sábado, 19 de julio de 2014


MENTE Y FELICIDAD

Según el budismo, no somos más que cuerpo y mente, siendo la mente el único elemento motivador de todas nuestras acciones y la creadora de toda nuestra felicidad y de nuestro sufrimiento. Es tanta la importancia que le da  el budismo a la mente que con frecuencia es considerado una filosofía o una ciencia de la mente más que una religión.

Dentro de las múltiples clasificaciones de la mente que hace el  budismo se distinguen dos tipos de mente. La primera es la consciencia básica, o mente primaria, que no es más que nuestra capacidad de experiencia subjetiva. Los textos filosóficos definen a esta mente como claridad y conocimiento.  Ahora bien, como la mente no es estática sino que es una constante sucesión de momentos de experiencia se alude a estas distintas situaciones como mentes principales y factores mentales asociados. Así pues, podemos hablar de mentes, refiriéndonos a  los múltiples acontecimientos mentales que suceden constantemente (emociones, pensamientos) y de mente, aludiendo a la base fundamental sobre la cual tienen lugar esos acontecimientos.

También se distinguen en el budismo distintos tipos de mente, según el grado de dependencia de ésta respecto del cuerpo físico. Y así se alude a la mente burda, en cuyo nivel se desarrollan los acontecimientos mentales ordinarios, de los que somos conscientes y que están íntimamente vinculados a la percepción sensorial; la mente sutil, con un  vínculo menor con el cuerpo físico y en el seno de la cual se experimentan acontecimientos inconscientes (estas son la mente del sueño y de las emociones perturbadoras, en la que se desarrollan procesos mentales difíciles de detectar pero que influyen notablemente en los acontecimientos mentales ordinarios); y la mente muy sutil, la que va de vida en vida, que se manifiesta en el momento de la muerte cuando la unión de  cuerpo y mente está llegando a su fin y la dependencia de ésta respecto del cuerpo es ya muy pequeña.

Nuestra sensación general de bienestar depende profundamente del bienestar psicológico, el cual, a su vez, depende de nuestra vida emocional. Todos sabemos que existen emociones que nos benefician, de las que se deriva una actitud de apertura hacia los demás, son una fuente de energía que brota de nuestro interior produciendo alegría y paz. Por contra, también hay emociones que nos perjudican, que  avivando energías oscuras, que como el fuego queman cuanto sale a su paso, producen dolor y gran agitación mental. Los obstáculos a nuestra felicidad son el apego, la ira o aversión y la ignorancia: las tres mentes venenosas principales que lideran a todas las demás aflicciones o pesares, tanto mentales como físicos.

La naturaleza de la mente es neutra. Una persona puede sentirse inclinada por temperamento a la aversión, pero aun así no siempre estará llena de enfado y odio. Puede experimentar momentos de benevolencia e incluso de compasión. La benevolencia y la compasión son estados mentales totalmente opuestos al odio; no pueden coexistir en una persona al mismo tiempo. El que una persona que tienda a la aversión no se muestre abiertamente odiosa todo el tiempo y tenga momentos esporádicos de compasión demuestra que las aflicciones no forman parte de la naturaleza de la mente, que son adventicias. La aparición de aflicciones y de estados mentales opuestos a estas aflicciones es posible gracias a la neutralidad de la naturaleza última de la mente.

La plasticidad es la cualidad de la mente que posibilita que ésta pueda cambiar sus tendencias y hábitos. Es una muestra de madurez personal el tratar de adiestrar nuestras emociones, favoreciendo el surgimiento de las positivas y la contención y reducción de las negativas. Para que podamos abordar esta tarea es necesario conocer lo más minuciosamente posible cuál es nuestro estado mental, solo así podremos influir en  su modificación.

Con un profundo entendimiento de la mente y de sus funciones se pueden superar los pensamientos y las emociones que nos preocupan. A través del estudio de la mente encontraremos algunas maneras cruciales de observar y de entender la ira y la aversión, así como de desarrollar nuestra ecuanimidad, nuestra paciencia y nuestro amor.

Su Santidad Dalai Lama XIV aconseja una sencilla práctica para transformar nuestra mente en la dirección deseada: “Cada día, desde el momento en que te despiertes, utiliza un rincón de tu mente para observar tu propia mente y su comportamiento”.

A fin de llevar a cabo una práctica –como la de observar constantemente la mente-, debemos adoptar una resolución, comprometernos, nada más despertar por la mañana: “Ahora, y durante el resto de este día, trataré de poner en práctica, en la medida en que me sea posible, aquello en lo que creo”. Es muy importante que, al empezar el día, concretemos lo que sucederá más adelante. Luego, al final de cada jornada, debemos comprobar  qué sucedió, revisar lo ocurrido durante el día. Y si a lo largo de toda la jornada hemos puesto en práctica nuestra decisión matinal, entonces hemos de alegrarnos y reforzar nuestra motivación para continuar en la misma línea. No obstante, si al llevar a cabo el repaso, descubrimos que a lo largo del día hicimos cosas contrarias a nuestros valores y creencias deberemos reconocerlo y cultivar una profunda sensación de arrepentimiento, reforzando nuestra  resolución de no entregarnos a esas acciones en el futuro. Si continuamos practicando de este modo, es seguro que con el tiempo tendrá lugar un verdadero cambio dentro de nuestra mente, una transformación auténtica. Esta es la manera de mejorar, es imposible cambiar de verdad tras una sola sesión de plegarias. Pero la mejora definitiva puede llegar gracias a la observación constante de nuestras mentes y a llevar a cabo las prácticas en las que creemos día a día, año tras año y década tras década”.

Amparo Ruiz Cortés
Directora de la Comunidad Thubten Dhargye Ling
www.budismotibetanomadrid.org


jueves, 17 de julio de 2014


MEDICINA TRADICIONAL TIBETANA: CONSCIENCIA DE SALUD

Vivimos en una sociedad donde la higiene y el cuidado de la salud se valoran como logros importantes, pero, ¿estamos completamente sanos?

El cuidado físico, la mejora alimenticia, la calidad de vida, el cuidado personal, son elementos que nos aportan un equilibrio a los elementos externos a los que cada día nos enfrentamos. Sin embargo, desde la perspectiva de la Medicina Tradicional Tibetana, sólo actuar con esos parámetros no es suficiente para estar sanos y mantener el equilibrio.

La clave está en la mente, en ser consciente y aplicar la atención a nosotros mismos para lograr la salud.

La Medicina Tradicional Tibetana considera al ser humano una integración de mente y cuerpo, donde la primera se transforma en el elemento diferenciador entre un estado saludable y un estado desequilibrado de salud.

Desde hace más de 2.500 años, y ligada a la filosofía Budista, esta medicina ha sido la clave para un pueblo que ha aprendido la ciencia de la mente y su fuerte influencia en la vida y la salud. Esta disciplina médica muy extendida en Asia, cobra cada día más importancia en Occidente, donde se brindan oportunidades para aprender y profundizar en una ciencia médica cuyo objetivo es buscar la causa raíz de la enfermedad y mediante adaptaciones alimentarias, de comportamiento y el apoyo en terapias herbales y externas (masaje, horme, moxa, etc.) reequilibrar integralmente al individuo.

Para la Medicina Tradicional Tibetana todo en el universo está formado por cinco elementos, presentes en el ser humano, la tierra como el elemento que da la base y sustento, el agua que lubrica y da fluidez, el fuego, el calor para poder desarrollar y madurar, el aire como elemento de crecimiento, y el espacio, como el medio y la potencialidad de la vida.

Estos elementos además, combinados, dan lugar a las tres energías fundamentales que rigen los procesos mentales y fisiológicos en el cuerpo: la energía de viento (rlung), cuya naturaleza viene determinada por el elemento aire, la energía bilis (tripa), cuya naturaleza viene dada por el elemento fuego, y la energía flema (bedkan), cuya naturaleza procede de los elementos agua y tierra. El espacio está presente en el cuerpo en los intersticios y zonas huecas, para permitir el movimiento.

Estas energías cuando están en equilibrio definen el estado de salud de la persona.

La energía viento es responsable de los procesos cognitivos, sensoriales, de la capacidad del movimiento del cuerpo, y los procesos más importantes a nivel vital, como la respiración, la digestión, o la expulsión de residuos.

La energía bilis da el calor al cuerpo, y la complexión sana, además es responsable de la determinación y fuerza de la persona.

La energía flema determina la estabilidad emocional y estructural del cuerpo, y los procesos de sueño y descanso, y determina nuestra tenacidad y paciencia.

Desde un punto de vista psicológico, el origen de estas energías está en los venenos mentales, procedentes de la ignorancia propia del ser humano, a su vez originada por el apego al yo. Esos venenos, apego, ira y engaño, son los responsables de la generación de las tres energías y los canales por los que se mueven.

De esta forma, el ser humano no es únicamente un cuerpo y su funcionamiento, sino también una mente que debe mantener una relación de equilibrio con el cuerpo.

En nuestra vida diaria vivimos ignorantes de la realidad de los fenómenos y de nosotros mismos. Esta idea errónea condiciona la percepción del mundo en el que vivimos y es la causa última de nuestro estado desequilibrado de salud.

Es por ello que la psicología, y las emociones, tienen una influencia decisiva para lograr una vida sana. Se debe ser consciente, estar atento para lograr que el estado de salud, el equilibrio de las energías.

Las alteraciones en los estados emocionales o psicológicos tienen una repercusión directa en los procesos fisiológicos. La mente es el factor desequilibrante cuando pierde la atención, y el cuerpo somatiza el efecto.

El apego al yo, la medida de la vida en base a uno mismo, genera expectativas, creencias imposibles que no se pueden ver cumplidas, y que traen como resultado la decepción, el enfado, procesos de oscurecimiento mental que impiden que el equilibrio mental se mantenga. Y a mayor oscurecimiento, mayor desequilibrio, y menor capacidad de control. En ese estado de mente los venenos se manifiestan y generan las causas de la enfermedad, desequilibrando las energías de viento, bilis y flema. Esas energías, al perder su equilibrio fomentan que los proceso fisiológicos de los que son responsables no se den con regularidad y con ello manifiestan síntomas que deben ser tratados para evitar el perjuicio físico.

Si bien la mente, y sus venenos son la causa, la enfermedad se manifiesta cuando las condiciones se reúnen, estas condiciones son las causas secundarias de la enfermedad, la alimentación, el comportamiento, los accidentes e incidentes desafortunados y las influencias negativas externas. Esas causas dan lugar a un escenario que el doctor tibetano debe interpretar.

Los métodos diagnósticos de pulso, orina, lengua, orejas y ojos, permiten al doctor tibetano conocer la causa origen del problema, reconocer los síntomas, identificar la constitución del paciente y proponer un tratamiento. Los tratamientos se basen fundamentalmente en una dieta adaptada a las necesidades del individuo, unos patrones de comportamiento que permitan cambiar los hábitos perjudiciales y un tratamiento herbal mediante píldoras naturales.

En muchas ocasiones, se acompaña de terapias externas para ayudar en el proceso de curación.

Los elementos de curación forman toda una terapia que permite lograr el éxito del tratamiento sin que haya efectos secundarios, es decir, sin desequilibrar ningún otro elemento del cuerpo, o a la propia mente.

En definitiva, debemos aplicar una atención consciente en nuestra vida, y para ello podemos basarnos en estos pequeños consejos:

1. Aceptemos siempre la realidad: no podemos tener todo lo que deseamos, pero sí podemos ser felices con lo que tenemos. Generemos autoconfianza.

2. La mente ignorante se concentra en los problemas: no debemos darle vueltas a los problemas, sino centrarnos en lo positivo.

3. Apreciemos nuestra fortuna: debemos dar gracias por la vida, la salud, la familia, el trabajo.

4. Llevemos una vida ordenada en alimentación y hábitos.

5. Disfrutemos del presente, seamos conscientes del momento.

En Madrid, en el centro budista Thubten Dhargye Ling la oportunidad de acceder a esta disciplina es una realidad, de la mano del Dr. Lobsang Shresta, cuya dedicación a esta ciencia le ha convertido en verdadero maestro. Desde hace más de 6 años sus enseñanzas en alimentación, masaje, psicología y medicina han aportado a muchas personas un camino de salud.

Nuevamente contaremos con su inestimable conocimiento desde septiembre de este año para un nuevo ciclo formativo en Medicina, y adicionalmente un curso online del primer ciclo para las personas que en la ocasión anterior no llegaron a tiempo.

Para más información ponte en contacto con:
THUBTEN DHARGYE LING
 Comunidad Budista Tibetana
 C/ Canillas nº 22 - 28002 Madrid – España
www.budismotibetanomadrid.org
Teléfono: 915 632 959
Sergio Iniesta
Medicina Tibetana y Salud


Playa de La Concha, Isla de Lobos.