jueves, 12 de junio de 2014


CLAVES DEL BIENESTAR

DEEPAK CHOPRA. Sus enseñanzas han inspirado a millones  de lectores  en todo el mundo, con títulos ya clásicos como “Salud perfecta”, “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo” o “Las siete leyes espirituales del éxito”.

La armonía entre la mente, el cuerpo y el espíritu es la clave de la salud. El doctor Deepak Chopra nos ofrece su camino para alcanzar una vida plena.

Médico de origen hindú afincado en Estados Unidos, Deepak Chopra ha sido clave en la incorporación de la sabiduría oriental a la medicina occidental. Su síntesis entre  tradición y ciencia moderna lo han convertido en el máximo divulgador del concepto de salud holística, basada en el equilibrio entre mente, cuerpo y espíritu. La salud, según el Doctor Chopra, no es sólo la ausencia de enfermedad, sino el desarrollo del potencial de una persona en todos los sentidos. Por eso estos consejos que pone a nuestra disposición constituyen un verdadero camino hacia el bienestar.

ESCUCHA A TU CUERPO, éste se expresa emitiendo señales indicativas de que está cómodo o incómodo. Al elegir como te comportas o actúas, pregúntate: “¿Cómo te hace sentir esto?” Si tu cuerpo responde con una señal de tensión emocional o física, vigila. Si tu cuerpo te envía una señal de comodidad y entusiasmo, prosigue.

VIVE EL PRESENTE, es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que es aquí y ahora. Busca la plenitud en cada instante. Acepta todo lo que llegue a ti de modo que puedas apreciarlo, aprender y dejarlo ir.

MEDITAR REGULARMENTE, aquietar tu diálogo interior, te permitirá contactar con tu propia conciencia. Así podrás guiarte por tu intuición más que por las interpretaciones impuestas externamente para conocer lo que es o lo que no es bueno para ti.

RENUNCIA A TU NECESIDAD de aprobación externa. Sólo tú puedes juzgar tu valía. Tu objetivo es descubrir tu infinito valor, al margen de lo que piensen los demás. Cuando lo veas así, vivirás una gran liberación.

CUANDO TE ENFADES o te opongas a algo, date cuenta de que solo luchas contra ti mismo. Las resistencias son defensas ante viejas heridas. Si renuncias a la ira, te estarás curando a ti y cooperando con el Universo.

EL MUNDO EXTERIOR refleja tu mundo interior. Lo que odias de los demás es lo que niegas de ti mismo. Lo que te gusta es lo que desearías para ti. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución y conocerte a fondo.

LIBÉRATE DEL PESO del juicio. Juzgar introduce el bien y el mal en situaciones que simplemente son. Todo puede ser comprendido y perdonado, pero al juzgar no puedes comprender  ni aprender a amar. Juzgar a los demás es aceptarte poco a ti mismo.

NO CONTAMINES TU CUERPO con toxinas, ya sean alimentarias o emocionales. La salud de cada célula contribuye  directamente a tu estado de bienestar general.

EL MIEDO ES PRODUCTO de la memoria, que vive en el pasado para intentar que no se repitan viejas heridas. Pero eso no elimina el miedo a ser herido. Eso sólo sucede si encuentras  la seguridad en tu ser, que es amor. Esa verdad interior puede hacer frente  a cualquier amenaza.

UNA INTELIGENCIA PROFUNDA organiza el Universo, y una porción de ésta reside en ti. Tus actos y pensamientos inciden en todo el campo de inteligencia. Vivir en equilibrio es bueno para ti y para todo el mundo.
 
 

martes, 10 de junio de 2014

lunes, 9 de junio de 2014


¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA VIDA?

Alejandro Jodorowsky
Hace algunos años, el director del hospital neurológico de París, a quien yo no conocía, llegó a mi casa y me pidió que visitara a su esposa que, víctima del cáncer, estaba a punto de morir. “Ella ha leído sus libros y no quiere ver a ningún sacerdote, sólo desea hablar con usted”. Accedí a su pedido. La mujer estaba en un lecho del frío hospital, acabando de ingerir un puñado de píldoras. Sin decir una palabra, la tomé con delicadeza entre mis brazos, estrechándola con ternura. Su cuerpo frágil y huesudo se apoyó con alivio en el mío. Sentí su sed de relación humana, tan ajena a la actitud de los enfermeros. Al cabo de un rato largo, me murmuró: “¿Cuál es el sentido de la vida?” Le contesté, lo más dulcemente que pude: “La vida no tiene sentido”. Suspiró con alivio: “Es eso lo que quería oír”. Se durmió para morir horas más tarde… En realidad esa no era la respuesta que yo consideraba justa. En otras circunstancias, le hubiera contestado: “La finalidad de la vida, es vivirla”… Pero viéndola al final de su camino, sin haber encontrado en toda su existencia una razón para vivir, era inútil decirle aquello… Somos seres complejos, compuestos de tres diferentes energías, con diferentes idiomas: la intelectual, la emocional y la sexual, alojadas en el cuerpo, que también tiene su propio lenguaje. El intelecto se expresa con ideas, el centro emocional con sentimientos, el centro sexual con deseos y el cuerpo con necesidades. El individuo puede vivirse en sus cuatro centros, convirtiéndolos en unidad; o vivirse en tres, lo que es como caminar con un clavo en el zapato; o en dos, lo que es avanzar cojeando; o utilizando un solo centro, lo que es estar preso en un calabozo. La pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?” surge del intelecto, centro compuesto sólo de palabras, que confundiendo el idioma con la realidad, no nos permite vivir en lo que es sino en lo que creemos que la realidad es. Por incapacidad de lograr que el mapa donde habita se convierta en el terreno real, llega a la conclusión que la vida no tiene sentido. El intelecto sirve para proponer los problemas, pero es incapaz de resolverlos. Para lograr gozar de la vida, el individuo tiene que enseñar a su mente a cesar de dialogar consigo misma, sumergiéndose en un silencio receptivo. Entonces, liberado de tratar de pensar lo impensable, se entrega a sentir la vida, primero que nada en su cuerpo, aceptando su simple animalidad y su misteriosa sabiduría orgánica conectada con la energía universal. Aprende a respirar con libertad, a gozar del movimiento, a desarrollar sus sentidos, a agradecer cada segundo de vida, comprendiendo que para que el todo sea eterno, la parte debe ser efímera. El sentido de la vida., desde el punto de vista corporal, es gozar la encarnación, viviendo la niñez, la juventud, la madurez y la vejez, como una eufórica experiencia. El sentido de la vida en el centro sexual es el placer en compañía y el éxtasis de crear. La meta vital del centro emocional, es el la unión con todo lo existente. Dijo un poeta sufí: “No hay más Dios que el Amor y la Bondad es su profeta”. Por fin, el sentido de la vida, cuando estas cuatro energías se unen, es desarrollar al más alto grado su conciencia, aquella que se integra a la Conciencia divina, energía impensable que crea incesante los universos. Dice el Talmud: “Preocúpate de lo que puedes saber y deja de lado las cosas misteriosas”. Sólo la Conciencia divina sabe cuál es la finalidad de su sagrada obra: a nosotros nos incumbe entregarnos a la danza vital. Le preguntaron a Lao Tse: “¿Qué necesita usted para ser feliz?” Respondió: “No necesito nada: mi mayor felicidad es estar vivo”.


miércoles, 4 de junio de 2014


ENTREVISTA CON CARLOS FIEL: “LA ILUMINACIÓN ES LLEVAR CONCIENCIA Y SENSIBILIDAD A TU VIDA”


“Creo que el sentido del samadhi -dice Carlos Fiel- es llevar ese rol de conciencia, responsabilidad, sensibilidad hacia lo que nos toca vivir en cada momento: relaciones, compromisos, afectos…”. Y propone: Tejamos una red de conciencia, cada uno, desde su pequeña isla. Humildemente, creo que es lo que puede hacer cada cual”. No te pierdas esta entrevista apasionada y necesaria.

Carlos Fiel intervino recientemente en el acto de celebración del 40 aniversario del Centro Sivananda con un mensaje desmitificador y poco “ortodoxo” sobre el sentido del yoga hoy día. Después le pedimos que nos hablara de ello.

 
¿Cómo interpretas hoy el sentido del yoga?
Quiero reconocer el gran trabajo de aportación de Occidente al yoga, un sentido más ecléctico, más abierto. La investigación de las neurociencias ha hecho muchísimo trabajo. Y el budismo Theravada, el Vipassana, el Zen, también han hecho aportaciones increíbles. A veces en el mundo del yoga, como en todos los gremios, hay como pequeñas peleas por las diferencias, y sin embargo lo que nos une es infinitamente mayor.


Creo que hay que abrir un poco la visión de que quizás no estamos en el camino de esa Iluminación que pedíamos, pero cada uno está intentando llevar su pequeñita luz a su relación y a su entorno. Y eso me parece infinitamente más necesario hoy en día.

Creo que la conciencia individual es esencial. Los grandes grupos, los grandes gurus, la tendencia a unificar criterios están bien, pero tenemos que abrirnos a otras muchas formas que son totalmente válidas y aportan una gran lucidez a nuestra sociedad. Hay que dejar un hueco y otorgar un respeto total a todas ellas.

 Es un momento de integrar el yoga en la vida real, que no se limite a ser algo exótico y distanciador para mucha gente, pero al mismo tiempo otorgándole el respeto que merece, ¿no?

Es el sentido del samadhi: iluminar tu realidad. Me gusta mucho el cuento zen del buey, porque al final ¿Kakuan qué hace? Volver con su hatillo y su camisa abierta al mercado. Y lo único que dice es: donde antes veía un carnicero o un borracho, ahora solo veo al Buda. Es decir, el mercado no ha cambiado, ha cambiado su visión hacia la vida.

Creo que el sentido del samadhi es llevar ese rol de conciencia, responsabilidad, sensibilidad hacia lo que nos toca vivir en cada momento: relaciones, compromisos, afectos… Todo eso es la vida. La gran enseñanza del budismo Theravada o Vipassana es la plena consciencia de las pequeñas cosas que hacemos. A veces estamos preocupados por nuestra Gran Iluminación y olvidamos que todos los días hay alguien a nuestro lado al que hay llevar el zumo de naranja o necesita que le prestemos oído o le demos un abrazo. Ese montón de pequeños gestos que podemos hacer con corazón creo que es el verdadero sentido del yoga. Darle sentido al vivir.

 Danos un consejo para vivir con más conciencia…
Hace poco escuché de una fuente científica que según pasa la edad vivimos de forma más acelerada la vida. A los 18 años es el punto 0; a los 30 ya es el 15% de aceleración; a los 40, un 20-25%; a los 50 o 60, un 35 o 40%; a los 70, la vida ya se “acelera” más de un 50%. Vivimos más aprisa porque no vivimos, porque si yo estuviera plenamente consciente del momento, de parar ese acelerón que llevamos y vivir el montón de cosas que hay que hacer con verdadera interiorización, creo que esa frecuencia de aceleración disminuiría considerablemente. Si además de eso ponemos un poco de higiene en la mente y en la alimentación, nos sentará muy bien, seguro.

 Carlos Fiel es un poco la historia del yoga en España. ¿En qué momento está tu propia historia?
Yo siempre cuento que tuve una suerte infinita: con 19 años estar en la India, encontrarme con Gerard Blitz, el fundador de la Unión Europea de Yoga, y permanecer juntos muchos años. Gracias a él conocí a Krishnamacharia, Krishnamurti, Deshimaru, un mundo que fue abriéndome sus puertas. Participé en la fundación de la UEY desde el primer congreso de Zinal, aunque luego la creación de las federaciones europeas tomaron el sentido y dejaron de interesarme… Actualmente tengo, junto con otras personas, una fundación para niños en la India que se llama Care&Share, en la que estoy muy implicado. Estoy metido en el mundo de la meditación Theravada, ahora con un monje de Birmania que traeré probablemente en abril o mayo del año que viene.

Luego estoy muy dedicado a la formación en Sadhana, poniendo un poco lo mejor de mí en desarrollar el concepto de la sensibilidad hacia el cuerpo, hacia esa higiene luminosa de uno mismo. Y en cuanto a la salud y la medicina, pues también sigo muy dedicado a atender a la gente día a día, procurando que el proceso personal de cada uno vaya adelante. Y cada vez estoy más interesado en lo personal y en desarrollar un nivel de conciencia de lo cotidiano, esa percepción consciente y lúcida de cada día…

 ¿En el Mindfulness?
Sí, al fin y al cabo es eso, la pura presencia. Mindfulness viene de todo el mundo Theravada y Vipassana. Es una aplicación muy lógica, muy práctica y además muy útil. Necesitamos mucho esa cualidad de presencia. Para mí, es lo que va a marcar la diferencia; lo que nos va a transformar es desarrollar esa sensibilidad que permitirá salir de esta gran crisis de forma creativa.

 Sin necesidad de desapegarnos mucho de la realidad, ¿no?
No creo que haya que dejar de ser quienes somos, pero nunca vamos a seguir siendo quieres éramos. No es una cuestión de moral sino de consciencia. Como proyectamos nuestra visión y nuestra actuación cotidiana y diaria en el mundo, tenemos una responsabilidad total en él. Tejamos una red de conciencia, cada uno, desde su pequeña isla. Humildemente, creo que es lo que puede hacer cada cual.

 Como formador de formadores de yoga desde hace muchos años y a quien todo el mundo respeta, ¿qué opinas sobre la formación de profesores de yoga en España?
Creo que la formación es un invento tremendamente relativo; cuatro años de formación, o tres, como se quiere ahora, no significa gran cosa. Esta estructura a la que está obligando el Gobierno y el Estado me parece de una ignorancia y una inutilidad grande. Porque el sentido del yoga no se puede transmitir a través de una estructura así. Primero hay que conocerlo a fondo, ver cómo se ha transmitido y cómo de ahí surge la necesidad de que los formadores tengan una preparación válida.

Lo que hay que estimular no es el tener un título, sino al interés por el yoga y la formación. Si yo quiero ser médico, no me interesa la titulitis, sino que mi formación tenga la calidad que requiere la medicina (o el proceso del yoga). Y luego lo que hay que saber, como decía siempre sabiamente Krisnamacharia, es si cuando hablamos del yoga hablamos de lo mismo. Porque si tú necesitas la titulitis para dar clase de yoga en un gimnasio, igual es que estamos hablando de una salud cultural muy simple.

Si preguntas en Estados Unidos qué es el yoga, el 97% de la gente te dirá que posturas. Y, sin embargo, hasta el año 1000 no tenía nada que ver con eso, sino con una serie de actitudes, de intenciones, que por cierto a todos nos cuesta mucho llevar adelante. Ojalá pudiéramos decir todos que los Yamas y Niyamas los llevamos bien; ya me conformaría yo.

En resumen, pienso que la titulitis que hay ahora es una fiebre de inconsciencia, porque en realidad lo que nos hace falta es la pasión por la práctica. Me acuerdo que cuando empezamos en nuestra comunidad (Arco Iris) éramos locos y apasionados. Teníamos que ahorrar todo el año para irnos a la India en un autobús a tomar una clase. Te hablo del año 69… Y ahora, si la escuela de yoga que te interesa te pilla dos calles más allá, no vas.

 ¿Y qué se debería entender cuando hablamos de yoga?
El yoga se relaciona con la maduración y el crecimiento personal, que te hacen ir conectando con diversos elementos de la vida que crees que sin ellos el corazón no se cura, no se alimenta. Con el tiempo nos vamos dando cuenta de nuestros errores, de esos egos de los que en el yoga se habla tanto y sin embargo abundan tanto. Todos somos un poco responsables de ellos y tenemos que ir con una gran humildad.

Hay que preguntarse: ¿a mí qué me interesa del yoga, qué me aporta? Y la respuesta es: la práctica por mi propia higiene, por mi propio bien, y para que lo que yo genere en mi vida tenga lucidez y dé flores alrededor. ¿Qué hay que estar en la sociedad? Sí. ¿Que quien enseña yoga tiene que saber lo que se hace? Por supuesto. Pero todos sabemos que cuatro años no es nada; simplemente te valen para abrir los ojos. Pero el compromiso con la práctica es mucho más a largo plazo e implica toda una estructura distinta y un compromiso distinto de las propias formaciones y escuelas.

¿Qué pueden hacer los formadores de yoga, que son en alguna medida responsables del fenómeno “titulitis”, por mejorar la situación?
Tenemos que entonar nuestro mea culpa y estudiar qué podemos hacer para transmitir lo que es esencial dentro del yoga. Y saber que la propuesta de la Administración garantiza unos mínimos, pero que existe un contenido que hay que trabajar profundamente.

Y después, que haya diversidad, que es muy sana. El que no conoce el yoga puede poner a sus alumnos a trabajar asanas y a hacerse nudos, pero para mí la asana es un medio, una consecuencia. Para mí es esencial la sensibilidad y la conciencia que tengo sobre cómo hablo o sobre cómo hago un micromovimiento y estoy ahí, con toda mi atención puesta en lo que hace mi cuerpo.

 ¿Qué tenemos que trabajar todos, la Administración y las personas para que el yoga sea de verdad útil y transformador?
La Administración debería de ser un poquito más consciente de cómo dar cabida a todo eso para que no se pierda el potencial maravilloso del yoga, tan útil a nivel social como a nivel educativo. Pienso que para la vida laboral es importantísimo: en Italia hay empresas grandes de 15.000 empleados donde todos tienen su espacio para practicarlo.

El yoga tiene cabida en el mundo, y el mundo está lleno de profesores de yoga. Ahora bien, ¿cuántos hay que practiquen yoga? Esta es la gran pregunta. Practicantes que dediquen su tiempo a indagar, a investigar, a ponerse en cuestión, a repensar su mundo de relaciones, de realidades, de compromisos, de meteduras de pata y de aceptar tus puntos negros… Porque eso también somos nosotros.

Lo tonto es decirle a alguien que haga yoga para ser perfecto. No; yo hago yoga para aceptarme como soy, porque tener esa visión clara de cómo soy es lo que me va a permitir cambiar algo. Todo lo que esconda o niegue de mí, no es. Carlos Fiel tendrá un aparte luminosa y una parte oscura, como la tenemos todos, pero yo no lo puedo rechazar ésta, es mi realidad. Yo tengo que admitirme a mí para luego admitir a todos los demás, sin excluir a nadie, y dando cabida en nuestro corazón.

Creo que toda nuestra vida es material de crecimiento, y no sobra nada. Eso es lo que tenemos que trabajar, ese respeto profundo a lo que es el otro.

 
 
Honestidad, finalmente.
Claro, yo no podría ser quien soy si no me reconozco con mis luces y con mis sombras. Ese es el primer paso. Hasta que yo no esté relajado conmigo mismo y me acepte y me reconozca a mí mismo como alguien interesante en mi vida, acabaremos proyectando en otras personas la responsabilidad de nuestra evolución. Y no, la responsabilidad no es de un guru, ni de un profesor, ni de una escuela de yoga. Ante la única persona hacia la que tengo que inclinar la cabeza es ante esa realidad profunda que hay dentro de mí como dentro de cada ser. Ahí es donde está el compromiso, la sinceridad o el aprender de tu deshonestidad.


Uno que no peca no va al cielo, no puede ir. Uno que no reconozca que ha sido orgulloso, violento, avaricioso, quien no se reconozca en tantas cosas que hacemos, ¿cómo va a ir más allá de eso? Eso que decimos de “más allá del ego”, ¿qué significa? ¿Negar una parte de ti? No. Es comprenderlo y decir esto que me gusta y con lo que me identifico, y esto que no me gusta y que rechazo, todo esto soy yo.

El yoga pretende trascender esa dualidad para ir a esa otra parte que es bellísima: la esencia hay en el corazón de todos los seres, la bondad. Si yo quiero ser libre en la vida, la esencia de la libertad es la felicidad, pero también es el coraje y las ganas de decir “yo puedo transformarme, aunque meta mil veces la pata en mi vida”.