Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
jueves, 27 de diciembre de 2018
lunes, 17 de diciembre de 2018
sábado, 8 de diciembre de 2018
lunes, 3 de diciembre de 2018
domingo, 2 de diciembre de 2018
¿Por qué se repiten las mismas situaciones en nuestra vida?
Sí. Sin duda alguna, todos hemos actuado con nosotros mismos y con los demás lo mejor que sabíamos, con mayor o menor fortuna o acierto. Al fin y al cabo, es lo que aprendimos o nos enseñaron, no conocíamos otras opciones.
Pero, ¿Qué pasa cuando eso no es suficiente y esos actos dejan mucho que desear? En algún momento, ya cansados de repetir el mismo patrón, nos preguntamos el por qué de una vida que parece guionizada, algo así como "el día de la marmota". Es como un círculo vicioso, casi adivinamos el siguiente paso y los resultados finales.
Pues bien. Desde hace un tiempo está muy presente en la sociedad la terapia Transgeneracional, que consiste en investigar en el árbol genealógico familiar para descubrir posibles similitudes en descendientes que sufren a nivel físico, emocional, espiritual, etc. lo mismo que anteriormente sufrió un ascendiente, a veces hasta cuatro generaciones anteriores. Las librerías están repletas de títulos sobre este tema y entre ellos recomiendo:
"Descodificación Bio-Transgeneracional" de Jesús Casla. Claro y conciso. "Las lealtades y los contratos inconscientes tienen el objetivo de minimizar o anular cualquier posible alteración o disidencia individual que desestabilice al grupo". "Cada uno lleva en su inconsciente individual la huella del clan; memorias e informaciones de los padres y de los ancestros".
"Psicogenealogía", de Doris y Lise Langlois. En este libro resulta muy esclarecedor el ejemplo de una familia a lo largo de cuatro generaciones.
"Cómo pagamos lo errores de nuestros antepasados" de Nina Canault: "Cuando un trauma no es asumido sigue vivo" (de generación en generación hasta que algún descendiente tome conciencia de ello y lo "desactive". Este apunte es mío). Este libro es una introducción a la psicogenealogía.
Interesante, ¿verdad? También quisiera recordar a Ann Ancelin Schutzenberger y su libro "¡Ay mis ancestros!". Una pionera en terapia transgeneracional.
Sin embargo, creo que tomar plena consciencia y llegar al fondo de un asunto familiar escondido, no garantiza la plena armonía y bienestar de la persona. Porque... y aquí entra la ciencia, el Dr. en biología celular Bruce Lipton, demostró que nuestra memoria no se almacena en nuestro cerebro, sino en nuestras células:
" Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina bioquímica controlada por genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad, eso implica que somos víctimas de una situación, no los elegimos, los recibimos al nacer y ellos programan lo que sucederá. Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri, cambié las condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del medio ambiente en cada una de las tres placas.
Luego verifiqué que en una de las placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas. ¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran genéticamente idénticas? Eso demuestra que los genes no lo controlan todo, es el ambiente, el ser humano es el que controla, dependiendo de cómo lee el ambiente, de cómo su mente lo percibe. Estamos en un punto de la historia en que hemos de elegir ser soberanos o permanecer dependientes.
No estamos limitados por nuestros genes sino por nuestra percepción y nuestras creencias”. Dr. Bruce Lipton.
Así pues, tenemos un mar de autores y libros disponibles, toda la información a nuestro alcance para decidir si cambiamos o seguimos viviendo el "día de la marmota" año tras año, toda una vida de frustraciones. Ya sabemos que "abandonar la zona de confort" desestabiliza bastante y a nadie le gusta enfrentarse a lo desconocido y a una vida nueva llena de incertidumbre. El miedo es más fuerte que la voluntad. Pero abandonar la "comodidad incómoda" por una realidad más consciente es un verdadero reto personal para llegar a disfrutar de una vida más realista, consciente y armoniosa. Y al final... nada es tan terrible que no pueda superarse. Si algo tenemos, son recursos para salir adelante, de una forma o de otra.
Todo empieza y acaba en nosotros. Nadie más es responsable de lo que pase en nuestra vida.
María Macías
Sí. Sin duda alguna, todos hemos actuado con nosotros mismos y con los demás lo mejor que sabíamos, con mayor o menor fortuna o acierto. Al fin y al cabo, es lo que aprendimos o nos enseñaron, no conocíamos otras opciones.
Pero, ¿Qué pasa cuando eso no es suficiente y esos actos dejan mucho que desear? En algún momento, ya cansados de repetir el mismo patrón, nos preguntamos el por qué de una vida que parece guionizada, algo así como "el día de la marmota". Es como un círculo vicioso, casi adivinamos el siguiente paso y los resultados finales.
Pues bien. Desde hace un tiempo está muy presente en la sociedad la terapia Transgeneracional, que consiste en investigar en el árbol genealógico familiar para descubrir posibles similitudes en descendientes que sufren a nivel físico, emocional, espiritual, etc. lo mismo que anteriormente sufrió un ascendiente, a veces hasta cuatro generaciones anteriores. Las librerías están repletas de títulos sobre este tema y entre ellos recomiendo:
"Descodificación Bio-Transgeneracional" de Jesús Casla. Claro y conciso. "Las lealtades y los contratos inconscientes tienen el objetivo de minimizar o anular cualquier posible alteración o disidencia individual que desestabilice al grupo". "Cada uno lleva en su inconsciente individual la huella del clan; memorias e informaciones de los padres y de los ancestros".
"Psicogenealogía", de Doris y Lise Langlois. En este libro resulta muy esclarecedor el ejemplo de una familia a lo largo de cuatro generaciones.
"Cómo pagamos lo errores de nuestros antepasados" de Nina Canault: "Cuando un trauma no es asumido sigue vivo" (de generación en generación hasta que algún descendiente tome conciencia de ello y lo "desactive". Este apunte es mío). Este libro es una introducción a la psicogenealogía.
Interesante, ¿verdad? También quisiera recordar a Ann Ancelin Schutzenberger y su libro "¡Ay mis ancestros!". Una pionera en terapia transgeneracional.
Sin embargo, creo que tomar plena consciencia y llegar al fondo de un asunto familiar escondido, no garantiza la plena armonía y bienestar de la persona. Porque... y aquí entra la ciencia, el Dr. en biología celular Bruce Lipton, demostró que nuestra memoria no se almacena en nuestro cerebro, sino en nuestras células:
" Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina bioquímica controlada por genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad, eso implica que somos víctimas de una situación, no los elegimos, los recibimos al nacer y ellos programan lo que sucederá. Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri, cambié las condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del medio ambiente en cada una de las tres placas.
Luego verifiqué que en una de las placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas. ¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran genéticamente idénticas? Eso demuestra que los genes no lo controlan todo, es el ambiente, el ser humano es el que controla, dependiendo de cómo lee el ambiente, de cómo su mente lo percibe. Estamos en un punto de la historia en que hemos de elegir ser soberanos o permanecer dependientes.
No estamos limitados por nuestros genes sino por nuestra percepción y nuestras creencias”. Dr. Bruce Lipton.
Así pues, tenemos un mar de autores y libros disponibles, toda la información a nuestro alcance para decidir si cambiamos o seguimos viviendo el "día de la marmota" año tras año, toda una vida de frustraciones. Ya sabemos que "abandonar la zona de confort" desestabiliza bastante y a nadie le gusta enfrentarse a lo desconocido y a una vida nueva llena de incertidumbre. El miedo es más fuerte que la voluntad. Pero abandonar la "comodidad incómoda" por una realidad más consciente es un verdadero reto personal para llegar a disfrutar de una vida más realista, consciente y armoniosa. Y al final... nada es tan terrible que no pueda superarse. Si algo tenemos, son recursos para salir adelante, de una forma o de otra.
Todo empieza y acaba en nosotros. Nadie más es responsable de lo que pase en nuestra vida.
María Macías
viernes, 30 de noviembre de 2018
jueves, 29 de noviembre de 2018
lunes, 19 de noviembre de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
jueves, 8 de noviembre de 2018
domingo, 4 de noviembre de 2018
HAZ LO QUE SEA PARA QUE NO PAREZCA AMOR
Por Nika Vgl
Haz que no parezca amor. Que es lo que se lleva ahora. Duelen tantas tripas en nombre de la libertad.
Tú dices libre y yo digo cobarde. Cobarde todo aquel que no es capaz de comprometerse con el instante. Cobarde todo aquel que no esté presente cuando el otro esté desnudo y vulnerable. Cobarde todo aquel que puso un límite desde el principio.
"Yo es que no quiero nada serio". Como si no fuera lo suficientemente serio estar dentro físicamente de otro ser humano.
"Yo es que no creo en las etiquetas". Como si ponerle nombre a las cosas fuera algo malo.
"Yo es que busco pasar el rato". Como si la vida fuera para siempre.
Hay algo tan neurótico en nuestra manera actual de relacionarnos. Tan irrespetuoso con la vida. Tan impaciente. Tan irreal.
Y queremos más: más picante, más gorda, más grande, más altos, más guapas, más fuertes, más delgadas, más jóvenes, más tetas...
Nos aburrimos porque no nos soportamos a nosotros mismos. Porque no queremos que nadie nos conozca. Porque es más sencillo empezar de nuevo cada poco vendiendo nuestra mejor cara. Porque es más sencillo follar que limpiar lo follado. Porque tenemos miedo a que en el fondo seamos un auténtico fraude. A que cuando el otro arañe un poco vea que no hay nada dentro.
Nada serio.
Y aquí seguimos rascando, cambiando cromos repetidos, poniéndonos ropa interior cara para que otros se limpien los pies antes de entrar. Haciendo del amor una servidumbre de paso.
¿No sientes que tú vales más que todo eso que haces? ¿Que tú eres un jodido milagro?. Con tus ojos que todavía pueden ver. Con tus pies moviéndose para llevarte al lugar que quieras. Con tu boca capaz de dar las gracias. Con tu piel ocupando una plaza en el mundo.
¿No sientes a veces que tú te mereces más de lo poco que te dan? Dos besos mal pegados, tres minutos entre las piernas. Cinco embestidas. Y un WhatsApp: "No me agobies. Entiende que estoy ocupado".
Lo más triste es que esta sociedad ha conseguido invertir los papeles. Ahora si dices que sientes algo, estás loco: "Es muy pronto. Muy arriesgado. Poco inteligente. Estamos lejos. Es complicado". Excusas que significan "no te quiero. Quiero ser libre para estar con otras". Dime tú como lo haces para no sentir algo cuando lo haces. ¿Cómo se finge la vida? ¿Cómo se hace para que nunca parezca amor?
Y que simplemente parezca un accidente.
Por Nika Vgl
Haz que no parezca amor. Que es lo que se lleva ahora. Duelen tantas tripas en nombre de la libertad.
Tú dices libre y yo digo cobarde. Cobarde todo aquel que no es capaz de comprometerse con el instante. Cobarde todo aquel que no esté presente cuando el otro esté desnudo y vulnerable. Cobarde todo aquel que puso un límite desde el principio.
"Yo es que no quiero nada serio". Como si no fuera lo suficientemente serio estar dentro físicamente de otro ser humano.
"Yo es que no creo en las etiquetas". Como si ponerle nombre a las cosas fuera algo malo.
"Yo es que busco pasar el rato". Como si la vida fuera para siempre.
Hay algo tan neurótico en nuestra manera actual de relacionarnos. Tan irrespetuoso con la vida. Tan impaciente. Tan irreal.
Y queremos más: más picante, más gorda, más grande, más altos, más guapas, más fuertes, más delgadas, más jóvenes, más tetas...
Nos aburrimos porque no nos soportamos a nosotros mismos. Porque no queremos que nadie nos conozca. Porque es más sencillo empezar de nuevo cada poco vendiendo nuestra mejor cara. Porque es más sencillo follar que limpiar lo follado. Porque tenemos miedo a que en el fondo seamos un auténtico fraude. A que cuando el otro arañe un poco vea que no hay nada dentro.
Nada serio.
Y aquí seguimos rascando, cambiando cromos repetidos, poniéndonos ropa interior cara para que otros se limpien los pies antes de entrar. Haciendo del amor una servidumbre de paso.
¿No sientes que tú vales más que todo eso que haces? ¿Que tú eres un jodido milagro?. Con tus ojos que todavía pueden ver. Con tus pies moviéndose para llevarte al lugar que quieras. Con tu boca capaz de dar las gracias. Con tu piel ocupando una plaza en el mundo.
¿No sientes a veces que tú te mereces más de lo poco que te dan? Dos besos mal pegados, tres minutos entre las piernas. Cinco embestidas. Y un WhatsApp: "No me agobies. Entiende que estoy ocupado".
Lo más triste es que esta sociedad ha conseguido invertir los papeles. Ahora si dices que sientes algo, estás loco: "Es muy pronto. Muy arriesgado. Poco inteligente. Estamos lejos. Es complicado". Excusas que significan "no te quiero. Quiero ser libre para estar con otras". Dime tú como lo haces para no sentir algo cuando lo haces. ¿Cómo se finge la vida? ¿Cómo se hace para que nunca parezca amor?
Y que simplemente parezca un accidente.
viernes, 2 de noviembre de 2018
miércoles, 31 de octubre de 2018
jueves, 25 de octubre de 2018
martes, 23 de octubre de 2018
lunes, 22 de octubre de 2018
Coque Malla - My Beautiful Monster con Neil Hannon (Irrepetible) (Videoc...
My beautiful Monster, mi querido miedo.
Si nos angustia nuestro "monstruo" interno, si nos quita energía, nos ancla al pasado... tal vez sea mejor y el momento de hacernos su amigo y llegar a abrazarlo. Seguramente se "descoloque" y se rinda, porque es un animal de costumbres. Si lo alimentamos de amor a nosotros mismos e intentamos comprender el por qué de su negativo y destructivo diálogo interno, será domado. Difícil... sí. Imposible... no.
sábado, 20 de octubre de 2018
martes, 16 de octubre de 2018
domingo, 14 de octubre de 2018
miércoles, 10 de octubre de 2018
ANNE
ANCELIN SCHÜTZENBERGER – ¿POR
QUÉ NOS DUELEN NUESTROS ANCESTROS?
EL HOMBRE BUSCA SU LIBERTAD GUIADO POR SUS ANCESTROS
Entrevista con Anne Ancelin-Schützenberger
Antigua resistente, tanto teórica como mujer de acción,
abierta a todas las innovaciones, psicoanalista, analista de grupo – una de las
primeras terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia – y
profesora emérita de psicología en la
universidad de Niza, donde dirigió durante más de veinte años el
Laboratorio de psicología social y clínica, en otro tiempo colega de Jacques
Lacan y de Françoise Dolto, se convirtió en una celebridad en el mundo entero
cuando, habiendo ya comenzado la segunda mitad de su vida, publicó un libro que
iba a convertirse en un best-seller: “¡Ay mis ancestros!”
Para muchos psicoterapeutas, fue ella la que introdujo la
dimensión transgenealógica en su práctica con un acontecimiento preciso: el
síndrome de aniversario. Nos ha parecido lógico abrir esta serie de entrevistas
a través de una conversación con esta gran mujer.
La psicogenalogía comprende numerosas teorías y escuelas de
pensamiento. Pero es, sin duda, a la Dra Anne Ancelin-Schützenberger a quien
debemos el impulso inicial de este enfoque, especialmente en la sociedad
francesa. El hecho de trabajar durante mucho tiempo con enfermos aquejados de
cáncer – especialmente con la ayuda del método Simonton, que permite reforzar
el sistema inmunitario mediante visualizaciones positivas – hizo que empezara a
descubrir en sus biografías extraños fenómenos de repetición, que hablaban de
un fenómeno de identificación con personas queridas desaparecidas. Fue así como
esta terapeuta inventó el método del
“genosociograma” – una especie de árbol genealógico muy especial que
priorizaba hechos extraordinarios y/o sobrecogedores y acontecimientos que
podían causar una conmoción en bien o en mal, enfermedades, nacimientos,
accidentes, casamientos, etc, poniendo de relieve, mediante un juego de
gráficos, los lazos afectivos mayores. De esta manera, elaboró el concepto de
“síndrome de aniversario”…
"Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero
tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino
repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se
han tejido en nuestra familia”.
¿Su método? La «Terapia transgeneracional psicogenealógica
contextual», cuya misión primera es estrechar el cerco de nuestras «lealtades
invisibles» que nos obligan a «pagar las deudas» por nuestros ancestros, lo
queramos o no, lo sepamos o no. Como escribe en ¡Ay mis ancestros!: “La vida de
cada uno de nosotros es una novela. Vosotros, yo, vivimos prisioneros de una
invisible tela de araña de la que también somos uno de los directores. Si
enseñáramos a nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a comprender mejor, a
oír, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno
de nosotros sería más clara, más sensible a lo que somos, a lo que deberíamos
ser. ¿Podemos escapar de esos hilos invisibles, de esas «triangulaciones», de
esas repeticiones?
Nouvelles Clés: usted es psicoanalista, pero cuando recibe a
un paciente, se interesa muy poco en su historia individual: le pide que le dé
informaciones sobre la vida de sus ancestros. Le hace que escriba fechas. ¿Cómo
ha llegado a transformar así el desarrollo de la cura?
Anne Ancelin Schützenberger: en los años setenta, iba a
analizar a domicilio a una joven sueca de treinta y cinco años que estaba
desahuciada por el cáncer. Los médicos acababan de amputarle una parte del pie
y se preparaban, impotentes, a amputar todavía más. Ya que yo era
psicoanalista, pedí a esta mujer que dejara libre su mente y me contara todo lo
que pasaba por su cabeza. Como ya sabe, este ejercicio habría podido
desarrollarse durante diez años. Había el retrato de una mujer joven en la
pared del salón. Mi paciente me dijo que se trataba de su madre, muerta de cáncer
a la edad de treinta y cinco años. Y bueno, no sé por qué, ese día, esta doble
coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta. De pronto tuve la
impresión de que esta mujer se había programado para caer enferma a la misma
edad en que su madre había muerto de cáncer.
N. C.: ¿Qué le impedía pensar en la enfermedad como una
simple casualidad?, ¿o más bien como una transmisión genética?
A. A.-S.: Esa es la dificultad que se plantea para todo lo
que incumbe al inconsciente, invocar como una causa el azar. En cuanto a la
genética, difícilmente podía hacer coincidir las fechas hasta ese punto. Sobre
todo porque esta historia me recordó inmediatamente otra… Me acordé de que un
día mi hija me había dicho: “¿Te das cuenta mamá?, eres la mayor de dos niños y
el segundo está muerto; papá es el mayor de dos hijos y el segundo está muerto;
yo soy la mayor de dos hijos y el segundo está muerto”. Esto había sido una
primera conmoción. Esta vez, me dije que iba a verificar con otros pacientes lo
que intuía respecto a esta mujer. Les pedí a todos que dibujaran su árbol
genealógico y, si era posible, indicaran bajo el nombre de los ancestros los
momentos más importantes de la historia familiar. Tuberculosis del abuelo,
matrimonio de la madre, accidente de coche del padre. También les pedí que
pusieran la edad y la fecha en las que se habían producido tales
acontecimientos. Los árboles genealógicos me revelaron repeticiones asombrosas:
una familia en la que las mujeres, leucémicas, morían durante tres generaciones
en el mes de mayo; una sucesión de cinco generaciones en la que las mujeres se
volvían bulímicas a la edad de trece años; una genealogía en la que los hombres
eran víctimas de un accidente de coche el día de la primera vuelta a clase de
su primer hijo.
Estará de acuerdo en
que sería demasiada osadía ver la acción de la casualidad en las familias en
las que se encuentran, en cada generación, las mismas fechas de nacimiento, el
mismo número de matrimonios en los hombres y siempre a la misma edad… En cuanto
a la herencia genética, ¿cree que un accidente de coche pueda transmitirse a
través del ADN?
N. C.: ¿Cómo pueden explicarse tales repeticiones? ¿Por qué
repetimos cosas vividas por nuestros padres o por nuestros ancestros?
A. A.-S.: Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han
conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una manera
de honrarlos y de serles leales. Esta lealtad es la que empuja a un estudiante
a suspender un examen, con el deseo inconsciente de no estar por encima de su
padre socialmente, o a seguir siendo fabricante de instrumentos de música de
padre a hijo o, para las mujeres de una misma línea genealógica, casarse a los
dieciocho años para dar a luz a tres hijos y, si es posible, niñas…
A veces, esta lealtad sobrepasa los límites de lo verosímil:
¿conoce la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Le mataron durante un
rodaje porque, desafortunadamente, alguien
había dejado olvidada una bala en un revólver que debía estar cargado
con balas de fogueo. Ahora bien, justo veinte años antes de ese accidente, su
padre, el famoso Bruce Lee, había muerto en pleno rodaje, de una hemorragia
cerebral, durante una escena en la que debía interpretar el papel de un
personaje muerto accidentalmente por un revólver que debería haber estado
cargado con balas de fogueo…
¡Estamos literalmente impulsados por una poderosa e
inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar y tenemos una gran
dificultad para inventar algo nuevo en la vida! En algunas familias, vemos que
se repite el síndrome de aniversario – en forma de enfermedades, muertes,
abortos naturales o accidentes – en tres, cuatro, cinco o a veces ocho
generaciones. Pero hay una razón más intrincada por la cual repetimos
enfermedades, así como accidentes de nuestros ancestros. Si tomamos cualquier
árbol genealógico, vemos que está repleto de muertes violentas y adulterios, de
anécdotas secretas, de bastardos y de alcohólicos. Estas son cosas que se
ocultan, heridas secretas que no se quieren mostrar.
Ahora bien, ¿qué
ocurre cuando, por vergüenza o por conveniencia, no hablamos del incesto, de
una muerte sospechosa, de los fallos del abuelo? El silencio que se haga sobre
un tío alcohólico, creará una zona de sombra en la memoria de un hijo de la
familia, quien para colmar ese vacío y rellenar las lagunas, repetirá en su
cuerpo o en su existencia el drama que se le intenta ocultar.
En una palabra, será
alcohólico como su tío.
N. C.: ¿Pero esta repetición supone que ese chico sepa algo
de esta vergüenza familiar y que haya oído algo sobre su desgraciado tío…
verdad?
A.A.-S.: ¡Por supuesto que no! La vergüenza no necesita
evocarse en absoluto para pasar la barrera de las generaciones y venir a
perturbar un eslabón débil de la familia. Voy a darle un ejemplo de una niña de
cuatro años que, en sus pesadillas, se ve perseguida por un monstruo. Se
despierta por la noche tosiendo y, cada año, por la misma fecha, su tos
degenera en una crisis asmática.
Es el 26 de Abril, me dice la madre. Yo conozco las fechas
de la historia de Francia (muchos traumatismos ancestrales encuentran su origen
en las persecuciones o en los campos de batalla). El 26 de Abril de 1.915, las
tropas alemanas lanzaron por primera vez gas tóxico sobre las líneas francesas.
Después, miles de “peludos” (militares franceses de la primera guerra mundial,
ya que no podían afeitarse) perecieron asfixiados. El hermano del abuelo era
uno de esos soldados. Le pido a la niña que dibuje el monstruo que ve en sus
pesadillas. Ella dibuja con un lápiz lo que llama ¡”unas gafas de submarinismo
con una trompa de elefante”! ¡Era una máscara de gas de la guerra de 1914-1918!
Sin embargo nunca había visto una máscara de gas y nunca le habían dicho nada
sobre la asfixia del abuelo. Pues bien, a pesar de todos esos obstáculos, la
información pudo pasar. ¿Cómo? Quizá por el hecho de querer evitarlo. El
recuerdo del muerto mal enterrado creó en la madre una zona de sombra en la que
se ocultó el dolor. Hipótesis: a lo largo de su vida, habrá habido lagunas en
la forma de hablar de esta mujer; cada vez que haya encontrado la ocasión de
pensar en la brutal muerte de su abuelo (una foto familiar, una imagen de
guerra en la televisión), habrá manifestado una conmoción que, sin duda, se
habrá expresado primero en la mirada, en la voz o en las actitudes más que en
el contenido de las palabras que habría podido quizá intercambiar. Habrá
evitado ver cualquier película de guerra… Habrá hablado mal de Bélgica… Habrá
tenido miedo del gas…
N. C.: O sea, que esos soslayamientos pueden transmitir una
información “de manera indirecta”. ¡¿Pero pueden alcanzar tal grado de
precisión que lleguen a grabar la imagen fotográfica de una máscara de gas en
las pesadillas de la niña?!
A. A.-S.: Yo no pienso que sea eso lo que ha pasado entre
esta madre y su hija. Más bien creo que lo que tiene lugar aquí es una
comunicación de inconsciente a inconsciente.
N. C.: ¿Quiere decir que las imágenes, o los secretos de
familia, pasan de una generación a otra por telepatía?
A. A.-S.: No. Por la unidad dual madre-niño. Creo que
durante su desarrollo en el útero, el niño sueña como sueña su madre y que
todas las imágenes del inconsciente maternal y del co-inconsciente familiar
pueden impresionar de esta manera la memoria del niño que va a nacer. Esta
hipótesis todavía no ha dado lugar a ninguna exploración científica seria.
¡Sin embargo, nos va en ello la salud!
N. C.: La fidelidad a nuestros ancestros nos gobernaría…
Nuestro inconsciente nos impulsaría a honrarla y, para ello, utilizaría medios
sorprendentes: provocar un cáncer, enviarnos bajo las ruedas de un coche. ¿Se
podría explicar esto en términos médicos?
A. A.-S.: En realidad, esta forma de maldición viene de un
mecanismo que la medicina conoce cada vez mejor. Toda muerte o idea de muerte
provoca en el hombre una depresión. Perder su propia casa o su empleo supone
también un duelo. Al entrar en la tristeza del duelo se disminuye la
inmunología. Muchas personas piensan de una forma totalmente inconsciente que
van a morir a una edad concreta: “Mi madre murió a los treinta y cinco años y
yo no sobrepasaré esa edad”, se dice la mujer. A la edad prevista, cae en una
depresión que debilita su sistema inmunitario hasta el punto de dar lugar a un
cáncer. Es el mismo mecanismo para el accidente de coche: cuando llega la fecha
aniversario de un traumatismo olvidado en la familia, alguien puede empezar a
arriesgarse de manera insensata y el accidente, evidentemente, se produce. El
inconsciente se encarga de todo eso, como si fuera un reloj invisible.
N. C.: ¿Puede evitarse? ¿Se puede salir de la repetición
para nacer libremente a la propia historia?
A. A.-S: Para curarse de la repetición, primero hay que ser
consciente de ella. Recuerde la joven sueca. Cuando la ayudé a darse cuenta de
que si sucumbía a su cáncer, no habría ya nadie para poner flores en la tumba
de su madre, se operó un cambio radical en su enfermedad. Dejó de tener
síntomas, volvió a gozar de más energía y a coger peso, recuperó su trabajo y
una vida normal. Si el origen del mal está cerca de la consciencia, visualizar
el árbol genealógico y darse cuenta de la repetición, pueden liberar al enfermo
del peso de las lealtades familiares inconscientes.
Personalmente, únicamente haciendo que alguien dibuje su
árbol genealógico, llego a poner al día en seis horas lo que podía hacer antes
en diez años cuando una persona estaba en el diván! Obtengo un diagnóstico casi
inmediato. Pero ello no exime del trabajo necesario con los sueños y las
asociaciones de pensamientos que forman parte de la cura analítica. Y a veces
también sucede que el secreto está tan escondido que la toma de conciencia no da
nada. Entonces hay que recurrir al psicodrama. Porque éste ayuda a revivir la
emoción de lo que se ocultó y a borrar la tensión que ha podido nacer entre lo
que se nos oculta y lo que, de todas maneras, hemos presentido. Hablar, llorar,
gritar, golpear, previenen la conversión de la enfermedad psíquica en síntoma
somático. Por ello se necesita ponerlo en escena, representarlo. Durante una
consulta, puedo invitar a un hombre a tocar la trompeta en un episodio
sangriento de la batalla de Sedan, de pie en la alfombra, al lado del diván.
Hago que interprete la muerte del bisabuelo en el campo de batalla.
N. C.: El siglo XX ha sido el siglo de las hecatombes. Por
primera vez en nuestra historia, millones de hombres han sido enterrados – a
menudo sin sepultura – lejos de su tierra natal y lejos de sus ancestros. ¿Se
podría hablar aquí de un enorme malestar transgeneracional en nuestra
civilización?
A. A.-S.: Cuando se sabe que un muerto mal enterrado impide
que se pueda realizar debidamente el duelo en la familia, es fácil imaginar que
una hecatombe pueda generar un inmenso malestar en nuestra civilización, en
efecto. Y no cuento los hijos de los judíos deportados a los campos de
concentración que sufren crisis asmáticas, eczemas y violentas jaquecas en las
fechas aniversario de la deportación.
Creo que un trabajo terapéutico puede hacerse también a
escala de los pueblos y naciones. Cuando un ancestro ha sufrido, es fundamental
para la descendencia que su dolor sea reconocido. Fue muy importante para los
Armenios ver reconocido recientemente su genocidio por la comunidad
internacional, incluso cincuenta años después. Había que matar al fantasma. Y
le apuesto a que millones de armenios se han apaciguado en lo más profundo de
su ser.
Dicho esto, no se necesitan circunstancias tan dramáticas
para que el síndrome de repetición deteriore la existencia. Por ejemplo, entre
las muchas personas que han venido a mi consulta porque estaban aquejados de
trastornos psicosomáticos inexplicables, hay algunos de ellos que tienen
pesadillas repetitivas que hacen que suspendan sistemáticamente sus exámenes y
tiren por tierra su vida profesional. Pienso en un joven con el que descubrí
que desde finales del siglo XIX, catorce de sus primos habían suspendido el
bachillerato. Cercamos el origen de este trastorno y finalmente comprobamos que
el bisabuelo de este chico había sido expulsado de su casa la víspera del
bachillerato porque se había acostado con la criada y ésta se había quedado
embarazada. Pues bien, el biznieto llevaba todavía el peso de esta “falta
original” cuidadosamente escondida por toda la familia.
N. C.: ¿Cómo explicar la admiración actual por la terapia
transgeneracional?
A. A.-S.: Estamos viviendo un periodo de transformación
radical de nuestro entorno y de nuestra manera de pensar, de nuestro ámbito de
vida y de su contexto. Como dice Alvin Toffler, es un estrés colectivo, una
especie de conmoción futura, que muchas personas viven de manera angustiosa.
¡Actualmente desconocemos tantos datos – entre ellos la supervivencia de
nuestra cultura, es decir, la de nuestro planeta! En este caos general, muchos
terapeutas se encuentran confrontados a casos difíciles que las teorías
clásicas no explican o explican mal. Permitir un enraizamiento de la persona en
su propia historia forma parte de las soluciones.
N. C.: En su enfoque transgeneracional, hace referencia a
menudo al psicoanalista húngaro Ivan Boszormenyi-Nagy. ¿Qué ha puesto él de
relieve?
A. A.-S.: En su práctica, hacía hablar a los clientes sobre
su vida. Según él, el objetivo de la intervención terapéutica era restituir una
ética de las relaciones transgeneracionales. Su concepto de «lealtad» ha
clarificado mucho mi trabajo. De la lealtad de los miembros de un grupo depende
la unidad de éste. Esta lealtad incluye tanto los pensamientos como las
motivaciones y actos de cada uno de los miembros de ese grupo. De aquí sale
otro concepto: el de la justicia familiar. Una justicia mal hecha desemboca en
mala fe, en explotación de los miembros de la familia entre ellos, o en
enfermedad o accidentes repetitivos. Mientras que de otra forma, hay afecto,
consideraciones recíprocas y las cuentas familiares pueden estar al día.
Podemos hablar literalmente de un “balance de cuentas” familiares y de un gran
“libro de cuentas” de la familia, en el que se verifica si tenemos crédito o
débito. Si se arrastran deudas, obligaciones o impagados de generación en
generación, podemos encontrarnos con toda clase de problemas…
N. C.: ¿Puede darnos un ejemplo de deuda en las cuentas
familiares?
A. A.-S.: La deuda más importante de la lealtad familiar es
la de cada hijo hacia sus padres por el amor, afecto, fatiga y consideraciones
que ha recibido desde su nacimiento hasta el momento en que se hace adulto. La
manera de pagar esta deuda es transgeneracional, es decir que lo que hemos
recibido de nuestros padres, se lo damos a nuestros hijos, etc. Pero sucede que
hay distorsiones malsanas entre los méritos y las deudas. Tomemos un ejemplo
clásico: en determinado número de familias, la hija mayor sustenta el papel de
madre de los demás niños y a veces de su propia madre que, en ese caso, se hace
ayudar, cuidar y apoyar por su hija. Es lo que se llama parentificación. Un
niño que tiene que convertirse en padre siendo muy joven, lleva un desequilibrio
relacional significativo.
En realidad, es difícil comprender los lazos
transgeneracionales, el libro de los méritos y las deudas, porque no hay nada
claro. Cada familia tiene su manera de definir la lealtad familiar. Pero el
estudio transgeneracional puede aportar otro punto de vista decisivo.
N. C.: En su trabajo hay un enfoque antropológico en el que
usted insiste sobre la importancia vital de las “reglas familiares”…
A. A.-S.: Citemos algunas reglas que encontramos a menudo.
Existen familias para
cuidadores/cuidados: algunos miembros cuidan a otros que están enfermos.
También familias en las que la regla es hacer cualquier cosa para que el hijo
estudie – el mayor no será el mayor de los hijos sino el primer hijo. Hay
familias en las que se fabrica así un hijo mayor para que se encargue de los
negocios familiares. En otras familias, varias generaciones cohabitan
sistemáticamente bajo el mismo techo…
Cuando se mira un genosociograma, es importante ver bien qué
reglas están en vigor y quien las elabora. Puede ser un abuelo, una abuela, un
tío…
Cuando comenzamos a percibir bien esas reglas, podemos
intentar ayudar a que la familia alcance un mejor funcionamiento en la relación
y a que cada uno de sus miembros tenga un mayor equilibro entre deudas y
méritos. No siempre es fácil comprender todo cuando se descifra a una familia…
N. C.: Usted también se ha interesado en el fracaso escolar
que según usted sería a menudo de orden transgeneracional.
A. A.-S.: Mi enfoque es a la vez contextual, psicoanalítico,
transgeneracional y etológico. Cada una de esas ciencias es importante y sus
aportaciones son complementarias. En el caso del fracaso escolar, hay que
añadir el aspecto socioeconómico de estas lealtades familiares brillantemente
analizadas por Vincent de Gauléjac, que me ha abierto bien los ojos.
Él demuestra hasta qué punto es difícil para un buen hijo o
para una buena hija sobrepasar el nivel de estudios de su padre; por ejemplo,
se pondrá enfermo la víspera del examen o tendrá un accidente cuando va al
lugar donde se realiza tal examen. Al hacer esto, responde inconscientemente al
mensaje doblemente apremiante de su padre (o de su madre): “Haz como yo, pero
sobre todo no hagas como yo!” O bien: “Haré cualquier cosa por ti y quiero que
triunfes… pero me da un miedo terrible que me sobrepases y nos dejes”. Ahora
bien, esos mensajes y actos fallidos datan, la mayoría de las veces, de
generaciones precedentes. Ahí también estamos gobernados por la fidelidad a los
ancestros aunque sea inconsciente o invisible.
N. C.: Nuestro destino individual puede estar guiado por la
historia de las generaciones anteriores. Lo cual significa que un
acontecimiento vivido por un ancestro cincuenta o cien años antes puede
orientar las elecciones de vida, determinar las vocaciones, desencadenar una
enfermedad e incluso provocar la caída accidental de un biznieto por la
escalera. ¿Qué queda entonces del libre albedrío?
A. A.-S.: Todo. Porque se nos ha dado la elección de
liberarnos de la repetición para nacer a nuestra propia historia.
Revista Nouvelles Clés, 1999
Publicado en Ecos Boletín nº24 Julio 2009Fuente: http://www.peterbourquin.net/inicio/?p=437
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EL PELIGRO DE QUERER SIN QUERERSE A
UNO MISMO
El curioso
mundo del amor, del querer, del bienestar y de la felicidad en definitiva. ¿Qué
misterios oculta?, ¿qué peligros conlleva? Uno de los riesgos más importantes
será permitirnos querer a otros sin antes haber hecho lo propio con uno mismo.
Una buena
relación de armonía, de conocimiento y de plenitud sentida con uno mismo va a
ser uno de los pilares fundamentales de nuestra relación con los demás. No solo
con una pareja, sino también con todos aquellos que nos rodean en nuestro día a
día.
Si tenemos
dudas o si albergamos conflictos internos y los proyectamos en los demás, es
probable que no seamos capaces de verlos. Esto podría hacernos pensar que lo
que falla son las relaciones sentimentales, cuando en realidad el fallo está en
la relación con nuestro interior.
¿Qué puedo
ofrecer a los otros si en realidad no sé ni lo que tengo dentro?, ¿cómo voy a
permitir que los demás me hagan feliz si ni yo mismo sé lo que quiero? Lo
primero y más importante es crear una buena relación contigo mismo, basada en
la sinceridad y plenitud, para posteriormente incorporarla a las relaciones que
establezcas con los demás.
La idea es
incorporar esta energía positiva a nuestras relaciones con los demás.
Socializando y estableciendo amistades o lazos afectivos voy conociendo partes
de mí que no conocía. Las relaciones sociales me muestran una parte de mí que
reflejo en otros, a modo de espejo y me descubren nuevas conductas o emociones
que proyecto.
Aprender a estar solo
Saber estar
en soledad abre las puertas a la intimidad. Conocernos y saber cuáles son
nuestros gustos, nuestros deseos, nuestros defectos o nuestros fallos nos hace
más reales y también más fuertes.
El objetivo
de este camino será aprender a querer, desde la profundidad y el conocimiento,
y no con los ojos vendados. Quererse a uno mismo, respetarse, darse tiempo y
dejarse sentir serán los pilares básicos de una buena relación con todas las
esferas de mi mente.
Si aprendemos
a estar solos podremos tomar la decisión de establecer una relación sentimental,
porque nos aporta y nos hace crecer; nunca será una necesidad, porque el amor
ya estará dentro de cada uno.
Un buen paso
para aprender a estar solos será diferenciar entre estar solo o sentirme solo.
El sentimiento de sentirse solo puede adquirir una connotación negativa que no
se busca cuando queremos aprender a “estar solos”.
Sentirse
solos es aislamiento, es lejanía con el mundo social, es soledad. Estar solos
es una decisión de cada uno y entraña una continua búsqueda realizada con
placer y entusiasmo dentro de cada uno, pero no conllevará significado de
aislamiento o dolor.
Somos seres completos
Me siento
bien conmigo y te elijo para compartir un camino, un camino con dos personas
completas que se quieren, pero no mitades que necesitan ser completadas por
otro. El amor a los demás será siempre una decisión y no la respuesta a una
necesidad.
Puede ser un
riesgo creer que nos falta algo y querer buscarlo fuera, cuando en realidad lo
que nos falta es escucharnos y entendernos, saber qué queremos y conocernos
bien para saber cómo conseguirlo. No caigamos en la trampa de pensar que el
problema está fuera, miremos dentro de cada uno primero, resolvamos y entonces
sí, miremos hacia fuera.
No quiero que
los demás me completen, quiero que me acepten. Al igual que yo tendré que
aceptar al otro como un ser completo. Vivo una historia completa, con la
persona más importante que me acompaña, la personal.
Los demás no
vendrán a darme lo que me falta, sino a compartir. A través de ellos también
aprovecharé la oportunidad de conocerme, porque el amor y la historia de cada
uno no acaba, sino que seguimos escribiendo capítulos a media que el tiempo
corre.
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