UN ENCUENTRO CON EL SILENCIO
Aquieta tu mente, deja que el silencio se apodere de ti, ríndete a lo
divino, contempla tu miedo y ámalo, permite que suceda todo aquello que está
sucediendo, descubre simplemente cuál es el sabor de tu alma.
Teresa
de Jesús decía algo así como…
“Contemplar es abandonar a la Loca de la
casa”. ¿Quién es esa Loca? ¡La mente!.
¿A
quién no le gustaría en algún momento de su vida que le pudieran desconectar?
Cuando hablamos de desconectar, es poder dejar de pensar en aquellas historias
que nos producen preocupación, dolor, nerviosismo y que nos hacen involucrarnos
de una forma absolutamente negativa en lo que está aconteciendo.
Pero,
¿sabemos cómo hemos llegado a esa situación? Realmente no lo sabemos hasta que
comenzamos a observar.
Cuando
la vida nos presenta situaciones complicadas es porque sin darnos cuenta
llevamos mucho tiempo dejando que nuestros pensamientos sean de una determinada
calidad, y como no hemos caído en la cuenta en el momento que se producen, les
dejamos vía libre para que campen a sus anchas en nosotros. Esos pensamientos
negativos van dejando un poso y generando una serie de emociones negativas a su
vez y todo ello lo somatiza nuestro cuerpo en último término.
No
prestamos nunca atención a lo que ocurre en el aquí y en el ahora, qué le está
sucediendo a nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo nos habla constantemente y no le
escuchamos. Tampoco prestamos atención a lo que nos están diciendo nuestras
emociones, ni qué tipo de pensamientos aparecen en nuestra mente. Y sin darnos
cuenta vamos creando nuestro propio enemigo.
Contemplar
es ser sin ningún objetivo que conseguir. Podemos sentarnos en silencio y
soledad y eso, qué duda cabe, al principio nos puede ayudar a encontrar ese
“hueco” que desconocemos, pero profundamente “contemplar” es convertirse en un
testigo de todo lo que está aconteciendo en nuestro interior.
Cuando
comenzamos a hacer silencio, a meditar, a contemplar, comenzamos a ver por
primera vez que existe algo más que lo que nosotros pensábamos que era lo real.
Llega a nosotros un estado de conciencia superior, donde somos más nosotros
mismos que en ningún otro “lugar”.
Hablar
de silencio sinceramente es un sinsentido, el silencio es eso, no sólo no
hablar externamente, sino tampoco hacerlo de forma interna, es un espacio por
denominarlo de alguna forma, donde somos sin condicionantes, donde la
conciencia que somos se manifiesta, aunque en realidad nunca se fue, siempre
estuvo ahí. El silencio es un abandono de la hipnosis divina.
Es
absurdo pensar que ese silencio moldeará nuestras vidas de una forma y otra,
que hará que seamos mejores personas o nos hará conseguir la felicidad. El tema
no va de eso, la experiencia de Dios es algo absolutamente interno, privado,
intransferible y lógicamente, tendrá efectos en nuestra personalidad, pero eso
no nos tiene que importar, porque en esos momentos en que estamos en ese
“espacio” donde no se necesita nada, ni a nadie, ni tan siquiera necesitamos a
nuestra persona, es decir, a lo que siempre hemos creído que somos… de ese
espacio no se puede hablar, sólo lo podemos experimentar, y cada uno de
nosotros tendrá una experiencia diferente que cuando se materialice en palabras
lógicamente adquirirá las características concretas de la personalidad que lo
está enunciando, pero eso ya no es silencio, ya hemos caído en la vida, en las
formas.
No
existe nada más valioso que poder descubrir qué somos en realidad, ningún
objetivo vital a conseguir puede alcanzar ni por asomo lo que se “siente”
cuando se hace un espacio de silencio en nuestro interior. Ahí ya no hay
necesidades, no hay ningún deseo, es la nada y es el todo.
Pero
¡no nos preocupemos! Porque seguiremos “yendo y viniendo”, identificándonos con
nuestros personajes y actuando en base a nuestros pensamientos y emociones.
Tenemos un guion que cumplir en este plano de existencia y sin lugar a dudas lo
cumpliremos, lo que ocurre es que no es igual hacerlo de una forma
absolutamente inconscientemente, y siendo arrastrados una y otra vez por esa
inconsciencia, que hacerlo con la certeza de fondo de que no somos ese
personaje que está interpretando ese guion.
Realmente
desconocemos qué estamos haciendo aquí, supongo que hasta que salgamos de este
sueño no podremos saberlo, pero todo parece indicar que hay aprendizajes que
llevar a cabo, y podemos hacerlos con plena conciencia o completamente
dormidos.
De
lo que sí que nos damos cuente a poco que observemos, es que todos estamos
buscando el amor incondicional, la paz absoluta, la belleza, la verdad en todo
lo que hacemos, la felicidad, y este anhelo que es común a todos los seres
humanos, creemos que lo vamos alcanzando cuando intentamos conseguir nuestros
objetivos externos: un trabajo creativo, una pareja ideal, amigos de verdad,
poder, dinero, prestigio… Aunque para alcanzarlos utilicemos cualquier tipo de
artimaña, de estrategia, es decir, empleamos el egoísmo, primero yo, siempre yo
y después ya tendré en cuenta al otro, y eso siempre que se acomode a mis
objetivos.
Pero
pese a ese egoísmo todos estamos buscando exactamente lo mismo y si algo se
busca es que existe, no tendríamos sed, si el agua no fuese alcanzable.
Reclamemos
a Dios, meditemos, busquemos cada vez más momentos de silencio y de soledad,
observemos. Hagamos lo que hagamos en cada momento, no dejemos correr más
tiempo sin perseguir nuestro anhelo. Este sueño se terminará antes o después y
sólo nuestras almas quedarán. La Verdad nos está llamando, no nos permitamos
más hacer oídos sordos a esa llamada de nuestro Ser profundo.
Dejemos
los problemas a un lado, dejemos de jugar a ciegas con querer y no querer, no
hay nada que perder, ya está todo ganado. Somos distraídos corazones que quiere
pintar de azul su cielo, pero desde esa inconciencia no podemos conseguirlo.
Dejémonos de intereses de conveniencia que no podrán jamás darnos la paz
anhelada, seamos de una vez por todas lo que SOMOS.
¡CANTEMOS EN TODO
MOMENTO A LO DIVINO SIN MIEDO A PERDER. SI LO HACEMOS NO PODREMOS NUNCA PERDER
NADA, AHÍ LO ENCONTRAREMOS TODO! ¡APRENDAMOS A CALLAR PARA ESCUCHARLE!
Lola Bermejo
Directora de la “Escuela de Crecimiento
Personal”