que se desea emerge un sentimiento de dañar a la persona que sí tiene ese don, cualidad o bienes materiales.

Si la naturaleza del ser humano puede ser mediocre y ruin es sólo bajo la influencia de este sentimiento que yace en el fondo de nuestra propia sombra. La envidia, tanto para el que la siente hacia otras personas, como para el que es víctima de ella, es una realidad incómoda y muy dolorosa.

Cuando  estamos en el útero de nuestra madre vivimos en un confortable hotel de 5 estrellas, todas nuestras necesidades son cubiertas, no necesitamos nada más, en ese estadio primordial nos sentimos completos, enteros, pero cuando nacemos y entramos en contacto con los otros, nuestra mente comienza a elaborar la realidad en base a lo que vive en esa primer escenario que es el entorno familiar para más tarde adentrarse en la escuela, mundo laboral, relaciones personales, etc.

La envidia procede de la comparación con el otro y ésta surge en forma de “príncipe destronado” cuando dejamos de ser el hijo mayor para recibir un hermanito, cuando sentimos celos de los hermanos o los padres, cuando sentimos que no nos dan el amor y cariño que creemos necesitamos. Cuando somos reforzados con mensajes de desvalorización minando así una baja autoestima. No nacemos envidiosos, el envidioso se crea bajo los hilos sutiles del maltrato y la infravaloración del entorno (padres, maestros, educadores, hermanos, amigos, colegas….) creándose así un sistema de creencias en el individuo que le hace sentir “menos” que el resto. Pero esta realidad es tan dolorosa que la tapamos y para no sentir esa desazón interna, en su lugar proyectamos nuestras miserias sobre los éxitos ajenos.

Los odios y rencores más ácidos se dan en primera instancia en el entorno familiar, es ahí donde nos configuramos una primera idea (“falsa”) de lo que somos. Falsa porque no es real, pero para nosotros se convierte en una realidad porque no tenemos nada con qué compararla.

Cuando nuestros padres conscientemente e inocentemente nos comparaban con los hermanos o con la vecina, cuando oíamos: “mira tu hermano que bien hace esto” “Fulanito es más listo que tu”…. es ahí donde la semilla de la envidia comienza a brotar. ¿Quién no ha tenido un hermano-a brillantes que sacaban muy buenas notas, o un hermano-a más agraciado físicamente que tú?, ¿Quién no se ha sentido inferior a otro en algún momento de su vida? Si de comparaciones se trata, todos nos sentiremos menos que otros principalmente porque nadie somos perfectos y es realmente imposible ser el “mejor” en todo.

Con el aspecto físico por ejemplo los cánones de belleza “irreal” con los que somos bombardeados a diario por los medios de comunicación también contribuyen a que nos sintamos poco bellos o atractivos, en este sentido para muchas niñas y adolescentes la anorexia y la bulimia serían la respuesta inconsciente a la frustración y el rechazo que nos produce no estar a la altura de las “Barby Girls” que nos muestran. Por eso es importantísimo que las primeras educadoras que son las madres sepan transmitir a sus hijos valores de confianza y aceptación de uno mismo.

Para  la persona que siente envidia su inseguridad es tan grande que le impide ver en una dimensión real sus propios dones y valores. Todos los tenemos, es nuestra misión de vida encontrarlos.

La forma de dañar a la persona envidiada varía según el individuo, pero puede ir desde un “inocente” mal pensamiento hacia la persona envidiada hasta incluso cosas peores, un ejemplo de envidia llevada al extremo pudiera ser la que sintiera el músico y compositor Antonio Salieri hacia el “architalentoso” Mozart. En la película Wolfgang Amadeus Mozart se representa la naturaleza dañina del individuo envidioso.

También en la biblia se hace alusión a la envidia en la que es catalogada por el catolicismo como un “pecado capital”. Esto se refleja en el mito de Abel y Caín  que según la Biblia, Adán y Eva concibieron a Caín después de ser desterrados del Paraíso por Dios debido a que habían desobedecido su orden de no comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

Después de Caín, concibieron a otro varón, su hermano Abel. Caín se dedicó a la agricultura, mientras que su hermano menor al pastoreo. Según el relato bíblico estos hermanos presentaron sus sacrificios a Dios en sus respectivos altares; al verlos, Dios prefirió el sacrificio de Abel (de los primogénitos de sus ovejas) que el de Caín (del fruto de la tierra), quien enloqueció de celos y mató a su hermano.

Figuras literarias  como Unamuno reflejan este mal tan común. Miguel de Unamuno  en su obra Abel Sánchez (1917), refleja en esta historia la desdicha  que Miguel de Montenegro siente hacia Abel Sánchez.

El envidioso es en definitiva una persona mediocre para consigo misma, una persona que no es capaz de ver sus propios valores y talentos, una persona que no se quiere a sí misma, es tal su inseguridad y le angustia tanto este sentimiento, que necesita proyectar esa frustración y dolor hacia fuera, hacia todo aquel que haga, tenga o realice algo que a ese individuo le gustaría, hacer, tener o poseer. Para el envidioso sería muy bueno que empleara esa maravillosa energía que proyecta a otros y la reutilizara para vivir la vida que él quiere.

Para la persona que es víctima de envidias el sentimiento que emerge es el de culpa, siente que hace algo mal, o que al ser como es, con sus virtudes y talentos, produce molestia e indignación a los otros. Este sentimiento está lleno de mucho dolor e incomprensión.

El hombre es un ser social y necesita a un nivel muy inconsciente ser aceptado por el resto, la persona talentosa tiene miedo a mostrarse porque si se pone de manifiesto siente que es rechazado por ello. Uno de los miedos más profundos que tienen las personas es poder manifestarse tal cual son por miedo a herir a otros, por miedo a ser apartado.

Desde el punto de vista arquetípico tanto la envidia como los celos provienen de una parte de nuestra psique que hace referencia a nuestro lado más negativo y destructivo: El Arquetipo de la Madre Terrible o Castradora.

El caldo de cultivo de esta parte de nuestra psique es todo el sistema de creencias que nos hace sentir separados del resto, que nos juzga y condena, que nos susurra al oído todo aquello que nos hace sentir inferiores, poco válidos, etc. En psicoterapia lo llamamos nuestro “saboteador interno”. Pero ¿cómo se configuró este personaje dentro de nosotros?

Como puntualizamos anteriormente, al vivir en sociedad, en grupo, entramos en contacto con el inconsciente colectivo, este está plagado de valores, de falsas creencias, cánones y status que debemos ostentar para ser “bien vistos” por el resto. El envidioso quiere obtener lo que el otro tiene y no tiene escrúpulos en alegrarse si a su adversario le va mal, en hacerle daño, etc. La víctima de envidias tiene miedo “al qué dirán” a la crítica y  a la condena.

Y sí, es verdad, nuestra sombra, el inconsciente, nos hace pasar malas pasadas, nos hace sufrir de forma bilateral cuando este sentimiento vil entra en escena, todos sufren, tanto el envidioso como el envidiado.

Si eres una persona “envidiosa” y tienes la humildad de reconocerlo, solo tienes que darte cuenta que detrás de ese sentimiento hay una terrible inseguridad y dolor no sanados, detrás de ese sentimiento hacia otras personas seguramente yace un niño muy herido que no fue reforzado en sus cualidades cuando era pequeño, alguien que tuvo que luchar muy duro para conseguir el amor y la aprobación de sus padres o entorno, y que quizás, no obtuvo esa valoración. Si este es tu caso, puedes emprender un camino de conquista de ti mismo y de tus propias virtudes. Si no puedes hacerlo solo pide ayuda a un buen profesional para que puedas sanar tu psique, tu alma. De nada te servirá seguir negando tu sombra, pues es la negación y la represión de la misma, la que nos encadena a un camino de dolor y frustración sin retorno.

El  psiquiatra y psicoterapueta Dr. Saúl F. Salischiker afirma acerca de la envidia:

“Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estás tratando con una persona psiquiátricamente enferma”.

Si por el contrario eres víctima de envidias solo tienes que darte cuenta de una cosa, mientras piensas en lo que los demás pueden pensar de ti, no estás haciendo lo que tú debes hacer, ser tú mismo. Cuando no haces algo por miedo a los otros estás dejando de vivir tu vida. Es doloroso perder amistades o familiares pero la influencia de estas personas en tu vida no podrá traerte nada bueno.

Atrévete a mostrar al mundo tus dones y talentos porque si los tienes es para ofrecerlos, seguro que mucha gente sufrirá por tus éxitos, pero tienes que aprender a vivir con ello, pues de lo contrario, te limitas por miedo. Cuando estás por encima de ello y te amas a ti mismo nadie podrá hacerte daño.

Parte de nuestro proceso de madurez radica en aceptar, cuanto antes, que va a ser imposible que todo el mundo te quiera, aprecie y valore. Ese valor y amor ha de provenir de ti mismo.

La libertad se alcanza superándote cada día, conquistándote a ti mismo, venciendo tus limitaciones,  liberando las falsas creencias aceptándote y amándote tal y como eres.

El mundo te necesita, vive tu vida sin miedo… ¡salta!

Surá Lillo.
 Máster en Terapia con Obsidiana & Integración de la Sombra (SITO).
 Psicosomática Clínica (IEBNE)

 Más información: www.mujerdespierta.es


jueves, 25 de diciembre de 2014

FUERTEVENTURA


NO HAY CASUALIDAD


No te pongas tenso y triste por no estar de acuerdo con aquello que tus días te traen.

Aprende a extraer conocimiento de cada situación, y agradece...

Todo está en su momento correcto, El momento en que deberás aprender lo que necesitas aprender.


Acuérdate siempre: No hay casualidad

Tienes capacidad para atravesar las aguas turbulentas de tu propia creación cuando no temer tu propio ser.

Sepas que todo depende de ti y que tienes poder para transformar lo que quieras, en el momento que desees...

Usa tu luz y no estarás solo para realizar tu paz de espíritu.


Duendes Avalon


miércoles, 24 de diciembre de 2014

LA FILOSOFÍA DE MATTHIEU RICARD, CONSIDERADO EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO

Su vida parece sacada de una novela. Científico (doctorado en genética molecular en el Instituto Pasteur), hijo de filósofo ateo, lo dejó todo para hacerse monje budista.

Considerado el hombre más feliz del mundo según las pruebas realizadas por Richard Davidson, investigador del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la U. de Wisconsin en 2012.

El estudio de su cerebro, arrojó un nivel de felicidad nunca antes visto. En una escala donde 0,3 era muy infeliz y -0,3 muy feliz, Ricard registró -0,45. Al meditar, además, produce un nivel de ondas gamma (vinculadas a la conciencia, la atención y el aprendizaje), "nunca antes reportado en la literatura de la neurociencia".

Matthieu Ricard, junto a otros monjes budistas, explotan la plasticidad cerebral para alejar los pensamientos negativos y concentrarse sólo en los positivos. Por ello dice que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar y entrenar.

La filosofía de Matthieu Ricard

Según el monje, cualquiera puede ser la persona más feliz del mundo si busca la felicidad en el lugar correcto. "El problema es que tendemos a no hacerlo".

"La felicidad es una forma de ser. El desafío es dejar que esa forma de ser supere a todos los demás estados emocionales".

El mensaje de Matthieu Ricard es plenamente actual.  Nuestra sociedad occidental nos invita constantemente a mirar hacia fuera, a consumir con la falsa promesa de que ese consumo nos dará la felicidad. Así nuestra atención no suele estar puesta en nosotros sino en los otros. Pero ese consumo nos proporciona sólo placer que, como el mismo Matthieu Ricard nos explica, se consume a sí mismo. Por lo que al final sólo nos queda una sensación de vacío y el deseo de volver a llenarlo adquiriendo algo más (ropa, coches, viajes, relaciones) en una secuencia sin fin.

Cuando las cosas de fuera no funcionan o se descontrolan, intentamos arreglarlas, controlarlas  desesperadamente, pero  están fuera de nuestro control. En realidad nuestro control del mundo exterior es, en el mejor de los casos,  limitado y  temporal y, muchas veces, ilusorio. Y eso nos hace sufrir aún más.

La felicidad no es una sucesión interminable de placeres que terminan por agotamiento, sino una forma de ser. Y si es así, ¿no deberían nuestros hijos aprender en el colegio a desarrollar las cualidades humanas que les permitan ser felices? ¿No es acaso lo que desea cualquier madre o padre de hoy en día?

Para permitir aflorar la compasión y la naturaleza buena que todo ser humano lleva dentro, la ciencia está descubriendo los beneficios de la meditación. Aprender a meditar puede ayudarnos a convivir con una mente más clara y más hábil a la hora de lidiar con las emociones negativas y fomentar las emociones positivas pues nuestra mente es la que traduce las condiciones exteriores en sufrimiento o felicidad.

Jordi Salat, coach, trainer en PNL, formador y conferenciante www.bemoregroup.es

Foto: www.encoherencia.com