miércoles, 21 de mayo de 2014

SER POSITIVO ALARGA LA VIDA

La ciencia está demostrando la relación directa entre la felicidad y la salud: el bienestar psicológico puede suponer una diferencia de hasta dos años más de vida.
 
 
Hasta ahora sabíamos que la depresión y otras emociones negativas, como la ira y el estrés, roban años. Se ha estimado que, en conjunto, padecer depresiones graves reduce aproximadamente en dos años la esperanza de vida. Pero, ¿qué sucede con las emociones positivas?
 
La satisfacción vital, el placer de vivir o el disfrute cotidiano han sido casi invisibles para la ciencia, y apenas hemos tenido datos sólidos sobre el impacto en la salud física de las emociones positivas. Sin embargo, el panorama está cambiando. Por primera vez, la ciencia empieza a considerar que el bienestar mental es algo tan esencial que incluso está directamente relacionado con la esperanza de vida.
 
EL VALOR DE LA ALEGRÍA
 
Un reciente estudio de nuestro grupo de investigación, hemos comprobado que los países en los que hay un mayor nivel de bienestar psicológico o de felicidad se vive casi dos años más, de  media, que en los países  con un nivel de bienestar menor.
 
Los resultados de esta investigación coinciden con los de un estudio -punto de referencia en la Psicología Positiva-  realizado en una congregación de religiosas. Dicho estudio demostró que aquellas monjas que durante su juventud sentían y expresaban con más intensidad  y frecuencia emociones de dicha y felicidad morían casi ocho años más tarde que aquellas que habían tenido más dificultades para percibir en sí mismas, y manifestar, esas sensaciones de disfrute y alegría.
 
Ambos estudios, en definitiva, demuestran que las emociones positivas no sólo producen bienestar sino que dan años de vida. Hablar de felicidad es, por tanto, hablar de cosas serias.
 
Carmelo Vázquez. Doctor en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.
 
 
 


miércoles, 14 de mayo de 2014

Espectacular imagen aérea de la playa "Risco del Paso".

DEL FRACASO AL ÉXITO

Los actos fallidos son oportunidades para el progreso si aprendemos a reelaborar su imagen mentalmente
 
 
 
Cuando las acciones que realiza una persona no alcanzan los objetivos pretendidos, es muy habitual que ésta los considere un fracaso. Pero nada más lejos de la realidad. Los mecanismos de aprendizaje en el ser humano pasan siempre por el ensayo, y éste implica cierto error.
 
Considerar un acto fallido como un fracaso impide que se consolide el aprendizaje, ya que se rechaza la oportunidad de extraer la experiencia de ese acto. Un niño cae al suelo cientos de veces antes de aprender a caminar; necesita identificar las posturas inestables para después evitarlas y conseguir el equilibrio. Y es que el cerebro registra el mayor número de opciones posibles hasta encontrar la más idónea para sus propósitos.
 
Si no se archiva adecuadamente cada experiencia, surge la idea de fracaso, que no es ni más ni menos que una forma equivocada de codificación de la vivencia. La diferencia entre los recuerdos calificados como éxito y los etiquetados como fracaso está únicamente en el modo que se archivan. Un sencillo cambio en la manera de guardar los recuerdos transforma los fracasos en experiencias positivas. Veamos cómo se hace.
 
RESITUAR EL RECUERDO
 
Evoca una experiencia en la que consideres que fracasaste; observa cómo de forma natural tus ojos tienden a colocarse mirando hacia abajo. Ahora evoca el recuerdo de otra experiencia  que consideres que fue un éxito para ti; advierte cómo, también de forma natural, tus ojos miran hacia arriba.
 
A continuación, vuelve a la situación considerada como fracaso y sitúa mentalmente la imagen hasta el lugar que ocupaba el recuerdo del éxito. Te darás cuenta de que tanto las sensaciones como la comprensión de los hechos se modifican, proporcionándote una visión mucho más objetiva y aleccionadora de lo sucedido, con la que podrás construirte un futuro mucho más prometedor.
 
Salvador A. Carrión
Director del Instituto Español de PNL